EN PRIMERA PERSONA: Luis Berges, arquitecto

BOLETÍN 194 FEBRERO 2025

Entrevista al arquitecto jienense, Luis Berges

Este mes de junio, el arquitecto jiennense Luis Berges Roldán (Jaén, 1925) cumplirá cien años de existencia. Una vida de trabajo y experiencias que lo han llevado a ser todo un referente en su campo y una voz prominente en la lucha por la conservación del Patrimonio Arquitectónico de las ciudades. Por sus manos han pasado algunos de los proyectos de restauración más emblemáticos de la ciudad y la provincia. Afiliado a la ONCE desde que comenzó a perder la visión hace unos años, el flamante ganador de los premios Grajo aboga por ciudades pensadas para las personas y no para los vehículos.

   “Las ciudades deberían ser para el ciudadano”   

¿Cómo se interesó por la arquitectura en primer lugar?

Por mi padre, él fue arquitecto y, aunque lo perdí muy joven, yo tenía claro que quería estudiar arquitectura, como él.

Desde entonces, su vida y su carrera han dado para mucho. ¿De qué se siente usted más orgulloso?

De haberlo logrado. Desde que tenía 16 años tuve que ir a Madrid a trabajar como delineante. Allí estuve trabajando para estudiar la carrera. El ingreso entonces no era como ahora, tuvo que pasar mucho tiempo hasta que conseguí ser estudiante de pleno derecho.

Ese era un ingreso muy complicado que duraba muchos años. Trabajando conseguir ingresar a la Escuela Superior de Arquitectura de Madrid y a partir de ahí me estuve formado con una serie de arquitectos y vine a Jaén prácticamente en condiciones de poder trabajar y con ganas de empezar. Lo que yo quería.

¿Por qué le gustaría ser recordado?

Por ser un arquitecto que de verdad amó su tierra. Porque podría haber seguido mi carrera profesional allí trabajando en Madrid. Y sin embargo, sin nada más que el título debajo del brazo, me vine aquí a mi tierra a empezar a trabajar por mi cuenta, pero sobre todo por mi ciudad.

¿Se considera usted profeta en su tierra? ¿Cree que su trabajo ha sido reconocido como debería?

No, no creo que tanto. Antiguamente, había una parte del patrimonio histórico en Jaén que estaba dejado de orden. No había quien se dedicase en cuerpo y alma a luchar por él. Cuando empecé, de Jaén solamente se conocían Úbeda y Baeza. En cambio el resto del patrimonio arquitectónico de la ciudad y del resto de la provincia estaba desatendido, era algo que no preocupaba a nadie, aunque a mí me preocupaba mucho. Cuando vine de vuelta a mi tierra me encontré que las cosas en mi campo estaban prácticamente todas por realizar.

Tuve la oportunidad de recibir mi primer encargo muy pronto, en cuanto empecé a trabajar en Jaén, y a partir de ahí, en la Dirección General de Arquitectura empezaron a conocer mi forma de trabajar. Estuve trabajando toda mi carrera en lo que ha sido siempre lo que más me ha preocupado, el Patrimonio Histórico.

Usted cita en varias entrevistas que en la posguerra fue cuando se perdió la identidad de la ciudad en esas reconstrucciones. ¿Hay algún camino en el crecimiento de una ciudad que no pase por la pérdida de su identidad?

Hubo un proceso político en España que fue el de industrializar capitales. Este evento dio lugar a un despoblamiento provincial y a una acumulación de personas en la gran ciudad, dejando vacía las ciudades de origen. Esta construcción de vivienda masivamente fue a costa de que lo que eran cascos antiguos perdieran su identidad arquitectónica y surgieron los famosos edificios de pisos.

Yo recuerdo aquí en Jaén no existían más de tres alturas en su arquitectura. Ello había dado lugar a una característica personal de la ciudad como lugar particular, a una identidad que naturalmente ya no existe, fueron unos valores que se perdieron. En la actualidad pasa algo parecido, pero las grandes aglomeraciones ni siquiera son de habitantes, sino de visitantes.

“El turismo no tiene mucho sentido”

Luis Berges en su estudio

Berges aboga por un modelo de turismo más respetuoso con el patrimonio | Reportaje gráfico: Antonio de la Casa

¿Qué efectos tiene el turismo en las ciudades?

El turismo, igual que cualquier aglomeración de personas, perjudica a nuestras ciudades, pero no solamente aquí, también en el extranjero. Yo recuerdo haber ido a Machu Picchu y que hubiera cuatro gatos, ahora es un río de personas que forma parte del paisaje. En Petra, en Siria, cuando estuve en la primera vez había un beduino que prestaba su camello para poder hacer una foto. Ahora la polvareda que ha levantado la cantidad de camellos llevando a una aglomeración de turistas que hay han terminado por quitarle una de las particularidades de la ciudad, que era el color rojo de la roca. Ahora es blanca. Desgastan cualquier sitio, el turista es un elemento que hace que se pierda la tranquilidad de los espacios, que ya no se van a poder visitar de otra forma que masivamente. Y esto ocurrió, por ejemplo con la aparición de los grandes buques de turistas, que descargan miles de personas de golpe, por ejemplo en Venecia, prácticamente extinta, o en cualquier otro sitio.

Yo creo que el turismo tal y como se entiende hoy en día son gente apresurada comprando y mirando de forma desesperada. Hace que se pierda el aspecto de lo que tienen que ofrecer los propios lugares, no tiene mucho sentido.

Hoy en día, el patrimonio arquitectónico depende que sea atendido o no prácticamente en función del número de visitantes que tiene. La declaración de la UNESCO de determinado espacio es el premio cuando un número grande de personas lo visitan, no depende de a cuánta gente se mueva ahí, cuánta gente vaya apresuradamente a verlo.

¿Y qué es lo que se pierde esa gente? ¿Qué es lo que pueden decirnos el patrimonio arquitectónico de las propias ciudades?

De lo que se ha preocupado la ciudad por heredar. Es decir, un edificio que viene del pasado en la trama urbana actual es como si se incrustara una pequeña joya, y naturalmente, tiene su vida y su luz propia y debe ser respetada, como una cosa que vale la pena pararse y contemplar dentro de la masificación actual que tienen como máxima las ciudades actuales.

Son elementos, como pequeñas perlas que estuviesen incrustadas en la trama actual de grandes ciudades. Pequeñas joyas que hay que contemplar. Representan una forma de pasada de vida y la forma histórica en la que podíamos ver muchas de ellas, ya no existen que se han perdido. Es digno de ser contemplado y protegido como puede ser por un legado escrito que se conserve en una hemeroteca, en una biblioteca… son elementos que nos dicen del cariño de un pueblo por su pasado. Si no lo conservamos es porque no apreciamos lo que fueron nuestras ciudades.

En el libro que publicó hace un par de años dio su punto de vista de la guerra. Usted lo vivió cuando tenía 11 años. A sus casi 100, viéndolo en perspectiva, ¿por qué cree que España se le ha atragantado tanto el proceso de memoria histórica, que no ha habido un verdadero proceso de regeneración?

Yo creo que es por falta de sensibilidad de la gente. Esa sensibilidad parte del niño desde pequeño, y cuando una persona no es educada en ese aspecto, la verdad que no puede comunicar nada que valga la pena. Esto se aplica para todo.

A mí me impresiona cuando por ejemplo he visitado una ciudad inglesa, por ejemplo, el respeto que sigue teniendo a lo que es o fuera su casco antiguo como algo prácticamente sagrado. La gente es libre para visitar para mirar las cosas sin que se vea atropellado por vehículo.

Aquí en España ese respeto a lo que nos pueden comunicar no ha existido nunca, o yo no lo he visto todavía. Lo mismo con todo, sea Arquitectura o Historia.

¿Cee que se volverá a repetir la grandeza de las grandes ciudades clásicas, de París o Londres? ¿Miraremos en 50 años a ciudades modernas y estaremos orgullosos de ellas?

Depende de la educación. Si un individuo llega a emocionarse con lo que ha recibido del pasado, este estará a salvo. Si no, pues las cosas se seguirán perdiendo. Las ciudades actuales son un reflejo de la gente actual. Sirven a su propósito, pero sólo a los de ahora.

¿Cuál es su modelo de ciudad ideal?

En primer lugar, Se tiene que pensar que las ciudades para el ciudadano, no para los vehículos. No se pueden establecer estacionamientos en un círculo amplio ante un monumento, por ejemplo, una catedral. Hay que hacer una especie de círculo, de espacio que respete el propio documento que es y desde donde el individuo sea capaz de poder contemplarlo con toda tranquilidad, sin alteración de ninguna clase. Yo creo que la ciudad es para los ciudadanos y esto se olvida. Lo veo aquí en Jaén. Yo fui arquitecto municipal. Y yo luché y conseguí que alrededor de la catedral se quitase la circulación rodada. Sin embargo, poco a poco se va otra vez disminuyendo su espacio de respeto, el de uno de los puntos más importantes de la ciudad que son sus monumentos o su arquitectura patrimonial y vuelve a estar dominada por el cuatro ruedas.

Muchas veces en el casco antiguo de Jaén hay que meterse en los portales para no ser atropellado, porque esos espacios no estaban pensados para los vehículos de cuatro ruedas. Yo creo que la ciudad tal como la hemos creado, se debería haber ideado al margen de todo esto. Ya casi no hay manera de vivir en ella. La vida que tenían nuestros padres o nuestros abuelos era una vida de estar más tranquilo en la calle. Hoy en día es el alboroto, el ruido.

¿Cree usted que estos son los principales obstáculos a la hora de hacer las ciudades más accesible para las personas con discapacidad, o cree que hay otros más que se añadan?

Por supuesto, hay varios, pero casi todos proceden de lo mismo. Por ejemplo, en el centro se han estrechado las aceras para darle más carril a los vehículos. Desde luego, eso es un afán de entorpecer a un invidente, por ejemplo. Pienso que las ciudades deben ser para el ciudadano, sea cual sea la condición de este.

¿Falta sensibilidad entonces en los nuevos arquitectos?

El urbanista de hoy creo que tiene muy claro lo que hay que hacer con la ciudad. Lo que no se puede es pensar en una ciudad, un pueblo así de trazado antiguo. No creo que se pueda ahora con la necesidad de actuales: de transporte, de aparcamiento… Soy de la opinión de que uno de los máximos derechos del ciudadano es la de tener la máxima oportunidad de disfrutar la ciudad.

Y en general ¿cree que en estos años se ha avanzado en la visibilidad de las personas ciegas o con discapacidad?

Yo creo que no, y por eso no se les tiene en cuenta tampoco. Yo tengo amigos en la ONCE que no sé cómo se pueden manejar en la calle. Para mí es impensable que una persona con sólo un bastón blanco pueda fiarse de pisar siquiera una acera en estas condiciones. El mundo no está hecho para ellos. Pienso que el ser humano conforme se va limitando sus posibilidades, cada vez va a tener más problemas para desplazarse. Y ya no solo ciegos, tenemos una población mayor a la que no se está prestando atención.

“En Jaén hace tiempo que no surge nadie con visión de futuro”

Luis Berges en el jardín de su casa

El arquitecto jienense lamenta el alboroto y ruido que rodea a la sociedad de hoy

¿Tiene algún referente o le gusta alguno de los proyectos actuales de ciudades?

Por mi condición, me cuesta estar al día de lo que se hace ahora. Pero está muy en boga crear pequeñas ciudades dentro de la ciudad, con su comunidad propia, donde la gente, personas mayores y menores, viven a sus anchas. Pero esto supone muchas veces duplicar o triplicar los servicios en general por las necesidades actuales. No lo veo una solución fácil claro, pero es bonito de ver.

Volviendo a su ciudad, a Jaén, ¿sigue usted creyendo que es la provincia más marginada de la Adalucía oficial?

Sí, sin lugar a duda.

¿Y por qué cree que ha sido eso?

La ciudad debe de tener de vez en cuando, que surjan en ella personas capaces de tener visión de futuro eso en Jaén creo que hace tiempo que ya no existe. No hay gente capaz de decir qué es lo que hay que hacer en ella y como consecuencia, pues la ciudad no se ha desarrollado. El político está más pendiente de su partido político que del espacio donde tiene que trabajar.

Al final el político debería deberse a su ciudad y no a sus siglas, pero no creo que eso haya pasado últimamente.

Va a cumplir los 100 en junio. ¿Hay alguna cosa en la que creyera que nunca iba a cambiar de opinión y la edad lo haya rebatido?

No lo sé, yo creo que no, no he tenido capacidad suficiente como para pensar cómo tenían que ser las cosas hasta que no llegó a hacerlo. Hay que tener mucho ego para pensar que no se va a cambiar nunca de opinión.

¿Entonces, siempre ha estado evolucionando?

Siempre ha habido un crecimiento. Y una versión de la persona que dependerá del punto de su vida. Yo he tenido muchas, pero en todas estuve centrado en hacer lo que me apasionaba.

| CRISTÓBAL ANGULO

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