La Hermana Cristina, una vida entregada a la Misión
Tras 60 años en Italia, la religiosa teresiana afronta en Huelva la paz de su jubilación, sin apenas visión ya, entre oraciones, reflexiones y recuerdos que le mantienen muy activa
María Cristina Marcos nació en Medina del Campo (Valladolid) dos meses después de que terminara la Guerra Civil española, en 1939. Hija de militar, la mayor de cuatro hermanos, no sufrió en casa las secuelas de la dictadura franquista que partió y sangró en dos a España. A los 17 años, cuando terminó el Bachiller, se fue al noviciado convirtiéndose así en la única religiosa de su numerosa familia. Desde pequeña le gustaba ayudar a los demás. Se afilió a la Acción Católica y quiso ir a misiones. Estudió dos años en Valladolid y cuatro en Salamanca y realizó el noviciado en Tortosa (Tarragona). Ahí emprendió un viaje, siguiendo la estela de Santa Teresa de Jesús, que ha marcado y ha durado toda su vida. Una vida entregada a la Misión.
“Arrepentirme no, pero sí me ha costado alguna vez”, reflexiona en tono pausado en una casa que tiene la Compañía de Santa Teresa en Sanlúcar de Barrameda, un lugar paradisíaco frente a la desembocadura del Guadalquivir en su entrega hacia el Océano Atlántico. “Aunque haya tenido que sufrir alguna vez. A lo mejor he tenido alguna duda, pero no muy fuerte”, reconoce. María Cristina no niega haber sentido en alguna ocasión la llamada del amor. “Bueno, esa sí, pero como el amor también es Jesucristo. Yo me hice religiosa pensando en el Señor no pensando en los demás. Desde pequeñita tuve alguno que siempre me daban guerra, pero pudo más el amor por Dios y por los hermanos de las Misiones”, explica.
María Cristina reside ahora en Huelva, donde es afiliada a la ONCE, tras 60 años viviendo en Italia
A su juicio, el legado que ha dejado Santa Teresa de Jesús a la Iglesia es el amor por la oración. “Nos enseñó qué cosa es la oración, que es una amistad con Dios que sabemos que nos ama, es como un coloquio con él”. Y a partir de su enseñanza, María Cristina ha querido llevar a la práctica todas y cada una de sus reglas. Decir siempre la verdad. Ser sincera, mostrarse como es –“aunque a veces me vaya un poquito mal”-, no ser la que vive, sino servir al Señor, como si estuviera siempre con ella. Máximas de Santa Teresa como 'Vivir sin vivir en mí', 'Nada te turbe, nada te espante', 'Solo Dios basta' se repiten automáticamente en su interior, día tras día, a lo largo de sus 84 años.
Oración y servicio a los demás
La hermana teresiana ha vivido la mayor parte de su tiempo en las ciudades de Roma, Padua, Lavinia y Cecina
Nada más hacer los votos, con apenas 19 años, su congregación le trasladó a Italia donde estudió Magisterio y comenzó a impartir clases de Religión. Allí permaneció durante 60 años en ciudades como Cecina, Lavinia, Roma o Padua desplegando una vida más de servicio que de oración contemplativa, aunque la oración ha formado parte imprescindible de su vida. “La oración aporta que tú puedas seguir amando al Señor”, aclara. Una vida entregada a las personas mayores, a los inmigrantes, a los más marginados de la sociedad.
Pío XII murió al poco tiempo de estrenarse como religiosa y a partir de ahí ha conocido a siete Pontífices de la Iglesia Católica; Juan XXIII, Pablo VI, Juan Pablo I, Juan Pablo II, Benedicto XVI y el Papa Francisco. “Cada uno me gusta en su estilo, pero este que está haciendo más -en alusión a Bergolio- está más cerca de mí en muchas cosas porque ayuda muchísimo a los pobres”.
La monja ha conocido a siete Papas de la Iglesia Católica
Ahora, en la Residencia Teresiana que la Compañía de Jesús tiene en Huelva, una de las cuatro comunidades que cuenta en Andalucía, la vida transcurre de forma muy sencilla. El día arranca a las 07:30 horas. Con heridas en sus piernas por un accidente, una movilidad reducida, inyecciones de insulina y su falta de visión, María Cristina necesita mucho tiempo, dice, para poner el día en pie. Y a partir de esa hora se suceden las lecturas del Evangelio, la escucha de libros de Santa Teresa, el rezo de las laudes, todavía en italiano, y las misas, mezcladas con paseos por el patio y los jardines y momentos de descanso.
María Cristina ha perdido la visión completa del ojo derecho y mantiene un resto de visión distorsionada en el izquierdo, se afilió a la ONCE hace dos años y medio en Huelva, y se muestra muy agradecida a todos por su profesionalidad y entrega. “En la ONCE estoy muy bien, me tratan muy bien, son muy amables todos, estoy muy contenta verdaderamente”, resume. “La fe me sirve también para afrontar esa situación claro que sí, porque si no una se desesperaría muchas veces”, dice.
María Cristina reconoce que la fe le ha ayudado a superar la pérdida de la visión
“¿Si entiendo el mundo en el que vivimos? He estado educada de otra manera y me cuesta mucho algunas cosas”, responde sin entrar a definir esas “algunas cosas”. A la hermana teresiana le gustaría que las personas fueran más comprensivas con los otros y se ayudasen más. Echa en falta algo más de solidaridad compartida. “Yo intento poner de mi parte para servir a los demás también. Los políticos tienen que hacer las cosas para la gente no para ganar ellos. Yo cambiaría un poquito a los que gobiernan y a los que pueden hacer por los demás”.
María Cristina no cree que vivamos en un mundo justo. “Justo sería dividir lo que tenemos en el mundo para todos”. Y piensa que somos demasiado egoístas. “Sí, sí, a mí me parece que sí. Yo he estado educada con otros valores. Me cuestan mucho algunas cosas”, vuelve a repetir. ¿Cree que falta voluntad para ser más solidarios? “Sí, porque todos tendríamos que tener la posibilidad de tener lo suficiente para vivir, poder comer y tener una casa. La riqueza está muy mal repartida. Y sí, que creo que la sociedad tiene que ser más generosa”.
La monja pasa todos los veranos una semana de descanso con las Hermanas en un bello paraje de Sanlúcar de Barrameda
¿Cómo le gustaría que le recordaran?
“Como una persona fuerte de sufrimiento, y también como generosa, y buena. No lo sé si soy buena. Mi deseo es serlo y seguir pasando por la vida haciendo el bien como decía Jesús", concluye con una sonrisa.
| LUIS GRESA
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