FIRMA INVITADA: Silvia Maraver, gerente de FAISEM
Salud Mental: casa, trabajo y relaciones sociales
Dicen que las personas son los únicos seres vivos capaces de contar historias. Recientemente tuve ocasión de ser partícipe de una de las que nos conmueven, nos hacen reflexionar, así como comprobar las barreras, a veces “invisibles” que dificultan la vida de las personas vulnerables por tener o haber tenido una enfermedad mental.
Un chico joven, me comentaba que llevaba cinco años de trabajo de mantenimiento, con un desempeño ejemplar, sin faltar ni un solo minuto de su jornada y con la valoración positiva de clientes y vecindario. Un día, se filtró que estaba diagnosticado de esquizofrenia y que seguía tratamiento en los servicios de salud mental.
Una vez más, la etiqueta eclipsó su buen trabajo, y cómo en otros muchos casos el estigma fue una barrera insalvable. La simple referencia a su problema de salud mental y los sólidos prejuicios que injustamente se siguen vinculando a estos diagnósticos, fueron decisivos para que no fuese renovado en su puesto de trabajo.
Qué distinto hubiese sido que se le hubiese expresado el apoyo y confianza en sus posibilidades. Cómo a cualquier otra persona.
Pensé en que no entender que todos podemos pasar por un mal momento y que somos mucho más que nuestras limitaciones, puede suponer la perdida de oportunidades. A veces para siempre. Pero también, con un sentido de compromiso, como cuando se presta apoyo continuado, la diversidad nunca es un inconveniente para la inclusión en la sociedad.
¿Pero dónde están los problemas? Si nos detenemos, por ejemplo, en el acceso al empleo (posiblemente el mejor indicador de las posibilidades de recuperación para una persona con experiencia propia en problemas de salud mental), un dato que nos puede ilustrar es que las personas con problemas graves de salud mental presentan una tasa de desempleo del 80%, y un alto porcentaje de estos, no han trabajado nunca.
Estas dificultades pueden provenir de causas inherentes a la propia enfermedad y su efecto directo sobre áreas muy diversas de la persona: cognitivas, perceptivas, afectivas y relacionales.
Así debemos tener en cuenta que la edad de aparición de la esquizofrenia se sitúa entre los 25 y 35. Esto puede generar carencias educativas y formativas muy importantes que dificultan la adquisición de competencias personales y profesionales básicas para la empleabilidad.
También si no se accede al tratamiento sanitario y social correcto, se puede comprometer el mantenimiento de un empleo real en la comunidad.
Y por último existen, como decíamos, barreras sociales, referidas al estigma social, que tradicionalmente ha vinculado a la enfermedad mental con la inutilidad y el aislamiento. Circunstancias que nos llevan a concluir que el trastorno mental es el grupo de discapacidad con menor tasa de actividad, por debajo de la discapacidad intelectual.
Algo parecido ocurre con las especiales dificultades que se encuentran a la hora de acceder a una vivienda digna y a mantener y disfrutar de unas relaciones sociales significativas. Por ejemplo, un 84% señala que el principal obstáculo para su recuperación no son los síntomas de la enfermedad, si no la discriminación que sufren en su vida cotidiana. Prácticamente el 50% afirma haber sufrido humillaciones y pasar por situaciones de vergüenza y sólo un 18% dice tener alguna relación de amistad.
En Andalucía, 1 de cada 4 personas sufrirá algún tipo de trastorno mental a lo largo de su vida, y 2,5 por cada 1.000 tienen un problema grave de salud mental.
Problemas de salud mental, estos últimos, que generan discapacidades y dependencia de larga duración, alta vulnerabilidad, dificultades para afrontar las demandas de la vida cotidiana, pobreza, hospitalizaciones reiteradas y prolongadas, prisión o el riesgo de engrosar el grupo de personas marginadas y sin hogar.
Pese a estas dificultades, debemos mantener que hay esperanza. Esto es lo que me inspira mi desempeño diario en la Fundación Pública Andaluza para la Integración Social de Personas con Enfermedad Mental. FAISEM, dónde atendemos a personas en Andalucía, que tienen o han padecido un problema grave de salud mental y que necesitan apoyo social, complementario a la atención sanitaria, en áreas fundamentales para cualquier persona como son: la vivienda, el empleo, las relaciones sociales, la formación profesional, el acceso al mundo de la cultura y el deporte etc.
Así cada día observo la importancia de paliar el sufrimiento psíquico desde el encuentro, la palabra amable, el abrazo y el acompañamiento. Ni arriba, ni abajo, al lado. Esa es la labor de los casi 1.200 profesionales de FAISEM.
En esta tarea de apostar por la recuperación de las personas con enfermedad mental, necesitamos el apoyo de todos los sectores de la sociedad, es una tarea de todos, dónde al compromiso ineludible de instituciones y administración debemos abrir puertas y no olvidar nunca que la catadura moral de nuestras sociedades debe medirse por cómo tratan y respetan a las personas más vulnerables.
Como afirmó Ciompi, la rehabilitación y la recuperación de estas personas, pasa por tener acceso a una casa, un trabajo y disfrutar de relaciones sociales.
Tenemos de nuestra parte a la evidencia científica que constata que el apoyo social y el empleo es la estrategia clave para promover la recuperación y el logro de la plena ciudadanía en estas personas.
Robert Liberman recordaba en su tratado sobre Rehabilitación Psicosocial, que la psiquiatría tradicional consideraba que la rehabilitación de las personas con enfermedad mental “se sustentaba en la oración, los buenos modales y tener las mentes y las manos ocupadas”. En la actualidad se debe aspirar a más, a que las personas puedan tener un funcionamiento personal y social razonable y un propio proyecto de vida.
Esta es la aspiración de Faisem, que acaba de superar los 30 años de existencia y atiende a más de 9.000 personas en Andalucía con problemas de salud mental. Coparticipada por Salud, Inclusión social y Empleo, desarrolla alternativas residenciales, programas de día y favorece el empleo y formación profesional. Programas que intentan paliar los déficits en estas significativas áreas y que han permitido el acumulo de experiencias y la capacidad de intervención para mejorar la vida de las personas usuarias, considerando su recuperación, como eje de todas y cada una de las actividades.
Todo ello, sustentado en un modelo sostenible, garantizando la cobertura de necesidades a un coste razonable y competitivo, si se compara con otros sistemas de atención o con otros similares en otras Comunidades Autónomas. Además, de priorizar la coordinación y la colaboración con las redes sanitarias y de servicios sociales y el fortalecimiento de alianzas estratégicas con el movimiento asociativo de familiares y personas usuarias.
En definitiva, el camino hacia la inclusión social de personas que padecen problemas de salud mental es factible y requiere de una participación colectiva. No es un camino fácil, y tenemos la necesidad de seguir creciendo en la cobertura de los programas y en su diversificación para atender las nuevas y complejas demandas que presentan las personas con discapacidad consecutiva a un trastorno mental.
Tenemos resortes, programas eficaces, profesionales bien formados y la vocación de aunar esfuerzos. Y, sobre todo, esperanza en la recuperación, confiar en qué a pesar del estigma y la discriminación, se debe aspirar a una nueva oportunidad y poder ganarse la vida.
Silvia Maraver
Gerente de FAISEM
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