“El respeto es de las cosas más importantes de la vida”, dice una joven de cien años
La sevillana Carmen Jiménez, afiliada a la ONCE con sordoceguera, cumple cien años acudiendo semanalmente a su cita con el taller de cuero de la Delegación Territorial
No se cumplen cien años todos los días. Carmen Jiménez, afiliada a la ONCE desde hace solo dos años, con sordoceguera, nació en Sevilla el 1 de junio de 1924, tres meses antes del golpe de Estado que desencadenaría la dictadura de Primo de Rivera en España. “Ya voy pa vieja”, ironiza. Un siglo después conserva una capacidad de memoria envidiable y un entusiasmo y empeño en sus tareas sorprendente. Salvo causa mayor, todas las semanas acude al taller de cuero en la sede de la Delegación Territorial donde manipula los materiales con determinación, reflejo de muchas décadas de ganchillo y punto.
La presidenta del Consejo Territorial de la ONCE en Andalucía, Ceuta y Melilla, Isabel Viruet, y la subdelegada, María Martínez, acompañadas con buena parte de las responsables de los Servicios Sociales de la Delegación Territorial sorprendieron a Carmen, el pasado 23 de mayo, con una tarta de cumpleaños que interrumpió por unos minutos el taller de cuero en la Delegación Territorial, a donde asiste todos los jueves que puede acompañada por su cuidadora Yessica, de Nicaragua. Dado que el 1 de junio, la fecha de su cumpleaños, caía en fin de semana, y el jueves anterior coincidía con festivo en la capital andaluza, adelantaron a ese día la sorpresa de entregarle también un ramo de flores como gesto de felicitación ante su Centenario.
Carmen ha cosido durante toda su vida y ahora disfruta trabajando el cuero tanto en la ONCE como en casa
Carmen permanece callada la mayor parte del tiempo concentrada en su faena. Pero no por abstraerse del mundo o no entenderlo, sino por no distraerse en el trabajo. Nueve mujeres y dos hombres, casi todos mayores sin apenas resto visual, comparten el mismo empeño en la tarea que dirige apasionadamente Cristina Gutiérrez sin apenas levantar las cabezas de los cueros. Antes era guarnicionera y tras un curso de monitora de tiempo libre abrió un taller de cuero en la ONCE en 2003, uno de los más veteranos de los que ofrece la Delegación Territorial. Ella corta y perfora todo el material y las alumnas lo cosen. Carteras, bolsos, fundas de bastones, de abanicos, cada una trabaja el objeto que ha elegido, el que más le gusta.
Carmen, que pone máxima atención en su tarea, asegura que coser y leer son sus dos grandes pasiones
“Lo que quiero es que se vayan felices, así se sienten productivos, el trabajo con las manos da una sensación natural que es muy particular, les cambia la rutina”, explica sin dejar de coser. Preguntarle por los beneficios que aporta este taller a sus alumnas es provocar una respuesta sin fin. Se trabaja la memoria, la relación del movimiento con el espacio, la concentración, ayuda a mantener la coordinación, socializa, establece relaciones “fantásticas”, dice, fomenta el buen humor. En definitiva, un alivio para la salud mental a edades y situaciones que conducen inevitablemente a la soledad. “Algunas llegaron depresivas y cuatro meses después no se conocen”, dice orgullosa la monitora del taller.
“Recuerdo a la ONCE desde que la fundaron”
A Carmen le pasa igual que al resto de sus compañeras, está deseando que llegue el jueves para acudir al taller. No falta ni los días de lluvia, que sí suele dejar atrás a alguna de sus compañeras de mesa. “Tiene que estar cosiendo todo el tiempo, las manos no las puede tener quietas”, dice Cristina. “Es muy buena chica, de las más formalitas, y callada. Tremendamente habilidosa con el punto, no se le escapa un agujero”.
La monitora Cristina Gutiérrez asegura que el taller de cuero ayuda a trabajar la memoria y la capacidad de concentración
Esa habilidad la viene trabajando Carmen casi desde hace un siglo también porque ya desde muy pequeña, la madre le obligaba a coser mientras ella leía. Ahora es a ella a quien le leen por las tardes mientras cose, después de un ratito recostada de siesta en su butacón. Carmen se levanta a las 9 o 9:30, come a las 2, y hasta las 11 no suele acostarse. El resto del tiempo cose, lee, o ve la televisión. Disfruta con Pasapalabra, La Ruleta de la Fortuna y Juan y Medio claro, ella sola se ríe de lo que cuentan los mayores en el programa más querido de Canal Sur TV.
Carmen, como el resto de los participantes, se muestran muy disciplinados y entregados a la tarea artesanal
Hija de militar, la más chica de tres hermanos, los otros dos varones, estudió piano, pero por problemas en la muñeca tuvo que abandonar la música. No continuó por ayudar a su madre con uno de sus hermanos y en las tareas de la casa y la lectura fue su gran pasión desde muy pequeña. “Mi madre no quería que leyera y me enseñó hacer punto de media sin mirar. Me ponía la novela en la pierna. Mi madre era buenísima pero muy exigente, y no quería verme con las manos quietas nunca”, comenta. Y así empezó todo. Su pasión por la costura y la lectura que han sido los grandes pilares en su vida, además de la familia. ‘Y todos callaron’, de Toti Martínez, y ‘Palmeras en la nieve’ de Luz Gabas son dos de los títulos que se han quedado ahí clavados en tu memoria. Ahora le está encantado de ‘Corazón helado’, de Almudena Grandes.
Las manos de Carmen reflejan el paso de un tiempo cargado de amor a toda su familia
Carmen perdió la vista hace dos años por completo, es sorda desde hace 20 años y va en silla de ruedas desde que se rompió la cadera en 2019. Pero siempre ha asumido con resignación cada barrera que la vida le ha ido poniendo por delante. Con el apoyo y el cariño constante de sus cuatro hijos, cuatro nietas y cuatro nietos, nueve biznietas y un biznieto, y desde hace dos años con la ayuda también de la ONCE que ha incorporado a su vida.
Carmen recuerda perfectamente como su madre jugaba siempre al cupón de la ONCE con la terminación del 58
“La ONCE me ha ayudado muchísimo -reconoce-. Recuerdo la ONCE desde que la fundaron aquí en Sevilla. Mi madre compraba todas las semanas el cupón, que entonces era tres números nada más, no le tocó nunca, llevaba el 58 y no le tocó nunca, pero siempre he tenido buenos recuerdos de la ONCE”. Pese a la alegría que le da cada jueves ir al taller, admite que perder la visión ha resultado duro. “Ha sido muy triste -resume-. Y sigue siendo muy triste el no ver, pero aquí me siento muy a gusto y muy bien, deseando que llegue el jueves”. Carmen no siguió la tradición de su madre de comprar todas las semanas el 58, pero sí compra en los Sorteos Extraordinarios y algún que otro Cuponazo, siempre que empiece o acabe en 8.
“He sido muy feliz”
“Me gusta mucho coser, me resulta muy agradable”, dice en un tono perfectamente entendible mientras sigue hilvanando con las manos. De hecho, se lleva tarea a casa para continuar durante la semana hasta el siguiente taller. “Aquí me mandan deberes”, dice sonriente. “Las manos no las tengo quietas nunca, o coso o hago punto”, reconoce dando la razón a su monitora y a su cuidadora. Sus compañeras no levantan la cabeza del cuero, ensimismadas en su trabajo.
Carmen Jiménez recibe emocionada un ramo de flores de manos de la presidenta del Consejo Territorial, Isabel Viruet
No se reconoce coqueta, pero a la Delegación Territorial acude siempre muy conjuntada y con pequeñitas joyas a juego con los colores que haya elegido ese día. Su último trabajo ha sido una funda para un abanico, hasta que llegó su noveno biznieto hace dos meses, que lo aparcó todo para ponerse con una colcha para el recién llegado a la familia.
Su vida, es la historia viva de España del último siglo. Dictaduras, guerra civil, guerras mundiales, transición, democracia, Reyes, Papas. Ha conocido hasta ocho pontífices. Y los enumera uno a uno pausadamente sin equivocarse: Pío XI, Pío XII, Juan XXIII, Pablo VI, Juan Pablo I, Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco, aunque se queda con la bondad de ‘Il Papa Buono’, Juan XXIII, el preferido de su madre. De Juan Carlos I siempre se ha declarado fan total, hasta que España empezó a saber de sus infidelidades y corruptelas. “Me ha decepcionado a última hora, lo veía tan campechano y tan cercano, que me resultó un palo la verdad”.
Carmen es una mujer muy religiosa, de misa diaria, ahora por televisión, sobre todo devota de San Bernardo y María Auxiliadora de los Salesianos de Sevilla. De hecho, recuerda como uno de los días más felices de su vida el día que hizo la primera comunión el pequeño de sus hijos, porque comulgaron juntos toda la familia. Y admite que le está costando mucho acostumbrarse a las rupturas matrimoniales y los nuevos modelos de familia.
Isabel Viruet y Marta, hija de Carmen, acompañan a la joven centenaria en el momento de soplas las velas
“De la Guerra Civil guardo malos recuerdos. Vivía en la Pirotécnica y cuando no venían a bombardear había muchos sabotajes, explosiones y fuegos”, recuerda con gesto entre pena y amargura. “Lo pasé mal, pero he sacado a los hijos adelante gracias a Dios, todos con carrera”, dice recuperando la sonrisa de inmediato.
Pensando, pensando, recuerda con precisión la fecha del 8 de mayo del 45, el día que los Aliados de la Segunda Guerra Mundial aceptaron la rendición incondicional de la Alemania nazi. “Por la trayectoria que llevamos me parece a mí que vamos a empezar la Tercera (Guerra Mundial)”, vaticina con evidente poso de pesimismo. “¿Cree que estamos peor que cuando usted era joven? “Ahora lo veo de forma distinta, soy pesimista, pero al rato me pongo muy optimista y veo las cosas buenas nada más. Trato de olvidarme de lo malo”, dice tras declararse muy orgullosa de ser, por este orden, española, andaluza y sevillana.
Sonríe mucho menos de lo que lo hacía y habla también muchísimo menos de lo que le gustaría, porque Carmen siempre ha sonreído mucho y ha sido muy “dicharachera”, pero ahora las dificultades de movilidad y sensibilidad le han arrebatado parte de su personalidad. A los jóvenes les pide que sean honrados y respetuosos y les recomienda que “cuando vengan la época mala, que no se vengan abajo, que sigan levantándose, que tiren palante y sigan su camino”. Y menos móviles desde luego. “Me descomponen”, confiesa.
Carmen, feliz, junto a la presidenta del Consejo y la subdelegada de la ONCE en Andalucía, Maria Martínez
En medio de la celebración de su largo cumpleaños, se declara orgullosa de haber transmitido a sus hijos valores y haberles enseñado a ser, sobre todo, buenas personas, honradas y respetuosas. “Para mí el respeto es de las cosas más importantes de la vida”, termina diciendo. Y presume de sentido del humor. “Ya voy pa vieja”, se sonríe. Las compañeras del taller aplauden con emoción el momento de soplar las velas.
“¿Y de mi matrimonio, no me preguntas?”, interpela la entrevistada. ¿El suyo fue un matrimonio feliz?, le preguntan a modo de reacción. “Felicísimo”, responde. Que quede bien claro. A su marido lo conoció con 18 años, estuvo “rondándole” tres años, seis de novios y compartieron cerca de 66 de matrimonio. Enrique era empleado de banca. Fueron de viaje de novios a Madrid en avión en 1952. Hace diez años que lo ha perdido y lo sigue recordando cada día. “Lo echo tanto de menos... no me acostumbro, no me acostumbro”, dice al borde otra vez de la emoción.
En el balance de estos cien primeros años de vida, Carmen concluye con determinación: “He sido una buena mujer y he sido muy feliz”.
| LUIS GRESA
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