EN PRIMERA PERSONA: Cristina García, profesora de Atención Primaria en el CRE de Sevilla

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Entrevista a Cristina García, que se jubila tras 38 dedicada a la atención temprana

Cristina García (San Roque, Cádiz, 1960) fue la primera persona que contrató el Centro de Recursos Educativos de la ONCE en Sevilla en los años 80, en los inicios de la educación integrada, para situarse al frente de la Atención Temprana. Toda su trayectoria profesional, 38 años que acaban ahora este mes de noviembre, ha estado volcada en el alumnado de 0 a 6 años y en sus familias. Es, por tanto, una de las voces más autorizadas de Andalucía para hablar de una etapa crucial en la vida de las personas.

 

  “La discapacidad visual necesita tiempo”  

 

¿Recuerda todavía cómo fue usted como alumna?

Pues yo creo que fui muy buena estudiante, buena niña. Bueno, una niña tímida, pero participativa y con mucho interés por todo lo que se planteaba. Me gustaba estudiar, muy trabajadora, con curiosidad por casi todo y buena amiga de mis amigas. 

Ya como licenciada en Psicología hizo prácticas en la Unidad de estimulación precoz en Psiquiatría Infantil en el Hospital Universitario Macarena de Sevilla y tuvo la oportunidad de incorporarse a la ONCE en un momento en que se iba a poner en marcha el programa de atención temprana. ¿Qué ONCE se encontró a finales de los ochenta?

Me encuentro con una ONCE que ha apostado por un cambio tremendo. Me encuentro con un montón de compañeros y compañeras que están completamente dedicados, ilusionados con el proyecto y con equipos que en ese momento son pequeños. Me encuentro con jefes que están apostando por esa tarea. Y con una sociedad donde, por un lado, no era infrecuente que se nos dijera "no queremos los ciegos en los colegios", pero también con mucha gente poniendo mucha energía y muchas ganas en la integración, por la que la ONCE había apostado. Se crea un equipo en cada provincia y hay una dedicación absoluta con los niños, con la familia y con las escuelas.  

Fue un momento de explosión y de mucho entusiasmo imagino, con la contratación de muchos profesionales de los servicios sociales para poner en marcha esos equipos. Debió ser un momento casi histórico, ¿no?

Si, si, si, fue un momento tremendo. Un aprendizaje a marchas forzadas. Tuvimos que hacer un cambio de mirada tremendo. Empezamos con la integración, ir al colegio de zona, y en los últimos años la ONCE y la sociedad están apostando por la inclusión. Cuando vamos a un colegio no nos dicen, "este niño ciego ¿por qué no va a un colegio de la ONCE?". Eso nos lo decían a menudo, ahora no. Ahora la ONCE apuesta porque la escuela esté abierta y preparada para acoger a todas las necesidades. Y ese proceso es complejo y está empezando, está en pañales completamente.

¿El proceso de inclusión está en pañales? 

Estamos hablando de inclusión y la ONCE apuesta por inclusión, o sea, que los centros ya estén preparados para acoger a cualquier niño y eso no es lo que nosotros estamos viendo. 

¿Cuál diría que es el mayor éxito y logro social de la ONCE en estos casi 40 años?

Yo creo que se ha hecho una tarea extraordinaria. La escuela y la sociedad incorporan a los niños con discapacidad visual con normalidad. Y eso no ocurría cuando empezamos. Yo creo que es un logro. Pero ahora mismo se está intentando dar otro paso. De alguna manera, hasta ahora los niños con discapacidad visual son un poco nuestros, no son niños del centro, son niños de la ONCE. Son alumnos y deben de ser alumnos de los colegios y deben de tener allí ya lo que necesitan. Esa es la inclusión, que el Colegio ya tenga lo que el niño necesite. 

¿Y en ese salto cualitativo que cuesta más para que eso sea así, dónde está la principal barrera? 

La ONCE apuesta por la inclusión pero para que eso sea cierto, hace falta pensar en las necesidades de todos. Yo creo que vamos demasiado rápido. Y la discapacidad visual, como en general cualquier discapacidad, necesita tiempo. Tiempo para ver las necesidades de un niño concreto, para los padres en la crianza. Vamos demasiado rápido, y la ONCE tiene que saber que esa inclusión por la que está apostando necesita ese tiempo y ahora mismo no es real. Nosotros vamos a los colegios y tú ves que no hay recursos, que hacen falta más orientadores, educadores, más monitores, que hay un tutor con 24 o 25 niños, y no puede atender a las necesidades del niño con necesidades específicas o con discapacidad visual para que estuviera realmente incluido en clase.

La mitad de la población que atendemos tienen otras dificultades. Y hace falta una decisión clara por parte de la administración pública y de la ONCE de pensarlo y poner más recursos. Hay todavía mucha buena voluntad del maestro, del monitor y todos los profesionales. Tenemos que poner lógicamente amor hacia nuestro trabajo. Pero no todo puede ser buena voluntad, entonces lo que veo en los colegios es un cierto desgaste. No veo la ilusión que vi cuando empecé. 

¿En qué sentido lo dice?

Se pide demasiada buena voluntad pero tienen que venir recursos. La tarea de incorporación de los niños con cualquier necesidad es tarea de todo el colegio, no solamente es tarea del profesor de la ONCE. El niño está integrado, pero para esté realmente incluido eso es tarea de todos, de qué actividades organiza el centro, de cómo lo incorporamos a otras clases, de que participen en otras actividades y para eso hace falta tener en la cabeza las necesidades de todos los niños. Del niño con discapacidad visual y del que tiene otras cosas también. Eso es tarea de todos. Creo que hay que parar y hay que pensar. Es la sociedad, en definitiva, la que tiene que seguir avanzando.

 

"La hiperestimulación no les viene bien a los bebés"

Cristina en el aula de Atención Temprana del CRE de Sevilla

García Trevijano se jubilará este mes de noviembre después de 38 años volcada en la Atención Temprana

¿Somos conscientes de la importancia que tienen esos seis primeros años en los que se echa la raíz como persona? 

Yo creo que sí, que en general somos conscientes. Recuerdo cuando estaba estudiando un libro que se llamaba ‘Todo lo que sé, lo aprendí en el parvulario’. Lo que pasa es que nosotros trabajamos desde el acompañamiento a la familia en la crianza de su bebito con una ceguera o discapacidad visual desde que le hacen el diagnóstico, a veces después de nacer. Y la familia se tiene que enfrentar a la discapacidad y tiene que hacer un cambio de código de comunicación. En un momento muy duro el niño los necesita más que nunca. Y es una situación muy difícil. Lo habitual es que tanto los padres y la familia como el bebé tengan recursos para ir creciendo, pero los padres tienen que poner también ahí mucha energía. 

Lo que no sé si somos del todo conscientes que lo fundamental es nuestra presencia como padres y las interacciones y relaciones que establecemos en esos momentos con nuestros hijos. De alguna manera se habla de la estimulación como algo externo. Se presiona a los padres para que los niños vayan a actividades. Tenemos muchas familias que piensan que contra más estimulación mejor, pero no siempre es así porque todos crecemos desde el afecto y la interacción con nuestra familia y desde ahí que nos ayuden a ir participando en función del momento, en lo que es el día a día de un niño pequeño. Pero hay una mezcla, yo creo que ahora mismo hay un lío en lo que pensamos de la crianza. Necesitamos una miarada también social, por ejemplo, en relación a la conciliación y a los cuidados en general. 

¿Ha percibido algún cambio, alguna evolución, en la forma de afrontar la discapacidad, en el proceso de adaptación por parte de los padres?

Hay un cierto cambio. Los padres hemos aprendido quizá a mostrar a nuestros hijos con mayor facilidad. En ese sentido hemos avanzado. La sociedad está más abierta, los colegios en general  acogen a todos los niños. De todas formas, lo que a mí me sigue llamando la atención es que la ceguera, básicamente la ceguera congénita, seguimos teniéndola en nuestro imaginario como algo es completamente invalidante. Y eso también lo veíamos hace 40 años. A mí me ha llamado la atención. ¿Qué tenemos que mover o qué tiene que mover nuestra institución para que a nivel social y luego individual, el sentimiento no sea esa sensación absoluta de invalidez? Luego la realidad del niño no te va mostrando eso afortunadamente. Eso se va matizando y los padres hacen un proceso y ven al niño que tienen, su hijo, que crece como todos, con sus competencias y dificultades. Recordamos que la mirada es nuestro código básico de comunicación.

Lo que sí ha cambiado es el mundo en el que vivimos. Esa  hiperestimulación en la que nos encontramos inmersos, en qué ayuda o perjudica en el desarrollo de la vida de los niños. 

El otro día lo hablaba con otras maestras. Lo importante es que tenemos que parar. Esa hiperestimulación que tú preguntas a los bebés no les viene bien porque los tiempos del niño son más lentos. Nosotros no podemos ir corriendo. Tenemos que ayudar a los padres a entender esas necesidades del niño y con ellos parar un poquito. Estamos hablando de los primeros años, y los bebés necesitan más tiempo para echarle los brazos a los padres, para empezar a organizar el mundo de fuera, para dar sentido a aquello que están oyendo. Una de las cosas que le decimos a los padres es que es importante que el niño escuche los sonidos de la casa porque tiene que conocer la realidad, el grifo que se abre, el padre que entra, las llaves de la puerta, entonces es fundamental que acompañemos a los padres para entender e incorporar todas estas necesidades del niño. 

 

"Leer cuentos da seguridad"

Cristina en los pasillos del CRE de Sevilla

A Cristina García le sorprende que los padres todavía sigan teniendo en su imaginario a la ceguera como algo completamente invalidante

De 0 a 10, ¿qué nota le pondría, qué importancia le concede a leer cuentos?

Un 10, un 10. 

¿Crees que se sabe que eso es un 10? 

Yo creo que se sabe, pero quizás en esta carrera que llevamos los padres por hacerlo todo, a lo mejor no lo incorporamos al día a día. A nosotros el tema de los cuentos nos encanta, tenemos un taller de adaptación de cuentos. 

¿Qué aporta esa lectura diaria? 

Lo primero que aporta es un rato de disfrute conjunto entre los padres y el niño, de disfrutar de algo compartido. El tema los cuentos es muy bonito en las primeras edades y en los niños ciegos. Aunque el bebé todavía tan pequeñito, no es capaz de interpretar -si le planteamos elementos en el plano, eso todavía no lo puede hacer-. En atención temprana, una de las cosas que también incorporamos son cuentos con pequeñas canciones, con pequeñas adaptaciones, para que el bebé ciego desde muy pronto vea cuentos de manera compartida con sus padres y normalmente lo disfrutan una enormidad. El planteamiento es hacer algo conjunto. Es un placer compartido y en la medida en que tú como adulto disfrutes, el niño también lo disfruta. Y luego da seguridad porque las rutinas nos dan seguridad. Y también creo que eso es algo para toda la vida.

A estas edades tan tempranas, ¿la sobreprotección es un problema o es más comprensible?

A mí me parece muy importante que en cada momento los padres y los profesionales que los vamos acompañando hagamos lo que en ese momento corresponde, que no estemos haciendo algo ahora pensando en lo que va a pasar dentro de 4 años. Entonces, la sobreprotección es un tema fundamental. A partir de una edad, si como padres no estamos dejando que incorporen todos aquellos aspectos que tienen que hacer solos, realmente no los estamos dejando crecer. Pero en los niños pequeñitos, en los bebés ciegos, en los primeros momentos van a necesitar unos padres muy próximos. Y de alguna manera necesitan cierta sobreprotección porque van a necesitar ese adulto que le muestre la realidad. Entonces desde la seguridad que les dan los padres el niño puede aprender a crecer. Desde luego, sí es fundamental que yo no haga por ti lo que tú ya puedes hacer solo. 

Justifica entonces esa sobreprotección.

Yo creo que es un proceso. En los primeros momentos el bebé necesita cierto margen de protección y en esa crianza vamos creciendo para que tú como padre lo vayas soltando en el momento que corresponde. Todo lo que te corresponda por edad lo debes hacer. Pero cuando te estoy criando eres un bebé en mi cabeza tengo que estar en tus necesidades como ciego y hay un cierto margen de protección, pero conforme madures todos tenemos que ir creciendo.

¿Un niño con 5 años con un móvil en las manos es una aberración?

 Yo creo que sí. 

¿Y cómo se combate eso en los tiempos que vivimos? 

El tema del móvil es un tema complicado. Hombre, el móvil es una herramienta que tiene muchas cosas buenas para nosotros los adultos pero es tan extremadamente potente  que no creo que un niño de 5 años deba de tener un móvil en las manos. Además que no sabemos que están aprendiendo. A veces los niños aprenden cosas que no es lo que nosotros creemos que están aprendiendo y no genero capacidad de entretenerme de otra manera. Yo como madre o como padre, no genero recursos para entretenerte a ti que no dependa del móvil. Estoy aprendiendo que hay una satisfacción inmediata. Si se me para, le vuelvo a dar al botón y consigo lo que quiero de manera inmediata. Estoy aprendiendo otras cosas más complejas en el desarrollo, que no son lo que en principio los padres a lo mejor pretendíamos. 

Ahí la responsabilidad recae sobre todo en los padres. 

Claro, a esas edades la responsabilidad es nuestra, indudablemente de los padres. Hay muchas cuestiones que son un poquito tarea de todos, no solamente exclusivamente de los padres, sino que educa la tribu, eso que se dice 'educamos todos'. Es tarea de todos y el análisis social es fundamental, no podemos sentirnos los padres culpables de tantas cosas.

 

"En mi trabajo tocas el amor y tocas el dolor"

Cristina junto a un árbol elaborado por los alumnos en el pasillo del CRE

"En Atención Temprana uno tiene que aprender a esperar y a veces a callar", sostiene Cristina García

Después de 38 años, ¿de qué se siente más orgullosa? 

Yo de lo que me siento más orgullosa es de trabajar en equipo. Trabajar con compañeros y compañeras es enormemente enriquecedor. Nosotros, en general, discutimos mucho las cosas. Si llegas preocupada por una intervención o por el desarrollo de un niño es algo que compartimos y discutimos, podemos tener opiniones contrarias, pero no pasa nada. Disfrutamos en ese sentido. Eso me ha hecho crecer enormemente, es un aprendizaje en el tiempo, hemos aprendido a discutir y está bien que opinemos lo contrario. También te hace pensar. A mí me parece fundamental pararnos. En atención temprana uno tiene que aprender a esperar y a veces a callar y saber dar un tiempo, que las cosas vayan de alguna manera. No puedo decir lo primero que se me ocurre.

¿Todavía se emociona?

Indudablemente.

¿Y con qué se emociona más? 

Todos los días, me emociono todos los días. Hoy, por ejemplo, una de las de las niñitas de la familia que he tenido, que tiene 14 meses, ha empezado a gatear con una ceguera total. En mi trabajo tocas el amor y tocas el dolor. Es algo que yo creo que es maravilloso, es una tarea permanente de acompañamiento. Y estar con los padres, con la niña y ver como empieza a gatear, que es una tarea compleja en el bebe ciego. Y hoy ha empezado a gatear. No sé si es un milagro pero veo cosas extraordinarias todos los días. 

Usted ha demostrado que lo suyo es una vocación de servicio y de compromiso, también de sensibilidad. ¿Cuáles cree que son los valores  que deben de primar en los profesionales de alguien que empiece ahora que empiece mañana a trabajar en el ámbito de la atención temprana?

Lo primero es querer a los niños y a sus padres. Nosotros trabajamos con familias y el elemento central es la relación de todos. La atención temprana es la familia o no estamos haciendo atención temprana.

¿Cómo se afronta la jubilación? 

La verdad es que estoy como un poco aturdida. Me hace una mucha ilusión poder levantarme por la mañana y dar mi paseo, mi marido está jubilado, tengo un hijo trabajando en Dinamarca y tengo muchísimas ganas de poder ir con tranquilidad, tengo a mi hija acabando la carrera. Todo eso me hace ilusión.  Lo que me aturde quizás es la idea de que es la vida la que está pasando. Hasta ahora, el trabajo te organiza la cabeza, tu vida y ahora ya no voy a venir a trabajar nunca más. Eso me va quedando como detrás en el proceso de mi vida, que en definitiva, es como un duelo, es una pérdida que a la par que echaré de menos a mis compañeros y compañeras, ya me he hecho más mayor. Esto ya es para siempre, porque esta época de mi vida, quizá la más larga, ya no va a ser nunca más. Entonces, ahí es donde yo veo que tengo que seguir trabajándome.

Da mucho respeto esa sensación.

Sí, sí da mucho respeto porque es para siempre. 

Ahora que se va, ¿qué le pediría a las qué le pediría a la ONCE y a la Junta de Andalucía?

En los niños ciegos totales, que tienen el riesgo de hacer un proceso de desarrollo un poquito más difícil, le pido a la ONCE la creación de una unidad acordando con la Junta de Andalucía, con la Consejería de Salud, una unidad a nivel neuro pediátrico para que generen aprendizaje, donde sean los mismos profesionales los que puedan verlos para generar un aprendizaje ellos mismos también, porque a veces se piensa que la ceguera es la causa de todo, se piensa que hay algo más y tampoco está claro que lo haya, entonces yo pediría una atención específica que necesitamos saber a nivel nacional dónde están, quiénes son y cómo estamos atendiendo. A nivel autonómico la creación de una unidad de referencia donde neuro pediatras y los profesionales que correspondan puedan ayudarnos a los profesionales a estar más seguros de lo que estamos haciendo y dar tranquilidad a los padres y ellos mismos puedan generar un conocimiento que les permita que entre todos esos niños no se nos pierdan.

¿A la Junta de Andalucía?

 Pues a la Junta le pido que haga la otra parte, o sea, que escuche a la ONCE la creación de estos servicios. Creo que hay que darle una vuelta a la educación especial porque creo que los profesionales están en general bastante solos y hay que modernizar la atención que se está dando y eso es una tarea de equipo, no es una tarea individual. Somos la sociedad quienes tenemos que incorporar la discapacidad como algo, que lo es, de todos.

¿Qué mensaje deja a sus compañeros? 

Que les sigan poniendo muchas ganas. Y que paremos, sigamos parando. Y pensar y no perder el espíritu crítico.

¿Y a los padres? 

Seguimos estando aquí, aquí estamos. Nuestra primera tarea es acompañaros. Desde el respeto. Confiad en nosotros y parad, parad también que la vida va demasiado rápido y los nuestros niños, no pueden ir tan rápido. Hay que parar un poquito. Y que seguro que lo están haciendo más bien de lo que creen.

¿Qué legado cree que deja? 

Yo estoy muy contenta de, trabajo, del programa dentro de un equipo consolidado  y con mucha gente trabajando y con el apoyo de del centro y de la dirección.

Ha colaborado en diferentes libros y publicaciones de la ONCE, ha participado en congresos internacionales, es usted una voz autorizada y muy respetada dentro y fuera de la ONCE, en la comunidad educativa. ¿Se siente un referente?

No. 

Pero porque su humildad se lo impide. 

No lo sé, no lo sé (se ríe). A mí me gusta conversar y hablar de los niños y estudiar y mirar y hablar con los compañeros. Me gusta mucho la formación, me hubiera gustado haber hecho el doctorado.

Antes le preguntaba qué ONCE se encontró hace casi 40 años, le pregunto ahora qué ONCE deja.

Pues muy cambiada. El equipo mismo, la mitad de los compañeros son nuevos. Digamos que dejo una ONCE que abre otras puertas, que se dirige hacia delante por otros caminos. Y que espero que siga confiando en sus equipos y en la importancia que tiene la ONCE como referente en educación. El papel de los equipos sigue siendo fundamental. Hay que empujar la inclusión, pero la ONCE tiene que empujar y los profesionales de los equipos solos no podemos empujar. Quiero decir que creo que es fundamental que cada uno hagamos lo que nos corresponde en el sitio donde estemos. Hay profesionales compartidos, la dedicación completa es fundamental, sin perder el espíritud crítico y la mirada compartida.

¿Qué lección diría que ha aprendido en estos 38 años? 

Que la vida es un aprendizaje permanente. La relación con las familias, los niños, los compañeros son un aprendizaje permanente. Y que tenemos que aprender siempre a dar un pequeño paso para atrás en el día a día. A veces tenemos que darlo para adelante, pero a veces tenemos que darlo hacia atrás o a los lados y esperar a ver qué te va trayendo la realidad. No podemos estar siempre corriendo para adelante, dirigiendo, dirigiendo. Intentemos escuchar y disfrutar.

| LUIS GRESA

 

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