Más allá del coro

BOLETÍN 199 JULIO 2025

Reportaje sobre el Coro de la Delegación Territorial de la ONCE Andalucía

La agrupación musical rociera de la Delegación Territorial ensaya todas las semanas para sacar adelante su repertorio, contagiar su alegría y darse sobre todo una inyección de vitalidad

Hay coros y coros. Los de siempre con la música por delante y otros, los menos, con un componente social que trasciende al valor de una partitura, que va más allá de una interpretación porque cada ensayo y cada concierto se transforma en una terapia de grupo de efectos muy beneficiosos para la salud. El coro rociero de la Delegación Territorial de la ONCE, puesto en marcha en 2019 en Sevilla, es un ejemplo de esas agrupaciones musicales que, más allá de lo que cantan, inyectan vida entre sus componentes con efectos secundarios que se traducen en una alegría y ganas de vivir contagiosas para el público pero, sobre todo, para ellos mismos.

Inma Gutiérrez: “A mí me ha dado vida”

Inma Gutiérrez cantando

Inmaculada Gutiérrez es una de las voces fundadoras de este coro | Reportaje gráfico: Salva Castizo

Inmaculada Gutiérrez tiene desprendimiento de retina de nacimiento además de miopía magna. Por sus venas corren sangre de la ONCE. “Yo siempre he vivido, como se suele decir, entre cupones”, afirma con un punto de brillo en los ojos. De seis hermanos que son, tres son afiliados a la Organización. Su padre, Francisco Gutiérrez, ciego desde los cuatro años, fue uno de los primeros delegados locales -como se llamaban antes-, que tuvo la ONCE en municipios como Écija, Arahal, Sevilla y Dos Hermanas. Eran los últimos años del Franquismo y los primeros de la democracia en España.

Inma ha sido vendedora buena parte de su vida y, como su padre, ha dirigido la ONCE en agencias de ámbito local, en su caso Coria del Río, Utrera y Alcalá de Guadaíra su última plaza antes de poner fin a 31 años de entrega laboral a la ONCE. Siempre le gustó cantar. “Llevo el cante en mi casa, aunque estábamos divididos, tres que cantaban muy bien y tres que tenían una oreja en frente de la otra -explica con el desparpajo y la alegría que le identifican-. Mi madre cantaba divinamente por Marifé de Triana y Paco Pinto ‘El Niño de Écija’. Mi hermano Salvador canta divinamente y mi hermano Paco, los dos afiliados, canta también muy bien hasta por Camarón. Nosotros en todas las reuniones familiares el cante era bueno. Si era el santo de mi padre, de mi madre o mis hermanos pues allí se armaba la de Dios y todo el mundo cantando y bailando. Mi tío Salvador es cantaor flamenco también”, apunta.

Para Inma el flamenquito es también una forma de ser ante la vida. “A mí me ha sacado de mucho cuando una se viene abajo -explica-. Afortunadamente no llego a ser ciega total, pero cuando he tenido tantos desprendimientos de retina y he tenido que pasar por muchísimas operaciones, a mí la música me ha transportado a no pensar cosas. Que me podía haber vuelto loca, vamos”. Incluso en los momentos más críticos de sus convalecencias su padre se arrancaba por algún palo para imponer la alegría en la casa. “Quería que no me acomplejara ni me pusiera un poco depresiva, por eso esa alegría que me ha transmitido y a su vez he trasmitido a mi hija, que es también afiliada”.

Inma Gutiérrez cantando junto a otras componentes del coro

Gutiérrez reconoce que su participación en el coro supone una inyección de autoestima

Concluida su trayectoria laboral, Gutiérrez ha seguido involucrada en toda la programación que la Organización despliega para sus afiliados y el coro forma parte de la oferta de talleres que realiza la Delegación Territorial desde 2019. “Me dijeron que había un coro, fui a verlo y me enganché -comenta-. Aquí cada uno tiene su idiosincrasia y aparte las edades que tenemos, una puede tener 44 años y otro 80, tenemos toda una alegría que nos reímos de nuestras discapacidades. Como dice muchas veces mi hija; es el grupo que más come del mundo porque cuando terminamos del ensayo nos vamos todos a comer y preparamos hasta incluso excursiones. A mí me ha dado vida. La verdad es que sí”. 

Inma disfruta igual en los ensayos que en las actuaciones, o con lo que viene después cada vez que se juntan para cantar. “Somos una familia efectivamente, cuando necesitamos el uno del otro, ahí estamos, igual en verano que en invierno”. La Gutiérrez se declara más de la Pantoja que de la más grande, Rocío Jurado. “Para mí la Pantoja es mucho más completa en un escenario; como baila, como viste, como mueve esa cola y como canta, siempre he sido muy pantojera”, quiere confesar. Porque para ella, cantar es sobre todo una forma de expresar los sentimientos. “Además que se me nota cuando canto -reconoce-. Hay veces que cuando no me llega ese sentimiento a lo mejor no me sale tan bien que cuando siento la sevillana, que hay algo en esa letra que me crea sentimientos, que incluso canto hasta mejor”, asegura.

Lo único que quiere es que el coro se mantenga y ellos sigan unidos. “A la ONCE llegan personas super hundidas cuando pierden la visión, y han venido a este coro y les han dado vida. Pensaban antes en enfermedades y ahora eso se acabó. Esa alegría de yo ver a esas personas que han salido de ese pozo, yo ya con eso ya me conformo. Pero si esta Casa también cuenta más con este coro, pues sería la leche, porque la verdad que nos gusta mucho cuando piensan en nosotros para actuar. A mí eso me encanta”. 

En definitiva, que el de la ONCE es un coro muy terapéutico. “Totalmente. Es un fin terapéutico total -concluye Inma Gutiérrez-, porque aparte de que hay muy buenas voces, es terapéutico total. No solamente dicho por mí, sino que tú hablas con el coro en general de afiliados y le han dado vida porque nosotros cuando hay personas que empiezan, aquí decimos; a grandes problemas, grandes soluciones. Y esa soledad se ha convertido en menos soledad”.

Aurora Reina: “Aprender canciones de memoria me da fuerza”

Aurora Reina cantando

Para Aurora Reina el coro ha perdido la timidez gracias al coro, según reconoce

Aurora Reina es la más pequeña de siete hermanos. Sus padres observaron pronto que no veía bien, igual que su hermana mayor, debido a una miopía magna. A los tres años -recuerda-, ya no veía la pizarra. Hoy guarda apenas un mínimo de resto visual, pero todavía se defiende, asegura. “Yo no veo, no defino las caras de las personas, veo la silueta, como si estuviera en una niebla constante, así es la pérdida de mi visión”, explica. A los 44 años se afilió a la ONCE, donde ha trabajado como vendedora en Camas durante casi 16 años. “La verdad es que soy una persona más bien tímida y lo pasé mal al principio. Pero después me acogieron muy bien y he dejado allí unas amistades y unas personas que me han apreciado muchísimo. Les estoy muy agradecida”, resume ahora.

Además de ser una de las voces más respetadas en el grupo, es una de las integrantes fundadoras del coro, de las que más empujó por conseguir que la Delegación Territorial tuviera coro propio y, por tanto, una de las más veteranas. “Siempre me ha gustado cantar porque mi madre era un cantarina y nosotros éramos cinco chicas y dos chicos y todas las chicas cantaban mucho -relata-. Eran 14 años de diferencia y lo que yo he escuchado en mi infancia, en mi casa, es cantar. Y ya cuando mi padre compró la radio, escuchábamos tantas canciones, la copla y todo eso, que yo me las aprendía de memoria”. Aurora, que tiene apellido de copla, se declara una apasionada de la Piquer, doña Concha. “Me ha encantado su forma de cantar y me han gustado más las voces más melódicas, como Diana Navarro, aparte que me gustan también flamencas, pero me han gustado más las voces más melódicas”.

A sus 76 años, Reina reconoce sin matices que el coro ejerce de alivio y terapia en su vida. “Esa ilusión de venir para acá y poder cantar me ayuda muchísimo en el estado anímico porque yo trato por todos los medios de salir adelante con todo, pero tengo mis bajonas y me vengo un poquito abajo -sigue contando-. Entonces lo mío es aprenderme las letras de memoria, de escucharlas, y eso me da fuerza, me da alegría la verdad, me encuentro más a gusto. Es una inyección de motivación”, sostiene.

Aurora Reina bailando

Reina se viene arriba al compás de la música

Aurora disfruta más de los ensayos que de los propios conciertos porque controla más los nervios cuando no hay público delante. “Estoy perdiendo un poquito la vergüenza”, reconoce tímidamente. “Ya no me pongo tan nerviosa si tengo que hacer un solo. Lo que hago es hacerme fuerte interiormente para que me salga mejor. Lo que pasa es que mi voz me está fallando porque tengo faringitis crónica y hay que estar muy pendientes -explica-. Yo cojo pronto la toná porque desde chiquitita estoy yo en lo de en lo de cantar”.

Ella se jalea un poquito cuando canta. Y cuando canta, siente. Mueve las manos, el cuerpo, lo que sea. Pero su discreción le lleva a no sentirse artista ni en los momentos de mayor emoción y aplausos. “Yo no soy de destacar, soy más bien discreta -sonríe tímida-. Lo estoy viviendo yo, pero no para que los demás me tengan que valorar. No me creo artista no”.

Aurora Reina reconoce que al coro le falta mucho para llegar a ser el coro que ella quisiera. “Hacen falta muchos matices para que este coro llegara a un término más profesional -admite sin tapujos-. Vamos a decirlo claro; todas las personas que hay en el coro no se toman el mismo interés, cogen las partituras y las guardan y hasta el otro día en el ensayo -se lamenta-. Y claro, así no se puede llegar muy lejos. Hay que darle a esto muchas ganas”, concluye.

María Luisa Páez: “Yo vivo las canciones”

María Luisa Páez sonriente en el escenario

Luisa Páez reconoce que el coro ha sido una auténtica salvación para superar su ceguera

María Luisa Páez, 72 años, siempre se ha considerado una niña normal del barrio de Triana, al otro lado de Sevilla. Ya grandecita, dice, le dejaban ir al centro sola con las amigas, y ya adulta comenzó a trabajar en la consulta de un médico. A los cuarenta comenzaron los problemas con la visión.

“Un día fui a graduarme la vista y me dijeron que tenía la tensión alta. Y ahí empezaron a controlarme. Me operaron en el (hospital) Virgen del Rocío para bajarme la tensión, tuvieron que hacer un trasplante de córnea en un ojo, y así he ido tirando hasta que a los 60 empecé con grandes problemas. Me ponían los tratamientos por vena para que bajara la tensión y cada vez iba a peor. Pero llega un momento en que ya a la vista no se puede hacer nada. Y ese fue mi caso a los 62. Ya se acabó, no veía nada”, relata con un ápice de resignación.

“Fue como entrar en un túnel y en un pozo todos juntos -sigue contando- porque, aunque se espera no te imaginas quedarte sin luz, no controlas nada. Ahora siempre necesito gente, siempre dando la lata porque me tienen que acompañar. Lo pasé bastante mal -sigue contando sin pausa-. Tuve un tiempo que no quería saber nada de nadie, no salía, no hablaba por teléfono, solamente triste”. Hasta que un día su hija, residente en Madrid, se plantó en Sevilla para llevarle a la ONCE. “Yo no voy a ningún lado”, reaccionó. “Te van a ayudar, vamos a probar”, le contestó. Y en la ONCE encontraron el mundo nuevo que abre sus puertas cada vez que alguien pierde la visión y asume su nueva realidad. Allí su capacidad de asombró fue a más, inmersa en el mar de posibilidad que ofrecen los profesionales de los Servicios Sociales de la ONCE para ayudar a adaptarse a esa nueva situación.

Una de las guitarristas del coro

El repertorio del coro incluye sevillanas, rumbas, boleros y villancicos principalmente

“Me tocó una psicóloga fabulosa, Ángela, con mucha experiencia, solo con ella ya se me abrió la mente por completo”, explica. Luego descubrió que los iPhone están preparados para las personas ciegas, que podía apuntarse a los talleres para conocer gente y volver a salir a la calle, tomar algo con nuevas amigas, realizar visitas, ir al programa de Juan y Medio o al de María del Monte en Canal Sur… Y así fue como llegó primero al taller de las sevillanas de Pepe Galán y luego al coro. “Eso me fue animando y más o menos la vida me fue cambiando poquito a poco, a tener ilusión, a comprender que la vida me había cambiado, pero que podía seguir para adelante y, sobre todo, aprender muchas cosas para no quedarme atrás”. Así aprendió también a manejar el bastón, imprescindible para su movilidad y autonomía. “Eso me salvó porque yo no quería el bastón, no quería ni hablar del bastón”, dice ahora. “Tenía la cosa de que me fueran a decir que parecía que había cometido un crimen, que me iban a echar en cara lo que me estaba pasando, y fue al revés, ya la gente veía normal que yo fuera por la calle con el bastón”. 

De pequeña había escuchado mucha copla de Marifé de Triana, Paquita Rico o Juanita Reina, lo que oían su madre y su abuela, aunque ella ha sido siempre más de Victor Manuel, Ana Belén o Sabina, y ahora, dentro del coro, fue donde Luisa descubrió lo mucho que le gusta cantar. Tanto interés les pone a los audios para memorizar las canciones que ya llega a los ensayos sin papeles para conseguir después soltura y seguridad en el escenario.

Otra cantante del grupo

Los componentes del coro se reúnen una vez a la semana en el Centro de Recursos Educativos de la ONCE para sus ensayos

Ahora, los ensayos son parte intocable de su rutina. “Los miércoles que no me digan que tengo que ir a otro sitio que me niego -subraya con énfasis-. El coro para mí es sagrado. Es un aliciente en mi vida porque además me reúno con los compañeros y como cantar me gusta, pues allí me lo paso genial. El coro para mí es todo ahora mismo. Lo paso fabuloso allí”, reconoce. Ella se adapta bien a cualquier repertorio de sevillanas y rumbas, aunque admite que prefiere los villancicos, su debilidad. “A las canciones hay que ponerles sentimiento, no cantarlas de corrido sino vivirlas -proclama-. Y yo las vivo porque me sale así y me gusta mucho”.

María Luisa se reconoce mejor persona desde que ha incorporado a la ONCE a su vida. “Bueno, en general sí, porque al vivir la vida de otra manera te vas dando cuenta de las personas que hay alrededor tuyo o incluso que no te conocen de nada y te echan una mano siempre en todos los sentidos, en animarte. En la calle en cualquier momento cualquier persona te ve y enseguida te ayuda. Eso lo he descubierto yo al quedarme ciega porque antes no echaba cuenta. Claro, la gente había buena y mala, pero yo creo que ahora son todas buenas para mí y en el coro los compañeros mismos son los que ayudan a los que no vemos, porque hay muchos con buenos restos de visión todavía. Y esos son los que nos ayudan a los demás”, comenta.

Como el resto de sus compañeros, también reconoce el sentido terapéutico del coro. “Eso es alegría. Continuamente nos gastamos bromas, charlamos, nos reímos y encontramos en ese día un espacio ahí muy bonito. Yo estoy encantada con el coro”, concluye con la ilusión de ir mejorando cada día. “Yo me lo tomo en serio -afirma-. Para mí el coro es una cosa seria y hay que estar puntuales en los ensayos para que todos empecemos a la vez y no interrumpir si estamos ya cantando -advierte-. Después aprenderse las canciones, por supuesto, porque no es igual leer un papel que poner sentimientos, y esa canción la tienes en la cabeza, eso me parece básico para mejorar el coro”. Y termina con una recomendació para el resto del grupo: “Que estudien y sean formales y que no falten a los ensayos”. 

Javier Alonso, director: “El coro ha mejorado al cien por cien”

Javier Alonso sonriente con su guitarra en el escenario

Javier Alonso director del coro se declara orgulloso por los avances conseguidos con el grupo

A Javier Alonso la música le ha gustado desde pequeño. Estudió Magisterio y siempre Música fue la asignatura en la que conseguía mayor nota. Pronto entraría en un grupo de sevillanas de su pueblo, Constantina, ‘Los de la Sierra’, con los que actuó en las Ferias de las localidades la comarca de la Sierra Norte de Sevilla y siempre era él quien montaba la fiesta en cualquier sarao familiar o de amigos. Ahora, ya jubilado, se dedica al cien por cien de su tiempo a la guitarra, al principio con un grupo de “un poco de rock”, como lo define él, hasta que la afición recondujo la dirección hacia el repertorio de sevillanas y rumbas. Desde hace cuatro años dirige el coro de la Delegación Territorial de la ONCE.

“Es una desorganización tremenda -comienza quejándose-. Es muy difícil dirigir a un grupo de personas ciegas porque tú no puedes señalar con la mano cuando tienen que entrar y he tenido que aplicar una serie de trucos para que esto siga adelante. Y he conseguido bastante -se consuela-, las entradas las hacen un poquito mejor y las letras también. Empezamos con un repertorio de 6 o 7 canciones y tengo un repertorio de 30 o 40 por lo menos y también tenemos la tira de villancicos”, dice finalmente orgulloso.

El director habla de Luisa y Aurora como “las dos perlas del coro” y define el perfil de la agrupación como un coro rociero, aunque no hayan visitado nunca el Rocío. Las sevillanas del Rocío, rumbas y la faceta de campanilleros son el núcleo principal de su repertorio. “El coro de hoy ha mejorado el cien por cien de lo que yo encontré. Ya se han disciplinado, se toman ensayos en serio, en fin, que hemos conseguido bastante”, reconoce.

Alonso tiene la ilusión de poner en marcha una misa que él mismo ha compuesto para el coro

En su faceta de compositor Alonso aspira ahora a que el coro pueda interpretar a lo largo del próximo año una misa por rumbas que ha compuesto. “Lo más complejo de gestionar es que te hagan caso, porque muchas veces el director no es director, es amigo de, y cuando está uno dirigiendo esa faceta cuesta”, admite. A Javier, exigente, perfeccionista, le gustaría que todos los componentes del grupo asumieran con mayor profesionalidad la disciplina que conlleva un coro de estas características y asume con cierta resignación el factor terapéutico que impone la propia idendidad de la agrupación más allá de su calidad artística. “Para ellos por supuesto es un coro terapéutico, como una vía de escape para el que entra a la ONCE”, afirma.

El grupo lo conforman 18 personas, aunque suelen actuar 12 por las bajas ocasionales que se producen. Cuentan con guitarra, caja, bandurria y laúd, pero les falta la flauta para colmar las aspiraciones del director. Cada miércoles ensayan en el salón de actos del Centro de Recursos Educativos de la ONCE en Sevilla y perfilan los repertorios que suelen protagonizar en residencias de mayores, centros de día y de discapacidad, un ámbito en el que se han hecho un hueco propio dentro de su programación. “Estamos deseando que nos llamen de la ONCE”, afirman.

foto de familia del coro

Foto de familia del coro en su última actuación, el pasado 16 de junio en el CRE de la ONCE en Sevilla

Viendo la alegría que despiertan allí donde van, o cómo reacciona su público con la canción del ‘Resistiré’ del Dúo Dinámico, el himno de la pandemia del COVID, resulta obvio que este coro resiste con fuerza a sus propias limitaciones y a su propio fin y cumple de paso sus aspiraciones tanto musicales como terapéuticas.

“Al bailar por sevillanas se me olvidan los pesares. Se me olvidan los pesares al bailar por sevillanas”, canta la letra de la sevillana ‘Baila conmigo’ de Los Requiebros. “Al bailar por sevillanas se me olvidan los disgustos... se me olvidan que he sufrio...”. Parece escrita para el coro de Inma, Aurora y Luisa...

| LUIS GRESA

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