Ionut, un regalo de Dios
Ionut Hernández, un joven onubense con sordoceguera, campeón mundial de Atletismo, afronta un cambio radical en su vida de la mano de la ONCE
Un regalo de Dios
Ionut es un nombre de origen rumano que significa regalo de Dios. Efectivamente Ionut Antonio Hernández nació en Rumanía. A los pocos días fue llevado a un orfanato hasta que, con cuatro años, fue adoptado por una familia de Huelva. “Un nuevo renacer”, resume sin el menor interés, ni sentimiento por su país natal. “Al fin y al cabo donde he vivido ha sido en Huelva, donde he tenido una infancia brutalmente maravillosa”, explica. Allí creció y de allí se siente. Estudió en Maristas y su adolescencia transcurrió como la de cualquier otro chaval, entre amigos, hasta que, hace tres años, a los 22, se asomó a su vida, sutilmente, una enfermedad silenciosa, que le dejó sordo. A esa edad Ionut aprendió que su vida iba a ser una carrera de obstáculos. “Así es la vida, una aventura”, resume sin conceder mayor gravedad al comentario.
Ionut siempre quiso ser médico, psiquiatra en particular, aunque al final tuvo que conformarse con Enfermería, carrera que inició en octubre del año pasado en la Facultad de Huelva, y que el destino, siempre caprichoso, volvió a torcer forzando un cambio más radical aún en su trayectoria. El Día de los Inocentes del año pasado, en un tiempo todavía marcado por la pandemia, Ionut pierde la visión por completo por un infarto ocular calificado como de los más extraños y radicales que hayan visto hasta ahora los profesionales de la Oftalmología.
Dos meses encerrado en su cuarto, inmerso en una nostalgia arriesgada, tardó en reaccionar y decidir qué hacer con su vida. “O sigo aquí o salgo. Y al final sales y luchas y empiezas con pequeñas metas que te va dando la ONCE”, explica ahora el nuevo Iounut. La afiliación a la ONCE en Huelva, en marzo de este año, abre una nueva etapa en su vida. “Es un mundo nuevo como si fuese una casa. Al principio con miedo y un poco de vergüenza. ¿Qué protocolo sigo?, ¿Qué le digo a una persona ciega?. Pero al final se construye una familia que es fundamental”, explica.
En el caso de Ionut, ese cambio tan extremo a una edad tan decisiva, con solo 25 años, le aportó certeza y seguridad. “Creo en mí bastante desde que me quedé ciego -admite-. Antes no valoraba el tiempo, la familia, nada, corres contra el tiempo, y ahora con la ceguera lo valoras más y lo disfrutas más”.
Tanta certeza y seguridad como para decidir abandonar su zona de confort, blindada por el cariño de su madre Pilar y su hermano Jorge, y por el afecto de sus amigos; cambiar su Huelva de siempre por una Sevilla desconocida para él; la Facultad de Enfermería por la de Fisioterapia; y empezar de cero. Ahora comparte habitación con otro estudiante en una Residencia próxima a la Facultad, donde se ha matriculado de dos asignaturas cuatrimestrales; Fisiología y Fundamentos de la Fisioterapia. Sus compañeros lo han acogido con asombro. Irrumpe por los pasillos a bastonazos y eso hace que le esquiven al pasar para dejarle sitio. “Es algo novedoso para ellos -reconoce divertido-, pero al final es otro mundo maravilloso porque se preocupan, te dan los apuntes y te orientan cuando te pierdes”.
“Llegará muy lejos”
El cambio en este tiempo, en este nuevo volver a empezar, sorprende incluso a los propios profesionales de los Servicios Sociales de la ONCE por la rapidez, la fuerza y la entereza con la que se ha adaptado a su nueva condición de persona con sordoceguera.
“A él le exige todo, mucha fuerza, mucha implicación, creer en sí mismo y creer en nosotros como profesionales y como institución Y eso está sucediendo. Y a nosotros nos exige creer en él también, en sus posibilidades, implicarnos mucho en el caso y darle todas las herramientas necesarias para resetear toda su vida y poder darle la mayor normalidad posible teniendo en cuenta todas las dificultades con las que se está encontrando”. Lo explica Yolanda de los Santos, que ha cumplido ya 35 años como especialista en el campo de la sordoceguera, y ha seguido a Ionut tanto en Huelva como desde que llegó a Sevilla.
“El esfuerzo que está demostrando, su capacidad, y desde luego su entusiasmo, va a conseguir en muy poco tiempo ser un sevillano más e integrarse en la ciudad sin ningún problema. Llegará muy lejos no solamente a nivel personal sino también a nivel profesional”, augura Teresa Fernández, técnica de Rehabilitación en Sevilla. Tere queda con él dos veces por semana para facilitar la movilidad en sus recorridos más rutinarios, de la Residencia a la Facultad, a la ONCE, a la estación de autobuses que le lleva a Huelva los fines de semana. “Está controlando muy bien las líneas de TUSSAM -subraya-. Gracias a su esfuerzo y motivación, que desde luego son inmejorables, está consiguiendo grandes éxitos”. Uno de los más importantes, llegar por su cuenta hasta las instalaciones deportivas del Pabellón de San Pablo, donde entrena, que no es un reto menor.
De todos los frentes que tiene abiertos -las barreras arquitectónicas, los desplazamientos, salir a la calle, el acceso a las nuevas tecnologías-, lo que más le inquieta al inicio del curso es, precisamente, cómo estudiar, cómo coger apuntes, cómo preguntar a sus profesores, a sus compañeros, cómo adaptarse al Campus Virtual de la Universidad de Sevilla. Antes podía leer los labios, interpretar las expresiones faciales y corporales del interlocutor, pero ahora, con cero visión, la ONCE ha tenido que dotarle de sistemas alternativos de comunicación para que pueda seguir las clases con la mayor normalidad posible, con el apoyo de un mediador comunicativo que aporta la Fundación Once de Atención a Personas con Sordoceguera, y el de un voluntario que pone la propia Facultad.
“Te hace recordar la potencia de la ONCE”
Lourdes Parrondo, maestra de la ONCE, coordina y gestiona todos los recursos que la ONCE está poniendo a disposición de Ionut en el ámbito educativo. “Pensad en nosotros cuando nos trasladamos, viendo y oyendo perfectamente, a una ciudad que no conocemos, lo mal que lo pasamos. Imaginad en una ciudad que no es la suya y con una sordoceguera recién adquirida”, dice gráficamente. En el Centro de Recursos Educativos de la ONCE en Sevilla Ionut recibe las herramientas que más se ajustan a sus necesidades particulares, recibe clases de braille, se forma en nuevas tecnologías, y hasta recibe sus primeras clases de piano.
“La atención educativa en un chico universitario consiste facilitar su integración en la Facultad. Y en este caso, como es un alumno con sordoceguera, tenemos que asesorar y formar al profesorado, intentado conseguir la máxima implicación de los profesores que intervienen, y la colaboración por parte de la Universidad de Sevilla está siendo total, siguiendo en todo momento nuestras indicaciones”, explica Parrondo. De hecho, le han cambiado a un grupo con menos alumnos para que pueda ser atendido de manera más individual. Hasta una profesora se lo ha tomado como un reto y va a hacer el acompañamiento durante todo el curso. “Es un proyecto muy ambicioso y difícil, pero la fuerza que Ionut nos transmite hace que tengamos una ilusión muy grande para hacer nuestro trabajo lo mejor posible. Cada reunión con él me da una lección de entereza de la que cada día me nutro para poder realizar bien mi trabajo”, concluye la maestra.
Para Yolanda de los Santos, el tiempo que invierte con el afiliado resulta igual de gratificante. “Ionut es un caso que te hace recordar de nuevo la potencia de la ONCE. Te das cuenta lo lenta que es la administración en otros casos de discapacidad y de la potencia que tiene la ONCE. En el momento en el que Ionut llega, la ONCE pone toda la maquinaria en marcha. Hay un equipo de profesionales buenísimos que están en torno a él, cada uno en un área, de forma coordinada, sin olvidar el apoyo psicológico, con un seguimiento muy cercano para mantenerle de pie y conseguir sacar el trabajo adelante y sobre todo a Ionut. Que sea un caso de éxito. Que consiga tener éxito en su vida a todos los niveles y que logre la mayor autonomía posible para él. Y, sobre todo, que sea feliz, porque a mi me importa mucho que los afiliados con los que trabajamos sean felices. Es verdaderamente emocionante”, admite visiblemente orgullosa.
“En la ONCE he descubierto un nuevo mundo -remarca el joven onubense-, un mundo maravilloso que te permite una nueva vida, aquí he encontrado una familia que te da un camino, es el bastón que guía tu camino, me han dado tanto cariño, tanto respeto que siento una gran responsabilidad porque tengo que cumplir aquí. La ONCE es un mundo feliz”, reconoce.
“Cada entrenamiento es un Mundial”
Correr ha sido otra de las grandes pasiones de Ionut. Pero no una más, la principal. A los 18 años dejó el piragüismo por el atletismo y comenzó una carrera que le ha llevado a lo más alto, hasta proclamarse campeón del mundo de atletismo para personas sordas en 2019 en Polonia. Ahora, la ceguera le ha exigido un cambio de registro total; de correr en marcha a correr con guía, “Cambia todo porque, siendo sordo te adaptas fácilmente. Si no entiendes preguntas, gesticulas con las manos, pero ser ciego es todo lo contrario, te vuelves dependiente, tengo que entrenar con mi entrenador, tener mi guía, tengo que seguir todo un protocolo para llegar”, explica.
Antonio Olivencia es entrenador de atletismo de la Federación Española de Deportes para Ciegos desde hace 21 años, desde 2008 también de la Federación Andaluza, y conoció a Ionut el pasado mes de junio en las pistas de San Pablo, en Sevilla. “Una persona que no oye, que ahora tampoco ve, que además es un atleta de los pies a la cabeza y se ve que le gusta, que lo vive, si antes superó la sordera y logró los logros que logró a nivel europeo y mundial, está dispuesto a hacerlo otra vez y a superar todos los obstáculos que tenga por delante”, explica.
Ionut entrena de los lunes y miércoles con el grupo de atletas que trabajan con Antonio y los martes y jueves con su guía Lorenzo Segura. “Él es tus ojos, te da una confianza brutal, entre Antonio y él me salvan la vida”, afirma el atleta. “Estamos empezando, hay que adaptarse, nunca ha corrido con guía, pero lo va a superar seguro porque pone muchísimo de su parte. Y vamos a ayudarle en todo lo posible”, asegura el entrenador. “Vamos a intentar llegar a todas las metas que él se quiera proponer porque seguro que las puede conseguir por su amor propio, su tesón y por la valentía que tiene después de tanta dificultad”.
Su trabajo se centra ahora en la prueba de 1.500 y 5.000 metros y en corregir el gesto de la marcha, a la que estaba acostumbrado, para lograr el nivel que tenía en la Federación de Sordos también en la de Ciegos. “Estoy seguro de que, poco a poco, poniéndonos metas razonables, paso a paso, lo conseguirá -añade Olivencia-. No sé si Paris 2024 (próxima cita paralímpica) sea algo precipitado, pero es joven, y posibilidades tiene las máximas. Con trabajo, sacrificio, el tesón que él tiene y la entrega que pone siempre seguro que lo va a conseguir”.
Pero, fiel a su humildad, Ionut rebaja las expectativas de su entrenador. “No aspiro a nada -reconoce-. Quiero disfrutar de esta etapa. Ya me dan igual los resultados, porque entrenar cada día es un logro. Es casi un Mundial, porque te metes en dificultades y el objetivo final es poder correr. Con mi entrenador y mi guía cada entrenamiento es un Mundial. Lo que quiero es disfrutar. ¿París? Ojalá que llegue, pero vale más disfrutar la vida que un resultado”. Aunque Ionut tiene claro que quiere ser más fisioterapeuta que atleta. “Me gusta más ser fisio que atleta -aclara-. Como atleta disfrutas, pero como fisio trabajas”.
“Tenemos a un gran actor ciego”
El joven apunta como su principal fortaleza la resiliencia, la capacidad que tiene una persona para superar circunstancias traumáticas, y reconoce como debilidad la vagancia, aunque ni la pereza, ni la falta de ganas, parecen formar parte de su ADN en absoluto. Este octubre iniciará también clases de piano, una vez por semana, en el Centro de Recursos Educativos de la ONCE en Sevilla. El poco tiempo que le dejan los estudios, los desplazamientos a la Residencia, los entrenamientos, y todas las citas que va acumulando a su paso por los distintos Servicios Sociales de la ONCE, los dedica para para dar clases de guitarra flamenca de forma autodidacta, y para hacer teatro, uno de sus últimos descubrimientos.
Bajo la dirección de Teo Domínguez, Ionut se ha estrenado ya como miembro del coro en la última obra del grupo, la tragedia griega ‘2.500 años de Antígonas y Creontes’, nada menos que en el Festival de Teatro Clásico de Mérida. Aunque su papel es mínimo -solo pronuncia un par de frases-, su efecto resulta enormemente gratificante. Sucedió este verano en el Teatro romano de Regina. “El teatro me potencia la movilidad, me ayuda a geolocalizarme, me refuerza la memoria, porque tienes que dar todo de ti, una voz, un personaje y te envuelves en ese mundo que te enriquece, te da una energía que es brutal -reconoce sonriente-. Me ha cambiado hasta la voz. Yo era un chico tímido y rompo esa barrera. Ahora hablo hasta por los codos. Cuando te metes en el personaje te olvidas de todo, incluso me vuelvo vidente, pienso que estoy viendo, es super chulo . Se te olvida que eres ciego. Es como si estuvieses viendo con ellos al lado”.
El director de Tiflonuba se declara encantado y expectante con las posibilidades que el onubense ofrece sobre el escenario. “Es impresionante, tiene una personalidad arrolladora, un físico impresionante, y al mismo tiempo tiene una voz potente y desgarradora que inunda y que pone broche a la tragedia que acabáis de representar”. Eso le dijo el asesor teatral de la ONCE, Esteve Ferrer, al director del grupo de teatro tras la representación de la obra en Mérida. “Antonio es un actor que puede representar a cualquier personaje de cualquier obra de teatro -remata Domínguez-. El crecimiento que le auguramos con nosotros va a ser enorme, tiempo al tiempo, porque tenemos a un gran actor ciego, a uno más, en el movimiento teatral de la ONCE”.
De todo cuanto tiene por delante, Ionut solo reconoce temer a la noche. “Crezco cuando hay sol y vida. Y cuando en la noche se hace el silencio me da miedo por saber qué hacer y dónde estoy, incluso cuando estoy en la cama, porque me vienen reflexiones de cuando veía y me da mucha nostalgia”, reconoce sin perder un instante la sonrisa.
A pesar de su coraje, de la fuerza arrolladora de su valentía, del atractivo cautivador de su personalidad, de su desparpajo seductor, Ionut no se siente ejemplo de nada ni para nadie. “¡Pero si todavía me quedan tantas cosas por aprender”, se excusa! “Tengo que aprender todo en la ONCE, como fisio, como atleta, con la vida…”, se ríe.
Ionut no sabía que su nombre, en rumano, significara regalo de Dios. Pero tampoco le extraña. “Soy creyente y una de las cosas que más me encanta es que ser ciego no implica ser un loco porque al final te encuentras con tanta gente en tu vida que te hace el camino más fácil que, al final, creo que ser ciego es un regalo -aunque es una putada gorda, porque es una dificultad diaria-, pero entiendes que, al final, la vida es disfrutar y estar enamorado de la gente y de todo. Incluso aprendes que la vida no es correr, al fin y al cabo, es disfrutar”.
| LUIS GRESA
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