EN PRIMERA PERSONA: Esperanza Pazo y Jesús Casanueva, los mismos 80 años que la ONCE

Secciones: Entrevistas
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“Somos más felices con la ONCE”

Cristian Díaz | Luis Gresa | No es una entrevista al uso. De hecho, no es una entrevista, es una conversación a dos bandas. Hemos querido juntar, en el último Boletín de ONCE Andalucía de este emblemático 2018, a dos afiliados que nacieron el mismo 1938 que la ONCE. Y nos hemos sentado con ellos en Huelva para hablar sobre su infancia, sus recuerdos, sus anhelos... Son Esperanza Pazo, onubense, viuda, dos hijos, cinco nietos y tres biznietos, y Jesús Casanueva, de Udías, en Cantabria, aunque sevillano desde los dos años, casado, tres hijas, seis nietos y dos biznietos. Ambos tienen mucho en común: los dos son ciegos, los dos quieren a la ONCE, los dos se sienten muy orgullosos de ser andaluces y los dos se declaran felices en este último tramo de la vida, gracias, en gran medida, reconocen, a la ONCE.

¿Cuál es el primer recuerdo de la ONCE que les viene a la memoria?

Esperanza Pazo: El primer recuerdo que me viene a la memoria de la ONCE es el día que salí a la calle con los cupones. Yo entré en el 84 aquí en Huelva.

¿Y cómo fue ese primer día?

E.P.: Me daba vergüenza entrar en todos los lados. Me parecía que iba a entrar en un bar, le iba a decir a un hombre que me comprara cupones, me iba a decir que no, y me iba a echar a llorar. En fin, un desastre. Y gracias a mi marido porque yo decía: “Yo dejo esto, no puedo con esto”. No me daba vergüenza vender cupones, sino entrar en los bares donde estaban los hombres. Y al final estuve por lo menos 16 años como vendedora.

¿Y en esos 16 años cambió su forma de ver el trabajo que tenía?

E.P.: Sí, porque empezamos a ir para arriba en mi casa, a comprar yo mis muebles y a comprar mis cosas. En fin, a ir mi vida en condiciones. A ayudarles a mis hijas todo lo que podía.

¿Su marido era afiliado?

E.P.: No. Estaba conmigo, acompañándome a mí, pero él no vendía cupones.

Después de ese tiempo siente mucho orgullo de haber sido vendedora.

E.P.: Sí, sí. Gracias a Dios vivo como una reina hoy.

Jesús, ¿y su primer recuerdo de la ONCE?

Jesús Casanueva: El primer recuerdo fue cuando entré a afiliarme. Ahora va a hacer nueve años. Una compañera en la playa de Puerta Umbría fue la que me animó a afiliarme. Coincidíamos en la sombrilla uno junto a otro y me habló bastante bien de la ONCE, que, por cierto, yo era un poquito reacio porque soy de poca palabra; de casa al trabajo y del trabajo a casa. No soy de tabernas ni de reuniones de amigos, ni nada... Y entonces, pues, estoy ahora contento por eso, porque, por lo menos, tenemos dos o tres días a la semana en qué distraernos.

¿La ONCE les ha cambiado la vida en algo?

J.V.: Cambiarme la vida... En realidad, sí y no. Porque, por lo menos, ahora tenemos más contacto con los compañeros, que antes no tenía.

Y a usted Esperanza... ¿La ONCE le ha cambiado la vida en algún sentido?

E.P.: Sí, ella me ha cambiado, a mí, por completo. Mi marido estaba trabajando, lo despidieron y, gracias a que yo entré en la ONCE, empezó mi casa a ir para arriba y yo, gracias a Dios, vivo muy bien.

¿Les hace ilusión cumplir los mismos años que la ONCE?

E.P.: Pues, sí.

J.V.: En parte, sí. Claro...

E.P.: Estoy muy contenta de cumplir años. Vamos... El día de mi cumpleaños reúno a todos mis nietos, a mis hijas y a todos y nos vamos a comer por ahí. Los invito yo, pues estoy encantada de la vida.

¿Podrían decirnos qué ha hecho la ONCE por ustedes?

J.V.: Pues, por parte mía, darme la distracción, tener una obligación de ir a los talleres o a pasear con los compañeros, una distracción que no tenía.

E.P.:  Yo también. Yo he hecho mucho con la gente en la calle porque, a mí, me gusta mucho hablar, contar chistes y todas estas cosas. Es verdad... A mí, me ha ido muy bien.

Antídoto a la soledad

Ambos consideran que la ONCE, con sus actividades, dan vida a las personas más mayores de la sociedad

A partir de una edad, como las suyas, la soledad empieza a ser un problema...

E.P.: Sí, sí. A mí me gusta estar en mi casa. Yo no me encuentro sola porque me meto con la tele, me peleo con los políticos y, en fin, un desastre.

Usted Jesús, ¿considera la soledad un problema de esta sociedad?

J.V.: Sí, por supuesto que sí. Yo me distraído, más que nada, o bien escuchando radio, o leyendo.

E.P.: Yo leía mucho antes, pero ya no.

J.V.: Yo tengo el Víctor Reyes, tengo muchos libros grabados.

¿Creen que la ONCE hace mucho para intentar erradicar esa soledad entre sus afiliados?

E.P.: Sí, sí que hace. Yo cuando escucho a la gente decir: Yo el euro de los cupones lo hecho en una lata. Pues yo no lo hecho en una lata. Yo me compro todos los días mis cupones porque yo de la ONCE estoy viviendo y hay mucha gente que estamos viviendo gracias a la ONCE.

J.V.: Es que los que estábamos fuera de la ONCE no sabíamos lo que hay dentro de la ONCE.

¿Ustedes creen que no se conoce suficientemente la labor que desarrolla la ONCE?

J.V.: No, no.

E.P.: La labor que hace la ONCE, no.

J.V.: Nosotros nos creemos que es solamente la venta del cupón, pero no es solamente la venta del cupón.

E.P.: No es solamente la venta del cupón son otras cosas. Está, por ejemplo, la psicóloga...

J.V.: Y están siempre muy pendientes de nosotros.

E.P.: De nosotros, sí.

¿Qué concepto tenían de la ONCE antes de afiliarse?

E.P.: Desconocido. Yo no pensaba nunca que iba a entrar.

J.V.: Desconocido. Y yo creo que el 90 por ciento de la población desconoce lo que hay dentro de la ONCE.

¿Cuál creen que ha sido la mayor contribución a la sociedad que ha hecho la ONCE en estos 80 años?

J.V.: Acoger a tantos ciegos y a tantos minusválidos.

E.P.: Porque ya no sólo somos los ciegos, sino que son los minusválidos también los que están...

La integración social.

E.P.: Sí, integrados.

J.V.: No sólo está la ONCE, sino Ilunion que ha admitido, a través de la ONCE, a tantas personas como hay trabajando en las empresas de Ilunion: en hoteles, en los hospitales, limpieza...

E.P.: Muchas cosas.

Para ustedes es importante la inclusión laboral que ha hecho la ONCE durante todos estos años...

E.P.: Sí. Es lo principal.

J.V.: Claro. El dar trabajo que le era imposible trabajar, pues es una labor muy de agradecer.

Jesús, ¿qué recuerda de su infancia?

J.V.: De mi infancia, simplemente, tener que ir al colegio, que yo solamente tuve la primera enseñanza y después, pues, claro, con 12 o 13 años ya estaba haciendo trabajos en la calle. Hacía de todo. Y con unas gafas que pesaban mucho.

¿Y usted Esperanza...?

E.P.: Me metió mi madre en un colegio interna, porque mi madre tenía que trabajar y, para tenernos en la calle hechos unos gitanos, pues nos metió en un colegio a los dos. A mi hermano en Ayamonte y, a mí, aquí en Huelva. Mi madre se desvivía. Estaba trabajando, venía a verme y, cada vez que le daban algo, para su niña. Todo me lo daba a mí. Después estuve interna en el colegio. He sido muy rebelde porque la injusticia no me ha gustado nunca. Me han maltratado todo lo que han podido.

¿Quiénes?

E.P.: Si no sabías una cosa, te cogían con un palo y te daban una palmeta. Una vez le dije a una, estábamos en la enfermería, era un pasillo estrecho, porque íbamos a pesarnos como si fuéramos cerdos, nos pesaban todos los meses o todas las semanas, yo qué sé... Yo estaba hablando con una y me dice la enfermera: “A la que hable me la nombras”. Estaba hablando con otra niña y me dice: Ven para acá Esperanza. Le digo: “Yo no voy”. Cogí la escalera abajo y me dio una paliza que casi me mata.

¿Cómo creen que ha evolucionado el trato a las personas con discapacidad en estos años?

E.P.: Bien. Están bien miradas. Sí.

J.V.: Hay de todo.

E.P.: Hay de todo, sí. Pero yo creo que estamos bien miradas. Sí. Después cuando vamos de viaje, yo voy mucho de viaje por ahí, nos ponen en los primeros sitios. Cuando vamos al teatro, en los primeros sitios.

J.V.: Si vamos con la ONCE...

E.P.: Si vamos con la ONCE...

J.V.: Porque si vamos con el IMSERSO, particular, ahí nada.

E.P.: Yo viajo con la ONCE porque llevan unos buenos monitores, unos buenos guías, que están pendientes de nosotros.

Ustedes han vivido muchas décadas. ¿Cuál creen que ha sido la mejor etapa de su vida?

E.P.: Mi mejor década, en la que he estado en la ONCE.

¿Considera que la mejor etapa de su vida ha sido la última?

E.P.: La mejor ha sido la que he estado en la ONCE. Gracias a Dios, tengo mi vida resuelta, porque la tengo, ayudo a mis hijas todo lo que puedo. Es la mejor etapa que yo he vivido.

J.V.: Yo, estando trabajando, he estado bien. Pero en plan de tranquilidad y bien situado, pues ahora. De la jubilación para acá.

¿La jubilación les está resultando una época dorada?

J.V.: Sí. Prácticamente, sí, porque estamos más despreocupados del trabajo y de las preocupaciones diarias.

E.P.: Además, no tenemos que preocuparnos por el dinero. Tenemos nuestra pensión.

¿Se podría decir que, en esta última etapa de la vida, son más felices con la ONCE?

E.P.: Claro. Somos más felices, si yo no hubiera estado en la ONCE, a dónde iba haber cobrado la paga que yo cobro...

¿Y usted, Jesús?

J.V.: Hombre, porque me distraigo más.

Ya sabemos Esperanza que usted juega al cupón todos los días... Jesús, ¿Usted ha jugado mucho al cupón?

J.V.: Mi señora es la que gasta el dinero en el cupón.

¿Tienen predilección por alguna terminación?

J.V.: Me gusta mucho el ocho. A mi yerno le gusta y parece que le va bien. Pero, vamos, a mí, no me toca nunca nada (risas).

E.P.: A mí también me gusta el ocho.

¿Tienen alguna predilección por alguno de los productos de juego de la ONCE?

J.V.: El cupón diario.

E.P.: El cupón. Yo compro rascas también. Compro rasquitas, cada vez que compro un cupón. Compro todos los días. No tengo otro vicio.

Orgullo de ser andaluces

Esperanza y Jesús reconocen que siguen la actualidad andaluza con interés y apuntan el empleo como principal preocupación

¿Qué le pedirían al Gobierno para que la soledad no siguiera siendo un problema en España?

J.V.: Más centros del mayor.

E.P.: Centros cívicos y residencias. Yo no quiero porque soy muy independiente y yo me manejo prácticamente.

J.V.: Ninguno queremos, pero lo tenemos asimilado.

¿Siguen la actualidad de España y de Andalucía?

E.P.: Yo, sí.

J.V.: De Andalucía, prácticamente, sí. Con las noticias de radio.

Radio...

E.P.: Yo, televisor.

J.V.: Y los partes de televisión.

¿Cataluña les importa mucho?

J.V.: Nada.

E.P.: A mí, nada.

¿Qué les preocupa más de Andalucía?

J.V.: El trabajo.

E.P.: El paro, también. Yo, gracias a Dios, tengo un yerno que tiene un puesto de pescado en la plaza y venden mis dos nietos y el padre.

¿Les molesta mucho cuando, desde fuera de Andalucía, se mofan de los andaluces?

E.P.: ¡Buff! ¿Eso me pone, a mí, encendida! Cuando dijo Tejerina lo de los niños andaluces aprendían menos que el resto... Yo tengo una nieta que es andaluza y es filóloga. Ha estado ella universidad de Harvard y, ahora, se está sacando un máster y se tiene que ir 15 días a Murcia. Es lista como el viento.

J.V.: Lo que me molesta de los catalanes y valencianos, comprendo que es su idioma o su lenguaje... Pero que haya una reunión de personas, que estemos en un comedor, en una mesa, y unos estén hablando en catalán o valenciano y nosotros en castellano o andaluz... Lo que me molesta es eso... ¿no estamos todos juntos y somos españoles? ¿Por qué tienen que hablar ustedes que no les entendemos?

E.P.: Nosotras, en un viaje, estuvimos con unos catalanes y nos llevamos divinamente. Fuimos a comer juntos y todo.

J.V.: Y dentro de eso hay personas que son estupendas...

¿Cuál es el principal valor que ustedes reconocen a los andaluces?

E.P.: La cordialidad. La manera de ser que tenemos. Que no nos importa decir un coño delante de la gente. Somos muy abiertos.

J.V.: La franqueza que hay.

Y la capacidad de sacrificio...

E.P.: Pues claro.

J.V.: La ayuda a los demás.

Solidaridad...

J.V.: Sí. Aquí en Andalucía, la gente, pregunta usted por cualquier calle y, si no está muy lejos, incluso, le acompañan a donde está la calle.

E.P.: Solidarias somos.  Y trabajadores, como los que más... Yo he estado desde las 7.30 que me iba a vender cupones.

J.V.: El pan no nos lo llevan a la casa por la cara.

¿Cómo se mueven ustedes por las calles? ¿Se orientan bien en sus ciudades? ¿Están bien adaptadas?

E.P.: Yo en mi barriada me oriento bien.  Yo voy a casa de mi hermana con el bastón mío. Cojo la acera, cuando llego al paso de cebra yo cruzo a la otra acera y voy bien.

J.V.: Yo Sevilla la conozco de, punta a cabo, bien. Pero, ahora mismo, no me puedo desplazar solo. Yo voy acompañado con la señora y le voy indicando, incluso, por el sitio que vamos caminando.

E.P.: Yo me defiendo en Huelva.

¿Creen que hay muchos obstáculos por la calle?

E.P.: Pues, sí.

J.V.: Ahora parece que los están acondicionando más los sitios para nosotros los ciegos.

E.P.: Sí.

J.V.: Pero, hasta ahora, ha habido problemas. Sobre todo, donde más lo notamos es en los veladores de los bares y la moda esta que hay de poner los carteles en las puertas de los establecimientos, anunciando. Todavía hay bastantes obstáculos. Pero, vamos, que se están solucionando poco a poco.

E.P.: Claro.

Para terminar, dígannos un deseo para la ONCE para los próximos 80 años.

J.V.: Que siga avanzando y si puede mejorar, un poquito más.

E.P.: Que siga avanzando como está. A poder ser poquito mejor.

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