EN PRIMERA PERSONA: José María Espinar, ganador del Tiflos de Novela

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“El premio Tiflos me ha resucitado”

Luis Gresa | Cualquiera de sus novelas podría ser el guión para una serie de Netflix. José María Espinar (Granada, 1974) tiene alma de Sherlock Holmes y una vida marcada por la literatura británica. Su última obra, ‘El asesinato de Lord Conan Whitehall’, ganadora del Premio Tiflos de Novela 2020, rinde de hecho tributo a la época victoriana. Hijo de varias generaciones de catedráticos, ha dejado de creer en la Univesidad como fuente de conocimiento e investigación, después de doce años como profesor, y se refugia ahora en el boxeo para huir de la mediocridad. Espinar es un autor con mayúsculas pero todo un personaje. Un día se llevó a su mujer, inglesa, al Mirador de San Nicolás con una venda en los ojos, esperó a que atardeciera y cuando iluminaron la Alhambra le pidió que se casara con él y se echó a llorar. “Granada es todo emoción para mí”, sostiene el novelista de ‘El peso del alma’.

¿Qué leía de pequeño?

Arthur Conan Doyle y Enid Blyton, ‘Sherlock Holmes’ y ‘Los Cinco’.

¿Cómo marcaron su infancia esas lecturas?

Con 7 años creé un club de detectives y con 12 años me anuncié en la prensa como investigador privado. ¡Tuve hasta clientes! El bofetón que me dio mi padre acabó con el negocio. Me anunciaba en los anuncios por palabras como detective privado. La gente llamaba al número de casa. La literatura marcó tanto mi vida que, de hecho, traspasó la ficción para incrustarse en mi realidad.

¿Y cómo lo hizo?

Yo quería ser como los personajes que leía. Quería vivir las aventuras que leía.

¿Y siempre en la línea de intriga policiaca?

Cuando era pequeño sí. Siempre mucha intriga, mucha imaginación. Luego ya, con el paso de los años, fui diversificando e imponiéndome la lectura de los clásicos para tener bases sólidas en mi cultura.

¿Cuándo comenzó a escribir y qué escribía?

Desde niño, siempre ha habido historias y poemas. Es una constante en mi vida. Los primeros versos que escribí no ganaron el premio escolar al que me presenté. Aquello me indignó. Eran buenísimos: “Allá por allá es Navidad”. La primera de muchas injusticias (se ríe).

¿Cree que se transmite bien hoy la pasión por la lectura a los niños en España?

Estructuralmente es muy difícil. Vivimos en una sociedad que no lee. Hace alardes excesivos de pasión por la lectura cuando en realidad no lee nada. Es como los casados, nos pegamos todo el día hablando de fidelidad y la gran mayoría es infiel. Pues lo mismo con la lectura.

En un país como el Reino Unido, que tan bien conoce, hay otra forma de entender la pasión por la lectura, del poder de transmisión de padres a hijos.

La lectura hay que adquirirla como un hábito familiar. Es en casa donde los niños se tienen que impregnar de lectura. Los colegios la han de favorecer y consolidar, exigiendo los resultados de una lectura inteligente, pero no puedes dejar en manos de los profesores una responsabilidad que no es formativa sino existencial.

¿Cómo afronta la redacción, la estructura de una trama policíaca histórica?

Siempre sucede igual. Intento tener sexo con mi mujer, mi mujer me rechaza, me doy la vuelta enfadado en la cama y empiezo a tramar una historia. Y a partir de ese momento la historia me tiene que sorprender siempre. Ningún final de mis novelas policíacas lo he sabido hasta que lo estaba escribiendo. Lo juro.

¿Quiere usted decir que el origen de sus novelas parte de una frustración sexual?

Totalmente, se lo debo a mi mujer y a la injusta castidad que me impone (se ríe).

Entonces la trama no responde a una planificación perfectamente estudiada.

La trama no la tengo clara jamás. Si no me sorprende, renuncio a ella. Lo que sí tengo claro es la complejidad de los personajes. Ellos son las columnas que soportan el peso del argumento.

¿Y qué le inspira más a la hora de conducir a esos personajes en una dirección u otra?

Como dijo John Lennon, yo escribo canciones sobre mí mismo y mi mundo. Intento enmascararme en algunos personajes, la gran mayoría tiene muchas de mis debilidades y algunas de mis fortalezas.

¿Y cuáles son esas debilidades y fortalezas?

Mi talón de Aquiles es la inseguridad. Entiendo que viene con el  paquete genético de todo artista. Mientras mi mujer me aguante los aullidos, no hay peligro. La fortaleza que tengo son los fuegos artificiales de mi personalidad. Soy torero de pellizco, usando lenguaje taurino. En un ambiente distendido salgo por la puerta del Príncipe.

 

“Veo todas mis novelas en Netflix”

Espinar cree que cualquiera de sus novelas merecen un guión de Netflix

¿De dónde viene su pasión por la literatura británica?

Por mi padre. En casa se ha sentido predilección por la literatura británica. Yo no sé si me casé con mi mujer (que es inglesa) por la devoción que tengo por la cultura británica. Cada vez que visito Inglaterra me pierdo en sus pueblos, paseo por sus cementerios horas y horas. Si tuviera dinero de verdad me iría a vivir allí y pediría la nacionalidad británica alegando que un antepasado mío fue rey suyo. Abriría una crisis dinástica. Mi ambición no conoce límites.

Charles Dickens será su fetiche particular.

Lo es todo para mí. Lo considero una persona espectacular. En su propia biografía; en su relación con los editores, con los otros escritores; en su descrédito hacia la clase política; en cómo ayudaba a las mujeres más desfavorecidas. Fue una persona muy implicada socialmente que no necesitó hacer alardes progresistas. Como escritor me parece un gigante.

Y en habla hispana, ¿hay algún referente que le guíe?

Gabriel García Márquez, pero es que me acerco a él con miedo, porque es un miedo reverencial por lo bien que escribe. Es apasionante leerle. Es un ejercicio que me agota, pero de placer. Él es mi gran referente. Otro gigante. Por cierto, ojito a Antonio Enrique. Grande, muy grande, mi maestro. Un escritorazo de Granada.

Y de su personaje de referencia, Sherlock Holmes, ¿qué le atrae más?

Que practique el boxeo como yo (se ríe). La falta de empatía, no soy nada empático.

Cuesta creerlo.

Dicen los científicos que la empatía es algo que se enseña de pequeño y yo creo que esa asignatura la suspendí. Soy muy emocional, lloro por cualquier cosa, y, sin embargo, cuando se supone que debiera mostrarme más emotivo mi alma reproduce un mapa de la Antártida.

¿Y qué comparte usted de la inteligencia, del hábil uso de la observación y el razonamiento deductivo de Sherlock Holmes?

El respeto por el método científico, por el rigor en los datos. Mi padre, mi abuelo, mi bisabuelo, mi tatarabuelo, todos fueron catedráticos de Universidad. En mi casa se ha crecido siempre con la brújula de la razón. Se ha huido de la cáscara charlatana para investigar las vísceras del conocimiento

Eso lo dice con humildad, ¿no?

Con soberbia humildad oriental y confiando siempre en la fidelidad conyugal de mi madre, de mi abuela, de mi bisabuela y de mi tatarabuela. Un solo desliz y el castillo de naipes genético se cae.

Es usted un poco cráneo privilegiado de Valle Inclán.

No se crea usted, yo, de siempre, he sido el más folclórico de toda mi familia. No cogí el camino de lo razonable sino que me metí en el bosque de lo emocionante. Hablo mucho pero también escucho mucho. Lo que ya no tengo es paciencia con la sabiduría de los ignorantes.

Cuéntenos, hasta donde nos pueda revelar, de qué va ‘El asesinato de Lord Conan Whitehall’?

Es un tributo a la época victoriana con un protagonista de marcada personalidad, con pasión por la magia y por el boxeo, que tiene que hacer frente a un crimen espectacularmente complejo. Tanto es así que tiene que pedir ayuda a su amigo Sherlock Holmes. Se trata de un crimen desbordado de crueldad y secretos que llevará a la aristocracia británica a enseñar el peor de sus rostros.

¿Qué es lo que más va a sorprender al lector?

Lo que le tiene que sorprender al lector es que está leyendo un libro que parece escrito en el siglo XIX. He intentado emular con muchísimo respeto a Dickens, a Conan Doyle, a Stevenson y a Wilde. Eso es lo que más tiene que sorprender. He querido abrir la botella de un vino estilístico delicioso.

Pero es a la vez contemporáneo.

¡Que no cunda el pánico a bordo! Es un libro lleno de tensión. ¡Y también fresco y divertido! Lo que no es, es una novela más.

Lleva publicadas tres novelas y ganados tres premios. ‘El peso del alma’ obtuvo el primer premio internacional de novela de Getafe en 2016 y Memorial Silverio Cañada de la Semana Negra de Gijón 2017, fue finalista en la Semana Negra de Gijón a la mejor novela histórica con ‘El secreto de Guadix’ en 2019 y ahora premio Tiflos de Novela con esta última obra. ¿Se considera un escritor con suerte?

Soy un escritor muy bueno con muy mala suerte.

¿Por qué piensa eso?

Porque, aun a pesar de los premios, vivo en el constante alambre editorial. A mí el premio Tiflos me ha resucitado literal y literariamente. Una semana antes estaba bebiendo whiskys con mi amigo Chema Guirado al grito de “lo dejo, no escribo más, ¿para qué?”. Cuando me llamó por teléfono don Luis Mateo para decirme que el jurado me había otorgado el premio Tiflos, yo estaba tirado en la alfombra de mi casa, con mis hijos pegándome patadas,  pidiéndole a la muerte que me llevara con ella.

Como metáfora, le creo relativamente. ¿Ha probado suerte con el Cuponazo?

No, porque soy afortunado en el amor, no puedo. Amo a una mujer extraordinaria y ella, a ratos, me ama a mí también.

Eso no es una excusa, pero bueno... ¿Ve alguna de sus novelas como guión en una serie de Netflix?

Yo trabajé cinco años como acomodador de cine, ¡el mejor trabajo que he tenido nunca! He visto más de 600 veces Gladiator. ¡Lo juro por los dioses! ¡Qué tiempos aquellos con mi amigo Daniel Perrino! Diferencio muy bien la literatura del arte cinematográfico, pero veo todas mis novelas en Netflix (se ríe).

Es cuestión de esperar.

Más que de esperar, de esperanza.

 

“La universidad ha muerto”

El novelista granadino vive en Tenerife donde lidera un club de boxeo que combina el deporte con la literatura y la filosofía

Después de 12 años como profesor de universidad decide dar un cambio a su vida, abandona la universidad y se dedica al boxeo. ¿En qué le ha defraudado la enseñanza?

Para empezar, quiero dejar claro que habla alguien que no llegó ni a doctor. Dejé el doctorado después de ganar Getafe. Con una familia de tres hijos y un perro no se puede servir a dos amos. Entre la creatividad y la investigación opté por la primera. Eso sí, conozco cómo funciona la universidad española. ¡Vamos, pues, con la bola de demolición! La universidad que yo conocí ha muerto. Muerta está. Solo quedan unos pocos héroes y heroínas extraordinarios sobreviviendo a la hecatombe. Bolonia dinamitó unos cimientos universitarios que eran inestables, lo confieso, pero que aun mantenían la grandeza majestuosa de un templo clásico. La ANECA para mí es un virus, que si lo miras al microscopio tiene forma de payasada. El alférez está valorando los méritos de un capitán, que a su vez está optando a ser alférez. ¡Un sin dios! Una clara manifestación del poder de la mediocridad. Además, el paso de la licenciatura a grado ha sido una estafa curricular. La aparición de nuevos grados no es más que una banalización del rango universitario. Y como postre, los millenials, alumnos que llegan tan inmaduros y mal formados que deberían dar media vuelta y empezar de nuevo, desde las guarderías.

José María, es muy grave lo que acaba de decir.

Fíjese si es grave que dejé mi trabajo por ello. Pero no se preocupe, no es tan grave. Nadie me hace caso. Y eso está bien, no merezco tanta atención. La universidad debe salvarse ella misma, no desde fuera. Y yo estoy fuera.

Pero, ¿qué falla en la Universidad para llegar a una resolución tan dramática?

Las estructuras han sido tomadas por mediocres.

Eso también pasa en otros órdenes de la vida, no solo en la universidad, piense en la política.

Sí, pero  a mí siempre me consolaba que existiese un santuario, un templo de lo intelectual.  Recuerdo  comidas en las que yo ponía la oreja y escuchaba a los titulares y catedráticos hablar de Aristóteles y Rousseau, del paradigma de Savigny en el Derecho Internacional.... Hoy en los comedores solo se escucha hablar de dietas saludables y de lo bueno que es el ciclismo para estar sano.

Tampoco hay conexión con el mercado laboral.

Es que lo que pide el mercado laboral no se corresponde con la preparación y el esfuerzo que se gesta en una universidad. No es culpa de la universidad, es culpa de esta sociedad que rechaza la formación académica de las personas. No queremos gente preparada, queremos mano de obra que gestione sin rechistar axiomas neoliberales.

Entonces, ante los desafíos que tiene ante sí el mundo, su perspectiva es desoladora.

Me he comprado una finca en un pueblo maravilloso de Extremadura. Pienso irme con mi mujer y mis hijos. He encargado un cañón. Que nadie me moleste y yo no molestaré a nadie.

Pero sus hijos crecerán, no sé qué edad tienen, pero tendrán que ocupar un sitio en la sociedad.

Tienen 3, 7 y 13 y todas las noches antes de acostarlos se lo digo: “Hijos míos, el rostro de vuestro padre es la viva imagen de la amargura”.

Tiene usted 45 años, es demasiado joven para tirar la toalla.

En boxeo la toalla te la tiran. Y a mí las circunstancias ya me la han tirado. Puedes ser muy fuerte y recibir un golpe que te deja ko.

Nos cansamos de oír que estamos ante la generación mejor preparada.

Bla bla bla. Son pesos pluma. No tienen raíces. La más leve brisa los tira al suelo. Pero bueno, le pido disculpas por mi vehemencia. No soy más que un escritor, no tengo ni legitimad ni pretensiones de dar un mitin.

La entrevista intenta conocer al personaje para saber quién es José María Espinar. Siempre tiene el derecho a no contestar.

Sus preguntas son como una luz violeta y yo soy un mosquito. A ellas que voy hasta morir achicharrado.

Las redes sociales ¿han hecho mucho daño al conocimiento?

Un daño irreparable a medio plazo. Las redes sociales son una demostración del puedo, pero no quiero. Twitter y Facebook, con sus Fake News, han arrinconado la búsqueda de la verdad. Pero ¿cómo quiere que sea optimista? ¡No me dejan! El otro día un conocido mío me dijo que la Tierra no era redonda porque había visto unas fotos en Facebook en las que nuestro planeta tenía forma de patata.

 

“Granada es todo emoción todo para mí"

"Siempre que voy a Granada no quiero irme", reconoce José María Espinar

¿Y por qué el boxeo? ¿Qué le aporta?

El boxeo fue lo que me retiró de las noches de turbio en turbio. Me pones delante un buen amigo y una botella de whisky, y acabamos en la mesa a las cuatro de la madrugada seis buenos amigos, seis botellas vacías y una nueva interpretación del pensamiento hegeliano sobre el arte. Pero mis clases de boxeo comenzaban a las 07.00 de la mañana. ¡Hay que joderse! Prendió tan hondo en mí el amor al saco que sacrifiqué mis resacas por él. Las rutinas pugilísticas me han transformado. Antes era un conde de Lautremont, ahora tengo un tipito más o menos homologable, mi mujer no está nada contenta todavía. Cuando dejé la universidad como fuente de ingresos regular lo tuve claro: quería compartir con la gente lo que el boxeo me había aportado. Empecé a formarme como monitor de boxeo de la federación y aprobé el curso. Estudié para ser entrenador autonómico de la federación y aprobé sin copiar. Estos dos títulos fueron los dos primeros cuadros que colgué en mi club. El tercero fue una foto de José Luis Serrano, dos veces campeón de España.

Y mezclar filosofía, poesía, literatura, rock y boxeo como hace en su club de Tenerife, ¿tendrá alguna explicación racional?

Sí, porque no es nada original, eso ya lo hacía Aristóteles en el Liceo. Los griegos enseñaban Filosofía en los gimnasios. Yo intento que mi club de boxeo, el ‘Irene Adler Boxing Club’,  sea un lugar donde la gente se pone en forma, aprende la técnica pugilística, pero sale con algo más en el alma, sale con agujetas en los músculos y con luz en su corazón. Irena Adler, para todos los que amamos a Sherlock Holmes, será siempre “la mujer”.

Granada, ¿qué lugar ocupa en su vida y en su corazón?

Buf, Granada, todo. Me dio la mala follá y no me la puedo quitar, es horrible #8211sonríe-. Voy siempre que puedo a Granada. Mi novela más increíble hasta el momento es un tributo a Guadix. Granada está muy presente en mí.

Reconocerá que la ciudad inspira más para una novela romántica que para una trama de intriga policial.

No la escribí, la protagonicé. A mi mujer le pedí que se casara conmigo en Granada capital, ella nunca había visto la Alhambra, me la llevé al Mirador de San Nicolás con una venda y esperé a que atardeciera. Cuando iluminaron la Alhambra le dije, prepárate para ver tu futuro. Le quité la venda, vio la Alhambra, le dije que se casara conmigo y me eché a llorar. Granada es todo emoción para mí, ¡me cautiva! Siempre que voy no quiero irme.

¿Qué le aporta este premio Tiflos a su trayectoria?

El reconocimiento de los grandes. Gloria y honor. Mérito y capacidad. La mayoría de los miembros de un jurado del que me da vértigo pronunciar sus nombres decidió que mi novela era la merecedora de un premio de los pesos pesados de la literatura española. Y no se crea que olvido el dinero. Gracias, gracias, gracias a la ONCE.

Por último, ¿qué está tramando para su próxima novela?

Estoy escribiendo no una novela sino la novela de aventuras más espectacular que se haya escrito nunca. Se llama ‘Los juegos cósmicos’ y es una revisión a todas las religiones del mundo en una delirante historia en la que los dioses existen y juegan con nosotros. La protagonista es mi hija Julia.

¿Y sale alguna religión parada?

Todas, soy una persona muy religiosa. Todas, todas. Y ninguna al mismo tiempo.

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