FIRMA INVITADA: José Manuel Román, delegado de Ayuda en Acción en Andalucía

BOLETÍN 203 DICIEMBRE 2025

José Manuel Román, delegado de Ayuda en Acción en Andalucía

   La fuerza inesperada de la solidaridad: la tuya   

Tú, yo y absolutamente todas las personas de este mundo necesitamos o vamos a requerir de SOLIDARIDAD, porque es obvio que hay sociedades, situaciones injustas o momentos en la vida que nos dejan sin aire, sin fuerzas, sin recursos. Es el tiempo en el que por muy fuertes que seamos, algo se rompe en nuestra vida y además en muchos casos se hace en silencio. 

Trabajo desde hace 21 años en Ayuda en Acción y vivo con intensidad esa maravillosa frase que tanto utilizo de Eduardo Galeano “mucha gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, puede cambiar el mundo”, cuando en realidad somos a nosotros mismos quiénes estamos cambiando, precisamente, hacia la versión más humana que podemos tener: el de ayudar o contribuir. Porque esa acción o conducta de empatía, de ponerse en la piel del otro, de acercarte a su realidad o sufrimiento, es el valor máximo de mayor conciencia individual convertida en colectiva que se puede tener. 

Podemos pensar que cambiar el mundo o contribuir a ello, es un asunto reservado a grandes discursos, decisiones políticas o gestos extraordinarios. Pero no, ni mucho menos, es algo mucho más sencillo y casi diría que ingenuo, hasta que una experiencia concreta nos revela su verdad y sobre todo su fuerza. Así por ejemplo lo habló una de las representantes de las víctimas del desastre de la DANA en Valencia, que en medio del sufrimiento “habían descubierto la verdadera fuerza de la solidaridad”, tras apreciar la cantidad de personas ayudando y siendo más humanos que nunca. Así lo vivimos en Sevilla, en el concierto benéfico celebrado en el Maestranza el pasado 9 de noviembre con un teatro lleno de almas que nos decían: “estamos aquí, estamos a vuestro lado”. Y son gestos, acciones que sin duda son capaces de reconstruir a una persona, incluso diría que a toda una sociedad por dentro. Afortunadamente, por mi trabajo, conozco muchas experiencias e historias a las que se refiere Galeano en su frase. 

La solidaridad es un descubrimiento que puede nacer de la fragilidad. Cuando la vida nos hace vulnerables, nos enseña también quiénes son esos seres que se acercan sin miedo a nuestras grietas. Yo he vivido una enfermedad en la que mi propia vida se me hizo cuesta arriba, cuando incluso hablar o moverme me parecía un esfuerzo inmenso. Necesitaba a gritos de esa ayuda, acogerme a las manos tendidas, al amor para salir de aquel infierno. Y llegaron personas increíbles, porque lo son: familiares, amigos, desconocidos que, con un gesto, una actuación o sin darse cuenta me ayudaban.  
Con el tiempo comprendes que la solidaridad es un puente que se construye con pequeños actos y de verdad muy simples. No requiere de heroicidades. A veces es meramente acompañar. A veces es escuchar. Otras, hacer un espacio para que el otro respire. Y, curiosamente, en esos actos en los que creemos dar, también recibimos. Porque la solidaridad nos recuerda que no estamos tan solos como pensamos.

Hoy sé que la solidaridad tiene una fuerza inesperada: transforma. No solo al que la recibe, también al que la ofrece. Te abre los ojos, te ensancha el corazón, te hace más consciente del sufrimiento ajeno y del propio, te amplia el conocimiento. Te devuelve la fe, no solo en las personas, sino en la posibilidad de un mundo más amable.

Y sí, puedes pensar que ese tipo de presencia no salve el mundo entero, pero salva el tuyo y eso es más que suficiente.


José Manuel Román
Delegado de Ayuda en Acción en Andalucía

 

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