EN PRIMERA PERSONA: Manuel Sánchez Barrero, vendedor de la ONCE, historiador y novelista

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“El pueblo llano está deseando cerrar la herida de la Guerra Civil”

De pequeño no leía, pero a los 20 descubrió lo que le gustaba leer realmente, la novela histórica, su pasión, y ya no ha parado. Iba para Guardia Civil pero un accidente de caballo truncó su destino. Su afán de superación constante agudizó su ingenio, y desde entonces Manuel Sánchez Barrero (Almonaster la Real, Huelva, 1975) ha dedicado todo el tiempo que ha podido a estudiar e investigar la Memoria Histórica de la Guerra Civil en la Sierra de Huelva, escenario de todas sus novelas. El amor, el honor, la lealtad o la amistad son constantes habituales en su firma. En otoño publicará su tercera obra tras el éxito de 'Mayo de Cruces' y 'Gibaya'. Manuel reconoce que su experiencia como vendedor de la ONCE daría para muchas novelas y sueña con ver un día una de sus tramas convertidas en un guion de Netflix

¿Qué leía de pequeño?

Poca cosa, casi nada. Es curioso, la gente piensa que los que escribimos devoramos libros desde antes que nos salieran los dientes, pero muchas veces no es así. Yo de pequeño no sentía mucha atracción por la lectura, al contrario, me costaba la misma vida terminar los libros obligatorios que nos imponían en clase de Lengua. Recuerdo el 'Pirata Garrapata' y 'Fray Perico y su borrico', de los legendarios 'Barco de vapor', pero poco más. Y en el Instituto fue a peor…

Entonces ¿cómo comenzó en usted su pasión literaria?

Pues bien entrada la veintena. Cierto día llega a tus manos un libro, lo abres, lees un par de capítulos y…, ya no puedes parar. El secreto para aficionarse a la lectura está en descubrir qué es lo que realmente te gusta leer. Una vez das con la tecla, la lectura se convierte en un placer, en una pasión; un libro te lleva a otro y ese otro a otro nuevo. Después llegan las tertulias, los comentarios, las recomendaciones, el boca a boca… Cuando te das cuenta los libros forman parte de tu vida y no la concibes sin ellos.

Padece una tetraplejia incompleta por un accidente de caballo a los 21 años.  ¿Eso marca la vida?

¡La marca a fuego! A esa edad una lesión de esa dimensión te destroza la vida, todo salta por los aires en apenas un momento. En mi caso, al principio no eres del todo consciente. Lo mío fue un verdadero milagro. Recuerdo siempre las palabras del primer fisioterapeuta que me exploró cuando empecé a recuperar la movilidad en las piernas (la lesión medular que sufrí me dejó totalmente paralizado de cuello hacia abajo) “¡Te han tocado dos primitivas! Una no, dos.-me dijo” Mientras recuperas todo es ilusión y esperanza. Piensas que puedes llegar a como estabas antes del accidente. Lo peor viene cuando te vas dando cuenta que ya hay cosas que no van a ser igual. A partir de ahí, cuando ya aceptas la nueva situación, tienes que poner un punto y aparte y comenzar de nuevo. Eso sí, adaptándote a lo que ahora hay.

¿Le cambió el rumbo en algún sentido?

Lo que más me constó fue renunciar a mi vocación, a mí verdadera pasión. En aquellas fechas me estaba preparando para ser Guardia Civil profesional. Años antes, con tan solo 17 años, tras aprobar las pruebas de ingreso, entré en la Guardia Civil como Guardia Civil auxiliar, una figura que ya hoy no existe y que formaba parte del servicio militar voluntario. Tras pasar por la Academia de Baeza, estuve tres años prestando servicio en el cuerpo. El accidente me pilló al poco de finalizar, en un vacío, en un tiempo muerto, cuando esperaba que llegaran las siguientes oposiciones para profesional. Pero oye, uno sigue vivo, en pie, y viviendo por sí solo. Hay cosas peores. La botella siempre hay que verla medio llena.

Quienes le conocen saben que usted ha mostrado una voluntad de hierro para hacer frente a las adversidades y a la vez ha sido muy exigente consigo mismo. ¿Se reconoce en ese perfil?

Pienso que quizá la gente exagera, aunque yo no me puedo ver desde fuera. Siempre he tenido las cosas muy claras. En el Hospital me dijeron que para recuperarme la medicina ponía un 20%, el 80% restante tenía que venir de mi parte. Lo tuve clarísimo: no puse el 80, puse el 85, todo lo que estuvo en mi mano. Desde entonces agarré esa filosofía de vida que he aplicado en todo lo que he hecho hasta ahora.

Esta situación personal ¿le ha agudizado el ingenio de alguna manera?

Mucho. A mí y a cualquiera que sufre una limitación. Dese cuenta que nosotros, cualquier discapacitado, siempre empezamos el partido perdiendo, con dos goles en contra y con un hombre menos. Y lo tenemos que jugar, no nos queda otra. Desde hace unas décadas las personas con discapacidad hemos avanzado un buen trecho, hemos conquistado muchos derechos. Poco a poco se han ganado algunas batallas. Pero la guerra es larga. A día de hoy hay muchas barreras que eliminar, físicas y, sobre todo, las más difíciles: las mentales.

¿Qué le lleva a dar el paso a escribir su primera novela?

Pues fue a raíz de una investigación. En 2007, mi hermana fue la Mayordoma de la Hermandad de la Cruz del Llano de Almonaster, en las Fiestas de las Cruces de Mayo, y me encargó ser su pregonero. Indagando sobre esta importantísima tradición que atesora mi pueblo, me topé con una gran cantidad de datos y documentación de gran importancia para la historia de la localidad, que no quise guardar en un cajón. Decidí realizar un ensayo donde recogerlo todo. Lo que pasó fue que el ensayo derivó en novela histórica, ese tipo de literatura que tanto me apasiona.

Mayo de Cruces’ es una investigación sobre la Memoria Histórica de la Guerra Civil en Almonaster. ¿Con qué intención abordó esa novela?

El objetivo era sacar a la luz los hechos y acontecimientos que se desarrollaron entre el mes de febrero y el mes de septiembre de 1936. Hasta ese momento no existía nada recogido ni publicado en el pueblo, solo testimonios orales de aquellos tristes días. Me pareció muy necesario poner esa primera piedra. Era curioso, en Almonaster llevábamos décadas estudiando e investigando a través de jornadas, conferencias, publicaciones… a los romanos, a los visigodos, a los musulmanes, a todas esas culturas que a lo largo de los siglos habitaron estas tierras. Pero ni una sola referencia a ese período reciente de nuestra historia. Era como si no existiera.

“La Memoria Histórica se usa sin rigor ni miramientos”

Manuel Sánchez sostiene que los libros tienen que enseñar, ofrecer y repartir conocimiento, y también entretener

¿Qué descubre en esa trama al lector?

Pues el lector descubre el Almonaster de los convulsos años treinta. Descubre un Almonaster republicano que se radicaliza tras el golpe de estado del 18 de julio y la posterior represión que se instaura en el pueblo tras el veinte de agosto. El lector descubre la abismal diferencia de clases, las necesidades de un pueblo extenuado por la pobreza, el fanatismo de las ideas, la incomprensión, el miedo, el terror y la frialdad de la muerte. Pero también va descubrir la más pura esencia del ser humano: el amor, en el más amplio sentido de la palabra.

¿Cree que vivimos demasiado al margen de nuestro pasado?

De esa parte de nuestro pasado sí. Esa dolorosa parte de nuestra historia se dejó a un lado mientras nos recuperábamos de la dictadura, mientras la joven democracia se echaba andar. Y ahí sigue, en el trastero, usada por unos y otros sin ningún tipo de rigor ni miramientos. Sigue siendo tal su desconocimiento que basta preguntar a un chaval o a una chavala de catorce años quien fue Franco o que fue la CNT, o quien fueron los rojos y los nacionales. Pregunte y verá.

¿Cerrará algún día este país la herida de su Guerra Civil?

Me gustaría pensar que sí. Soy optimista por naturaleza. La botella siempre medio llena. Pienso que habría que empezar por lo más importe: querer cerrar de verdad esa herida enquistada. Mientras la política no quiera no se va a cerrar, para ello es un arma arrojadiza fácil de usar. El pueblo llano lo está deseando. La mayoría de los españoles lo único que quieren es que se saque de una vez por todas a los represaliados que aún quedan enterrados en fosas y cunetas, y que se les entreguen a sus familias para que descansen en paz junto a sus mujeres, madres, hijos, hermanos… Solo quieren eso. No quieren un juicio de Núremberg, ni nada parecido. Para la justicia pienso que ya es un poco tarde, aunque no digo que no fuera necesario. Si desenterramos y dignificamos a esas víctimas (sean del bando que sea) el camino para cerrar esas heridas sería mucho más corto. Yo paso todos los días por un puente en el que hay nueve o diez personas enterradas, fusilados, y por las cercanías de un huerto donde hay otros tantos. Y ahí siguen, como si fueran alimañas, olvidados. En un país como España a estas alturas es algo inimaginable.

Usted sostiene que la primera novela la escribió con el corazón y la segunda con la cabeza, explíquese.

En 'Mayo de Cruces' laten muchas sensaciones. Muchas frases, muchos párrafos son latigazos de mi corazón. Muchos lectores terminan llorando, pero curiosamente no de tristeza. Quizás por ser la primera novela volqué en ella demasiados sentimientos propios. En 'Gibaya' he usado mucho más la cabeza. 'Gibaya' tiene detrás un proceso de construcción muy grande y complejo, tanto de investigación y documentación como de creación de trama y personajes. Aunque eso no la hace ser una novela fría. En 'Gibaya' el amor, el honor, la amistad, la lealtad y sobre todo el humor, también juegan un papel muy importante.

‘Gibaya’, su segunda novela, es un thriller de organizaciones secretaras, agentes ocultos, espías en un escenario de la Sierra de Huelva. ¿También hay trasfondo histórico?

El trasfondo histórico es enorme. El escenario donde trascurre 'Gibaya' es el Almonaster de los años 90. De hecho, la crítica comenta que esta novela pone a Almonaster la Real en el mapa. En ella se desgrana y se expone el enorme patrimonio histórico-artístico que atesoramos en mi pueblo, así como su bagaje a lo largo de la historia.

Son dos constantes en todas sus obras, la Sierra de Huelva como escenario, y fondo histórico, ¿no es así?

Hasta ahora sí. Los libros tienen que enseñar, tienen que ofrecer y repartir conocimiento. También tienen que entretener, claro está, pero si te ofrecen las dos cosas juntas y en su justa medida, mucho mejor. ¿Y porque inventar un escenario de ficción para recrear una historia si tenemos maravillas como Almonaster, Alájar, Cortegana, Aroche, Aracena...? Además, esos escenarios le dan la oportunidad al lector de meterse aún más en la novela, siendo con ello casi partícipes en la trama. A los que conocen la Sierra de Huelva les resulta muy apasionante leerlas, porque conocen bien por donde se están moviendo los personajes; a los que no conocen nuestra comarca les da un aliciente, una oportunidad de venir a conocerla. Y oye, muchos y muchas lo hacen. Ya me he encontrado a más de un visitante paseando con un ejemplar de 'Gibaya' bajo el brazo. Además, ya hemos tenido el placer de organizar algunas visitas guiadas, sobre todo de clubs de lecturas que querían conocer de primera mano los escenarios, tras haberlas leído. Eso, para mí, es muy gratificante, el mejor de los regalos, mucho más que el número de ejemplares que se venden cada año.

Por el realismo que traslada y su perfil tan cinematográfico, cualquiera de sus novelas podría acabar en un guion de Netflix. ¿Lo ha soñado alguna vez?

Pues lo he soñado y, si soy sincero, es un tema que no está demasiado lejos, vamos, que no es un sueño inalcanzable. Me consta que mis novelas han llegado a directores de cine, y su crítica ha sido buena. Hace unos años 'Mayo de Cruces' me llevó a hablar personalmente con un reconocido director onubense, a quien un lector le regaló un ejemplar. La historia le gustó. Los libros no se ponen malos con el paso del tiempo, no tienen fecha de caducidad. Igual algún día de estos suena el teléfono. Nunca se sabe…

“Mi experiencia como vendedor daría para muchas novelas”

"La pandemia ha dejado ver el egoísmo en el que realmente vivimos", afirma Sánchez

¿Cree que se conoce bien la riqueza histórica, patrimonial y de naturaleza de la provincia de Huelva?

Cada vez se va conociendo más, al menos la comarca de la Sierra, que a diferencia de la Costa estaba un poco olvidada. Desde hace unos años, con el boom del turismo rural, cada pueblo ha visto un filón diferente para dar a conocer sus riquezas y sus encantos. Hay para todos los gustos. La oferta está muy diversificada. Hay para todos los gustos.

Es usted un habitual también en colaboraciones con medios de comunicación locales, tanto en prensa, como radio o televisión. ¿Qué le seduce más?

Ya cada vez menos. Internet y las redes sociales lo están fagocitando todo. La inmediatez de Twitter o Facebook están acabando con el corresponsal de pueblo que le publicaban las dos columnas al día siguiente. Ahora mato el gusanillo publicando en algún que otro medio digital, o colaborando con compañeros y amigos, sobre todo en temas históricos. Echo mucho de menos la radio, el micrófono. La radio es un mundo mágico, capaz de sobrevivir a todo, al menos hasta ahora.

Como vendedor de la ONCE desde 2011, cubre la ruta Almonaster, Valdelamusa, Minas de San Telmo. Su experiencia como vendedor ¿da para otra novela?

¡Daría para muchas! El contacto directo con la gente te inunda de ideas. Hay miles de historias ahí fuera. Vamos, para todos los estilos y gustos. Cuando construyo personajes lo hago cogiendo un poquito de cada persona que conozco. Y muchos de ellos los dejo tal cual, tal y como son en la vida. La realidad siempre supera a la ficción.

La pandemia ha puesto de relevancia la importancia social de la red de ventas, personas que escuchan a personas que, en ocasiones, buscan más que un cupón en su contacto diario con los vendedores ¿no cree?

Claro que lo creo. El confinamiento ha sido muy duro para un sector de la población muy vulnerable: nuestros mayores. Tengo clientes que al día solo entran dos o tres personas en su casa, eso en el mejor de los casos, y una de esas visitas soy yo. Imagínese… Yo en mi zona de venta no tengo clientes, tengo amigos y casi familiares. Me tratan como a uno más de la familia. Hay lugares que si un día no va el médico no pasa nada. Ahora, como no vaya yo… El día que por cualquier cosa no puedo ir y no me ha dado tiempo a avisarlos, me arde el teléfono. Es de agradecer.

¿Conocen sus clientes su faceta literaria?

Si claro. La mayoría tienen mis novelas. De mí lo conocen casi todo. Tengo grandes lectores entre ellos.  Siempre están preguntando que para cuándo el próximo. Con algunos comparto afición por la historia, documentos, anécdotas… o por la lectura, nos recomendamos libros, autores…

Sus horas de venta y de contacto directo con el público, ¿le inspiran en algún sentido?

El pasar de la vida siempre inspira. Se pueden sacar muchas ideas y muchas historias del trato con la gente, de sus vidas diarias, de su ir y de su venir. Hay de todo y para cubrir todos los estilos literarios. Lo mismo encuentras material para una novela romántica que para una de aventuras, cómica… y hasta de ciencia ficción, aunque lo que más encuentras, por desgracia, son dramas. Las horas más tranquilas y los desplazamientos en carretera me sirven para pensar y perfilar. Los libros los escribo antes en la cabeza. Hasta que no tengo las cosas claras y ordenadas no me enfrento al papel. No me gusta mirar el folio en blanco a ver si sale algo.

Usted sonríe siempre y con sus clientes se muestra muy próximo, ¿esas son dos claves importantes para tener éxito como vendedor de la ONCE?

Para tener éxito como vendedor de la ONCE primero tienes que ser una persona amable, educada y conocer muy, muy bien tu trabajo. Tienes que ser transparente y trasmitir confianza. A la hora de vender la sonrisa sirve de muy poco si no tienes esas cualidades bien asentadas. Si no las tienes la sonrisa puede ser hasta contraproducente. La proximidad viene con el tiempo, con el día a día y con el trato diario. A mí lo que me pasa es que la sonrisa me viene de serie.

La pandemia, ¿le ha cambiado, le ha influenciado en algo?

Nos ha cambiado a todos. Nos ha hecho valorar más cosas que nos pasaban desapercibidas y que hacíamos por inercia: abrazar, besar, darnos la mano, pasear... A mí me ha hecho ver lo frágiles que somos. A veces pensamos que como sociedad somos inmortales y que somos imparables. Y va, y vuelve a llegar un bichito microscópico y mira la que lía.

¿Cree que hemos aprendido algo como sociedad?

Nada. Si hubiéramos aprendido algo hubiéramos sufrido, como mucho, dos olas de contagios, no cinco. Una gran parte de la sociedad no ha visto o no ha querido ver la gravedad de todo esto. Este suceso ha dejado ver el egoísmo en el que realmente vivimos: primero yo, después yo, y más tarde yo. Y los demás que se las arreglen como puedan. La gente quiere beber, bailar, viajar, reunirse… y les da realmente igual que alguien pueda morir por ello, aunque sea de su propia familia. Si lo piensas, es tremendo.  

Su próxima novela la terminó durante la pandemia.  

Si. Al principio del confinamiento solo podía leer. Con este caos mi cabeza no era capaz de escribir ni de desarrollar nada. Aproveche para dar lectura a muchos libros atrasados. Al cabo de un mes, cuando todo se estabilizó un poco volví a intentarlo. Cuando vi que ya era posible le metí mano a una historia que tenía en mente desde hacía algún tiempo, una de las muchas anécdotas de la infancia de mi padre, una vivencia de la dura posguerra que tuvo que vivir. La terminé en apenas tres semanas. Lo que ocurre es que mi padre falleció hace unos meses, y por ahora he aplazado su publicación. Cuando me reponga de su pérdida y todo esto de la pandemia esté más tranquilo y podamos reunirnos sin muchos problemas, al igual que hicimos con 'Gibaya', buscaremos una causa solidaria para recaudar fondos y la lanzaremos a los lectores.

¿Será su particular homenaje a su padre?

La novela estaba dedicada a mi padre y a dos de sus grandes amigos, los protagonistas de la historia. Está  claro que  ahora habrá que destacarlo un poco más a él. Me ha dado mucha pena que no pudiera verla publicada. Apenas tenía el borrador en sus manos cuando se fue.

| LUIS GRESA

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