EN PRIMERA PERSONA: Sergio Cámara, vendedor, promotor de ‘Mi Gran Reto II’
“La solidaridad debe empezar por uno mismo”
El deporte ha acompañado a Sergio Cámara (Granada, 1969) desde muy joven. Culturista en sus primeros años, jugador de rugby después, la vida se ha empeñado en no ponérselo fácil y él se ha empeñado en ganarle el pulso a la vida, a tantas barreras que ha ido encontrando en el camino. Un accidente de espalda y un atropello, además de una artrosis degenerativa y 163 kilos de peso marcan su historial clínico, que ha ido venciendo a fuerza de voluntad y motivación. Sergio es vendedor de la ONCE en el Mercado Central de San Fernando (Cádiz) y sabe bien que la vida es una lucha constante, un reto por superar cada día. Por eso quiere dar ejemplo aunque solo sea para levantar a algún perezoso del sofá. Y bajo el lema ‘Si yo puedo, tú puedes’, se ha lanzado a cruzar España, desde la antigua Isla de León al Monte Oiz, el mirador de Vizcaya, una distancia que suma 1.264 kilómetros de superación en doce días, para animar a otros a afrontar sus propias metas.
¿Quién es Sergio Cámara?
Soy agente vendedor de la ONCE en San Fernando (Cádiz) y aficionado al deporte desde joven. Mis comienzos fueron el culturismo y de ahí pasé al rugby, en la Universidad de Granada, el Costa de Calviá y la Selección Balear con la que jugué partidos en Gales o Cardiff. Soy uno más. Luego conocí a mi mujer y dejé el rugby y entré a trabajar en el mundo de las Telecomunicaciones, que me ha permitido viajar por Argentina y España. Trabajando en Telecomunicaciones en San Fernando tuve un accidente que provocó una intervención de la espalda L4 y L5, y tuve que dejarlo. Comencé entonces de camarero y conocí a una persona que daba cursos de grafología, pericia caligráfica y grafopatología, y estudié tres años ese tema.
¿Qué pasó en ese accidente?
Estábamos pasando unos cables de fibra óptica por una arqueta, pararon de golpe, y pegué un tirón fuerte que me quebró la espalda, un pinzamiento por el que me tuvieron que operar de la columna L4 y L5. Tuve un trombo de la pierna derecha, corrí el riesgo de quedarme paralitico y me dieron la incapacidad total permanente. Entonces eché los papeles en la ONCE y comencé a trabajar como vendedor en 2010.
¿Qué es lo más motivador de su trabajo como vendedor de la ONCE?
Para mi el trato con las personas. Cada persona es un mundo y siempre hay algo curioso que te atrae de ellas. Me gusta, para mí es como una familia, me dio una oportunidad muy grande y la verdad es que estoy muy a gusto aquí en la ONCE. Soy uno más.
¿Cómo llega a la bicicleta?
Trabajando cogí un poquito de ansiedad, me dio por comer, ví que me estaba poniendo muy gordo, y le dije a mi mujer que quería empezar a hacer ciclismo porque eso no podía ser. Empecé a hacer bicicleta, con tan mala suerte que un coche se salta un paso de peatones, un stop, pasa mi mujer, el hombre se puso a regañarle a la niña, aceleró y me atropelló. Me sacó la rótula, volvió a encajar, tenía dolores de espalda desde antes, pero a raíz del accidente, me hicieron una serie de pruebas, había perdido la movilidad en el tobillo izquierdo, me sacaron artrosis degenerativa en tobillo, rótula y columna, operado también de un trombo en la pierna con varicoflebitis en ambas piernas. Textualmente me dijo el traumatólogo: “Sergio, 163 kilos y tu historial clínico, si no empiezas con natación y bicicleta te puedes quedar en una silla de ruedas en 5 años”. Y se me vino el mundo encima. Pasé una depresión muy grande, luego vino el COVID y a raíz del COVID las piernas me iban fatal, no podía andar. Mi mujer me tenía que atar los cordones porque yo no era capaz. Yo no quería ser una carga para ella. Y pensé que, o ponía solución, o me quitaba de en medio, porque la veía a ella sufriendo mucho por mí.
Y decidió que había que luchar.
En pleno confinamiento le pedí a alguien que me cediese un rodillo para hacer algo de bicicleta. Ya ves, en pleno confinamiento, que no había quien pillase un rodillo porque al estar todos los deportistas confinados, todos tiraban de rodillo. Y hubo un chaval en Talavera de la Reina que me dijo que tenía uno vendido, y que como me hacía más falta a mí, que me lo mandaba aunque yo no se lo podía pagar porque estaba de baja. Y eso me ayudo muchísimo para las varices de mis piernas.
¿Estaba usted entonces en 163 kilos?
163 kilos. Y fue cuando me dio por pensar que si una persona que no me conoce de nada hace esto por mí, ¿yo qué puedo hacer por los demás? Y le dije a Loli, a mi mujer, que me iba a marcar un reto. Voy a cruzar España en bici para ayudar a los demás y contar un poquito mi historia y fomentar el deporte entre las personas que tenemos una enfermedad crónica.
¿Y qué reacción encontró?
A mí me dijeron de todo, empezando por mi mujer. Me decían que si estaba loco, que cómo iba a cruzar España en bici con mi peso.
“Mi enfermedad me hizo egoísta”
Porque usted antes no había hecho ciclismo.
La única vez que había cogido la bici fue a los 12 años y me caí. Y no he vuelto a cogerla ni un día más hasta una semana antes de tener el accidente que me atropelló el coche y dejé la bicicleta. Se me vino el mundo encima. Empecé la rehabilitación, la baja, y ganas de bici no tenía. Con el confinamiento me vino el bajonazo, con problemas de espalda, de piernas, no podía andar, lo pasé muy mal. Y gracias al hombre que me cedió el rodillo empecé otra vez a bajar peso, me encontraba cada día mejor. Me puse una dieta a base de verdura y fruta, sin tener idea de dietas, me quité los fritos y la grasa, y fue cuando me dio por decir; ¿Yo qué puedo hacer por los demás? Yo quería contar mi historia, todo lo que estoy pasando y me marqué un reto. Si yo puedo, tú puedes. Si Sergio con atrofia degenerativa, con pérdida de movilidad del tobillo izquierdo, con todas las lesiones y las operaciones que tienes, se cruza España, yo puedo salir e intentar hacer algo de deporte o intentar ir a la cocina, que ellos se marquen sus propios retos.
Es un buen lema ‘Si yo puedo, tú puedes’.
Esa fue mi idea: Intentar motivar a otras personas a que hagan lo mismo y pongan un poquito de su parte. Es que las personas que tienen una enfermedad crónica -yo me di cuenta en el confinamiento- son un poquito egoístas. Mi enfermedad me hizo egoísta. Nosotros padecemos la enfermedad y la sufrimos mucho, pero no nos damos cuenta que las personas que nos quieren y están a nuestro alrededor padecen nuestra enfermedad sin tenerla y sufren más que nosotros. Y soy yo el que tiene que dar el primer paso e intentar luchar. Y luego aceptar toda la ayuda que me venga, pero ante todo, soy yo el que tiene que dar el primer paso.
Cree entonces que los enfermos crónicos deben ser menos egoístas desde esa perspectiva.
Sí y hablo por mí. Nos acomodamos, nos asentamos, no quiero, no puedo y siempre estamos con el ‘no’ en la boca. Ponemos excusas y no ponemos de nuestra parte y no nos damos cuenta que tú tienes a tu mujer, a tus hijos, que te necesitan y tú no das el paso. Yo toqué fondo y dije, una de dos, o me quedo aquí abajo del todo o pego una patada y tiro para arriba y salgo adelante.
De lo vivido hasta ahora, ¿qué es lo que ha aprendido?
He aprendido a valorar más la vida, a escuchar más a las personas, a no dar importancia a lo material.
El accidente le cambió la vida.
A mí el accidente me ha cambiado la vida, sí. Cuando tú tocas fondo, que estás abajo del todo, con una depresión que no te puedes mover, rabiando de dolores, pasandolo mal, llega un momento en que dices; lucho por mi o no salgo, y si me quedo abajo arrastro a toda mi familia. El paso lo tengo que dar yo, y luego aceptar toda la ayuda que me venga. Pero de nada sirve que te quieran ayudar y el enfermo no de el paso.
¿Cree que vivimos en un país solidario?
España es un país solidario, pero la solidaridad debe empezar por uno mismo, en su interior, empezando por tu casa. Muchas veces ayudamos a los demás y no estamos ayudando a nuestra propia familia o al vecino que tenemos al lado. Vamos a empezar desde cerca, no que sea solo imagen. España es un país solidario sí, pero tenemos que ser solidarios primero con nosotros mismos.
La pandemia nos ha cambiado en algo.
A mí sí me ha cambiado. Yo valoro mucho más la vida, mi tiempo, que me fijo más en las cosas que para mí tienen valor, que pueden ser un niño jugando, la sonrisa de mi mujer. Yo soy capaz de dar mi bici si a alguien le hace falta.
“Valoro mucho más la vida”
¿Se siente ejemplo de algo?
Ahora mismo no, es que a mí me salen las cosas del corazón. Yo cuando me marco un reto lo hago pensando en los demás. A mí me han dicho en redes sociales que soy un inútil, que me quede en mi casa con 120 kilos, que no voy a hacer ni 10 kilómetros, y yo ni caso.
¿Cuanto pesa ahora?
Estaré en 117 por ahí. He bajado de 163 unos cuantos desde el confinamiento.
Su primer gran reto fue una ruta en MTB, desde San Fernando hasta Santiago de Compostela, en septiembre de 2021; 1350 km y un desnivel de 27.000 metros en 11 dias, pero no pudo cumplir su meta, ¿qué pasó?
Mi padre estaba enfermo, llegando casi a Santiago tuve que abortar porque mi idea era llegar hasta Bilbao, pero tuve que volver a San Fernando y de allí a Palma de Mallorca donde viven mis padres. Le habían amputado un pie, se le había gangrenado el otro pie, y al final falleció ahora en enero. Y me quedó la espinita de agradecer a las personas que me ayudaron. Tengo 52 años ya, ¿qué me pueden quedar, 25 años de calidad de vida? Para mi lo más valioso es el tiempo que le puedo dedicar a mi mujer.
Su segundo Gran Reto II consiste en cruzar ahora España en bici, desde San Fernando, pasando por Madrid y culminar subiendo el monte Oiz en Vizcaya. Unos 1.264 km de superación en doce días que arracan el 15 de mayo. Eso arroja una media de 105 kilómetros por día. ¿Cómo resuelve la logística?
Soy una persona muy constante, cuando se me mete algo en la cabeza, soy de los que persigue un sueño y sigo hacia adelante, no suelo abandonar. Yo me lo planteo por etapas, sé que del punto A tengo que llegar al B y ya está. Qué tengo que hacer un día 120 kilómetros, los haré, a lo mejor otro día hago 80, pero etapas fijadas no las tengo todas, algunas sí porque hay ayuntamientos que se han unido a mi reto y me veo en la obligación de llegar en ese tiempo. A mí el ciclismo me relaja mucho.
¿Qué es lo más gratificante de cada día de un gran reto como este?
Decir que un día más que he superado mi enfermedad, un día más que no me he quedado sentado, un día más que he conocido a gente maravillosa por ahí, conoces lugares estupendos, y si además consigo ayudar a gente, más gratificante que eso no hay nada. Que alguien te diga; ‘Oye Sergio, gracias a ti he conseguido quedar tercero en una carrera’, o que te digan que por artrosis iba alguien a dejar la bicicleta y gracias a mi ejemplo va a seguir. Eso no tiene precio para mí. Es muy gratificante poder ayudar.
¿Se siente suficientemente respaldado?
Me hubiese gustado estar más respaldado, pero tampoco puedo involucrar a nadie, cada uno ayuda como puede, yo prácticamente me voy costeando el viaje.
¿Cuál es su sueño ahora?
No tengo sueños de grandeza. Mis sueños los tengo ya realizados que son mi mujer y mis hijos, verlos felices, que estén bien, para mí ese es mi sueño. No aspiro a nada, mis sueños los tengo cumplidos, mi familia que es lo más importante.
¿Con qué ha soñado más veces, con dar un premio o que le toque?
Me gustaría más dar un premio, ojalá, porque ya me han dicho en la plaza que como no dé un premio antes de irme voy a pinchar. Y me gustaría darlo porque hace falta.
Y después de culminar la cima del Monte Oiz, acompañado por el ánimo de ciclistas vascos, ¿qué cree que ha sido lo mejor de este viaje?
Ver como las personas te arropan me preguntaban cómo me sentía, a la vez que me contaban cómo estaban ellos y por lo que estaban pasando. Que te digan que eres un ejemplo y una inspiración para seguir adelante y no tirar la toalla, eso no tiene precio. Personas que han perdido a familiares cercanos, enfermedades crónicas, cáncer… Poder ayudar de esta manera es única. Volvería a cruzar España para poderles ayudar. El deporte une a las personas, dejando aparte sus orígenes ideologías o géneros. Y sentirte arropado me daba fuerzas para seguir adelante. Sin duda alguna me siento muy afortunado de las personas que he conocido y que me llevo para toda la vida.
¿Y lo peor?
Los caminos entre Ávila y Burgos, con varias averías en la bici, radio partido, pérdida de líquido de frenos y problemas con el cambio. Todo ello con mal tiempo y lloviendo, sin apenas haber comido, y en las aldeas por donde pasaba no había ni para tomar café. He llegado a llorar de desesperación, pero me paraba a pensar el por qué lo hacía, y me daba fuerzas para seguir hasta el siguiente pueblo. Así desde Ávila hasta llegar a Lerma.
¿Qué conclusión extrae esta experiencia?
Que la persona más normal, es capaz de hacer algo grande si se le da una oportunidad, que muchas veces nos imponemos límites y no somos capaces de dar el paso por miedo o al qué dirán. Pero que la vida hay que afrontarla tal como nos venga y aceptar lo bueno y lo malo de ella. No puedes quedarte con un lado de la vida, porque entonces estás perdido.
| LUIS GRESA
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