La fortuna de Las Tres Mil
El paisaje de Las Tres Mil Viviendas de Sevilla es el de un espacio urbano vacío, desnudo y casi muerto. Con calles desiertas de peatones, autobuses que cruzan sin pasajeros, edificios sin cerramientos, inacabados, al aire, montones de basura en las esquinas y abundante ropa tendida como principal signo de rutina. Solo el único pasaje comercial del barrio parece atraer el movimiento de personas. Como si la vida girara en torno ahí. Alrededor del quiosco de prensa que hay fuera, las entradas y salidas de la compra, el café, la charla con los vendedores de la ONCE que, con sus chalecos verdes y amarillos, arrojan un remanso de color y paz a una estampa más propia del blanco y negro. En el barrio más pobre de España, los vendedores ejercen, más que en ningún otro sitio, de auténticos centinelas de la ilusión. Mientras tanto, en las esquinas, algunos deambulan para alertar a los suyos de la posible presencia policial. Las miradas delatan. Los silencios también. | LUIS GRESA