Bienvenidos a un mundo diferente

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Cerca de un centenar de refugiadas ucranianas se alojan en el Hotel Ilunion Alcora a la espera de una familia de acogida

Ningún hotel está concebido para convertirse en un hospital de campaña para atender las necesidades de una pandemia que paraliza al mundo o transformarse a los pocos meses en un espacio de acogida para recibir a los refugiados de una guerra, en medio de la mayor tragedia humanitaria que haya vivido Europa tras la Segunda Guerra Mundial. Bueno, salvo que sea de Ilunion Hotels, como el Alcora de Sevilla, donde se alojan cerca de un centenar de ucranianas huidas de la guerra de Rusia, y donde todo cuanto ahí sucede, hace honor a su lema: ‘Bienvenidos a un mundo diferente’.

Victoria Iefremova tiene 35 años y dos niños de 5 y 8 años respectivamente, uno de ellos con autismo. Es una de las pocas ucranianas que ha podido llegar a España con su marido al encontrarse fuera de su país cuando estalló la guerra. Y una de las primeras en llegar por vía aérea, de Kiev a Bérgamo, y de ahí a Sevilla. Alojada ahora en el hotel, pasa los días entre clases de español y juegos con los niños. Pronto empezará también con las de dibujo. “Aquí la gente está siempre sonriendo, son super amables, nos sentimos protegidas y muy contentas”, resume gráficamente. “Somos unos privilegiados por estar aquí, muy afortunados respecto a otros muchos ucranianos”, reconoce.

Tania, Amina y Victoria posan junto a la pantalla que proyecta la bandera ucraniana en el hall del hotel

A partir de ahí, empieza a detallar anécdotas, como cuando el chef de cocina del Ilunion Alcora se puso a su disposición para cocinar algo que les recordara a su Ucrania del alma, o como cuando el director del hotel les preparó una tarta de cumpleaños para su pequeño en el día de su cumpleaños. “Lo más duro es levantarse por la mañana, encender el móvil, y ver las noticias Nadie esperaba esta guerra, había un run-run desde 2014, pero tener que dejar tu casa de repente… -se quiebra su voz-. Pero aquí todos nos quieren ayudar, es un cambio muy brusco”.

A Victoria le traduce Natalya Chetvertak, que lleva ya 22 años viviendo en Sevilla. “Vivo aquí, pero tengo el corazón allí porque tengo a mi padre, a mi madre, mi cuñada y mis sobrinos en Ucrania”, dice con emoción contenida. En la actualidad trabaja con niños ucranianos que cursan estudios en el Colegio Europa y como entrenadora de gimnasia rítmica.

“Estamos aprendiendo a sonreír”

Todos no han llegado a la vez al hotel, ni por el mismo itinerario, ni por el mismo medio de transporte. Algunos de los compañeros de Victoria aterrizaron en Sevilla después de pasar días en refugios sin luz y sin comida, de haber sufrido bajo tierra durante un tiempo que se les hizo eterno. Y con ellos la relación resulta más compleja porque continúan encerrados en sí mismos. “Los ucranianos somos cerrados y gente muy seria, y aquí estamos aprendiendo a sonreír, a vivir con alegría. Nos están dando la oportunidad de ser más felices”, afirma Victoria.

Victoria Iefremoba ha llegado a España con su marido y sus dos hijos

Amina Jutilienko, 36 años, asiente con la cabeza en todas sus respuestas. En el Alcora cuida de sus dos hijas, de 7 y 12 años mientras aguarda la llamada diaria de su marido que antes se dedicaba a la construcción y ahora empuña las armas para defender a su país de la amenaza de Putin. Ocho horas tuvieron que andar para cruzar los escasos metros que separan la frontera de Ucrania con Polonia.

Antes gestionaba una tienda online de complementos, ahora se declara obsesionada por la información, pero se muestra encantada con lo que está viviendo en Sevilla. “Vivimos como una familia porque la desgracia nos ha unido, pero estamos superagradecidos por cómo nos tratan, nos hace olvidar nuestras preocupaciones con los abrazos y sonrisas que nos dan a diario”, explica.

Amina Jutilienko tardó ocho horas en recorrer los pocos metros que separan Ucrania de Polonia en la frontera con sus dos hijas

Los sicólogos que pone a su disposición la Comisión de Ayuda al Refugiado (CEAR) les recomiendan que no vean tantas noticias, que ocupen su mente en otras cosas y que salgan más para despejarse. Aunque en general salen poco, como mucho un par de veces por semana, sobre todo a Mairena del Aljarafe, que es la localidad más próxima al hotel. En los primeros días, todas recordaban con horror el sonido de las sirenas que alertaban de la amenaza de bombas inmediatas, pero el paso del tiempo mitiga ese impacto, casi ya desaparecido, aunque Tania Malchenko, 35 años, sin hijos, reconoce que el corazón se le encoge cada vez que escucha a un avión sobrevolar el cielo de Sevilla.

Tania trabajaba como cuidadora de niños y llegó a la capital andaluza ocupando el asiento de un autobús francés que llevó ayuda humanitaria a la ida y regresó lleno de refugiados sin destino concreto a la vuelta. “Aquí nos sentimos como en casa, es verdad, estamos muy agradecidos, nos han recibido con los brazos abiertos. Cuando todo esto pase volveremos aquí de vacaciones”, dice con esperanza. Uno de los niños que revolotean por los pasillos del hotel besa la bandera ucraniana cada vez que aparece en pantalla de forma periódica. Esas pantallas reciben a los clientes de Ilunion Hotels y les da la bienvenida a un mundo diferente.

Tania Malchenko confía en regresar algún día Ilunion Alcora, pero de vacaciones

“Vivimos una tensión continúa porque no sabemos ni cuándo, ni dónde caen las bombas. Queremos que esto termine y volver a casa con nuestras familias, ahí nos aguardan metas no cumplidas”, comenta Tania.

Ni Victoria, ni Amina ni Tania sabían nada de España, mucho menos de Sevilla, antes de ubicarse aquí. Ucrania es un país de manzanas y castañas y Sevilla es una ciudad de naranjas, de sol y de parques accesibles para niños, se sorprenden. Las tres reconocen gratitud hacia España y el Gobierno español por su ayuda militar y humanitaria. Las tres se desesperan ante la sinrazón de una guerra que no entienden ni saben cuándo y cómo terminara. Las tres -cuatro incluyendo a la intérprete-, se emocionan pensando en los suyos. Ellas, junto al resto del grupo, aguardan la llamada de la CEAR, que es quien coordina todo su proceso por encargo del Gobierno, para incorporarse a una familia de acogida.

“Son clientes VIPS”

Para el director del Ilunion Alcora Sevilla, la llegada de más de 80 ucranianos al hotel no ha complicado mucho la logística del centro. “Les hemos atendido como a cualquier otro cliente. Lo único es que vienen con muchos niños y les hemos habilitado algunos espacios para que puedan tener algo de intimidad -afirma Manuel Jiménez-. Esta situación nos exige lo que exige nuestra casa, tener una mentalidad solidaria y abierta a poder colaborar con cualquier proyecto de tipo social. Eso lo tenemos metido dentro”, subraya orgulloso.

Para sus clientes ucranianos, Jiménez es una mezcla de embajador y ángel de la guarda, por el tiempo y el esmero que dedica a cuidar cada pequeño detalle con el afán de que puedan sentirse un poquito más como en casa. Ese empeño lo comparte con todos los trabajadores de la plantilla. “Yo siento responsabilidad de hacerles sentir como en su casa o mejor tratados que cualquier otro cliente por las especiales circunstancias que están viviendo. Son clientes para nosotros VIPs, viven una situación muy traumática para ellos y nuestra obligación es hacerles sentir como en casa”. En estos dos meses Jiménez ha aprendido a ser más humilde. “Son personas de Occidente, con una vida estructurada, en una situación cómoda, en unas circunstancias que no nos las podríamos imaginar nunca, y de la noche  a la mañana se ven despojados de su forma de vida, recibiendo ayuda de otro país. Esto te enseña a ser más humilde y pensar que esto puede cambiar de un día para otro a cualquiera”.

"Siento la responsabilidad de hacerles sentir como en su casa", afirma el director del hotel, Manuel Jiménez

A su juicio, lo más gratificante es la gratitud que le expresan los niños, los más sinceros. “Te hacen sentir que estás haciendo algo útil”, subraya. Y lo más complejo asimilar la situación primero y superar la barrera del idioma después. “No estamos haciendo más que llevar a la realidad el propósito de nuestra empresa -concluye-, que es construir un mundo mejor con todos incluidos. Esta es una forma de llevarlo a cabo”.

Lo que está pasando en el Hotel Ilunion Alcora no es muy distinto a lo que sucede en Málaga, en Bilbao y en tantos otros hoteles de Ilunion, donde residen medio millar de refugiados procedentes de Ucrania, la mayor parte mujeres, personas mayores, niños y niñas, a la espera de una paz que no llega por el afán expansionista del dictador ruso. Es solo un ejemplo más de la ola de solidaridad masiva con la que la ONCE, Fundación ONCE e Ilunion, los hombres y mujeres que conforman el Grupo Social ONCE, están respondiendo a esta tragedia humanitaria.

Tania, Amina y Victoria reconocen que la experiencia vivida en el Ilunion Alcora les permite recuperar la sonrisa

Más de un centenar de trabajadores y afiliados han mostrado ya su disponibilidad para acoger a refugiados y de esa suma de voluntades han salido ya hacia Ucrania 13 trailers de 13 metros cargados con material de ayuda y otros dos aguardan también para llevar algo de esperanza al país europeo. La maquinaria de solidaridad está por tanto a pleno rendimiento. Mientras Fundación ONCE gestiona e impulsa trámites para facilitar el reconocimiento de la discapacidad; aúna esfuerzos con ONG’s y empresas, o lanza una campaña denominada “Girasoles Solidarios” para captación de fondos, junto a las floristerías de toda España, desde la ONCE se trabaja ya con personas ciegas y sus familias, que están llegando poco a poco para facilitarles todo lo necesario para su inclusión. 

Como dice la bandera que enarbola el Ilunion Alcora: ‘Bienvenidos a un mundo diferente’.

| LUIS GRESA

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