EN PRIMERA PERSONA: Manuel Trastoy, 80 años el 27 de febrero, un luchador, un triunfador

Secciones: Entrevistas
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“A mí me salvó la ONCE”

¿Cómo lleva lo de cumplir 80 años?

Lo llevo maravillosamente bien. No me creo que vaya a cumplir 80 porque me considero más joven, pero es debido a la actividad que yo tengo, que no paro, para que la mente esté siempre en funcionamiento

Y haber nacido en el año de la ONCE y celebrar el mismo cumpleaños que la ONCE ¿le hace especial ilusión?

A mí me hace muchísima ilusión porque precisamente a la ONCE le debo todo lo que soy. Porque yo me quedé ciego de una bomba con 9 años y gracias a la ONCE pude estar en el colegio de Pontevedra. Se lo debo todo, todo, todo. Para mí es un placer grande tener la misma edad que tiene la ONCE.

La suya es una historia de película, cuéntenos ¿cómo se quedó ciego?

De las bombas que quedaron de la guerra encontré un artefacto al lado del río de mi pueblo y quise abrirlo para ver lo que tenía en su interior #8211por cierto con un martillo que lo tengo ahí-; le di un golpe, se aplastó; le di un segundo golpe, y se aplastó; y le di un tercero y estalló. Y eso fue lo que me originó la ceguera. Luego recuperé vista pero a los once años la perdí por un desprendimiento de retina.

Era usted un travieso.

Si, bastante.

¿Y conserva ese espíritu unos cuantos años después?

Hombre las travesuras que yo hacía de pequeño, no, por supuesto. Pero soy muy lanzado para mis cosas, muy atrevido para salir por ahí.

¿Por qué guarda todavía el martillo?

Cuando yo me casé fui a mi pueblo a presentar a mi señora a mi madre y le pregunté dónde estaba el martillo. La culpa no la tuvo el martillo, la tuve yo y quería tener el recuerdo y ahí lo tengo y lo uso todavía.

¿Le traumatizó mucho ese hecho en ese momento de su vida?

Uy!, muchísimo, muchísimo, además me hice muy rebelde. Me iba al río solo a bañar, me subía a los árboles donde nadie se subía de los amigos. Quince días antes de estallar la bomba mi madre se había quedado viuda. Y claro para mi madre fue tremendo. Y como yo hacía esas travesuras mi madre lloraba y me decía que me iba a matar, porque la gente iba a chivarse lógicamente, en bien mío por supuesto. Y yo cada vez que llegaba a casa me escondía en la cuadra de animales. A mí me salvó la ONCE, lo digo de corazón, porque era rebelde. Un 11 de septiembre de 1952 ingresé en la ONCE de Pontevedra y volví en Navidades de vacaciones y ya la gente decía que había cambiado, que era educado, que era una maravilla. Y es verdad, es que a la ONCE le debo todo yo.

Porque quedarse ciego en la España del apogeo máximo de la Dictadura franquista no debió ser nada fácil.

Era el año 47 cuando encontré la bomba y la estallé. En esa época el hambre era total y absoluta. Yo pasé muchísima hambre. Incluso estando en el colegio de Pontevedra el pan lo teníamos racionado y todo. Y la comida... pero en fin.

Ese es el principal recuerdo que le queda de la postguerra, ¿el hambre?

El hambre y la guerra por supuesto. Si no hubiera habido guerra yo no me hubiera encontrado esa bomba, no me hubiera quedado ciego, digo yo. Y como yo muchos compañeros. Y muchos no lo contaron, que fallecieron. Porque a lo mejor iban varios niños cogían una  bomba, no sabían lo que era, estallaba y se quedaron ciegos o mancos.

Después de más de 55 años viviendo en Andalucía, en la Sierra de Grazalema, ¿qué le queda de gallego?

Hombre a mí de gallego me queda haber nacido en la aldea de San Ciprián, tengo mis sobrinos allí, a mi hermano, el recuerdo que tengo es maravilloso, pero al llevar aquí 55 años, donde han nacido cuatro hijos, nueve nietos y tres biznietos que tengo, Ubrique para mi es algo grandísimo.

¿Hay mucha distancia entre Galicia y Andalucía, o estamos más cerca de lo que parece?

Es diferente. Los gallegos somos un poco diferentes, pero creo que nos adaptamos muy bien a lo andaluz, lo mismo que los andaluces se adaptan a los gallegos. El genio andaluz y el gallego se adaptan muy bien, prueba de ello, que aquí estoy yo.

¿Qué es lo que más le seduce de Andalucía?

A mi es que me seduce todo de Andalucía. Me gusta lo flamenco, todo, es que Andalucía es un encanto de todo, para mi es algo muy grande. A mí me cazó una andaluza de Casares, y recriada en La Línea de la Concepción.

 

“Siempre pensé que la ONCE llegaría muy lejos”

De toda su trayectoria laboral en la ONCE, con 35 años de director en Ubrique, de 1963 a 1998, ¿con qué se queda?

Me quedo con el recuerdo de los trabajadores. Eran como si fueran mis hijos. Les tenía yo un cariño y ellos a mí que cuando me jubilé fue muy duro para mí y para ellos. Aparte de los jefes, el recuerdo que tengo es el de mis trabajadores, de mis vendedores, fue un orgullo, una satisfacción tratarlos, de verdad, de verdad.

O sea que cuando decimos que la ONCE es como una gran familia, hay algo de verdad en eso.

Para mí sin lugar a dudas, por supuesto. Y Ubrique siempre ha sido muy importante en la ONCE, por ventas, como por llevarnos bien.

¿Reconoce a la ONCE de 2018 después de tantos años?

Yo siempre pensé que llegaría muy lejos. Y ahí está. Hemos tenido grandes directores y eso ha dado como resultado lo que tenemos hoy.

¿Cuál ha sido a su juicio la gran aportación que ha realizado la ONCE a este país? ¿Su principal éxito? Si tuviera que elegir dos grandes hitos, ¿con qué se quedaría?

Hombre, yo creo que el gran éxito fue implantar el cupón a nivel nacional y la educación ha sido algo grande. Es un orgullo que todos los ciegos puedan estar integrado en los colegios normales por supuesto.

¿Cuál es el mayor premio que le ha tocado de la ONCE?

El mayor premio que me ha tocado ha sido los estudios que me ha proporcionado.

¿Y en el juego?

No he sido muy afortunado, pero he jugado muchísimo, y también me ha tocado. Me tocaron 12.000 de las antiguas pesetas en el año 64 que con aquello compré de todo. Era un capital entonces.

 

“El éxito está en tener voluntad de triunfar”

¿Cómo comenzó su afición por la papiroflexia?

Ha sido realmente en Pontevedra, aprendiéndolo allí, luego me fui a Madrid a estudiar la carrera y la eché en el olvido. Y un día, estando en el campo, encontré una foto de mi madre, y recordando lo que había aprendido en el colegio quise hacer un marquito. Ahí empezó todo. Los niños me animaron, empecé en 2006 y ese año ya fui a una convención internacional de papiroflexia.

¿Qué le aporta?

Me llena muchísimo, me da mucho placer, me tiene la mente siempre muy distraída y con todos los acontecimientos que pasan, que tenga este trabajo es un placer grandísimo, es algo enorme.

Tiene usted el estudio repleto de lámparas, marcos, joyeros, de piezas muy hermosas y elaboradas, ¿nunca se plantea venderlos?

Es que esto no tiene precio. Para un joyero puedo emplear 40 horas de mano de obra, ¿qué puedes cobrar por eso? Son meses de trabajo para cada pieza.

También tiene una web propia, ahora está enganchado a las redes sociales, en concreto a Facebook. ¿Le ha costado mucho adaptarse a las nuevas tecnologías?

No, no, de verdad. Me metió en las redes a una venezolana a raíz de una convención internacional de papiroflexia y tengo más de 4.000 amigos en Facebook. Tenga en cuenta que en cada convención viene gente de todo el mundo, y ya he ido a tres, a Valencia, El Escorial y Sevilla.

¿Nunca se consideró un niño prodigio en algún sentido?

Nunca, en absoluto.

Y ¿dónde está la clave del éxito?

Lo que tiene que tener una persona siempre es tesón. Nunca estar arrinconado, tener voluntad de triunfar, de sacar de todos los apuros aquello que se ponga por delante.

La música ha sido una parte importante de su vida. Acabar la carrera de piano no es una meta al alcance de muchos. ¿Qué le ha aportado la música?

Muchísimo. Yo antes de entrar al colegio de la ONCE tocaba la flauta en mi pueblo. Hubiese querido estudiar violín porque a mi pueblo venía un señor ciego tocando el violín pero no había profesor de violín y me incliné por el piano.

Si tuviera que elegir un compositor con el que se identifica, ¿con quién se queda?

Beethoven, Mozart, Chopin, es que hay muchos.

No le gusta ni el fútbol ni los toros en una comarca como esta y le gusta la música clásica. ¿Cómo ha sobrevivido?

No soy muy entusiasta del fútbol, pero también estoy al corriente, ni los toros, a mi me gusta mucho la música clásica, siempre la tengo puesta porque me relaja, porque las noticias me ponen malo.

¿Sufre mucho con la situación de Cataluña ahora mismo?

Sí, estoy muy preocupado. Dios quiera que todo llegue a la paz y que todos nos llevemos bien. España también somos una familia, ojalá no haya estos roces y estos inconvenientes que no benefician a nadie y perjudican a todo el mundo.

Y lo del huerto en la terraza, ¿es por ir a la moda?

Ahora lo tengo desierto, pero en marzo empiezo a sembrar.

Su principal virtud y principal defecto.

Es que es muy difícil. Respetar mucho a las personas. Si tú no respetas no te pueden respetar. Respetarlo en todos conceptos. Y defectos tengo bastantes, no sé cuál decir, quizá que cuando me empeño en hacer una cosa hasta que no lo consigo no paro. Y creo que es un defecto.

¿Se arrepiente de algo Manuel?

Hombre, arrepentirme, arrepentirme, no. Dentro de la desgracia de quedarme ciego con la bomba siempre digo que para mí fue una solución porque era el más pequeño de los hermanos en una aldea. No hubiera estudiado y me hubiera quedado al frente de los terrenos. Yo fui el único que estudió carrera de mis hermanos. Por eso no hay mal que por bien no venga. Lo que hay que hacerle frente y conformarse. Yo me río de mi ceguera. Cuando voy por ahí me voy chocando y me digo #8211“Qué mal estoy de vista hoy”-, y la gente se ríe, pero es que es así.

Dentro de 80 años, cuando alguien se refiera a Manuel Trastoy, ¿cómo le gustaría que le recordaran?

Como una persona luchadora, que siempre ha hecho frente a todos los inconvenientes que se le han presentado en la vida.

¿Hay algo que le quede todavía por hacer?

Ver a algunos de mis biznietos que me hicieran tatarabuelo.

El Ayuntamiento le está preparando un homenaje este año. ¿Cómo sienta eso de ser Hijo Adoptivo de Ubrique, de ser profeta en su tierra? 

Para mi es tan grande, es un orgullo tan maravilloso, tampoco me creo merecedor de ello, pero ya que el pueblo lo quiere... Para mí es un orgullo grandísimo. Ya se lo he dicho a la alcaldesa. Estoy encantado de la vida, a mi Ubrique me ha dado muchísimo, a mí y a mi familia. Yo aquí forme una tuna, una rondalla, he impartido clases de piano y solfeo, he estado de organista en la iglesia y ahora imparto talleres a niños de papiroflexia. Y lo primero que hago es hablarles de la ONCE antes de enseñarles nada, de cortarles las tiritas, les enseño un alfabeto en braille y la Perkins y les hablo de la ONCE.   

"Me seduce todo de Andalucía" sostiene orgulloso Trastoy a pocas semanas de ser Hijo Adoptivo de Ubrique  

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