FIRMA INVITADA: Ana Rosado, Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía
Que nada de lo humano nos se ajeno
La deshumanización también se basa en la invisibilización y en la homogeneización. Es decir, unificar en un solo perfil a la multitud y soterrar la diversidad. Aquellas que no se puedan ocultar, se reducirán a lo anecdótico o se esconderán bajo un paternalismo supremacista.
Es tanto así que nos sorprende cuando un chico o una chica del sur global y que no responde a los rasgos caucásicos porta consigo un móvil de alta gama -como los que podemos tener nosotras y nosotras-, viste ropa de marcas conocidas -como las que podemos vestir nosotras y nosotras- y habla varios idiomas -como los que todavía no hablamos ninguno de nosotras y nosotros-.
Esta deshumanización hacia determinadas personas migrantes es lo que intenta hacernos indiferentes al dolor ajeno, robarnos la empatía y privarnos de la riqueza que supone construir desde lo plural, desde lo comunitario, desde el reconocimiento mutuo y también desde la memoria compartida. Y hace que algunas personas seamos también indiferentes a la vulneración sistemática de los derechos humanos.
Cuando todos los esfuerzos invertidos en deshumanizar a las personas que proceden de países del norte y del occidente de África han permeado en la sociedad, casi no nos conmueve ya que muchos y muchas jóvenes (tras el rescate de una embarcación precaria en la que se han jugado la vida) duerman al raso y en el suelo de algún puerto o se les prive de libertad sin haber cometido ningún delito (1) por el máximo legal de horas permitidas. Y casi tampoco nos conmueve ya que miles de hombres, mujeres, niños y niñas cada año pierdan la vida durante la travesía en un cayuco o en una patera o se dejen la piel intentando acceder a Ceuta y Melilla a través del vallado fronterizo.
Cuando muchos hombres y mujeres nos cuentan que salieron de Senegal, Sudán, Siria o Yemen en avión hasta Marruecos , que allí se alquilaron un piso y que tras 2 o 3 años llegaron a España, se nos hace casi imposible pensar que, aunque intentaron migrar de manera legal, los visados en la embajada española nunca se tramitaron o se denegaron, a pesar de disponer de los medios económicos para su estancia en nuestro país. Se nos hace inimaginable pensar que se quedaron todos esos años retenidos en Marruecos porque, a cambio de indecentes cantidades de dinero con los que nuestros gobiernos dotan al país vecino, este ejerce muy bien su rol de gendarme de Europa e impide, utilizando la violencia más cruel en los campamentos o en sus viviendas, acercarse a las personas negras a sus ciudades del norte para que no consigan entrar en Ceuta o Melilla.
Esta realidad, invisibilizada, manipulada y a veces negada, es la que hace que tengan que pagar cantidades ingentes de dinero por esconderse en el interior de un coche o saltar la valla para posteriormente tener que salir corriendo hasta el Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes, para que así no les devuelvan ilegal e inmediatamente a Marruecos sin preguntarles previamente si iban a solicitar asilo o protección internacional en un idioma que entendiesen y disponerles la asistencia de algún abogado o abogada en los tiempos y formas establecidos.
Es tal el despojo de humanidad al que han sometido a las personas migrantes de determinado perfil étnico que, cuando una guerra estalla, para unas se organizan convoys solidarios que trasladan a personas a territorio seguro para encontrarse con sus familiares. Sin embargo, para otros, quienes acogen en sus casas o luchan por el derecho a la vida de cientos de personas que no tienen más remedio que jugarse la vida en la mar, son consideradas redes ilícitas de tráfico de personas o criminales que promocionan la inmigración ilegal.
Pero cuando conoces y tratas con personas con las que, cuando te despojas de los mantras que muchos gobernantes y políticos te han intentado inocular, compartes, os cuidáis, reís, lloráis… y te das cuenta de que la dignidad ni se da ni se otorga a nadie, que es intrínseca a todos los seres humanos tal y como recoge el artículo primero de la Declaración Universal de los Derechos Humanos: “todos los seres humanos nacemos libres e iguales en dignidad y derechos”. Porque lo que son indignas son las situaciones a las que se ven abocadas a experienciar miles de personas cada día, cada hora y cada minuto en nuestra frontera sur.
Porque debemos seguir luchando por el respeto a los derechos humanos, sobre todo en las fronteras. Porque debemos seguir exigiendo vías de migración legales y seguras. Porque debemos seguir reclamando un sistema de acogida digno y que se elimine el racismo que atraviesa las prácticas y políticas migratorias. Porque debemos seguir demostrando que la reparación tras muchos siglos de expolio al continente africano es necesaria. Y que las políticas públicas de inclusión y no discriminación son una obligación de nuestros gobernantes y no pueden depender exclusivamente del trabajo y buena voluntad de personas a las que nada de lo humano le es ajeno.
Porque en los tiempos que corren, no solo no es sencillo, sino que es sumamente difícil reivindicar los Derechos Humanos y la dignidad y la libertad inherente a todas las personas, independientemente del color de su piel, de su lugar de nacimiento o de sus creencias. Pero, como decía Diamantino García, fundador de la Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía, “las causas por las que luchamos son difíciles, pero tan justas que algún día las ganaremos”. Ojalá ese día esté cercano a nosotras.
Ana Rosado
Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía
(Foto de portada: Freddy Davies)
[1] La entrada por un puesto no habilitado, es decir, entrar en España por un lugar que no sea un puerto, aeropuerto o frontera terrestre no es un delito, es una infracción administrativa similar a la de aparcar en la puerta de un garaje con un vado.
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