Memorias Paralímpicas

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Tres ex paralímpicos cuentan su experiencia en vísperas de los Juegos Paralímpicos de París

Tres andaluces recuerdan su paso por los Juegos Paralímpicos como una experiencia extraordinaria que ha marcado sus vidas, su trayectoria y su forma de ser

A pocos días de saber ya quiénes conformarán el Equipo Paralímpico Español en los Juegos de París tres andaluces -Maite Espinosa, Marcelo Rosado y Antonio Delgado-, recuerdan su paso en distintas ediciones de los Juegos Paralímpicos, una experiencia extraordinaria -reconocen-, que ha marcado sus vidas, su trayectoria y su forma de ser. Es deporte con mayúsculas, esfuerzo máximo, exigencia total, presión toda y orgullo infinito por representar a España ante los ojos del mundo entero. Los que lo han vivido guardan intacta en su memoria recuerdos, emociones, y sobre todo los valores de un espíritu paralímpico que se han quedado en ellos para siempre.

 

MAITE ESPINOSA: “Cualquier deportista es un ejemplo para su entorno”

Maite Espinosa portando la antorcha olímpica de Barcelona92

Maite Espinosa conserva la antorcha olímpica de Barcelona 92, sus primeras Paralimpiadas. Después participó en Atlanta 96 y Sidney 2000

Maite Espinosa (Brenes, Sevilla, 1976) empezó a correr a los 10 años y pronto comenzó a representar a su colegio en los encuentros interescolares anuales de la ONCE. Con apenas 15 años quedó subcampeona en Francia, tanto en 800 como en 1500 metros, y con solo 17 años entró en el equipo que representaría a España en los ya míticos Juegos Paralímpicos de Barcelona 92.

“Los Juegos Paralímpicos son una experiencia y un aprendizaje de vida inolvidable, única -explica Espinosa-. Es encontrarte con un mundo de discapacidades superdiversas y personas con unas altas capacidades y cualificaciones deportivas que una misma no se lo puede imaginar siendo deportista en el mundo de la discapacidad. Son un montón de sentimientos, desde que vas a un comedor y ves como personas sin brazos son ayudados para las bandejas, personas que comían con los pies, personas que con un brazo pequeñito como tenían capacidad para partir su comida, como se ayudaban unos a otros con distintas discapacidades, y cómo todo el mundo, a pesar de la exigencia y la competitividad que supone un evento deportivo de ese nivel, se es compañero, porque cuando el disparo de salida se produce ahí todos somos competidores, pero cuando pasamos la meta todo nos abrazamos y todos somos compañeros”. 

Tras Barcelona 92, Maite Espinosa participó en Atlanta 96 y Sidney 2000: Siempre ha sido siempre una mujer muy combativa, dentro y fuera de la pista. Y en los años 90 fue una abanderada en la reivindicación de las mejoras de las condiciones que rodeaban a los deportistas en una época con escasas ayudas y menor reconocimiento al deporte paralímpico.

“Yo siempre he sido un poquito revolucionaria -reconoce con una sonrisa cómplice-, pero apostando por lo que nosotros somos, por lo que la institución podía abordar y pensando en mejorar. Lo que reclamábamos en aquel entonces es en lo que hoy se ha convertido el deporte paralímpico. Para mí es un orgullo y además que me emociona cuando pedíamos que no solo la ONCE y el Comité Paralímpico tuviese que llevar el peso de los deportistas, sino que también podíamos tener una repercusión social importante y que podrían existir otros sponsors que ayudasen a que el deporte llegase más alto, a que pudiésemos medio profesionalizarnos teniendo becas más altas.  Hoy en día hay premios por conseguir medallas y en nuestro tiempo, eso era imposible pensarlo. Y es verdad que hoy no están equiparados, aunque se está luchando para que alcancen los premios de los deportistas olímpicos, pero ya es tal éxito en tan pocos años lo que se ha conseguido, que eso era para nosotros como la panacea, un deseo que hoy es una realidad. Y estoy muy contenta -añade- de haber formado parte de esa trayectoria de personas que hoy en día han podido alcanzar lo que nosotros deseábamos porque había ahí una panda de deportistas que eran inconformistas que creían en esa capacidad de movimiento, de convicción y sobre todo de reconocimiento”.

Maite Espinosa en una prueba de atletismo

A Espinosa le dedicaron una calle en su pueblo, Brenes, y le hicieron hija adoptiva tras su bronce en Barcelona 92

A su juicio, los valores que identifican al movimiento paralímpico son la resiliencia, la adaptación al cambio, la resistencia a la frustración, la capacidad de no rendirse, la perseverancia, la autoexigencia, la humildad y la honestidad “porque muchas veces los resultados no son los que se trabajan y lo más importante siempre es no perder los pies en el suelo, ni la perspectiva de donde procede una y donde ha llegado”, puntualiza.

Maite nació con un glaucoma congénito que le hizo perder la vista progresivamente desde los 7 años, hasta que a los quince la perdió del todo. Licenciada en Derecho por la Universidad de Sevilla, la hoy jefa de Coordinación del Centro de Recursos Educativos de la ONCE en Sevilla recuerda con mucho orgullo el homenaje que le concedió su pueblo Brenes, una pequeña localidad de la Vega del Guadalquivir, tras la medalla de bronce que conquistó en el Estadio de Montjuic en 1500, el título hija adoptiva y una calle con el nombre de Maite Espinosa. Otro momento que recuerda con emoción fue cuando en Atlanta una medallista de oro rusa le cogió de la mano para dar la vuelta de honor habiéndose clasificado en cuarta posición. “Para mi fueron sentimientos muy encontrados y muy importantes”, dice ahora.

Y si, Maite se siente un ejemplo. “Bueno, yo creo que cualquier deportista es un ejemplo para su entorno y en un pueblo que vean que una persona ciega hace tantas cosas, sí puede ser una imagen en la que se deba mirar y reflejar como ejemplo para la mejora de los chicos y de las chicas jóvenes”, reconoce sin disimular su orgullo. A Espinosa el espíritu paralímpico le sigue acompañando en su día a día. “Queda mucho porque soy yo más madura, quizá ahora menos rebelde, pero soy esa Maite, inquieta que siempre me pongo retos, que aunque hay días que una se cae y tiene poca energía, no se rinde. Y una Maite que sigue creyendo en que todo se puede mejorar y que podemos hacer muchas cosas, que se puede conseguir un mundo un poco mejor”, sostiene. 

 

MARCELO ROSADO: “La motivación es lo importante en la vida”

Marcelo Rosado con una pelota en sus manos

El futbolista Marcelo Rosado participó en Atenas 2004, Pekín 2008, Londres 2012 y Río de Janeiro 2016 

A Marcelo Rosado (Ronda, Málaga, 1978) el primer recuerdo que le viene a la memoria de unas Paralimpiadas es la inauguración de Atenas 2004, la primera vez que el fútbol para ciegos competía en unos Juegos. Y marcó el primer gol del primer partido, un España-Argentina. “El debut del primer partido es el más difícil, se siente la tensión y la presión al escuchar el himno de España, luego ya en el podio sientes felicidad y orgullo, depende de los momentos”, explica.

Como cualquier otro niño, comenzó a jugar al fútbol en los recreos y los huecos que le dejaba el colegio de la ONCE en Sevilla. Siempre se recuerda de joven jugando con un balón. “De muy chiquitito, con 8 o 9 años, a lo mejor no teníamos acceso a tener una pelota y cogíamos botes de colonia, los llenábamos de piedras, le poníamos el tapón, y jugábamos a darles patadas”, admite sonriente.

Nombres como Ramón Medina en Málaga o Ventura Pazos en Sevilla ayudaron al joven Marcelo a descubrir su pasión por el fútbol y a entrar en él de manera más profesional. En 1995, con 17 años, viajó por primera vez a Brasil para participar en un torneo amistoso y, con el tiempo, el rondeño se configuró como un jugador bastante polivalente y ha podido jugar en las cuatro posiciones del equipo, aunque principalmente de ala (de banda). Rosado ha participado en Atenas 2004, Pekín 2008, Londres 2012 y Río de Janeiro 2016. Y fue medalla de bronce en Grecia y Reino Unido.

Jugada de Marcelo Rosado en Londres 2012

Jugada de Marcelo Rosado en Londres 2012: "El deporte transforma vidas", asegura el futbolista malagueño

Con cuatro Paralimpiadas sobre sus espaldas, Marcelo acumula muchas anécdotas que permanecen en su memoria. Como cuando se metió en una caja que luego recogieron sin saber que iba dentro, o cuando procesionaron al ritmo del Cristo de la Buena Muerte, o cuando invirtió más de una hora en recorrer un trayecto de 500 metros tras recibir la medalla de bronce en Londres. Otras no con tan buen sabor de boca, como en China, cuando en las gradas se rieron porque en un disparo a portería no le dio al balón, una jugada que, cinco segundos después acabó en gol de Rosado, pero las risas del público por ese fallo demostraron una actitud del público impensable hoy en unos Juegos Paralímpicos. Él mismo notó el cambio entre Atenas y Río. “En 2004 éramos anónimos y volvíamos siendo anónimos. En ocho años hubo un boom y un cambio muy importante y esa transformación continúa todavía más aún”, afirma.

Sacrificio y superación son los valores que, a su juicio, encarnan el deporte paralímpico. Para Marcelo, toda una filosofía de vida. “A mí me marca en mi vida personal y profesional”, dice. Ciego desde los 7 años, el hoy jefe de Servicios Sociales de la ONCE en Málaga reconoce que ha tenido que abandonar muchos aspectos de su vida personal y profesional para poder cumplir con sus expectativas en el campo y aún hoy sigue practicando fútbol con el equipo malagueño.

Como Nelson Mandela, Premio Nobel de la Paz, Marcelo Rosado cree que el deporte tiene el poder de inspirar y unir a las personas. "Totalmente, creo que el deporte transforma el mundo y transforma vidas. Creo que hay gente con discapacidad, y con discapacidades mucho más duras que la visual, que a lo mejor, si no hubiera sido a través del deporte, seguramente no habría sido gente feliz. Yo he visto personas con discapacidades muy grandes con motivación, con ilusión y se puede decir que son gente feliz. Poder tener esos retos, esas metas, esa ilusión, al final es lo importante en la vida, tener cosas por las que luchar, cosas que te ilusionen y motivación”. 

 

ANTONIO DELGADO: “La emoción del podio no se olvida nunca”

Primer plano de Antonio Delgado

El algecireño Antonio Delgado participó en Los Ángeles 84, Seúl 88 y Barcelona 92 en salto de longitud

Antonio Delgado (Algeciras, 1966) se quedó ciego a los 15 años por una miopía progresiva que derivó en desprendimiento de retina. Empezó con el deporte de pequeño en el colegio de la ONCE en Sevilla y a competir en salto de longitud a partir de los 17 años. “El hecho de saltar y llegar lejos sin tocar el suelo me gustaba mucho” dice recuperando una memoria que le transporta a las Paralimpiadas de Los Ángeles 84, Seúl 88 y Barcelona 92. Logró bronce en salto de longitud en Estados Unidos y plata en Corea del Sur.

“La primera vez estaba muy nervioso -reconoce-, porque entonces no era con la ONCE en esos años. En esos tiempos nada más que estaba Purificación Santa Marta, muy poquito más, la verdad, y Manuel Ibáñez que era como si fuera mi hermano. Siempre hemos estado juntos los tres la Puri, el Ibáñez y yo. Después con los años se fueron acoplando más gente, ya la ONCE se hizo cargo también de todo, pero al principio era por federación y la verdad es que no había nada en España prácticamente”.

El algecireño lo daba todo en los entrenamientos, recuerda. Llegó a estar hasta seis meses fuera de su casa por las concentraciones y los campeonatos. Eran los años 80 y primeros de los 90, un tiempo sin Internet, ni WhatsApp. “Lo mejor eran las amistades -sigue recordando-, porque al principio éramos muy poquitos  pero muy familiar. Aunque no era todo bonito -matiza-. Sufríamos porque teníamos concentraciones y nos pegábamos siete horas al día entrenando pero después de entrenar, esta convivencia que había entre nosotros, esos paseos, me encantaban esos ratitos”.

Antonio orgulloso en el podio de Seúl 88

Delgado, en el podio de Seúl 88, ha sido vendedor de la ONCE durante 27 años en Algeciras y ahora juega al Show Down y la petanca

Antonio Delgado ha sido durante 27 años vendedor de la ONCE y ahora, ya jubilado, es habitual verlo casi a diario en las actividades que organizan en la sede de Algeciras, donde le conocen todos, practica Show Down y últimamente le ha dado por jugar a la petanca, más que nada, por echar un rato con los amigos. Antonio sacrificó mucha vida de compartir con sus hijos por culpa del deporte de competición y encajó mal que cuando más preparado estaba físicamente tuviera que dejarlo por cinco nulos que le descolocaron en lo personal y le apartaron del atletismo definitivamente, sobre todo por problemas en la espalda como consecuencia de una caída en el trabajo.

Al moro, como le llaman todos en Algeciras, le quedan muy bonitos recuerdos de su triple paso por unas Paralimpiadas. “La emoción de estar en el podio como subcampeón eso no se olvida nunca”, asegura. “Sobre todo ese estadio que fueron a vernos, como si fuéramos personas normales y corrientes, era muy difícil que los estadios se llenaran y se llenaban. Y esa emoción se queda”. A su juicio, el deporte es muy sano y resolutivo para las personas ciegas. “Influye mucho en la orientación, estás más fuerte, te duelen menos los porrazos, se notan mucho menos si estás musculado”, asegura.  

                                                                                                           

Un mensaje para los Paralímpicos de París

El próximo 15 de julio el Comité Paralímpico Español hará pública la lista de seleccionados para los Juegos Paralímpicos de París 2024. Entre ellos se encuentran 26 andaluces preseleccionados que aguardan el veredicto final para ver si comparten el sueño de vivir unas Paralimpiadas como las que protagonizaron Maite, Marcelo o Antonio.

A los que vayan, la exatleta sevillana Maite Espinosa les recomienda que disfruten mucho “porque desgraciadamente muchas veces por el nivel de exigencia que tenemos, por la concentración en nuestra competición para que los resultados sean los óptimos, no disfrutamos tanto del entorno, de esa inauguración, de la ciudad, del ambiente paralímpico, de los voluntarios y tienen que disfrutarlo todo al máximo, desde el primer minuto que pisen París hasta que salgan y se monten en el avión de vuelta. Y por supuesto muchísima suerte, que los acompañe la suerte, porque después de tanto esfuerzo y tanto trabajo que se tiene que hacer para para llegar allí., que al final les salga a los frutos, si no es en podio, pero que den su mejor resultado”. 

El futbolista rondeño Marcelo Rosado opina prácticamente igual y aconseja a los que acudan a Paris que disfruten cada momento, de principio a fin, de los aeropuertos, de la primera vez que pisen Villa Olímpica, del Estadio Olímpico, de los espacios comunes que comparten con el resto de las selecciones. “También  les recomendaría en la medida de lo posible que aprovechen para poder ver otras competiciones -subraya-. Hay mucha presión y mucho trabajo que hay que también saber llevar. Ya solo el mero hecho de estar allí, escuchar el himno nacional y poder defender a tu país son muchas cosas, muchas pequeñas cosas que hay que aprovecharlas cuando se está allí”.

“Yo cuando competía lo daba todo -recuerda con orgullo el algecireño Antonio Delgado-. Igual me escaqueaba un poquito en los entrenamientos, pero a la hora de competir lo daba todo y aunque no consigas lo que tú quisieras, pero darlo todo, ya te sientes bien porque sabes que has dado todo lo que es posible dar. Y yo les deseo a todos ellos que compitan dentro de lo que puedan y si no es este año será el siguiente o al otro, o al otro, porque si se entrena y se esfuerza uno lo consigue. Y si no lo consigue te vas a sentir también mucho mejor haciendo deporte”, concluye.

Imagen de los Campos Elíseos, simulación de lo que será la ceremonia de inauguración

Los Campos Elíseos acogerán la inauguración de los Juegos Olímpicos de París 2024 en una ceremonia que promete ser espectacular

Decía Nelson Mandela, Premio Nobel de la Paz, que el deporte se ríe en la cara de cualquier tipo de discriminación, que habla a los jóvenes en el idioma que entienden, que es más poderoso que los gobiernos en el derribo de las barreras raciales, y que tiene el poder de inspirar y unir a las personas.

“Totalmente, creo que el deporte transforma el mundo y transforma vidas -concluye Marcelo Rosado-. Creo que hay gente con discapacidad, y con discapacidades mucho más duras que la visual, que a lo mejor, si no hubiera sido a través del deporte, pues seguramente no habría sido feliz. Poder tener esos retos, esas metas, esa ilusión al final es lo importante en la vida, tener cosas por las que luchar, cosas que te ilusionen y motivación”. 

Maite, Marcelo y Antonio seguirán los Juegos Paralímpicos de París pegados a las pantallas, como unos espectadores más, pero con el orgullo invisible de haber contribuido, con su ejemplo, a transformar el mundo.

| LUIS GRESA

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