EN PRIMERA PERSONA: Araceli de Areba, directora del grupo de teatro 'Homero'
“El teatro es una herramienta de cambio imprescindible”
En el momento en el que el mundo se está yendo al garete, a Araceli de Areba (Huelva, 1989) se le acumulan los proyectos y los reconocimientos por su última obra ‘La clase muerta’, que no hace más que cosechar éxitos, como el premio del Festival Mundial del Teatro de Mónaco, que recibirá este verano en el Principado. Actriz, directora, dramaturga, y publicista, de Areba dirige el Grupo Homero de la ONCE en Sevilla desde sus inicios en 2012, y en este tiempo, a razón de un estreno por año, se ha convertido en una activista del teatro como medio de compromiso y de cambio social. Su fórmula, disciplina y trabajo duro, pero con el corazón por delante, y eso sí, con un punto de absurdo siempre en el guion.
Araceli, ¿cómo comenzó todo? ¿Cómo prendió la mecha de la interpretación?
Mi vida en el teatro comenzó desde bien pequeña. Siempre estuve apuntada a talleres en el colegio, y las ganas y la idea de vivir del teatro siempre estuvo ahí, hasta que al final lo hice mi vida.
¿Y cuáles fueron sus primeros pinitos en el escenario?
Con 7 años hice mi primer papel protagonista, que además hice de hombre, ‘Juan sin miedo’, en el colegio. A partir de ahí todos los años estuve apuntada a los talleres que ofrecían. Y cuando tuve edad de elegir carrera decidí dedicarme profesionalmente al teatro.
Usted ha tenido siempre un expediente académico brillante. Pudo estudiar lo que hubiese querido y eligió el teatro. ¿Sintió apoyo ante esa decisión?
Pues como dice un amigo mío monologuista, desgraciadamente mi familia me apoyó #8211se ríe-. De siempre, mis padres tuvieron claro que me iba a dedicar a la interpretación y a algo creativo, a pesar de que mis profesores a lo mejor se opusieran un poco. Así que mi familia me apoyó desde el minuto uno, siempre me han alentado a hacer lo que yo he amado.
¿Y qué motivaba más de ese mundo?
Yo creo que la idea de poder vivir otras vidas, de crear, de inventar. He sido una niña que siempre estaba en su mundo, en su realidad, inventando cosas. De pequeña, cuando venía alguien a casa, me encantaba hacer teatros. Ensayaba un rato y a los invitados que tenían mis padres les hacía como una especie de representación, ponía a mis dos hermanos pequeños y era mi pequeña compañía, fueron mis primeros títeres. Siempre estuvo eso ahí.
Ha trabajado con grandes de la escena como Benito Zambrano, Alfonso Albacete, Julia Oliva, Sebastián Haro o Alberto Cortés. ¿Qué han aportado a su formación y a su trayectoria?
Me da muchas tablas. Creo que he trabajado con gente que merece la pena. He tenido grandes directores, muy grandes profesores que me han enseñado y me están enseñando a día de hoy, porque yo sigo en formación continua. Además, en el mundo audiovisual, que es el que más me llama la atención porque es el que menos experiencia tengo, estoy encontrando herramientas muy poderosas a través de una gran profesional que es Tamara Arias, y no paro de aprender con los talleres de reciclaje que realizo.
¿Alguien que le haya marcado?
Me encanta Andrés Lima, Angélica Liddell, me encantaría trabajar con ella, es una de las dramaturgas directoras a las que admiro bastante, y muchos profesionales a nivel andaluz.
“No entiendo el teatro sin compromiso”
Su trayectoria profesional está marcada por el teatro social, teatro frente a las exclusiones o las adicciones. ¿No entiende el teatro sin compromiso?
La verdad es que no. Creo que el teatro es una herramienta de cambio imprescindible, con la que las personas pueden evolucionar en muchos aspectos y además pienso que es una herramienta social. Lo he visto, como a nivel individual y colectivo transforma en muchos aspectos, a nivel pedagógico, a nivel personal, no hablemos ya de las personas que puedan tener cierta entre comillas discapacidad, como una herramienta personal para utilizarla en la vida diaria.
¿Cómo llegó a Homero?
Pues de casualidad, me acababa de licenciar en Arte Dramático y había una vacante, me presenté y sorprendentemente aquí estoy.
Dirigir un grupo de teatro integrado por personas ciegas debió ser un reto para usted porque esa asignatura no se enseña en la Escuela de Arte Dramático. ¿Cómo fue ese proceso de adaptación?
Fue un camino muy interesante, muy arduo y muy solitario. Cuando llegué me tuve que despojar de muchos prejuicios, era muy joven, no tenía experiencia, aunque sí la tenía en el campo social con otros colectivos. Rápidamente me di cuenta que simplemente tenía que poner el corazón y trabajar como una compañía más, enfocando y puntualizando ciertos aspectos como el espacio o la escucha a otros niveles, pero después desde el primer momento lo trabajamos todo como cualquier compañía más. Es verdad que el elenco ha evolucionado mucho, ahora está mucho más profesionalizado, antes era mucho más amateur y hoy en día tenemos a gente muy preparada que quiere incluso dedicarse a eso profesionalmente. Eso también es importante. Hemos dado un pequeño salto.
Siempre que entrevistamos a actores o actrices de los grupos de la ONCE les preguntamos qué les aporta el teatro. ¿Qué le enseñan ellos a usted?
En el mundo del teatro y de la interpretación he tenido como una vida muy disciplinada. Y lo que más me han enseñado es a que sí, esa disciplina está muy bien, pero hay que poner el corazón y otras cosas por delante. Y cuando digo el corazón, me refiero al equipo, a que al final ese es el pulmón que hace que todo siga hacia adelante, que todos vamos en el mismo barco. A veces, en el mundo profesional no es tan así desgraciadamente. Es verdad que el trabajo en equipo es esencial para trabajar en teatro fuera del ámbito ONCE o de cualquier otro. Pero aquí es el corazón del grupo. Sin el grupo en sí no podríamos salir adelante porque todo el mundo ayuda a todo el mundo. Al final se convierte en un puzle en el que todo encaja. Y creo que esto lo descubrí a medida que iban pasando los años con el grupo Homero, que, aunque no haya sido el mismo elenco, siempre al final ha sido lo mismo, gente que se necesita mutuamente.
¿Por esa razón las obras de Homero resultan tan corales? Usted como directora ¿se preocupa por mantener un cierto equilibrio para que nadie destaque sobre nadie en el guion?
Realmente nunca he pensado en esto. Es curioso que me lo preguntes porque creo que cada año he intentado trabajar ciertas cosas diferentes. Es verdad que ahora mismo ‘La Clase Muerta’ o ‘La boda de los pequeños burgueses’ que vamos a estrenar dentro de poco son muy corales. Supongo que intento trabajar en equipo, aunque no lo piense conscientemente.
El drama y la comedia exigen registros distintos. ¿En cuáles se desenvuelven mejor sus actores?
No hay ninguna diferencia. Da igual si el estilo es absurdo, drama o comedia, sea lo que sea, al final estás transmitiendo un sentimiento y no tiene por qué haber una diferencia.
Defina qué es el teatro de lo absurdo.
Trata de representar situaciones que en la vida cotidiana no se darían así. Esa es mi interpretación. A mí me encanta el teatro del absurdo y me encanta que, aunque la obra entera no sea de este estilo, me gusta que en todas las obras haya un punto de lo absurdo porque llaman la atención.
Nos desnuda más como sociedad.
Yo diría que sí, porque al final uno se destapa de todos los prejuicios y es capaz de decir o hacer cosas que en la vida diaria no lo haría. Todo lo que sea rocambolesco me gusta.
“El éxito de ‘La clase muerta’ es el trabajo duro”
Y ‘La clase muerta’ ¿es un buen ejemplo de lo absurdo?
Si. Con otro tipo de lenguaje pone en entredicho muchas situaciones que suceden en la vida diaria, juega de otra manera, el paso del tiempo, la vida, la muerte, ¿qué es la vejez?, que es un tema como muy tabú en la sociedad, y estos personajes, que no se sabe si están vivos o muertos, se comportan de una manera alucinógena.
La obra no deja de recibir premios, como el del Festival Mundial del Teatro de Mónaco el próximo verano. ¿Cuál cree que es la clave de su éxito?
El trabajo simplemente. Hemos tenido suerte, acerté con la obra, no es un tema que se haya trabajado mucho porque es difícil y hemos trabajado duro.
Sobre el guion, ¿cabe alguna improvisación?
No. Cada actuación es distinta #8211esa es la magia del hecho teatral-, cada función es única y maravillosa, nace y muere en el momento, no hay nada que puedas hacer dos veces igual por mucho que quieras. Nunca una representación va a ser igual, pero esto no quiere decir que haya cabida a la improvisación. Jamás. Porque todo al final está muy medido.
Con la perspectiva que da el tiempo, ¿cómo valora la evolución del movimiento teatral de la ONCE?
Ha evolucionado muy positivamente y cada vez más hemos logrado tener cierta repercusión fuera del ámbito ONCE. Los grupos están adquiriendo un nivel en el que ya no se destaca que el elenco tenga o no discapacidad, lo que se destaca es que sea un buen trabajo, que es lo que hay que resaltar. De hecho, vamos a ir a Mónaco y todavía no saben que es un grupo con discapacidad. Y eso me encanta decirlo porque no estamos ahí por nada más que por el trabajo que hemos hecho.
¿Se reconoce lo suficiente el teatro interpretado por personas ciegas? ¿Por qué cuesta tanto hacerse un hueco en las programaciones de salas fuera del ámbito de la ONCE?
Diría que no. De puertas afuera todavía hay cierto prejuicio. Tienden a menospreciarse a estos grupos y a no darse el valor que merecen. Hay cierto estigma, simplemente se les ve como un grupo de personas con discapacidad, aunque cada vez menos. Ya existe mucha dificultad en el mundo de la cultura para los grupos profesionales, pero creo que a los grupos amateur sí que hay ciertos recelos a abrir las puertas, existen muchas dudas, pero cada vez más se nos abren más. Y en Sevilla cada vez más.
¿Qué hace más daño al teatro, la pandemia o Netflix?
Creo que la pandemia porque Netflix no es incompatible. Lo peor es la desinformación y la incultura que hay de fondo. Si todo el mundo apoyara y aunque solo fuera ir una vez al teatro, o una vez cada dos meses, los teatros estarían llenos, pero no hay cultura de eso. Hay otro tipo de cultura, pero de teatro no.
Usted ha participado en el reparto de series de televisión y ha protagonizado cortometrajes. ¿Le tienta mucho el cine?
Me tienta el cine, por supuesto, me encanta. Es un lenguaje precioso que tiene otros matices que nada tienen que ver con el teatro. Son lenguajes complementarios pero muy diferentes, cada uno puede jugar sus cartas.
Pero frente al teatro, el cine siempre fue la niña mimada de la cultura ¿no cree?
El teatro está como denostado en ese sentido. Son lenguajes diferentes, si te equivocas en el cine no pasa nada, cortan y se vuelve a grabar, pero esto no se ve. Y al final lo que sale en la tele es lo que la gente consume. A pesar de que me encantan estos dos mundos tan diferentes, pero la magia, el instante, el sí, del momento del teatro es único #8211como decía Layton-. Es un momento que nace y muere. Lo que estás viviendo no va a volver a pasar más.
En tiempos de pandemia, ¿el teatro es más necesario que nunca?
El teatro es necesario siempre y en estos momentos, tanto nosotros necesitamos el teatro como el teatro nos necesita a nosotros. Y sí, en este momento en el que el mundo se está yendo al garete, que nos sentimos con preocupaciones, nos desesperados o desalentados, ir al teatro es una buena manera de distracción y abstraerse de lo que estamos viviendo y vivir otras emociones mucho más interesantes.
Lleva cinco años inmersa en la danza africana. ¿Qué le aporta?
Mucha alegría, mucha expresión corporal, mucho autoconocimiento, es un baile muy energético, muy rítmico, y como todo lo que sea trabajar el cuerpo es esencial, te aporta muchas cosas.
¿Vamos a sacar alguna lección positiva de esta pandemia?
Esperemos que sí, que los valores colectivos imperen más que los individuales porque somos una sociedad completamente individualista. Nos cuesta mucho evolucionar y todo que se salga de la norma, cuidao...
Tal y como está todo, ¿a qué teme?
A no poderme dedicar a lo que quiero, como peligra mi sector y todo lo que tenga que ver con ello, esto es lo que me da vértigo, que la situación se agrave y que no pueda vivir de mi trabajo, o que se cierren los teatros indefinidamente, ese es temor.
Terminemos con un mensaje de optimismo.
Yo es que además soy muy optimista. Siempre tengo alguna ilusión pequeñita en el día. Es que realmente pienso de corazón que va a ir todo bien, que venga mucho trabajo, muchas actuaciones, muchos proyectos ilusionantes, y que todo salga adelante como está previsto. Yo feliz.
| LUIS GRESA
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