EN PRIMERA PERSONA: Isabel Viruet, presidenta del Consejo Territorial de la ONCE

BOLETÍN 200 AGOSTO 2025

Isabel Viruet, presidenta del Consejo Territorial de la ONCE en Andalucía, Ceuta y Melilla

Isabel Viruet (Carratraca, Málaga, 1971) cumple este verano diez años como presidenta del Consejo Territorial de la ONCE en Andalucía, Ceuta y Melilla, el máximo órgano de representación de los afiliados a la Organización. Una década después, la chiquilla traviesa que correteaba por las calles de su pueblo a espaldas de sus padres sigue habitando en ella, con el orgullo de ser una mujer rural y amante de las pequeñas cosas, contra las que más se rebela. Ni el cargo ni la responsabilidad le han cambiado en este tiempo. Una persona apasionada en sus valores, firme en sus propósitos y entregada a su afán; humanizar la ONCE y hacer del afiliado el centro de todo su universo. Difícil salir del despacho de Isabel Viruet sin una sonrisa.

 

  “Debemos tener más tiempo para humanizar”  

 

¿Qué balance hace de esta década al frente de la Presidencia del Consejo Territorial? 

Yo dividiría ese balance en dos. Me da mucho pudor decirlo, pero creo que el Consejo Territorial ha avanzado mucho. Y no es porque con Ventura (anterior presidente) no avanzara sino porque creo que en la ONCE los Consejos Territoriales se han afianzado en estos diez años, ha cambiado mucho el concepto de Consejo Territorial y aún nos queda mucho por hacer. Pero estamos posicionados, ocupamos nuestro espacio. Y en la parte personal cuando llegué de Madrid con todo por aprender, pero es verdad que la Isabel de entonces no es la Isabel de ahora. Hay una madurez profesional y personal que en aquel momento no tenía. Aquella Isabel que venía con miedo y tímida ha avanzado afortunadamente un poquito.  

¿Y cuál diría que es el sello, la marca de Isabel Viruet en el Consejo?

Creo que la humildad. No sé creerme que soy presidenta, y no lo digo por decir, la gente que me conoce lo sabe. Y aún en mi casa, cuando me traigo el bocata para desayunar en el despacho, digo; me llevo el bocata para el kiosco. Y lo hago sin pensarlo. No siento que yo sea la presidenta de este Consejo Territorial, sino que para mí es como una oportunidad excelente que me dan para recoger lo que quieren los afiliados y afiliadas de Andalucía. Y hacer lo posible para que ellos estén mejor y poder trasladarlo también, pues, a Madrid en forma de mociones, en forma de peticiones. ¿Qué ocurre con eso? Pues que baja un poquito el Consejo Territorial a la tierra y ya eso que suena tan fuerte como presidenta, pues queda un poquito más a pie, más a ras de arena, Y hace que el Consejo Territorial sea lo que tiene que ser, un órgano para los afiliados y que todo el mundo sepa llamar a esta puerta con cualquier necesidad que tenga. Que si la podemos resolver aquí fenomenal, y si no, pues ya buscaremos dónde derivarla. Pero cuando menos dar la cara, estar ahí, y abrirle las puertas a todas esas personas que tienen que sentir que esta es su Casa. Y porque si no lo hacemos así, pues estamos sobrando aquí. Sin duda, lo pienso claramente. 

¿En qué diría que ha cambiado la relación del Consejo Territorial con los afiliados? 

Pues yo creo que cuando yo lo vivía como afiliada, la sensación era de llegar al a la Presidencia del Consejo Territorial, lo digo desde mi punto de vista, igual no era real, pero había como la necesidad de llamar, de pedir una cita, y yo pretendo que mi puerta esté abierta y si alguien necesita hacer una consulta, pega en la puerta y si lo puedo atender en el momento, pues aquí estoy, tanto yo, como mis vicepresidencias y los consejeros. Es lo que creo que ha cambiado. Me da mucho pudor hablar así porque no quiero dar la sensación de que lo haga mejor que los demás porque lo dudo. Al menos quiero que quede constancia de lo que intento porque si no lo estoy haciendo bien, si algún afiliado o afiliada pega en mi puerta estaré encantada de tomar nota y de intentar hacerlo mejor. 

¿Usted considera que el afiliado se siente protagonista de la ONCE, que se siente suficientemente escuchado y reconocido? 

No siempre. Y no por culpa de nadie. Esta Casa ha conseguido cuotas de posicionamiento social muy altas y tenemos que cumplir una serie de condicionamientos burocráticos para poder seguir ahí en la cumbre. Y eso hace que perdamos esa humanización, ese contacto directo con el afiliado. Entonces siente a veces que molesta cuando quiere hablar con la presidenta o con el director o directora. Ellos tienen que sentir que cuando se sientan aquí, para mí no hay nada más que esa persona. Y si el teléfono suena, ya devolveré la llamada, pero en ese momento es esa persona. Pero la situación de la ONCE, que es una suerte, nos obliga a tener también un compromiso social que hace que estemos mucho tiempo fuera en actos de representación y le quita tiempo a nuestros afiliados y afiliadas. 

Las acogidas de los nuevos afiliados constituyen su puerta de entrada a la ONCE. ¿Cómo definiría ese momento? ¿Cuál es el primer mensaje que recibe el afiliado? 

Queremos que se sienta acogido, que sientan que llegan a un lugar donde primero se le va a escuchar, se le va a atender y se le va a entender. Muchas veces vienen con unas expectativas que no tienen nada que ver con lo que le podemos ofrecer, pero al menos hay que intentar derivarlo a aquellas profesionales que pueden hacerle sentirse mejor. Yo creo que es la clave, y también hacerles sentir todo el potencial que tienen y todo lo que valen como persona. A veces ellos vienen pensando que al perder la vista se han convertido en un estorbo y que ya no pueden dar nada a la sociedad o a su familia. Y nada más lejos de la realidad. Yo creo que, con un mes atendido por nuestros profesionales, ese puzle se vuelve a componer. Y consiguen la magia de que las personas que llegan se sientan como en su casa, vuelvan a sentirse personas útiles y productivas para la sociedad, para su familia y puedan sentir que tienen un lugar en el mundo. 

“El compromiso de los jóvenes es fuerte y diferente”

“Aquí hay gente que daría la vida por la ONCE”, sostiene Viruet | Reportaje gráfico: Salva Castizo

El Plan ONCERCA se puso en marcha en 2017 para acercar la ONCE al afiliado y mantenerlo informado de toda la actividad. En este tiempo ¿se ha consolidado como un instrumento válido para reforzar ese vínculo?

Sí, el Plan ONCERCA lleva mucho más que de 2017. Ese año se da como el pistoletazo de salida y se pone en los papeles, pero nuestro compromiso con los afiliados va mucho más allá. ¿Qué es lo que pretendemos? Pues que el afiliado tenga una persona a la que dirigirse cuando tiene una duda o que esa persona pueda orientarle hacia dónde resolver esa duda. ¿Se ha consolidado? Si. ¿Es suficiente? No. Hasta que no consigamos atender al cien por cien de los afiliados no es suficiente. Hoy por hoy no estamos en el cien por cien y, por tanto, cada porcentaje supone personas a las que no llegamos. Y son personas que no sabemos en qué condiciones están. No siempre ellos se dirigen a nosotros. Y tenemos la obligación de acercarnos a ellos para poder saber qué necesitan. A veces ni siquiera saben ellos lo que necesitan y nosotros se lo tenemos que acercar porque no conocen nuestros Servicios Sociales, no saben qué pueden utilizar, a dónde pueden acudir, a qué tienen derecho. Y somos nosotros los que se lo tenemos que acercar, porque para eso estamos aquí, para atenderles a todos. 

El sentimiento de pertenencia a la ONCE, la sensación de orgullo de ser de la ONCE y formar parte de lo que significa el Grupo Social ONCE, ¿cómo lo valoraría hoy en día?

Yo creo que hay un sentimiento de pertenencia muy grande, muy bonito, muy estrecho. Lo que sucede es que se habla mucho de los jóvenes que no comparten esa relación como la teníamos hace 20 años con esta Casa. Y yo creo que ese sentimiento sigue ahí. Lo que sucede es que la sociedad va cambiando. Entonces, el compromiso, el sentimiento de pertenencia, también va cambiando. Y no es que haya desaparecido, sino que se está transformando. Es clave seguir teniéndolo ahí, pero para mantener ese sentimiento de pertenencia y que crezca tenemos que cuidar que no se pierda esa humanización de la institución que tiene nombre de número y que trabaja por y para personas, sino los perderemos a ellos. La juventud de hoy en día está tan infinitamente preparada que tenemos que hacerles sentir que vienen a su Casa y que aquí van a encontrar también lo que ellos quieren, entre otras muchas cosas, compartir ocio, trabajo y vida propia. Y eso no significa que no tengan ese sentimiento. Para mí existe ese sentimiento y es muy hermoso y sigue manteniéndose. Aquí hay gente que daría la vida por esta Casa, literalmente, yo me quedo con eso. ¿Que puede seguir aumentando? Por supuesto, siempre. Pero tenemos que humanizar y bajar un poquito los pies a la tierra. Tenemos que sentirnos a su lado, tenderles la mano. Y si hace falta llorar con ellos, pues llorar con ellos. Y si tenemos que reír, pues también se ríen, aquí lo que haga falta. 

¿Y esa sensación también se percibe en las nuevas generaciones?

Las nuevas generaciones están pidiendo cosas diferentes. Ellos quieren trabajar en la ONCE, dar por la ONCE y tener tiempo para su vida fuera de la ONCE, entre otras muchas cosas, porque la ONCE los ha educado para eso. La ONCE nos ha preparado para disfrutar de la sociedad y para incluirnos en la sociedad. Entonces, cuando llegan estas generaciones aquí y nos piden tardes para ellos, fines de semanas para ellos, y cuando yo tenía su edad yo daba, pues no sé, 18 horas del día, incluyendo sábados y domingos, porque mi vida estaba aquí. Aquí encontraba a mis amigos, aquí lo encontraba todo. Pero la realidad y a lo que nosotros preparamos a los jóvenes no es para eso, es para tener una vida dentro y una vida fuera. Entonces, pues nos da un poco de miedo ver que los jóvenes reclaman su espacio y creemos que hace menor su compromiso. Yo no lo creo. El compromiso está ahí, es diferente, pero igual de fuerte, visto de una manera diferente. 

¿Cuál diría que ha sido el momento más gratificante de estos diez años? 

Difícil escoger uno, porque ha habido muchísimos. Los momentos más gratificantes son cuando veo crecer a las personas que han empezado conmigo desde cero y empiezan nuevas etapas en puestos laborales y van creciendo y subiendo y hoy están en puestos de responsabilidad importantes. Y a nivel personal, ver como mis padres sienten que todos los esfuerzos y todas las dificultades han valido la pena porque su hija está en un puesto que se denomina presidenta, que, para mí, como he dicho, no es mucho, pero para ellos sí que es mucho. Y sentir que todo el esfuerzo ha sido posible. 

¿Y de qué se siente más orgullosa? 

Pues sobre todo de darle esa tranquilidad a ellos, a mis padres, porque de alguna manera ellos sentían lo que te decía antes. Que cuando una persona llega aquí rota, con la visión perdida, siente que en un futuro va a ser un peso en su familia, en la sociedad que la van a tener que cuidar. Y hoy mis padres lo que te dicen que se puede morir tranquilos. 

“Lo más complejo de gestionar es la empatía”

 Para la presidenta del Consejo Territorial “el liderazgo es empatía, comprensión generosidad, saber ceder y saber confiar”

¿Y qué ha resultado más complejo de gestionar? 

Las personas, la empatía, el no compartir un pensamiento o una idea, pero saber que para esa persona es importante y defenderla con ahínco, aunque no la compartas. Eso es lo más difícil y lo que hay que luchar cada día. Y, sobre todo. saber venir con una sonrisa cuando lo único que tienes ganas es de esconderte en casa porque has tenido un mal día o un encontronazo y necesitas seguir sonriendo, pero no por ti solamente, también por los demás. Porque quien venga a mi despacho siempre tiene que recibir una sonrisa, siempre. Independientemente de lo que ocurra en mí, yo tengo que dar sonrisas a todo el mundo. Son gratis, eso produce el efecto espejo y quién te ve sonreír acaba sonriendo. Entonces quien venga aquí tiene que recibirse con una sonrisa y hacer posible que, pase lo que pase, también salga con otra sonrisa. Eso es muy difícil, pero si no lo intentamos y no lo tenemos claro, al final no se consigue. Para mí es clave. Hay que pensar en positivo, tratar todo lo negativo desde la parte positiva, que siempre la tiene, y poner encima de cualquier problema una sonrisa. 

Isabel, ¿qué es para usted el liderazgo? 

Para mí el liderazgo es empatía, comprensión, generosidad, saber ceder. Saber delegar, saber confiar. Si el líder no confía, no delega se acabó el liderazgo. La persona que está trabajando en un equipo tiene que sentir que su responsable confía plenamente en esa persona. Y hay que confiar. Y si se equivoca, pues no importa, recogemos los trozos, los pegamos y volvemos a empezar. Pero si yo no confío, esa persona no va a poder confiar en sí misma. Entonces confianza y generosidad, porque el líder tiene que saber que los fracasos son suyos, pero los éxitos, los haya conseguido quien lo haya conseguido, incluso si lo ha conseguido el líder, tienen que ser del equipo. Un líder que habla de yo, yo, yo, para mí no lidera. Tiene un objetivo en mente que es subir su ego y punto. Y un líder tiene que saber compartir, saber ser generoso y regalar los éxitos que incluso haya conseguido a su equipo. Y los fracasos son del líder porque ya está posicionado. Pero los equipos hay que buscarles hueco y hay que impulsarlos para que encuentren su paz. 

Sus consejeros elogian esa capacidad de empatía, cohesión y liderazgo. ¿Usted se reconoce como una mujer referente? 

No. Sinceramente, de verdad te lo prometo, y mis compañeros lo saben, yo creo que estoy aquí como una persona que tiene una enorme suerte de haber conseguido una beca que le permite estar trabajando con personas maravillosas y aprendiendo cada día. Pero el trabajo que yo hago lo puede hacer mejor que yo cualquier persona de las que está trabajando en mi equipo. Me encuentro muy a gusto y ojalá me quedara mucho tiempo más, pero realmente si me preguntan no lo siento. Al final soy una más. Si me reúno con los jóvenes, pues me vuelvo igual de loca que los jóvenes y hago la misma pamplina que los jóvenes que lo que tienen que hacer es divertirse. Y si me reúno con los mayores, pues lo mismo. Me divierto con ellos igual y soy una más, o lo intento, porque es lo que me apetece. 

Queda un año de mandato hasta las próximas elecciones en la ONCE.  ¿Qué espera de este último tramo de la legislatura? ¿Qué queda por hacer? 

Pues queda por hacer muchas jornadas con colectivos diferentes, las tenemos por nuestro Plan Marco y hay que cumplirlas. Queda posicionar el Plan ONCERCA, que no bajen las visitas del 75%, de ahí a todo lo que podamos conseguir, pero nunca menos del 75%. Andalucía es una tierra que va abriendo camino y no puede bajar del 75%. Y posicionar a mis consejeros y consejeras para un futuro. Han trabajado muy duro durante estos 3 años compatibilizándolo con su trabajo y dando muchísimo por este Consejo territorial y se merecen que el mandato que viene estén posicionados con sitios donde puedan ser felices y dar profesionalmente todo lo que pueden dar, que es mucho porque son los mejores.

“Me preocupa el retroceso en derechos sociales”

Viruet cree que ante tanta crispación política la ONCE lanza un mensaje de unidad y reivindicación del valor de las personas

Como secretaria general del CERMI-A, ¿en qué momento diría que se encuentra el colectivo de personas con discapacidad en Andalucía? 

Un momento difícil porque la sostenibilidad económica del CERMI, de sus entidades miembros, están pasando por mal momento. En ocasiones tienen plazas concertadas, tienen que entenderse, y es fácil porque trabajan codo a codo, pero la situación que tienen tanto el Gobierno andaluz como las entidades es difícil, compleja y a veces hay que encontrar un equilibrio que cuesta encontrarlo. Ahora estamos bien. Podíamos estar mejor, pero hemos pasado meses muy complicados, con movilizaciones, con dificultades en las que hemos tenido que estar ahí intentando que haya un entendimiento y al final creo que se ha conseguido por el momento. 

¿Pero ve voluntad de acuerdo? 

Sí, siempre que se reúnen hay voluntad de acuerdo. Lo que sucede es que las entidades tienen una situación sostenida ya en el tiempo, económicamente hablando, de tanto tiempo que a la Junta de Andalucía le cuesta poder alcanzar los límites que ellos necesitan para respirar con facilidad. Y luego también estamos viviendo momentos políticos convulsos. La Junta de Andalucía y el Gobierno Central son de partidos políticos diferentes y esto también dificulta. Pero sí, claro que hay voluntad. Siempre que se sientan, se intenta un entendimiento y se alcanza. Lo que pasa es que uno quiere más y otro no puede dar más, así que tienen que encontrar el equilibrio. 

Usted es también es secretaria general de la Mesa del Tercer Sector en Andalucía. ¿Le preocupa el retroceso en derechos sociales? 

Sí, sí, preocupa porque estamos viendo que estamos retrocediendo y no sabemos muy bien cómo parar este retroceso. Estamos de enhorabuena porque el pasado día 10 de julio presentamos a registro la Ley del Tercer sector en Andalucía, una ley que podía haber sido pionera a nivel nacional y ya nos han adelantado seis Comunidades Autónomas y la ley estatal. Pero la Mesa sigue trabajando unida, tiene mucha capacidad de sacrificio y de seguir apostando por las personas. Y lo va a seguir haciendo con lo que no va a haber rendición. Pero sí que es verdad que preocupa porque se ve el retroceso día a día. Esperamos que pronto se invierta la situación y empezamos a, por lo menos, estabilizarnos. 

Ante la situación política actual que vivimos de máxima crispación y polarización, ¿cuál cree que es el ejemplo, el mensaje que traslada la ONCE a la sociedad? 

Yo creo que hay dos mensajes clave. Uno, que trabajamos por y para las personas y no por el interés propio. Y dos, que trabajamos unidos por ese primer objetivo que son las personas. La crispación política y la situación que ocurre viene dada por el trabajo individual, que al final no tiene el objetivo de trabajar para las personas, sino para sí mismo. Y luego entre los grupos políticos,  no hay manera de ponerse de acuerdo ni, aunque sea para un buen fin. Antes te hablaba de la presentación de la Ley del Tercer Sector y no hemos presentado la ley por unanimidad. Hay cosas que no se entienden porque hay veces que deberíamos ser generosos todos y entender cuando se hace algo para el bien común y tirar para adelante. Y, sin embargo, pues no se hace. A mí me da mucha tristeza y evito oír las noticias porque no lo comprendo, no lo entiendo y no sé cómo hemos podido llegar aquí en el siglo en el que estamos, que las personas no sean capaces de ver más allá de su nariz y solo miren por su culo, perdón por la expresión, pero es que al final te saca un poco de sí. 

“No me seduce el poder ni la política”

”Soy lo que soy gracias a ser una mujer rural”, defiende orgullosa Isabel Viruet

Vamos a un terreno más personal. ¿Qué queda de esa niña atraviesa y algo arriesgada de Carratraca? 

Yo creo que todo. Yo tengo que estar constantemente diciéndole que se calme y que se esconda. Y poner la cara de persona profesional. Yo sigo siendo igual. Y de hecho meto la pata en más de una ocasión, por no mantenerme a lo mejor, lo seria o lo profesional que debería aparecer en un momento determinado que llega una emoción y te dejas ir y lloras. O incluso ves a alguien que hace mucho tiempo que no lo ves y le abrazas y gritas de alegría. Y cuando llego a casa sigo haciendo las mismas locuras que siempre. Yo creo que está ahí. Lo que pasa es que claro una tiene que comportarse, pero no creo que pueda irse esa niña traviesa, alocada y arriesgada que era, la que sigue estando aquí. 

Sigue sintiendo mucho orgullo por ser una mujer de pueblo.

Sí. Porque yo creo que soy lo que soy gracias a ser una mujer rural. A mí me daba mucha libertad marcharme con la pandilla de niños de mi hermano, que eran todo niños, a buscar, yo qué sé, ranas en el arroyo, o a hacer casitas en los árboles, porque eso me ha dado capacidad de no tener miedo luego cuando toca coger un tren y hacer un trasbordo porque luego tienes que ir a otro sitio en avión e irte sola por toda España cuando estaba en el Consejo General. Y si yo no hubiera sido aquella niña rural, pues a lo mejor no hubiera hecho eso.

Recuerdo con mucho cariño las tardes infinitas de jugar en el pueblo, en las calles y en aquel momento no había teléfono. Yo salía de mi casa a las cuatro de la tarde, llegaba a las diez de la noche y en mi casa no sabían si te habías caído o no. Tú llegabas y, bueno, lo que llegara ya lo remendaríamos. Para mí ha sido clave. Eso no pasa en una ciudad. Y mis padres en esos momentos no me han dicho; tú no ves, debes tener especial cuidado, o me voy contigo por parte de mi madre porque te vaya a pasar alguna cosa. Ellos me han dejado disfrutar como los demás niños. Y sigo siendo esa mujer rural que cuando necesito descansar, desconectar, respirar, vuelvo allí y es donde me permite recargar pilas, sin duda. 

¿Por qué no deja entrar a nadie en la cocina mientras cocina?

Porque me da miedo quemar a alguien. (¿Quién te habrá contado...? Me da mucho miedo quemar a alguien. Yo en la cocina soy muy ordenada, pero en el momento que entra alguien en mi espacio ya empiezo a ponerme nerviosa. Entonces me da miedo mover una sartén o una bandeja del horno a la encimera y que alguien que yo no controle esté allí y le pueda quemar. Entonces no permito que entre nadie en la cocina mientras que yo cocino. 

¿Y cuál es su especialidad?

Bueno, pues no lo sé. No lo sé. La verdad es que no me lo he cuestionado nunca. No creo que cocine yo también como para saber cuál es mi especialidad y siempre que invito a alguien me sale más malo de lo que me sale cuando lo hago para la familia. Pero no sé, quizá el arroz con marisquito, que es lo que a mí más me gusta de todo lo que hago. Igual cada uno te da una opinión diferente. 

¿Sigue cosiendo tanto como antes? 

El tiempo no me deja, pero siempre que tengo oportunidad, sí. 

¿Qué le aporta coser? 

Muchísima tranquilidad, desconexión, muchísima relajación. Al final tienes que estar muy concentrada. Yo te digo que en mi maleta de vacaciones o de fin de semana siempre hay costura para hacer. Luego me la traigo sin hacer, pero siempre hay costura para hacer. Y disfruto mucho porque eso te permite pensar mucho cómo quieres cortar o colocar una pieza o qué quieres hacer para que quede luego como queda en tu mente. Y eso hace que desconectes. Y luego hacerlo, trabajar con las manos siempre te relaja muchísimo. La concentración que debes tener para coser a máquina sin ver es total, con lo que al final eso hace que desconectes de otro tipo de cuestiones. Para mí es clave. 

¿Qué le quita más el sueño, un pleno del Consejo Territorial o una planta que se ha quedado sin regar el día anterior? 

Bueno, yo creo que un pleno, pero no se me quedan las plantas sin regar -se ríe-.

¿Les habla a las plantas?  

No, todavía no he llegado a eso. Pero sí que es verdad que las toco mucho. Las cuido mucho. Las giro para que busquen el sol y estén derechas. Intento que no tengan nada que esté seco, que esté feo, que luzcan bonitas. Me pasa un poco como con la costura. Al final eso hace que estés pendiente de otro tipo de cuestiones y te relaja. Para mí es muy chulo estar con la manguera, regar, mojarte tú, tanto en invierno como en verano, y al final puede ser un contacto con la naturaleza que hace que me recuerde estar en mi casa, en mi pueblo, en mi sitio. Aquí en Sevilla tengo mi pequeño patio donde tengo plantas porque me permite también recordar aquello.  

¿Contra qué se rebela más?

Suelo rebelarme con mucha facilidad por muchas cosas. De ahí que te decía anteriormente que no veo las noticias porque hay cosas que no entiendo. Me duele mucho la injusticia con las personas y las pequeñas cosas. Una persona que me llama y diga que ha estado intentando contactar con alguien en ONCE y que ha llamado a tres teléfonos y que no le ha cogido eso me desespera porque no lo comprendo, no lo entiendo. Y me incomodan mucho las pequeñas cosas, me rebelan con el mundo. Soy muy pasional y a veces pierdo un poco el control porque no lo comparto y me duelen mucho esas pequeñas cosas. Sobre todo, eso que sí podemos hacer y que en ocasiones no se hace por dejadez. La paz en el mundo, yo puedo poner mi granito de arena para que se dé, pero poco puedo hacer ahí. Pero yo sí que puedo hacer que una persona se sienta algo mejor. Si alguien te viene con un problema y tú la sientas y le dejas que se desahogue. Pues esas pequeñas cosas que podemos hacer las personas que no las hacemos me rebela mucho, me enfada mucho. 

¿Qué es lo que peor lleva de ser la presidenta? 

No poder llegar a todas las personas que me necesitan. Me faltan horas del día. Mi teléfono tiene infinidad de llamadas. Yo estoy aquí hablando contigo y estoy escuchando cómo están entrando llamadas y WhatsApp y correos que no puedo atender y doy todo lo que puedo hasta las diez de la noche si hace falta, pero me faltan horas al día. Y me gustaría tener más tiempo para poder dedicar sin prisa. Es decir, que, si yo me siento con alguien, que no deba tener la presión de que posteriormente tengo una reunión y tengo que terminar a las menos 10 para poder entrar en la otra reunión, que a su vez tengo que terminar a las menos 10 para poder entrar en la otra reunión. Y no sé cómo resolverlo. 

¿El poder le seduce?

No. De hecho, me da un poco de rechazo. No me gusta el poder. Yo quiero hacer cosas, pero cuanto menos se vea, mejor. No me atrae nada el poder, no me gusta. De hecho, creo que yo no sirvo porque te obligaría a hacer cosas que a lo mejor yo no sé hacer o no soy capaz de hacer, y creo que no serviría para el poder. Tampoco me llama la atención con lo que fenomenal. 

¿Le iba a preguntar que, si le dieran a elegir, qué preferiría si alcaldesa de Carratraca en Málaga, consejera de Igualdad de la Junta de Andalucía en Sevilla o ministra de Igualdad en Madrid? 

Carratraca, sin duda, sin duda -se ríe-. No me gusta la política en general. Al final no me seduce nada. Pero sí que me atrae mi pueblo, porque creo que se puede dar mucho por el pueblo. Y que por un pueblo al final se trabaja no desde la política, sino desde el convencimiento y desde la humanidad, desde la humildad y persona a persona. 

¿Queda mucho para que veamos a una mujer ciega en un puesto decisivo de la administración?

Ojalá no, pero no soy positiva en eso. La verdad es que creo que sí que queda. 

¿Y por qué cuesta tanto?

Yo creo que queda porque al final deciden los hombres y los hombres no creen en nuestra valía como responsables en ciertos cargos de dirección muy alta dirección o muy alta gestión. En su cabeza todavía -no en todos, afortunadamente hay una mayoría-, quedan hombres que no se terminan de creer que ante dos posiciones una mujer puede ser más válida que un hombre para estar en un puesto de muy alta responsabilidad. 

Para terminar, ¿un deseo para este último tramo de mandato en la ONCE?

Humanidad. Necesitamos no perder de vista a las personas y que las personas se sientan bien, sean felices. La clave de esta Casa es regalar felicidad desde cualquier área. Es decir, si yo estoy en Servicios Sociales, regalo felicidad a mis afiliados y afiliadas. Si yo estoy como responsable en un empleo, hago que mis trabajadores sean felices desde el puesto de trabajo donde están. Si yo necesito sentarme con alguien, voy a intentar que esa persona se sienta afortunada por estar donde está. Yo creo que la clave está en la felicidad y debemos tener más tiempo, menos burocracia, para poder atender a todas esas personas. Hay que humanizar. Nuestro presidente lo dice, yo lo comparto, y además me lo tengo muy bien anotado e intento llevarlo a cabo. Espero que, si un día no lo hago, me llame la atención firmemente. 

| LUIS GRESA

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