Como Murillo por su casa...
Un pórtico antiguo de madera noble con inscripciones en bajo relieve, rasgadas a navaja, dan paso a un patio andaluz cubierto, cuadrado y en cuyo centro se enciende un lucernario. Seis columnas, una en cada esquina que delimitan los corredores del espacio central y dos en el centro de los laterales de los mismos, parecen sujetar el centenario techo de piedra. Ante los visitantes se levantan erguidas varias puertas que encierran los secretos de un hogar, la Casa Murillo, que hasta diciembre permanecerá abierto a los visitantes porque, como ya sabrán, en este año que ya termina se cumple el IV centenario de la muerte del pintor sevillano.
En este contexto, más de 40 afiliados a la ONCE, personas ciegas, sordociegas y con discapacidad visual grave, acompañadas, en algunos casos, de sus familiares y amigos, de Sevilla disfrutaron el 20 de noviembre de un taller accesible sobre la obra de Bartolomé Esteban Murillo y las técnicas pictóricas que éste utilizó en sus obras más ilustres. Dentro de las actividades culturales de la Delegación Territorial se organizó esta jornada que se desarrolló en la calle Santa Teresa número ocho, uno de los últimos edificios donde residió el prestigioso artista hispalense.
Inés Fernández Malespín, coordinadora de las educadoras de la didáctica de Casa Murillo, pasaba, de mano en mano, la reproducción de un lienzo dañado por el tiempo, la humedad, los hongos y la dejadez. Preguntaba a los participantes que cómo pensaban ellos que se podría restaurar un cuadro como el que habían observado. La tarea, evidentemente, no resulta sencilla. “Se necesita un mínimo de cinco personas para este trabajo”, explicó.
Sí. A través de los años, las obras de arte sufren el ataque de las inclemencias meteorológicas, de insectos xilófagos, de aprendices de pintores que intentan restallar las pequeñas pérdidas de cromatismo. De solventar todos esos desaguisados se ocupan químicos, fotógrafos, biólogos, historiadores y restauradores. Además, cuando en la imagen aparecen animales o plantas extintas, también pueden colaborar paleobiólogos que ayudan a identificar cada especie.
A continuación, los afiliados debían palpar, oler y sentir varios elementos curiosos que Inés les mostraba. Una mezcla de esqueleto, piel y tuétano de conejo que Murillo utilizaba como pegamento; barro del Guadalquivir, que usaba para preparar la tela; minerales, ácidos y piedras preciosas con las que preparaba los colores; maquetas de las figuras de carcomas y termitas que destruyen la madera de los bastidores; así como sus consecuencias trasladaron a los asistentes a una época diferente, 400 años atrás.
Más tarde, una guía del Ayuntamiento de Sevilla entregó un ‘pasaporte del Año Murillo’ a los participantes en la actividad. Este documento contiene un listado de centros, museos y templos religiosos en los que hay obras del artista o réplicas de las mismas. En cada una de estas instituciones, los visitantes podrán sellar su tarjeta, hasta que la completen.
Por último, Inés pidió que, si les había gustado el taller lo demostraran con un aplauso sordo levantando las manos. Todos los participantes, complacidos, elevaron sus extremidades superiores todo lo que les permitía sus respectivas fisonomías para pagar con cariño todo el esfuerzo que las trabajadoras habían dedicado a una jornada inolvidable.
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