EN PRIMERA PERSONA: José Andrés Parra, psicopedagogo

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Entrevista a José Andrés Parra, psicopedagogo

Con tres años tenía ya 18 dioptrías, aunque llevar gafas de culo de vaso no le planteó ningún problema de niño. Ninguno que le marcara al menos. Luego quiso ser periodista, y ahí la falta de visión se la jugó y torció su destino hacia el Magisterio y la Psicopedagogía. Durante más de 25 años ha estado entregado a la Educación Especial y ahora, ya jubilado, observa la vida con el orgullo de haber sido un buen profesor y haber dejado huella entre sus alumnos. A José Andrés Parra (Úbeda, Jaén, 1969) no le gusta hacia dónde va esta sociedad, pero su sentido crítico de la vida no empaña su entusiasmo y vitalidad por seguir conociendo, aprendiendo y compartiendo.

  “Nos estamos deshumanizando”  

¿Diría que tuvo una infancia feliz? 

Sí, sí, yo creo que sí. Fue una infancia feliz. No me sobraba nada, pero tampoco me faltaba. Soy de una familia normal, humilde, sencilla, buena, trabajadora, el tercero de cinco hermanos y el único con problemas de visión. Mis padres tampoco.

¿Qué pasó?

Hasta los tres años no descubrieron que tenía una miopía magna. Ellos veían que me acercaba mucho a la televisión. Que me la tragaba. Hasta que una tía mía de Granada decidió que había que llevar al niño a un oftalmólogo que ella conocía. Tenía 18 dioptrías con tres años. No fue agradable en un niño tan pequeño que tenga esas gafas tan horrorosas, estéticamente muy feas, con culo de vaso. Eran unas gafas súper gruesas.

¿Eso le causó algún problema en la infancia o en la adolescencia? 

Hombre, eso siempre es un motivo de mofa. Gafitas cuatro ojos, capitán de los piojos, eso no te lo quitaba nadie. Pero yo creo, echando una vista hacia atrás, que no lo he llevado tan mal. Esas cosas las he encajado bien. Pero agradable no es. Porque yo no me veía discapacitado, veía con mis gafas perfectamente. Después he sido más presumido. Cuando fui consciente de lo importante que era el problema de tener tantas dioptrías, que ya tenía veintitantos, fue cuando terminé COU y decidí estudiar una carrera. Yo quería ser periodista. Esa era la profesión que me hubiera encantado ejercer. Me encantaba el Periodismo. Me encantaba Jesús Hermida y yo lo emulaba él. Pero el oculista sugirió que no estudiara Periodismo porque el niño tenía una miopía muy desarrollada. Empecé Biblioteconomía y Documentación, pero no me gustó nada y no duré ni un mes, y me cambié a Magisterio en Granada, luego el último año me vine a Jaén, por Educación Infantil. Continúe estudiando Psicopedagogía en la Universidad de Jaén. Y cuando terminé hice las oposiciones por la especialidad de Pedagogía Terapéutica. Supongo que inconscientemente iba fraguando esa empatía hacia las personas con discapacidad o con necesidades educativas especiales.

No ha sentido el acoso escolar de cerca.

No.

¿Y a la inversa? ¿Por el hecho de ser un profesor con una discapacidad, le ha generado algún problema con sus alumnos? 

No tengo que decirte que eso tampoco, porque cuando se complicó la situación visual, que hasta el 2014 no ocurrió, he llevado una vida normal. No necesitaba lupas ni nada. Con mis gafas me defendía perfectamente. Cuando entré en la ONCE en 2014 era porque la situación era irreversible y era difícil, me tropezaba con la silla, con las mesas y los niños, pero que yo fuera consciente, nunca he visto a un niño reírse de mí, justo lo contrario, ayudarme más bien.

¿Diría que le ha condicionado mucho la vida? 

Toda, todo, sí, desde tener una profesión que no es la que tú has elegido, aunque he sido muy feliz en la enseñanza. He disfrutado muchísimo con los alumnos y con mis compañeros. Soy una persona muy sociable. Creo que eso fue un accidente, pero bendito accidente. Igual a lo mejor en Periodismo no hubiera sido tan feliz.

¿Cómo fue el profesor Parra? ¿Cómo fue usted como profesor? 

Creo que como padre un poco. Exigente. No tan afable como como creo que parezco y soy fuera del del aula, hasta que ya conoces el grupo, entonces también creo que soy muy empático. Y luego he trabajado con niños con necesidades educativas, especiales, niños absolutamente normales, pero que les cuesta su trabajo y tenías que regularte también. Luego me pasaba porque no llegaba a ser su amigo, pero ya había demasiado sintonía. Así ha sido un poco de cal y otro y un poco de arena. 

“Todos tenemos que dar lo mejor de nosotros a los demás”

Parra en el interior del Hospital de Santiago

Parra aboga porque seamos menos egoístas, más generosos y que tengamos más los pies en la tierra

¿Cree que ha dejado huella en tus alumnos?

Pues yo creo que sí, en algunos alumnos sí y en algunos compañeros creo que también. Soy una persona seria, formal, que se esforzaba en que sus alumnos aprendieran. Aprendieran a aprender los conocimientos que en esa etapa les correspondía adquirir. Y adquirieran también los conceptos, la base para ser también muy buenas personas para que cuando se insertaran en la sociedad, en el mundo laboral -es muy importante conseguir aprobar curso tras curso, ser autónomo mediante una profesión que tú elijas-, pero es muy importante saber que formamos parte todos de una sociedad en la que tenemos que dar lo mejor de todos. Todos vivimos en una sociedad y todos tenemos que dar lo mejor de nosotros mismos, no para nosotros mismos sino para los demás. Yo creo que tienen el concepto de que fui buen profesor y una buena persona.

Concibe la enseñanza como una vocación de entrega de servicio a los demás. 

Sí, claro. Yo creo que cualquier profesión debería tener esa entrega y esa pasión. Si tú no transmites conciencia, si no te crees realmente que lo que estás haciendo es maravilloso y es fundamental no merece la pena. Tienes que transmitirles que es esencial lo que tú les estás enseñando para su vida. 

¿Usted que ha aprendido en todos estos años trabajando en la Educación Especial?

Pues lo que yo he aprendido es lo importante que es que te comprendan, que seamos menos egoístas, más generosos, que tengamos más los pies en la tierra. Lo importante que es la inclusión de cualquier persona, no solamente con la discapacidad, porque en un aula hay mucha más diversidad del alumnado, no solamente por su característica física o sensorial o funcional, sino porque vienen de familias desestructuradas, o de unos padres y madres diferentes que no se ajustan al modelo tradicional, o de diferente razas, entonces, concebir, integrar esa capacidad que poco a poco estamos adquiriendo de integrar y aceptarnos y respetarnos en nuestra diversidad y en nuestra pluralidad, pues eso es lo que yo he aprendido.

¿Por qué cree que cuesta tanto reconocer la diversidad y respetar la diferencia? 

Pues porque tenemos unos patrones. Mire este Hospital de Santiago (donde se realiza la entrevista), que hoy es centro de exposiciones de Úbeda, se construyó hace cinco siglos para personas enfermas, terminales, leprosos. Tenemos muchos prejuicios todavía, igual pensamos que se nos va a contagiar estar ciegos o estar sordos o ser autista, fundamentalmente por los prejuicios. Y en la vida estamos todos expuestos a tener cualquier problema. Entonces creo que tenemos que normalizar los problemas, afrontarlos, aceptarlos y respetarlos, los propios y los ajenos. 

¿Usted cree que la sociedad progresa adecuadamente? 

A mí no me gusta por dónde va la sociedad, no me gusta nada. Yo comprendo que la tecnología haya avanzado de esa forma de la que todos lo estamos viviendo. De una forma tan así, tan grande, tan exponencial que no es proporcional, yo creo. Y no me gusta cómo avanza, porque creo que nos estamos deshumanizando. Y para mí, si no se usa bien la tecnología todo este mundo digital en las que estamos inmersos todos y todas, si eso no se gestiona bien, desde las relaciones de la propia familia, de un padre con un hijo, de un hermano con un hermano, de un amigo con un amigo, para mí es que es muy importante las relaciones sociales de siempre, creo que es fundamental. Si tú compartes tus problemas o tus alegrías, todo sería mucho más fácil. Y eso ahora yo veo que cada vez ocurre menos. Yo creo que estamos enamorados de nuestro móvil, de nuestro ordenador, de nuestro mail. A mí me encantaba viajar y me sigue gustando mucho ir en tren porque siempre aprendía algo o me enriquecía, me gustaba encontrarme esas experiencias de hablar con diferentes personas en el trayecto y eso ahora ya no ocurre con los móviles y con las tablets.

“Aprender a pensar es esencial en la vida”

José Andrés Parra entre dos columnas

Frente a la crispación, José Andrés Parra propone leer más, ejercicios de humildad y cultivar la paciencia

Frente a la hiperacción, la hiperactividad, la falta de rigor, la crispación, la radicalidad ¿qué propone?

Pues propongo leer más, ejercicios de humildad, de tranquilizarnos, de contar hasta 10. Cultivar un poco más la paciencia. Yo creo que sería fundamental en todos los aspectos de la vida, en los familiares, en los políticos, en el ser pacientes. Ser pacientes para ver la vida, como es, para hacer una crítica o una valoración y para tomar decisiones. Somos demasiado viscerales muchas veces en la toma de decisiones. Y, sobre todo, muy importante, humildad. Vemos siempre a lo mejor los prejuicios o los problemas o los defectos en los demás y no los vemos en nosotros. 

Decía Kant que nos atreviéramos a pensar. Igual no nos han enseñado a pensar críticamente. 

Eso es muy importante sí. Y yo creo que ahora menos todavía. Si está genial lo de la digitalización, si es maravilloso que se haya instalado en el aula, pero es que hay niños que se frustran inmediatamente si no le sale cualquier operación o cualquier ejercicio, cualquier actividad. Es que aprender a pensar es esencial en la vida. Has dado en el clic. La Filosofía tendría que estar en los colegios mucho antes de lo que está. Enseñar a un niño a pensar a afrontar sus problemas, a tener ese espíritu reflexivo, crítico, le ayudaría muchísimo desde siempre. ¿Eso cómo se enseña? Quizás a lo mejor enseñándole a los niños esa disciplina de la Filosofía.

Un modelo educativo que se basa más en memorizar que en razonar ¿está condenado al fracaso? 

Yo creo que la memoria es muy importante, ayuda a retener la información, a asociar lo que los conocimientos que tienes. En nuestro país se le da mucha importancia a la teoría y en base a eso salen niños matrícula de honor porque tienen una memoria privilegiada o porque tienen una inteligencia también. Pero seguro que hay muchos niños que cuando se inserta ya en el mundo laboral, como no han tenido nada más que la experiencia teórica, pues a veces se frustran también porque no han ido intercalando la teoría con la práctica.

¿Por qué cree que España ha sido incapaz de consensuar un modelo educativo estable en el tiempo? 

Una de las cosas que yo estaba más cansado cuando era maestro era precisamente eso. Los de derechas te ponen uno y cuando vienen los de izquierdas te ponen el suyo y es un mareo. Pero al final terminamos en lo mismo; mucho papeleo que no le deja al docente prácticamente ejercer su profesión porque están inundados de papeleo y de burocracia. Yo creo que eso se traduce en un hastío y un cansancio.

¿Alguna reflexión crítica sobre el papel de los padres en la enseñanza de sus hijos de sus hijos? 

Yo creo que en estos tiempos estamos sobreprotegiendo, parece que queremos más a nuestros hijos. Y todo se traduce a la mínima en maltrato y en acoso. Los padres no lo ponen fácil, no lo hacemos bien protegiendo de esa manera.

¿Cómo se transmite el amor por la Lengua y la Literatura?

Para comunicarte es esencial saber hablar bien, comprender lo que leas, lo que escuches. No solamente se trata de unir un sujeto y un predicado. A mí me gusta mucho leer y escuchar música. Creo que un libro maravilloso, como una obra de música maravillosa, es lo que me más me puede emocionar. A mí me encanta escuchar una persona que se expresa bien y habla bien a nivel coloquial y me emociona cuando leo un libro bonito.

Apelando a su inquietud periodística, ¿usted sufre mucho la actualidad?

Sí sufro bastante. Sufro mucho la actualidad. Lo hechos de la realidad, no es agradable ponerte a las 3 de la tarde que estás comiendo o cuando vas a cenar, y escuchar todo lo que está ocurriendo en tu país o en el resto del mundo. No es agradable saber que en el 2024 seguimos en guerra, que persista la violencia, sobre todo hacia las mujeres, que a pesar de que hay tanta riqueza en el mundo. haya gente todavía y países y sociedades que mueren de hambre y de enfermedades. Y, sobre todo, que hay gente que lo está pasando muy mal y no sé si la política hasta qué punto es consciente de eso, porque es que el nivel político lo también lo veo muy crispado.

“La ONCE me ha enseñado a ver los problemas con optimismo”

Parra junto a un cuadro de la pintora ubetense Ana Marín en el Centro Cultural Hospital de Santiago

Parra junto a un cuadro de la pintora ubetense Ana Marín en el Centro Cultural Hospital de Santiago

Hay un exceso de radicalidad.

De radicalidad, de imponer su razón y su criterio, de darnos lecciones de moral, de ejemplaridad. La injusticia que veo y la tomadura de pelo que veo en nuestros políticos me parece indignante. ¿Cómo puedes escuchar a un político y decir tal cosa hoy ya la mañana siguiente decir lo contrario? Y lo usan encima para que para engañar a sus fieles y sus seguidores.

¿Vive al margen de las redes sociales? 

No. Bueno, solo tengo Instagram porque lo veo muy accesible.

Dígame algo bueno de las redes. 

Bueno, me divierten, me entretienen, pero no son esenciales para mí. Hay muchísimo postureo en las redes. 

Uno de cada cuatro jóvenes asegura sentirse solo según un informe de Fundación ONCE y Ayuda en Acción publicado recientemente. ¿Qué cree que falla?

Eso es muy triste. Pues falla empatía, falla, generosidad. Sobra mucho egoísmo. Falla amor. Y no solamente del entorno un poco más alejado, a veces falla todo eso que te he dicho, esa generosidad, esa empatía, esa necesidad que debíamos de tener todos, también por ayudar al más débil, falla eso. Eso a veces lo veo en las propias familias. Eso es lo más triste, que un hijo se olvide de un padre o una madre que tiene problemas.

¿Por qué se hizo voluntario de la ONCE? 

Justo por lo que me has preguntado. Porque si de alguna manera yo podía ayudar a alguien por eso lo decidí, por ayudar.

¿Como voluntario recibe más que da?

Si, sí. Para mí es una satisfacción. Hoy, por ejemplo, he ido a buscar a Melchor, un nombre mayor que tiene 82 años, ciego total, vive solo y su hombre me da cada día que hablo con él para mi es una lección, esa capacidad que tiene ese señor para vivir solo, ciego completamente en una casa con cuatro tramos de escaleras y que él se lo hace absolutamente todo. Se levanta solo, duerme solo. Hay otras personas que se regodean en la pena, en la tristeza de tener un problema, y creo que eso no es sano ni persona ni para los demás. 

¿Le asusta la idea de quedarse ciego? 

Si. Más que asustarme, más que miedo, me produce mucha tristeza. Es que eso ya lo viví, porque cuando en el 2017 me dijo el oftalmólogo que tenía que buscar un alguien que me pudiera operar porque si no más pronto que tarde iba a perder la poca visión que me quedaba del otro ojo, el ojo derecho. Era una operación muy difícil. Ir a una operación pensando que si sale mal ya no vas a ver la cara de tu hijo, ni de tus padres, ni de tu mujer, ni de las personas que quieres, eso era lo que más me preocupaba.

¿Y ahora?

Ahora me produce igual, la misma tristeza sí. Aun así, creo que soy un privilegiado, aunque veo muy poquito, veo por un circulito solamente como un catalejo, pero entre estar ciego y ver lo poquito que veo, hay un mundo maravilloso. Pero sí, creo que más que miedo me produciría mucha tristeza, pero bueno, yo creo que Dios me daría fuerza también fuerzas para seguir hacia adelante y, sobre todo, que no me viniera abajo, porque si yo estoy todo el rato para que mis hijos sean fuertes y autónomos y sean capaces de afrontar los problemas, mal referente iba a ser.

¿Qué ha hecho la ONCE por usted?

Desde el principio se han portado genial, desde el oftalmólogo que me hizo la evaluación hasta todos los profesionales. Incluso hasta que me jubilé en 2014 venían con mucha asiduidad para verme y facilitarme todas las ayudas que tenían disponibles para que me sintiera más cómodo y pudiera estar en mi puesto de trabajo en las mejores condiciones que podía estar. Sobro todo me han enseñado a normalizar mi situación, mi discapacidad. A hacerla parte de mi vida como una cosa más que ocurre en mi vida, como ocurre en la vida de los demás también, a asumirlo y a verlo con optimismo los problemas que tengo y que se derivan por mi discapacidad visual. Actualmente estoy aprendiendo braille y me encanta.

¿Nos recomienda algún libro para leer?

Terminé de leer hace un mes ‘El Principito’. Uno que me gustó mucho también ‘El olvido que seremos’. Ahora me estoy leyendo ‘La sangre del padre’ que es de un chico jovencísimo, que se llama Alfonso Goizueta y con 23 años ha sido finalista del Premio Planeta. Y me estoy leyendo uno de Psiquiatría de Enrique Rojas. Pero si tengo que recomendar uno, ‘El Principito’, es un libro muy bonito y que deberíamos de leerlo todo el mundo.

| LUIS GRESA

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