Cecilio Morales: Un Siglo de Vida en Cerámica

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Cecilio Morales, un siglo de vida hecho cerámica

La primera documentación oficial registrada de la familia Morales vinculada a la cerámica de Granada data de 1517. Ese apellido aparece ya en el árbol genealógico en 1580 y 1600. Y desde 1700, ya de forma ininterrumpida hasta hoy. Desde entonces, durante cinco siglos, la misma rama familiar ha mantenido intacta una tradición que instalaron los musulmanes en el Reino de Granada y que ha tenido tantas épocas de esplendor como de decadencia.

La última de ellas la ha protagonizado Cecilio Morales, la 33ª generación de la familia vinculado a la cerámica Fajalauza, la más antigua de Granada. Se quedó prácticamente ciego a los 80 años por una degeneración macular y desde hace cuatro años va en silla de ruedas por un accidente. Ahora, con cien años ya cumplidos, sigue al pie de la fábrica, con un único operario al frente, afrontando el último tramo de su vida con la ilusión de mantener vivo su legado.

“La vida se pasa en su soplo. Se me han ido cien años volando entre muchas vicisitudes”, comienza reflexivo Cecilio Morales, sentado en su butacona bajo las faldas de la mesa camilla, sin apenas movilidad en el cuerpo, ya sin resto visual, pero con una cabeza y una mente lúcidas, reflejo tibio del hombre enérgico, determinante, firme y testarudo que ha sido durante el último siglo de vida. No ha dejado de ser él en ningún momento. Y aún hoy, cualquier decisión en la gestión de la fábrica más antigua de cerámica que se conoce en Granada, pasa por su criterio y su determinación. Aunque haya que repetirle todo en voz fuerte y más de una vez para que lo entienda, nada se hace, ni se decide sin su consentimiento.

Desde el edificio que ocupa la fábrica, se asoma una de las estampas hermosas que Granada regala al espectador, con una Sierra Nevada ya nevada que se desdibuja entre los humos de las chimeneas del Albaicín. Aunque Cecilio ya no recorre las naves, ni los hornos, ni los espacios que conforman la fábrica, ni la zona de exposición, ni la tienda. Tampoco lo necesita, sabe al milímetro que hay ahí. Es Granada en estado puro.

Cecilio nació el 8 octubre de 1921. Sus primeros recuerdos de infancia tienen que ver ya con el obrador donde se tornean las piezas. Se metía en el torno cada dos por tres y sentado en lo alto de un caño disfrutaba de un proceso que le atraparía para toda la vida. “Mi padre algunas veces me ayudaba y aprendí. Empecé por media tarea y acabé con una tarea completa. Hice un horno de los grandes hecho exclusivamente por mí”, afirma orgulloso. Debía tener entonces 17 o 18 años.

“Yo me acuerdo del último parte de guerra”, añade enseguida. "Durante ese tiempo comíamos un pan estupendo y fue acabarse la guerra y había que surtir a toda España. Entonces vinieron los años del hambre”, relata. Aunque en su familia, la herida de la guerra no mermó las posibilidades del negocio que entró en una época de esplendor en la década de los 50 y 60, un tiempo en el que la fábrica llegó a contar hasta con 50 obreros y gozó de momentos de esplendor como la visita de Rainiero y Grace Kelly a las instalaciones. “Salía todo perfecto, vendíamos en todos los sitios”, recuerda, aunque reconoce que la memoria le falla para las fechas. “Esos laberintos me vuelven loco”, dice.

Una Fundación como legado

Morales confía en que las administraciones respalden el futuro de la cerámica de Fajalaluza, la más antigua de Granada

Cecilio Morales no ha revelado nunca, ni siquiera a sus sobrinos, que serán los herederos de su legado, cuál es la clave del éxito de su cerámica, la fórmula química, el valor de la diferencia que distingue a la Fajalauza de otras cerámicas de primer nivel en España como las de Teruel o Talavera. “Ese es el secreto”, se ríe. “Que si se lo digo ya no es secreto. Pero que es distinta a todas las demás también es verdad”. “Antes se utilizaba un material natural que daba esos colores y esos tonos, y cuando se puso el refinado, pusimos el sistema de doble cocción, que entra en el horno dos veces. Luego han intentado imitarlo, pero no lo han conseguido”, reconoce sin disimular su honda satisfacción. También los dibujos y el diseño forman parte de ese éxito continuado durante tantos siglos. “Eso es darle mucho a la cabeza. Pero si se lo digo a uno y a otro y a otro echas un viaje a la luna”, dice evasivo entre risas.

La Fundación Cecilio Morales, que preside, tiene como objetivo preservar la forma de hacer cerámica al estilo Fajalauza. Y “por descontado” que piensa que las administraciones, todas, deberían apoyar a la Fundación para evitar que la loza granadina por excelencia se diluya con el tiempo.

Cecilio estudió la Carrera de Comercio y Magisterio y se especializó en cerámica en la Escuela de Artes y Oficios de Madrid con poco más de 20 años. Y en poco tiempo pasó de ser alumno a profesor meritorio. “Allí no fumaba nadie -recuerda-. Pero no he sido estricto, he sido siempre muy agradable con todos”.

¿De qué se siente más orgulloso? “Pues de vivir, nada más que eso. Yo no tengo pretensiones”, responde. Y asegura que el futuro de la cerámica no le preocupa. “Después de muerto no me preocupa ná”, dice contundente. Aunque en el fondo su familia sabe lo que añora que la marca Fajalauza perviva en el tiempo como lo ha hecho hasta ahora pese a las dificultades. “Claro que quiero que se mantenga, pero cuando se lo diga a los demás se va a acabar el secreto, eso es lógico”. De hecho todos los esfuerzos de los sobrinos pasan ahora por llegar a todos los espacios para divulgar el conocimiento de esta cerámica y que sientan la Fajalauza como parte suya. “Todos los granadinos de los 50 para arriba hemos comido en platos de Fajalauza, es parte propia de muchas micro historias”, matiza Cecilio, el sobrino.

El edificio que acoge la fábrica, que se encuentra en proceso declaración de Bien de Interés Cultural por la Junta de Andalucía, ahora en gran parte medio en ruina, es el embrión de lo que quiere ser el Museo de la Cerámica de Granada, el Centro de Interpretación de la Cerámica, y una Escuela de Cerámica que aspira a recuperar y reivindicar la memoria histórica de la cerámica de Granada. Porque con cinco siglos de historia, la Fajalauza es la cerámica más granadina de todas en una ciudad que ha vestido de barros, lozas, porcelanas, terracotas, alfarerías y azulejos gran parte de su historia, como bien enseña la Alhambra, el conjunto monumental más visitado de España, que cuenta también con el sello de Cecilio en dos de sus patios. El paño sur del zócalo del Patio de los Arrayanes, frente a la cripta de Carlos V, y del Cuarto Dorado son obra suya, como ocurre con el patio entero del Ayuntamiento de Granada.

“El mejor momento de mi vida es este”

"Me gustaría que me recordaran como un hombre que lo ha hecho todo por la cerámica de Granada", afirma Cecilio

“Mi nombre en la Alhambra está apuntado allí por todos los lados”, dice presumido. “Es una satisfacción, claro. Si lo que hago le gusta a la gente, me tiene que gustar a mí también”. ¿El mejor momento de mi vida? Piensa, pero no encuentra respuesta, hasta que reacciona: “Es que no lo sé… ¡Este! ¡El que estoy viviendo!”, se responde con pronunciado acento granaino. Cecilio sigue la actualidad al día a través de la radio. “Claro que me interesa España”, subraya.

¿Que qué me gusta más de Granada? “Pues hablando en plata, todo”. ¿Y lo de la mala follá…? “De eso sí estamos bien surtidos”, dice socarrón. ¿Qué lección le deja a sus sobrinos? “Pues trabajar, trabajar y trabajar. Eso es lo que hace funcionar”, afirma. Él aclara que no perdió la visión hace 20 años, sino que tuvo una degeneración de la mácula de la retina asociada a la edad. Adaptarse a esa situación, con la ayuda de la ONCE, fue “por tripillas, que remedio me queda”. “Hombre! La ONCE me tiene al corriente de todo el tinglado”, añade gráficamente.

La pandemia le ha preocupado más que a todos y menos que a todos, por dos razones, que explica pausado. “Más que a todos porque estoy solo y menos porque como no salgo…”. A Cecilio nunca le ha preocupado vivir cien años, su única preocupación han sido sus obras, sus piezas, sus encargos. “Con la cerámica no se gana mucho dinero, pero se vive -resume-. Lo mío ha sido vocación”.

¿Cómo le gustaría que le recordaran? “Como un hombre que todo lo ha hecho por la cerámica granadina. Y ya está. No puedo decir más… Pero una vez metido en la tapadera, ya no me entero.  Hay eso que se llama principio de conservación de la materia, que se estudia en 7º de Bachillerato, y quiere decir que en la naturaleza nada se crea ni se destruye, sino que se transforma”.

¿Quiere decir que dentro de un siglo esta cerámica permanecerá viva? “Eso ya depende de los que vengan después”, dice delante de Cecilio, uno de sus sobrinos. “No… la cerámica es una cosa muy bonita y sobre todo el reflejo metálico que es una delicia. Yo con eso disfruto”.

| LUIS GRESA

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