EN PRIMERA PERSONA: Beatriz Oyarzábal, oftalmóloga de la ONCE
Por la consulta de la oftalmóloga Beatriz Oyarzábal (Córdoba, 1962) habrán pasado algo más de 50.000 personas que han perdido la visión en los últimos 32 años. Todas ellas tienen algo en común, la angustia con la que reciben una certidumbre inesperada y la tranquilidad con la que se van tras pasar por sus manos. Su trato con los pacientes es fiel reflejo de su personalidad, una mujer delicada en las formas, rigurosa en su profesionalidad y apasionada en todo lo que hace. Pocos saben que tiene una vida oculta en el mundo del cine. Pero eso forma parte de su vida privada, que protege con recelo. Un poquito menos a partir de esta entrevista.
“Intento emocionarme lo mínimo”
¿De pequeña jugaba a los médicos?
No -se sonríe-. Precisamente de pequeña no me recuerdo con ningún tipo de atracción hacia el cuerpo humano. Me lo recuerdo ya más adulta.
¿Y cómo fue decantarse por la Medicina?
Porque empezó a gustarme mucho ya en Bachiller la Biología, las Ciencias y a interesarme por el cuerpo humano que no me había ocurrido de niña. Y tuve claro también la vocación de servicio y ser científica. Me gustaba ser científica.
¿Y se han cumplido sus expectativas con la Oftalmología? ¿Se siente científica siendo oftalmóloga en la ONCE?
Sí y no. Después del recorrido de vida he conseguido formarme y aprender e investigar, analizar un espíritu crítico de todo lo que me ha ido pasando en la vida como oftalmóloga, pero me hubiera gustado llegar a más.
Y Oftalmología en particular ¿por qué?
Pues mira porque comencé a ser miope, una miopía suave que tengo leve, no la miopía magna de mis pacientes, pero con 16 años o así mi madre me llevó al oftalmólogo en Córdoba y de repente, cuando me puso las gafas, me asomé a la terraza de mi casa, que estaba llena de árboles de un parque, y empecé a ver todas las hojitas pequeñas. Me pareció tan mágico, tan mágico. Oftalmología fue la asignatura que más me interesó durante toda la carrera y que cuando aprobé el MIR, saqué un relativo buen número y pude elegir, cogí Oftalmología. Yo creo que por ser miope y por la magia de la corrección.
Conocemos perfectamente la importancia que tiene el corazón en nuestro organismo, vital, pero ¿y el ojo? ¿Cómo definiría el papel que desempeña el ojo dentro del organismo humano?
Uy, yo lo veo importantísimo. Es que toda la vida me he dedicado al ojo. De hecho, cualquier secuela de cualquier enfermedad, cualquier discapacidad, aunque sea leve, visual, en cualquier etapa de la vida, desde la infancia hasta la ancianidad, repercute y tiene un impacto brutal en el ser humano. Y por mucho que intentemos naturalizar y normalizar, que yo ya lo he hecho por mi trabajo en la ONCE, pero el impacto y la importancia de la visión en el ser humano sigue siendo, y más a día de hoy, importantísima.
De cero a 10, ¿cómo de limitante diría que la discapacidad visual?
Mmm. Buena pregunta, de hecho, en los certificados de discapacidad el tema discapacidad visual es la más potente, de las más potentes, mucho más que la discapacidad motora o que la de salud mental, etcétera, etcétera. O sea, que es la que más se valora en discapacidad. Y yo creo que tienen razón.
¿Cree que conocemos suficientemente la importancia que tiene en nuestras vidas?
No, no, no, no, no, la gente que tiene visión normal y las familias con visión sana no le dan importancia ninguna.
Después de 30 años de trayectoria profesional dentro de la ONCE ¿Qué le hubiera gustado hacer que no haya hecho?
Yo a la ONCE llegué recién terminado el MIR y la baja visión en aquel entonces, hace 30 años, ni se hablaba en la Oftalmología, ni se nombraba, porque eran patologías crónicas invalidantes, sin tratamiento ninguno. No había ni un rotatorio, porque en Oftalmología existe el rotatorio de retina, de glaucoma, de cataratas, estrabismos, oftalmología pediátrica, pero de baja visión en aquel entonces no existía y cuando entré en la ONCE había una formación muy buena basada en países nórdicos, Finlandia, Suecia o Dinamarca, y el modelo que siguió la ONCE y que implantó a nivel nacional se basaba absolutamente en las unidades de baja visión de los países nórdicos. Yo llegué aquí sin formación en lo que iba a trabajar y me tuve que formar basándome en el aprendizaje, no en mis compañeros españoles, sino en los países nórdicos estudiando, que nos venían a dar formación y nosotros íbamos para recibir la formación. Se crearon las unidades de rehabilitación de baja visión. Eso me aportó mucho porque aprendí muchísimo. Hoy día no, todo eso, la baja visión, ha cambiado porque todo lo que antes no era tratable, como las degeneraciones maculares asociadas a la edad, como el glaucoma terminal, como la oftalmología pediátrica, ahora ya sí, pero en aquel entonces eran como desahuciados. Entonces aprendí muchísimo. Eso se lo debo a trabajar en la ONCE tantos años, que ví lo que ningún oftlamólogo puede ver a lo largo de toda su vida. Sin embargo, lo que es la investigación, el analizar, el trabajo en equipo, el vincularme a un hospital que pudiéramos hacer trabajos de investigación, eso no lo he podido desarrollar y me hubiera encantado.
“Hay que quitarse más la bata”
Que vuelvan sus pacientes a su consulta “con la alegría de vivir” es la mayor satisfacción para la oftalmóloga de la ONCE en el CRE de Sevilla | Reportaje gráfico: Pepo Herrera
¿Cree que España es el mejor país para quedarse ciego?
Absolutamente. Es más, vienen los extranjeros y quedan los extranjeros discapacitados visuales de largo tiempo que han vivido en Alemania o en otros países de Europa y cuando llegan aquí se quedan impresionados de lo que les aportamos por supuestísimo en España.
Desde su perspectiva profesional y con la perspectiva que da el tiempo ¿qué cambio principal ha percibido usted en estas tres últimas décadas?
Los pacientes muchísimo más formados, las familias más formadas, los afiliados con mayor cultura, más exigentes, demandando muchos más servicios que antes, más activos. Muchísimo mejor en general, una actitud más activa. Antes eran más pasivos, se dejaban llevar por las cosas, lo que le ofrecías lo demandaban o no. Ahora hay mayor demanda de lectura, de tecnología, mayor demanda laboral, de formación. Pero en general vienen muchísimo más formados.
¿Pero vienen también más desinformados o condicionados por las redes y las posibilidades que les ofrece Internet?
Vienen mucho mejor formados. Antes venían aquí como si fuera Fátima, que les ibamos a curar, con la idea de que, si el oftalmólogo de la ONCE no me cura, ya no me cura nadie. Venían con una idea mágica de la ONCE. Era muy frecuente venir a la ONCE para curarse y recibir el tratamiento que no le van a curar en ningún sitio. Hoy día, no. Hoy día están muy bien informados por su oftalmólogo del acotamiento y las limitaciones técnicas y quirúrgicas y médicas que tienen.
¿La angustia sigue siendo la misma o ahora se relativiza mucho más?
No, la angustia sigue siendo la misma. La angustia es tremenda.
Su núcleo de pacientes son niños y mayores. ¿Cambia mucho la actitud, la predisposición y lo que le exige a usted un paciente en menos de 5 años, de más de 70?
Sí, sí, sí, sí, sí. Son dos mundos aboslutamente distintos. Realmente lo que me exige, lo que me cuesta, lo que tengo que estar continuamente autorregulando en la información que doy, en la delicadeza de mi trabajo, en la tranquilidad, en la paciencia, en el aprendizaje que he hecho, es la familia y el mundo del niño, y sus familias son los que más me han enseñado y lo más costoso para mí como oftalmóloga.
¿Aun se sigue emocionando con los pacientes más pequeñitos?
Hay veces que sí. Intento emocionarme lo mínimo. Desde muy jovencita me di cuenta de que si no, no podía desarrollar mi trabajo bien. Si yo entraba ante la familia que llegan con sus bebés con mi corazón no podía ser oftalmóloga correcta, en mi opinión. Entonces intento ponerme el parapeto, pero hay veces que me lo tengo que saltar.
A estas alturas de su vida todavía se lleva las historias clínicas a casa.
Hay veces que sí, intento que no, pero no lo consigo.
¿Y qué es lo más difícil?
Explicar a una familia que su niño no tiene tratamiento médico quirúrgico en la actualidad. También es muy difícil explicar el pronóstico cuando son las enfermedades evolutivas. Si la enfermedad es estable, me encanta decirlo porque da una tranquilidad, asumen a su niño, pero cuando la enfermedad además es progresiva, también es de las cosas más duras de explicar a la familia.
¿Y lo más gratificante?
Lo que me enseñan, la alegría con la que luego vienen. La alegría de la familia una vez que han pasado el primer duelo o la alegría del adulto que viene a revisión, desde que llega del momento de la afiliación, que es el momento más duro, psicológico, a cómo llegan cuando les reviso al año o a los 2 años, son la mayor satisfacción, la adaptación a lo que tienen.
Al final la clave de todo es la adaptación.
Totalmente. La palabra es la aceptación. Una vez que una familia, un adulto o nosotros mismos, que todos tenemos ciertas carencias a lo largo de la vida, una vez que tú aceptas tu situación todo cambia, todo de repente es otro cristal de abanico de posibilidades. Como me vuelven del paso por Atención Temprana de la familia o de un adulto o un mayor por los Servicios Sociales, que vuelvan con la alegría de vivir, esa es la mayor satisfacción.
Debe sentirse una persona muy rica porque atesora unos valores humanos impresionantes en su rutina diaria, ¿no?
Sí, la verdad es que sí, dentro de las limitaciones, que tengo que dar explicaciones duras en general sí, me devuelve la vida muchísimo, sí, sí.
¿Y cuál diría que es la lección que ha aprendido en este tiempo?
De los afiliados a la ONCE y de las familias lo que he aprendido es la humildad con la que hay que relacionarse con ellos, hay que quitarse más la bata y no tener una jerarquía de doctora-familia. Y esto me lo han enseñado el equipo de Atención Temprana del que llevo formando parte desde hace 30 años y me enseñaron a relacionarme con las familias con una humildad que se lo deberé siempre.
“Es difícil que superemos la pandemia de la miopía”
“Los oftalmólogos estamos frenados por las limitaciones científicas”, sostiene Oyarzábal
¿Cuidamos adecuadamente nuestra salud ocular en general?
Antes nada. Pero ahora muchísimo más, hasta los mayores. Hay una demanda altísima visual y eso hace que la gente se cuide muchísimo.
¿A dónde nos conduce el uso masivo de pantallas y móviles?
Eso es tremendo, tremendo. En el adulto tampoco pasa nada, salvo todo el tema ergonómico, de postura, del ojo seco, los orzuelos, etc, pero en el niño, como el desarrollo de la plasticidad visual ocurre de cero a 7 u 8 años de edad, se está viendo que el uso de la tecnología y el uso de cerca, del exceso de las horas del cerca, están creando un crecimiento de la miopía exponencial. Lo que está ocurriendo se llama la pandemia de la miopía y en todos nuestros congresos de Oftalmología Pediátrica a nivel nacional e internacional se está estableciendo la necesidad de prohibir al niño en el uso de móvil, tablet, etcétera, hasta casi los 5 o 6 años de edad.
¿Y a partir de esa edad?
Y a partir de ahí se está dosificado. Dos horas diarias como mucho y supervisado por el adulto. Y luego ya, a partir de los 9 o 10 años de edad, pues el uso racional que decida la familia. Pero más bien de aprendizaje, no de ocio, que el ocio no debiera entrar hasta los 12 o 13 años, pero no por motivos visuales, sino por motivos psicológicos. Los pediatras lo están viendo como neurocognitivo, que está afectando la corteza prefrontal, cuyo desarrollo nos hace el control del individuo, y están anulando por completo el uso de las tenologias en la infancia porque está provocando hasta secuelas en resonancia nuclear magnética.
Hemos superado una pandemia. ¿Usted cree que superaremos esta otra pandemia?
Creo que es difícil porque es adictivo al máximo. Si es adictiva a los adultos, imagínate cómo es de adictiva en el niño que no tiene autocontrol. Entonces tenemos que ponernos todos, los educadores, los pediatras, los oftalmólogos, los políticos para conseguir limitar, pero no por la parte visual solo, sino por la parte social, educativa y de conducta.
Respecto a las patologías en estos 30 años, ¿qué hay hoy que antes no hubiera o qué no hay que sí había antes? ¿Qué ha cambiado?
La Oftalmología ha evolucionado muchísimo en desarrollo tecnológico, quirúrgico y médico. Es increíble. Han mejorado los tratamientos para todo, pero estamos frenados los oftalmólogos en el tema genético, las enfermedades genéticas. Ahí estamos, frenados un poco y el 50% de la patología del afiliado es genética.
¿Porque se investiga poco?
También, pero principalmente por las limitaciones científicas. Es que ¿cómo vas a evitar una miopía magna, que es la mayor prevalencia de afiliado, si nace con ella genéticamente ¿cómo puedes evitarla? Precisamente en lo genético, al estar estancado en este tema, está habiendo en los últimos cinco años una revolución acerca de las terapias genéticas para la patología ocular pues el ojo es un reservorio ideal para introducir genes sanos y renovar el gen dañado. Ahora mismo las líneas de investigación actuales están llegando ya incluso a las terapias genéticas.
¿Quiere decir que con mayor inversión en investigación estaríamos más cerca del final de la ceguera?
También, también. Por supuesto, la investigación va unida y de hecho, todo el desarrollo tecnológico y científico de estos últimos 30 años ha sido debido a la investigación. Pero hay como un tope. Un glaucoma congénito, es genético; una catarata congénita es genética; una miopía magna es genética. Antes las cataratas congénitas se quedaban muchas veces casi ciegos y hoy día se opera de maravilla y si se tiene un control sigues teniendo un resto visual de por vida. Antes con el glaucoma congénito se quedaban ciegos en la primera infancia y hoy día pueden seguir tirando con la vida. El miope magno, no puedes evitarlo, nace con ello, pero antes se desprendía la retina y se quedaban ciegos y hoy día se operan el desprendimiento de retina de una manera maravillosa. Antes se quedaban ciegos por el glaucoma que se desarrollaba secundario y hoy día se controla el glaucoma y no se quedan ciegos a lo largo de la vida.
No lo veremos, pero ¿usted cree que llegará un día en que se acabará la ceguera?
No creo que llegue por el envejecimiento de la población. Estamos consiguiendo muchísimo para evitarla, de hecho, hoy día se afilian menos personas en España y es principalmente por el desarrollo oftalmológico, pero debido al envejecimiento de la población, a la inversión de la pirámide de la población, hace que se atrasa la discapacidad visual. A lo largo de la vida se ha conseguido un atraso de que llegue enorme. Pero acaba llegando.
Qué importante es la prevención. ¿Qué nos recomienda? ¿A partir de qué momento en nuestras vidas habría que pasar anualmente por la consulta?
Muy importante la prevención. Se divide en los dos mundos que hablabamos antes. En el niño, si tiene antecedentes familiares de cualquier patología genética, tienen que llevarle al oftalmólogo. Si hay un comportamiento visual pobre, es importante llevarle pero, en general, en la población sana, sin incidencias familiares, todo niño debe de ir a los 3 o 4 años para tomar la agudeza visual y poder tratar la ambliopía o el ojo vago con cualquier corrección óptica que es un momento ideal para corregir lo evitable. Y luego en el mundo adulto, pues a partir de los 40, y si tiene antecedentes familiares de glaucoma antes, pero si no en la población sana debe de ir a partir de los 40 años. No para corregir solamente la presbicia, sino para hacer un chequeo general de la tensión y de fondo de ojo. Y luego ya a partir de ahí, pues cada dos o 3 años, salvo que encuentren algo que ya diga el oftalmólogo un seguimiento más estrecho.
¿España es un país de miopes?
No, no, no. Los asiáticos mucho más. Los asiáticos 2/3 de la población son miopes. Y España, el 40% pero miopía leve. La miopía que suele entrar en la ONCE es la Miopía Magna, que es a partir de 6/7 dioptrías que se asocia ya al glaucoma, desprendimiento de retina o maculopatía miópica.
Sabemos claramente que la dieta saludable y el ejercicio físico tienen un efecto directo patologías como puedan ser desde luego las enfermedades cardiovasculares. ¿Aportan también beneficio a la salud ocular?
Muchísimo, muchísimo, muchísimo, por supuesto. En el niño se ha visto en ensayos clínicos que si tiene durante toda la infancia dos horas al día de luz, en la calle, en el campo o donde sea, en exteriores jugando, se evita un 50% el crecimiento de la miopía en la población. Esa sería una directriz y evitar la tecnología. La mayor incidencia es la dieta y el ejercicio en la calle. Y en el adulto, por supuestísimo, la degeneración macular asociada a la edad se asocia a ejercicios, a fumar y a la hipertensión arterial.
¿A los oftalmólogos la Inteligencia Artificial qué les aporta?
Muchísimo, enorme, tanto para el seguimiento del glaucoma como para la retinopatía diabética que ya se está haciendo a través de los médicos de cabecera, nada más que la foto de una retinografía de fondo de ojo para revisión de todos los miopes y lo analiza la Inteligencia Artificial para decidir quién empieza con retinopatía, para que indique láser o no.
¿No le da miedo el uso y su abuso?
Sí. Sí, pero se está aplicando ya muchísimo. Va a cambiar, revolucionario. De hecho, en todos nuestros congresos la inteligencia artificial aplicada a todas nuestras patologías tiene un porcentaje de comunicaciones altísimo. Se está usando ya muchísimo.
“Cuando me jubile voy a estudiar Interpretación”
La doctora Oyarzábal recomienda “abandonar todo lo que podáis todas las tecnologías” este verano
Además de oftalmóloga, Beatriz Oyarzábal es una mujer de cine. Cuéntenos cómo nació esa pasión, que en su caso va más allá del mero concepto de cinéfila.
Pues éramos una pandilla de cinéfilos y seguimos siéndolo, enamorados del cine. Concretamente mi marido, que no tiene nada que ver con el mundo del cine porque es oncólogo, es como un poco líder, y empezó a hacer guiones y después nos atrevimos a rodar y a hacer cortos implicando a toda la pandilla. Y luego celebrábamos con nuestra alfombra roja delante de todos los amigos y los conocidos -se ríe-. Hemos ido cada vez aprendiendo más y hemos contado con actores más jóvenes porque ya nosotros hemos ido envejeciendo y ya salimos menos. Yo soy la directora de casting en mi grupo.
También ha sido actriz.
Actriz, sí, sí, sí. Fui actriz durante muchos años. Es que en esto llevamos 20 años, es todo casero y para nosotros. Son historias de amor, de todo tipo.
¿Es más de cine español o americano?
Quizás más de cine europeo que español.
¿Sus referentes?
Hombre, por supuesto, Woody Allen. Berman. Son los que más me gustan.
A Woody Allen le perdona todo.
Sí -se ríe abiertamente-. Me too. Es que no se ha demostrado nada. Ese es un debate de la pandilla, eh!
Le seduce meterse en el papel de otra persona.
(Pausa prolongada para reflexionar la respuesta). No lo he conseguido. Es más, cuando me jubile quiero hacer intérprete, interpretación. Quiero estudiarlo, aunque sea ya en la parte final de mi vida, porque no lo he conseguido. Es lo que he intentado siempre, pero no he conseguido meterme en el papel del otro. Por supuestísimo que es lo más interesante del mundo. Pero ya lo conseguiré.
Es usted también muy disciplinada con la natación.
Sí, sí, sí, y el pádel.
¿Qué le aportan?
El pádel me divierte muchísimo. Y la natación la hago porque es el deporte más completo, porque me lo enseñó mi padre, que era un nadador tremendo y también jugador de tenis. Entonces son las dos cosas que me enamoraron desde chica y he seguido haciendo las dos desde siempre, por bienestar, por los cuidados de prevención que tenemos que hacer en la vida.
A estas alturas de la vida, diría usted que es una mujer feliz.
Si, por muchas razones, pero sobre todo por la felicidad que he recibido de mis tres hijos, los tres varones por cierto, Javier, Alfonso y Gonzalo.
Estamos a las puertas del verano ya. ¿Alguna recomendación para el cuidado de nuestros ojos para terminar?
La protección solar, como todos sabemos, que esa ya está archiconocida y nada especial, en las piscinas todo el mundo se protege por la toxicidad del cloro. Nada más, que disfrute la gente del verano y del aire libre por Dios, abandonar todo lo que podáis todas las tecnologías durante el verano. Esa es mi mejor recomendación.
| LUIS GRESA
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