La fortuna de Las Tres Mil
El paisaje de Las Tres Mil Viviendas de Sevilla es el de un espacio urbano vacío, desnudo y casi muerto. Con calles desiertas de peatones, autobuses que cruzan sin pasajeros, edificios sin cerramientos, inacabados, al aire, montones de basura en las esquinas y abundante ropa tendida como principal signo de rutina. Solo el único pasaje comercial del barrio parece atraer el movimiento de personas. Como si la vida girara en torno ahí. Alrededor del quiosco de prensa que hay fuera, las entradas y salidas de la compra, el café, la charla con los vendedores de la ONCE que, con sus chalecos verdes y amarillos, arrojan un remanso de color y paz a una estampa más propia del blanco y negro. En el barrio más pobre de España, los vendedores ejercen, más que en ningún otro sitio, de auténticos centinelas de la ilusión. Mientras tanto, en las esquinas, algunos deambulan para alertar a los suyos de la posible presencia policial. Las miradas delatan. Los silencios también.
La fortuna de Las Tres Mil
Hoy nos adentramos en el barrio más pobre de España, Las Tres Mil Viviendas, en el Polígono Sur de Sevilla. Reconocido como uno de los principales focos del tráfico de droga de la capital andaluza y escenario frecuente de graves sucesos, redadas policiales, reyertas, persecuciones, incautaciones y tiroteos que conmocionan a la ciudad cada vez que ocurren. Nos adentramos en su realidad cotidiana desde una perspectiva muy peculiar, la de los vendedores de la ONCE, que desmontan y desmienten con su testimonio, la leyenda que rodea a Las Tres Mil. Son portadores de fortuna en el barrio con menos fortuna, ahí donde habita el olvido y la marginación. Este es su relato. Esta es su visión.
David Pavón: “Hay más ruido de lo que es”
David Pavón se ha criado en Las Tres Mil. Toda su vida ha transcurrido en la calle y a sus 46 años no recuerda haber tenido el menor roce con nadie. “Yo he ido a lo mío y nadie se ha metido conmigo -resume gráficamente-. Aquí hay de todo, pero yo me llevo bien con todos, me conoce todo el mundo, vendo bien, no tengo problema ninguno”, asegura. Llegó hasta 6º de EGB y tuvo que dejar los estudios para ayudar a su madre vendiendo fruta en una tiendecita de alimentación del barrio.
Con un 33% de discapacidad, echó los papeles a la ONCE, como dice, y entró en la venta “por suerte” hace ya ocho años. Su ruta de venta comienza por Las Letanías, continúa por La Oliva y acaba en Las Tres Mil Viviendas. “Voy andando y me van parando con los coches y toó”, comenta. “Yo no me meto con nadie y nadie se mete conmigo”, dice. Parece una ley no escrita. “Yo respeto, respétame”, reza en el grafiti de una pared coloreada a pocos metros. “Aquí hay de todo, hay gente buena, gente mala”, insiste.
David piensa que hay mucha leyenda en torno a Las Tres Mil. “Hay más ruido de lo que verdaderamente es, no es como lo pintan tanto en la tele y en la radio. Yo me he criado ahí y es un barrio normal y corriente. ¿Que habrá de todo? No digo que no. Pero si vas a tu rollo nadie se mete contigo. Hay gente humilde, mucha pobreza, cada uno se busca la vida como puede y nadie se mete en la mía, que es lo mejor, pasar de todo el mundo”, opina. David tiene su clientela fija, muchas personas mayores y mujeres, sobre todo. “La gente me mira con cariño”, matiza con orgullo. “Si me cambian de barrio me partirían por la mitad porque la venta donde la hago es aquí, lo sabe todo el mundo. A mí se me da muy bien en el barrio, no lo cambiaría por la calle San Jacinto (en Triana) porque aquí todo el mundo me busca”.
"No es como lo pintan tanto en la tele y en la radio", dice David Pavón
A su juicio el principal problema de Las Tres Mil ahora mismo es la luz “que se va a cada instante”. ¿La droga? “Tú sabes, eso lo hay en todos los sitios, pero la fama es siempre las Tres Mil y eso lo hay en todos los lados”, responde. Y enseguida se queja de lo mal que están los bloques –“habría que reformarlos enteros” y las aceras. También le preocupa la soledad de las personas mayores. “Se ven muy solitas y se abren más con uno, entablas conversación y me da mucha lástima que se vean solas. Te cogen cariño, hacen migas contigo y me llevo muy bien con ellas”.
En su opinión, la clave del éxito para triunfar como vendedor de la ONCE está en el respeto. “Mucha claridad -destaca-, mucha virtud y mucho respeto a las personas, con eso me va divinamente en el barrio”.
En los días de máxima tensión vecinal, David asegura no tener miedo. “Miedo no -puntualiza-. Cuando se escuchan disparos mejor salir corriendo hacia otro lado. Me mantengo un poquito y si no cambio a otro punto. Yo no desaparezco. Que están aquí liados, me voy para arriba, sino para abajo, y vuelvo cuando no están”, relata.
El vendedor lamenta que el sevillano no se atreva a pasear por Las Tres Mil. “Pero es más la mala fama que otra cosa. Tampoco es que vayan a matar a nadie, hay de todo como en todos los lados, lo que pasa es que la fama la tienen Las Tres Mil, como siempre. Las personas hablamos mucho”.
Nicolás Piza: “Esto sigue siendo un gueto”
Nicolás Piza ha cumplido 15 años como vendedor de la ONCE y siempre en Las Tres Mil. “Nosotros damos la fortuna, por lo menos llevamos la esperanza de que toque algo, de salir un tiempecito de la pobreza y darse un gusto”, afirma. “Aquí hay mucha gente trabajadora, muy de a pie, gente que llegan a cobrar los 900 o 1000 euros y claro que si es una ilusión para todos”, afirma de entrada.
Nicolás Piza vendiendo en CencoSur, 'la plaza' de Las Tres Mil
Como el resto de los vendedores que cubren la zona, Nicolás considera que hay mucha leyenda falsa en torno a la vida en Las Tres Mil Viviendas. “Mucha no, muchísima exageración, tremenda -subraya-. Es verdad que, como todos los barrios, tiene sus cosas malas, pero tiene muchas buenas. Me da mucho coraje las entrevistas que sacan en televisión porque solo dan el foco malo. Lo magnifican todo mucho. Y aquí hay gente muy buena, muy sencilla y muy abierta, ¡gente maravillosa en el barrio hombre!”.
Orgulloso de ser gitano, Nicolás Piza cree firmemente que hay más racismo en cualquier otro barrio de Sevilla que en Las Tres Mil. “Aquí lo hay de toda la vida y eso va a existir toda la vida -sostiene-. Pero fuera de aquí, que no se conoce, pues mucho más”.
Nicolás tiene su punto de venta instalado en uno de los cruces del pasaje comercial de CencoSur, a donde acude la gran mayoría del barrio para comprar fruta y carne, algo de ropa y algún que otro pequeño electrodoméstico. No hay más tiendas en los alrededores y sea cual sea el destino de cada uno, el centro tiene un efecto imán para todos los vecinos.
Piza pide a las administraciones que presten más atención al barrio
“Esto empezó como un gueto en los años 70 -explica-. Hoy día es un sitio privilegiado de Sevilla, pero en aquel tiempo, cuando Franco dio todo esto, era un sitio apartado de Sevilla y toda la pobreza del centro la quitó de allí y la metió aquí. Y en 2023 sigue siendo un gueto, hay muy pocas oportunidades -lamenta- Hay un problema de absentismo escolar enorme, y debido a eso luego las posibilidades de salir adelante trabajando son más complicadas. Bueno, vamos luchando cada día, aquí se vive el día a día”.
A juicio de Nicolás Piza, falla la atención al ciudadano tanto del Ayuntamiento de Sevilla como de la Junta de Andalucía o el Gobierno Central para dar salida a los problemas del barrio “que tenemos muchos y parece que los miran de lado”, denuncia. En su opinión, el Comisionado para el Polígono Sur trabaja, “pero no lo suficiente”. “Esto es de cara al público para que vean que se está haciendo algo, pero no sirve para nada. Ni están haciendo nada. A mí nadie me ha preguntado qué haría yo en el barrio”, comenta. “Yo les diría que prestaran atención a todos los problemas del barrio; absentismo, problemas de trabajo, problemas de droga, muchísimos”. A pesar de las dificultades Nicolás no cree que tenga más valor que cualquier otro vendedor de la ONCE en cualquier otro barrio de Sevilla. “Ser vendedor de la ONCE no es un acto de supervivencia, ni heroicidad. Ser vendedor aquí en el barrio es como serlo en cualquier sitio, ni más, ni menos”, concluye.
Basilio Salazar: “Es mentira todo”
A Basilio Salazar, 44 años, hijo de Las Vegas, el corazón de Las Tres Mil, y gitano como Nicolás, entrar en la ONCE como vendedor le cambió la vida. Un cambio radical, reconoce. Antes se ganaba la vida pidiendo de mesa en mesa por el centro de la capital andaluza para poder dar de comer a sus dos hijos. Ahora se declara feliz de compartir su jornada laboral entre sus clientes y vecinos. “Trabajando ya tienes la vida más o menos resuelta”, dice orgulloso.
"El problema que hay es que por dos o tres ya pagamos todos", sostiene Basilio Salazar
Con problemas de movilidad en sus dos piernas y también en su grado de audición, Basilio reconoce que el ambiente de la calle en Las Tres Mil era “un poquito más duro” hace unos años. “Ahora está la cosa muy calma, puedes entrar y salir que no pasa nada. La gente una cosita chiquita la ponen muy grande -se queja-, pero a la hora de la verdad es mentira todo, nunca he tenido problemas vendiendo. En todos los barrios es igual, aquí cada uno se busca la vida como puede, pero la vida aquí es un poco dura”, admite.
A las administraciones les pediría “que arreglen el barrio que lo tienen abandonao”. “Los bloques están hechos una mierda están todos destrozados, y que les den la vivienda a las personas que de verdad les hace falta”, añade. A su juicio, la droga sí es un problema en el barrio. “Que la quiten del medio con más presencia policial -apunta sin reservas-. Yo me siento seguro porque conozco al personal del barrio, pero el que no lo conozca está siempre acojonao. Aquí hay mucha gente trabajadora, el problema que hay es que por dos o tres ya pagamos toos”.
“Para tener éxito como vendedor hay que tener un poquito de arte", afirma Basilio
Basilio ha vivido ya varias redadas policiales en la zona. “Los mismos policías me han dicho: "Vete tú para otro lado y cuando terminemos te vienes". La misma policía te avisa”, cuenta con naturalidad. Basilio cree que barrios supuestamente iconos de la ciudad como Los Remedios o Triana son más excluyentes que Las Tres Mil y defiende con pasión a los suyos. “¡Mi clientela es buena coño! Tengo una buena relación”, asegura. “Para tener éxito como vendedor hay que tener un poquito de arte -resume- y llevarte bien con la gente. Como vayas vendiendo desaborío no vendes, tienes que ser con un poquito de alegría y darle alegría a la gente”. “¿Qué le diría a un vecino de Sevilla? Que lo que dicen de aquí es todo mentira”, zanja contundente.
Juan Rodríguez: “Somos como amigos”
Otro hijo del barrio, Juan Rodríguez, cumplirá en junio diez años como vendedor de la ONCE, siempre en el Polígono Sur. A diario cubre la ruta de La Oliva, Las Letanías y Las Tres Mil Viviendas y el pasado 12 de enero repartió 745.000 euros entre ocho vecinos de la zona. “De tanto tiempo somos como amigos”, explica.
Para Juan Rodríguez vender en Las Tres Mil es igual que en cualquier otro barrio de Sevilla
Juan comparte la opinión de sus compañeros y considera que la imagen que Las Tres Mil proyecta al resto de la ciudad no se ajusta a la verdad. “Yo creo que lo que se comenta no es la auténtica realidad -comenta junto a un puesto de venta de fruta ambulante-. Yo llevo diez años entrando ahí, hasta con el bolso abierto, y a mí nunca me han hecho daño, ni me han robado ni ná. El trato con la gente de Las Tres Mil es como con cualquier otro. La diferencia en la clase de personas no lo noto”, afirma.
Juan Rodríguez considera que lo mejor de su trabajo como vendedor es "el trato con la gente"
“Este es un barrio humilde, con gente trabajadora, obrera, y un premio se vive con mucha alegría -reconoce el vendedor-. Los días después de la venta a las 11:30 horas estoy sin cupones”. A Juan no se le ocurre ninguna respuesta a la pregunta qué es lo peor de Las Tres Mil. “Yo estoy encantado con este barrio. ¿Lo peor? No puedo decir nada. Lo mejor es el trato con la gente. Yo estoy encantado. Es como si fuera un pequeño pueblo, estoy contento con el personal”, resume con una sonrisa.
Rafael Llopis: “La clave es ver, oír y callar”
Rafael Llopis es otro de los vendedores de la ONCE que ha llevado fortuna a Las Tres Mil, nada menos que 1.050.000 euros en el Sorteo Extra de Verano del pasado año que repartió entre vecinos de la zona y clientes de un local comercial. No es del barrio, pero como si lo fuera, porque allí es todo un personaje. No solo por su aspecto, tan cuidadoso en su imagen personal que contrasta vivamente con el entorno, sino porque recorre piso por piso, bloque a bloque, uno a uno, los portales de 120 viviendas a los que reparte todas las tardes, de lunes a viernes, su cuponcito. Se conoce los nombres de todos los inquilinos, y los de sus hijos, y a él todos le llaman cariñosamente 'el Rafa'. Cuando el portal no abre, mete el cupón por debajo de la puerta y lo apunta en la lista del debe, que siempre se acaba pagando. A Rafa le saludan todos cuando cruza veloz las plazoletas de los bloques de colores -cada una el suyo- donde se concentra la vida y la suerte por las tardes entre el griterío de la chiquillería y el paso paciente del tiempo.
Afiliado a la ONCE y vendedor desde enero de 2022, Llopis ha cambiado la ropa interior que ha estado vendiendo durante 17 años en un comercio, por los productos de lotería de la ONCE. Vende por las mañanas en Felipe II y por las tardes en Las Tres Mil, aunque ha pedido a sus jefes que le dejen fijo en allí todo el día.
“Vender en Las Tres Mil es como en otro barrio cualquiera con la particularidad de que tú tienes que tener en cuenta de no meterte donde no debes, ni hablar lo que no debes. Ver, oír y callar. Tú eres un trabajador de la ONCE, no eres un policía”, comenta después de charlar un rato con Loli, una de sus clientas habituales.
Rafa Llopis se recorre piso a piso, bloque a bloque, 120 viviendas para dejar su cupón cada día
“A mí me hace mucha falta porque tengo a los niños paraos, pero como me toque le haría un pedacito de regalito porque se lo merece porque es un luchador -le dice Loli a Rafa-. La ONCE es una cosa maravillosa porque muchas personas discapacitadas tienen su trabajito y su dinerito todos los meses. La ONCE quita todo el sentío, porque estamos en Sevilla”, se ríe con desparpajo.
Llopis observa que la diferencia de la realidad social de un barrio como Felipe II con Las Tres Mil es “abismal” pero también lamenta la imagen que, a su juicio, se ha ido labrando en torno a esta zona tan marginal de Sevilla. “Hay muchas cosas que son reales, pero son gente muy honrada que se dedica a su trabajo. Y cuando se da un premio aquí nos sentimos muy orgullosos porque se reparte dinero a gente que lo necesita. Mi trabajo es vender. Y la gente que se dedica a lo que se dedique no me interesa”.
Por eso cree que, en esta Sevilla olvidada, los vendedores de la ONCE ejercen de centinelas de la ilusión más que en ningún otro lugar. “Aquí se hace más real el eslogan de la ONCE, aquí se hace realidad”, dice. “Que sea un barrio marginal no quiere decir que no tenga que tener papeleras, ni contenedores, ni que el Ayuntamiento se olvide del barrio”, se queja. “Sevilla vive de espaldas a Las Tres Mil por el miedo. ¡Y no hay tanto miedo eh! Ni pasa nada y la gente es buena y te ayuda, colabora contigo. Yo he visto conflictos, pero no como no es tanto como la gente habla. Este es un barrio excluido de la sociedad, dejado de la mano de Dios”.
En su opinión, la clave para ser un buen vendedor de la ONCE en Las Tres Mil se reduce a la ecuación “ver, oír y callar”. “Y luego hacer tu trabajo que es vender tus productos diariamente. No tiene más”. Rafa, que es vecino del Tiro de Línea, ya no quiere salir de Las Tres Mil. “Aquí me siento respetado. Siento que me he ganado el respeto del barrio y eso es de admirar”, concluye.
Jaime Bretón: "Los vendedores aportan esperanza"
El conjunto de barrios que conforman el Polígono Sur de Sevilla ocupa una superficie de 145 hectáreas con una población aproximada de 40.000 personas, superior a la de ciudades como Teruel o Soria. La nueva edición de los indicadores urbanos del Instituto Nacional de Estadística, enmarcados en el proyecto europeo Urban Audit sobre las condiciones de vida en las ciudades de la Unión Europea, sitúa al Polígono Sur como el barrio más pobre de España por cuarto año consecutivo en este ranking, con una renta anual media de 5.112 euros por habitante.
Algunos parámetros oficialmente reconocidos avalan esa realidad; el 20% de la población vive en riesgo severo de pobreza, el absentismo escolar supera el 25%, el analfabetismo roza el 30%, las condiciones de hacinamiento y carencia de infraestructuras en materia de vivienda saltan a la vista y las conductas delictivas, la delincuencia organizada y el tráfico de drogas forman parte de una rutina urbana que genera inseguridad alta entre familias, en su mayoría desestructuradas, que viven marcadas por una grave desintegración social.
Jaime Bretón considera que los vendedores de la ONCE aportan normalidad al barrio
Con ese perfil social, el Comisionado para el Polígono Sur, Jaime Bretón, sostiene que la presencia de los vendedores de la ONCE en una de las zonas más desfavorecidas de España transmiten un mensaje de normalidad muy beneficioso para el conjunto de la población.
“Los vendedores de la ONCE aportan normalidad en unos barrios donde es difícil encontrar comercios, tiendas que en cualquier zona las tenemos -afirma Jaime Bretón-. Es de agradecer que la ONCE no haya puesto una barrera como han hecho otras empresas de distribución, paquetería, mensajería o entrega de pedidos entre otras. Pero lo que más aportan -concluye- es esperanza a unos barrios tan necesitados de esperanza. Hay mucha gente buena que necesita levantarse cada día con la ilusión de una vida mejor. Y eso se lo proporciona la ONCE todos los días”.
El Comisionado para el Polígono Sur, que integran técnicos de las tres administraciones -local, autonómica y central-, cumplirá el próximo mes de octubre 20 años tratando de revertir la historia de un fracaso colectivo, intentando sacar de la marginación a una parte de la ciudad que parece condenada al abismo y luchando por una transformación social que no termina de llegar nunca.
| LUIS GRESA
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