Un camino a la esperanza

José Roldán, vendedor de la ONCE, con discapacidad grave, es hermano mayor de la Hermandad de Jesús de la Sentencia, Nuestra Señora de la Salud y San Francisco de Asís, la más humilde y una más de más populares y queridas de la Semana Santa de Huelva. Su recorrido vital y su testimonio constituyen hoy todo un camino a la esperanza.
El barrio Pérez Cubillas es una de las zonas más deprimidas y con mayores necesidades sociales de Huelva capital. Edificaciones de poca altura, propias de la España de los 60, que conforman grandes patios de vecinos donde transcurre la vida en chándal y en bata, entre el griterío de los chiquillos, corrillos de hombres a las puertas y conversaciones entre ventanas. Pareciera como si el progreso urbanístico se hubiera detenido ahí, atrapado entre un nudo de centros comerciales estándar, de los que se encuentran a la entrada y salida de cualquier gran ciudad.
José Roldán (Huelva, 1962) ha visto crecer el barrio y ha sido testigo de su deterioro y, en parte, su abandono. Aquellas primeras chabolas dieron paso a un paisaje de bloques feos de cuatro plantas sin ascensor construidos al albur de la expansión del polo químico que llevó a la ciudad el gobernador Pérez Cubillas. Y que hoy, por los bajos precios de la vivienda, ha ido derivando en un barrio de inmigrantes muy diverso, de escasos recursos económicos, pero muy respetuoso con el entorno y sin conflictividad social.
Pepe creció feliz en Pérez Cubillas. Allí vio emerger a la parroquia de San Francisco de Asís como un faro que todo lo guía en un espacio necesitado de referentes y ayudas de todo tipo. Un edificio muy humilde y contextualizado en el entorno, sin apenas personalidad arquitectónica por fuera y de rasgos funcionales y sobrios por dentro, que, además de iglesia, ejerce como epicentro del pulso vital del barrio.
Un hombre de fe
José Roldán en el interior de la parroquia de San Francisco de Asís de Huelva
Nunca fue monaguillo. “Mi carácter religioso me lo inculcaron mis padres desde muy pequeño. Ahí viene mi devoción”, comienza diciendo. “Yo empecé aquí -dice sentando en el último banco de la parroquia, vacía a esa hora- y conocí a todos los curas a través de mis padres que venían asiduamente a misa. Y a mí me gustaba estar aquí, me desahogaba, me daba una paz interior. Y aquí sigo, aunque me he ido a otra barriada pero siempre las raíces me tiran hacia aquí”, explica con la serenidad propia que impone el entorno.
Al fondo del altar, una imagen de San Francisco de Asís y de la Virgen de de la Salud Gloriosa presiden todo el espacio. En la entrada, tras una reja, las imágenes del cristo de la Sentencia y la virgen que son las que procesionan, reciben a los feligreses como un pórtico que obliga a detener el tiempo, aunque sea solo por unos momentos.
La Hermandad de la Salud se fundó en 1976 como hermandad de gloria y pasó a ser de penitencia en 2000. En 2011 entró a formar parte de la nómina del Martes Santo aunque no realizó su primera estación de penitencia por carrera oficial hasta 2014. 650 nazarenos conforman hoy la hermandad aunque son 280 los que salen el Martes Santo. “Quizá sea un poco especial, a lo mejor por nuestro carácter -describe José Roldán-. Es peculiar porque la mayoría de las personas que la componen, nuestros hermanos, son personas que han vivido en la barriada, electricistas, fontaneros, padres, hijos, y ese nexo de unión sigue aquí vivo”. Otra peculiaridad, no menor, es que al encontrarse la sede en el extrarradio de la capital, la cofradía procesiona más de 12 horas seguidas por las calles de Huelva desde que sale, alcanza el recorrido oficial y vuelve a casa.
Roldán lideró el proceso, el papeleo, los trámites, la constitución de una junta de gobierno, conversaciones con el Obispado, cerca de diez años de gestiones para convertir a la hermandad de gloria, con una tradición más veraniega, a una de penitencia consagrada para la Semana Santa. Fue todo un logro que se celebró con júbilo entre los suyos por lo que significaba de reconocimiento social a esa barriada en el seno de la ciudad. Hubo que construir un anexo parroquial con altura suficiente para que pudiera salir un paso pero al final, se consiguió. “Fue una alegría tremenda y más del sitio de donde venimos, que sabemos todos la humildad del sitio”, dice con el orgullo que delatan el brillo de sus ojos.
Imágenes del Cristo de la Sentencia y Nuestra Señora de la Salud de Huelva
Pepe ya fue hermano mayor cuando era de gloria durante cuatro años y ahora lo es de nuevo, desde hace tres, como hermandad de penitencia. “Digamos que es la segunda vez que soy hermano mayor”, aclara. “Es un orgullo pertenecer a la hermandad de mi niñez y una gran responsabilidad ser hermano mayor”, reconoce. “Porque necesitas un compromiso, una dedicación y un saber estar, una representación hacia el exterior. Son muchos los compromisos que tenemos, inclusive de atención a los hermanos y la labor caritativa que hacemos”, añade.
Pero Pepe saca fuerzas de su fe y de la enseñanza que aprendió de San Francisco de Asís. “Sobre todo humildad, sencillez y que las cosas van a llegar cuando Dios quiera que lleguen”, asegura convencido. “Él trabajaba por su sencillez y humildad y creo que es la característica de nuestra Hermandad y sobre todo la mía, no aspiro a grandes cosas, sino a lo que quiera Dios que sea, así será”.
El Hermano Mayor vive cada estación de penitencia como un viaje al interior de su ser. Es su forma de vivir la Semana Santa, como si fuera el recorrido pausado de un camino a la esperanza. “Cuando uno se viste de nazareno, parece que va buscando su interior, su ser, y va interiorizando en todos los detalles que en ese camino te lleva a hacer estación de penitencia -reflexiona en voz alta-. Nosotros salimos a la calle porque nos ven, no salimos para que nos vean. Y eso es lo que más nos lleva a interiorizar, buscar tu interior dentro de la fe cristiana. Es maravilloso. Puede ser como el camino de la esperanza porque vamos buscando ese bienestar interior en el que meditamos y vemos cómo nos hemos portado de un año a otro. Es un poco confesarse a sí mismo dentro de uno. Y por lo menos a mí me llena”.
La ONCE una razón para luchar
El vendedor de la ONCE en Huelva considera que la ONCE le ha dado una razón para seguir luchando en su vida
La discapacidad visual se asomó a su vida a los 15 años. Nunca vio bien por un ojo aunque tampoco le echó cuenta porque tampoco le condicionaba su rutina. Trabajaba como carpintero metálico -aluminios, cristales y persianas sobre todo- hasta que la crisis del ladrillo le dejó en el paro. Y con un 33 por ciento de discapacidad oficial, cambio de rumbo y entró en la ONCE. “Para mí es maravillosa, encontré un apoyo tremendo. Y creo que aquí seguiré hasta que me jubile”, resume gráficamente. Primero estuvo cerca de cinco años como vendedor en la costa onubense, entre El Portil y El Rompido, y ya lleva tres en la capital en las avenidas de las Adoratrices y la de Andalucía. Sus clientes, la mayoría, desconocen esa doble vida que lleva, aunque los más capillitas saben bien de su peso en la Semana Santa de Huelva. “La ONCE me ha dado una razón por la que seguir luchando”, subraya.
El hermano mayor no mira de reojo a las Hermandades de Sevilla, ni siquiera al resto de las de Huelva, y niega que haya rivalidad entre las distintas cofradías que conforman el Consejo. “Nosotros no tenemos un palio para sacar a la virgen, nos gustaría, pero viendo de dónde venimos y las posibilidades que tenemos lo vemos inviable. Pero nadie de ninguna hermandad va a decir que no tenemos palio. No, porque esto no se trata de una competición, se trata de una aspiración personal dentro de la Hermandad y hasta donde se pueda llegar”. En Pérez Cubillas cualquier estreno, por pequeño que sea, se celebra como un triunfo colectivo. “Dentro de lo que cabe, nosotros con lo poco y pequeño que podamos llegar a estrenar cualquier año nos parece un mundo y sin embargo a lo mejor hay otras hermandades que cambian de palio y a lo mejor no le dan sentido tanto como nosotros, que con poquitas cosas podemos valorar para ver hasta donde hemos llegado”, comenta.
Roldán trabaja la Semana Santa los 365 días del año, descontando, eso sí, el mes de vacaciones. “Hay hermandades que a lo mejor dan una patada y viene la Diputación o el Ayuntamiento y les es más sencillo hacer las cosas pero a nosotros nos cuesta la misma vida”, admite. Detrás de una Hermandad como la suya hay mucha obra social que no se ve, ni se presume de ella. “Muchas veces tenemos que tapar muchos agujeros por la propia idiosincrasia donde está ubicada la Hermandad -explica-. Vienen familias con necesidades ¿Y qué vamos a hacer? Son cosas que rutinariamente hacemos y no le damos el valor que otras Hermandades le dan. Son cotidianidades del día a día de lo que es la feligresía de la parroquia. Nos cuesta trabajo, porque es normal, pero bueno, lo vamos subsanando poco a poco”, responde con humildad manifiesta.
A su juicio, lo más emocionante del Martes Santo es la salida de la parroquia, máxime si se produce en medio de la incertidumbre que genera siempre la amenaza de lluvia como ocurrió el año pasado. “Es bonito vivir el momento de la salida y la recogida, ya cansados, y se ve el barrio con gente de fuera que vienen a apoyarnos, la verdad es que nos orgullece mucho ver que esté la gente aquí apoyándonos”.
Trompeta en la Banda
Roldán forma parte de la Agrupaicón Musical del Cristo del Amor de Huelva, que dirige su hijo Efrén
Otra de las facetas que definen la personalidad de José Roldán es la de músico. Toca la trompeta en la Agrupación Musical del Cristo del Amor, ‘La Cena’, con la que sale todos los días de la Semana Santa excepto el Martes Santo que ejerce de Hermano Mayor. Con ellos ensaya todo el año, excepto los tres meses de verano, de lunes a jueves de 21:00 a 23.00 horas en una nave del polígono Polirrosa de Huelva. Un calendario de ensayos abrumador porque también dan cobertura a las necesidades de cruces y romerías.
Sus hijos le inculcaron la pasión por la música. Los llevaba a la banda, como cualquier padre a sus niños, y como faltaban trompetas le empujaron a formar parte de la formación sin tener ni idea de lenguaje musical. “Total, que llevo ya 30 años de música”, dice orgulloso. Efrén, el menor de sus dos hijos, es el director de la agrupación desde hace un año y empezó con seis. Tiene situado a su padre, prácticamente sentado frente por frente en los ensayos, en la última fila del enorme semicírculo que conforman los más de 130 de vientos en un abanico muy amplio de edades entre jóvenes y mayores. Su hermano, Jesús David, el otro hijo de José, fue miembro de la banda durante años y en la actualidad es costalero de su Hermandad.
José Roldán comenzó llevando a sus hijos a los ensayos y ha cumplido ya 30 años tocando la trompeta
Los ensayos no dejan lugar a la improvisación. En un ambiente de fraternidad y respeto a las órdenes del director, la banda repasa partitura a partitura un repertorio minuciosamente estudiado en casa y aprovecha cada pausa para afinar los instrumentos. El sonido resulta tan perfecto como absolutamente emocionante en la frialdad de un hangar totalmente impersonal.
Primero viene calentamiento “porque los instrumentos vienen de la calle fríos y entonces lo que hacemos es soplar el metal hasta calentarlo a la temperatura adecuada de cuando vamos tocando habitualmente”, explica el director en un receso de segundos. Después la afinación de instrumento para que el ensayo resulte en las óptimas condiciones. Y a continución, sin compás de espera, marcha tras marcha, la música se descubre en toda su magnitud y esplendor. Difícil no pensar en el grito de la levantá: “Al cielo con ella”.
Efrén reconoce que el hecho de que su padre forme parte de la agrupación musical aporta un punto de emoción añadido. “Hombre, el punto de emoción me lo da. No es por nada, sino porque al final yo estoy aquí gracias a él. Él ha sido el que me ha engañado y el que me ha me ha envenenado en este mundo. Y bueno, desde los cinco años empezó como una tontería de traerme y al final venía mucho más a los ensayos que incluso muchos de los componentes. Entonces lo engañamos a él y le dimos un instrumento y bueno desde entonces lleva él tocando con nosotros y desde luego ya lleva un bagaje bastante amplio en este mundo”, dice levantando la voz para que se pueda hacer entender entre las afinaciones.
El de las bandas de música es un mundo muy competitivo en Andalucía, referente mundial de este tipo de música. “Para mí yo pienso que es la mejor pero externamente a ellos les tengo que decir lo contrario. Porque al final las exigencias de uno mismo son las que las que nos hace alcanzar las metas que realmente queramos. Y eso es fundamental. Al final nosotros somos altruistas, no somos profesionales, a excepción de unos cuantos que hemos estudiado en Conservatorio”, explica con otro punto de orgullo.
Padre e hijo orgullosos de compartir una misma pasión, la música y la Semana Santa
Efrén admite que hay momentos en los que la emoción condiciona la marcha. “Eso siempre condiciona -admite sin tapujos-. No es lo mismo tocar en un ensayo que tocar, por ejemplo, en nuestro día grande, que es el Domingo de Ramos, en mi caso, o el de mi padre, que es el martes Santo. Entonces eso siempre condiciona y al final te lleva a estar un poco más pendiente e incluso a despreocuparte, llegando a cometer incluso errores. Por lo tanto, esas cosas tenemos que intentarlas controlar cuando llega ese momento”, explica. “Pero yo lo primero que hago es mirar para atrás y agradecerle siempre a mi padre por envenenarme de este mundo, porque al final es lo que nos gusta y nos pegamos todo el año ensayando”. A su juicio hay mucha fe en las filas de la banda. “Muchísima pero hay también una devoción a lo que es el instrumento y a lo que se hace, que es lo que es la música. Al final es lo que nos rodea, la música”, concluye antes de poner en pie una nueva partitura.
“Aparte del cansancio, que son muchas horas -interviene ahora el padre-, es un sentimiento de compañerismo, de estar juntos entre compañeros que tocan de la misma forma la misma melodía, que a la gente que está escuchando le guste y le llegue y que sea un medio para la emoción y la alegría. La verdad es que es muy satisfactorio lo que se logra -asegura José en otra pausa del ensayo-. En momentos, depende de la situación, tocando, se nota el sentimiento, se ve el paso moverse, la banda en silencio tocando, y la gente escuchando y la verdad es que te emocionas”.
Las costureras de la Sentencia
Las costureras de la Hermandad (en la imagen 5 de las 7 que son) adoran a Pepe Roldán por su humanidad
Cinco tardes a la semana, siete mujeres tejen en una sala próxima a la parroquia mantos, túnicas, estandartes y otros elementos que se utilizan en la procesión o cualquier otra necesidad de costura que surja para los altares o las cortinas para los triduos. En un ambiente de amistad y sentido de comunidad pasan horas cabizbajas cosiendo a mano y a máquina mientras comparten complicidades y mucho cariño. Entre ellas se reparten la ropa del Cristo y la Virgen.
“Para mi esta Hermandad es lo más grande que tengo en el mundo”, irrumpe Carmeli Narváez a punto de emocionarse nada más abrir la boca. “Y el Martes Santo es sagrado, tenemos unos hermanos formidables, nuestro grupo de costura es formidable -subraya encantada-. A mí el de los ojitos verdes (el Señor de la Sentencia) y su madre (la Virgen de la Salud) me han salvado la vida porque estaba muy malita y él y los médicos me han salvado la vida”, repite con la voz entrecortada.
Carmeli, como el resto de sus compañeras, llevan con mucho orgullo pertenecer a la hermandad más humilde de Huelva. “Nosotros lo queremos como si fuera la hermandad más rica. Es pobre, pero en todo lo que podemos hacer ayudamos. Y si nos piden preparar un bocadillo, las primeras, si nos piden hacerle la ropa, le hacemos su ropa”. De Pepe mejor no habla porque si no se emociona otra vez. “Es muy buena persona, le queremos mucho porque su hermana estaba en nuestro grupo y por desgracia se nos fue y cada vez que lo vemos nos acordamos de ella. Aunque sea el hermano mayor nos trata como hermanos, cuando hay una reunión nos trata a todos iguales. Hombre, cuando llega el momento que tiene que ser hermano mayor se muestra como hermano mayor pero luego es uno más de nosotros”, dice sin perder el hilo.
Manoli González es otra de las costureras. “Aquí estamos todas a una para hacer las cosas y lo que se haga falta se hace, además aquí hay un grupo de jóvenes maravilloso. Somos pobres pero aquí estamos, venimos a coser, pero también a tomar nuestro cafelito, nos reunimos aquí, le pedimos permiso al hermano mayor y nos ponemos aquí”, explica. “Llevo viniendo a este barrio más de 50 años y conozco a Pepe desde entonces así que estamos todos muy bien”, concluye.
Antes de marcharse del templo, en silencio, Pepe describe las dos imágenes que saldrán a las calles de Huelva el próximo Martes Santo, este año, el día 15 de abril. El titular de la hermandad, el Señor de la Sentencia, “nos lleva a un reconfortante momento en el cual Cristo es presentado al pueblo por Pilato, el cual, decía: ¿A quién queréis que suelte, a Jesús o a Barrabás? Y claro, al ver al ver al Señor con los latigazos dados, con la corona de espinas, con esa mansedumbre, la cara, esos ojos verdes que llenan tanto de esperanza, y esas manos temblorosas, pues llega al pueblo y llega al corazón. Y transmite una paz interior en la que se lleva uno horas y horas mirándolo y detallando internamente, y buscando lo que es la forma de la boca, los ojos, y parece que te habla. Y eso sí es verdad que hay que sentirlo. Hay que verlo para sentirlo. Yo muchas veces digo que dichoso aquel que no lo ve y lo siente. Lo digo por mis compañeros ciegos, pero sí es verdad que una paz interior llena mucho la vista y lleva una paz muy grande”.
¿Y la Virgen? “Bueno, la Virgen muchas veces la vemos como nuestra madre, nuestra protectora, como la que vamos pidiéndole cosas. “Madre mía a ver si nos ayudas a hacer esto o nos echas una manita en esto otro”. La vemos como una intercesora entre nosotros y el cielo. Y la verdad es que venimos muchas veces aquí a rezarle y a verla y a contarle nuestras cosas. Y bajo mi fe yo creo que ella se lo cuenta al que está arriba y le concede muchas cosas que le pedimos. Ese es el sentimiento que me transmite la Virgen, en sí es, que sea nuestra madre protectora, la que le cuente las cosas al Señor y la que realmente lo concede muchas veces”, concluye.
Sostiene el Papa Francisco que la Semana Santa nos da fortaleza para enfrentar nuestros propios retos; que nos desafía a vivir con autenticidad y generosidad; que nos invita a la introspección y al perdón; que nos enseña sobre la humildad y el sacrificio. Y se refiere a la esperanza como esa virtud cotidiana, silenciosa, humilde que nos mantiene en pie y nos ayuda a ir adelante.
Ese camino a la esperanza que José Roldán ha ido trazando a lo largo de su vida, es fiel reflejo de ese vivir auténtico, humilde y generoso. Sus hermanos lo saben. Lo saben sus clientes. Y Huelva se lo reconoce con cariño y respeto cada Martes Santo al paso de Jesús de la Sentencia y la Virgen de la Salud por sus calles. Y fiel a esa forma de ser proclama que la discapacidad no puede ser nunca un problema para vivir. “Debemos adaptarnos a lo que no podemos hacer, pero no somos menos válidos, y debemos marcarnos unas metas en las que vayamos poco a poco sabiendo hasta donde podemos llegar”, concluye.
| LUIS GRESA