EN PRIMERA PERSONA: Isabel Vidal, voluntaria de la ONCE
Después de cerca de 40 años dedicada a los Servicios Sociales, en su mayoría en el Ayuntamiento de Mairena del Aljarafe, Isabel Vidal (Sevilla, 1956) dio el paso hace un año de entregar su tiempo y su experiencia como voluntaria en la Delegación Territorial de la ONCE en Andalucía, Ceuta y Melilla, una más de las 700 que colaboran a diario en la comunidad autónoma dentro de la ONCE. En el voluntariado ha descubierto un mundo nuevo de personas entusiastas y emprendedoras que le sorprenden cada día, que están sacando lo mejor de ella y le hacen sentirse muy feliz. Lo reconoce con un punto de emoción en cada respuesta.
“El mundo de los ciegos es alucinante”
¿Cómo llega la ONCE?
Cuando me jubilé, hace dos años, estuve un año sin hacer nada porque necesitaba libertad y descansar. Y al año sentí la necesidad de hacer algo, ser útil para alguien, quería hacer algo importante. Y hablando con una amiga, que es voluntaria en la ONCE, me dijo que hacía falta gente aquí en la zona centro (de Sevilla) que estuviera libre por las mañanas para acompañamiento. Y pensé, creo que me va a gustar. Hice el curso online, luego otro presencial para enseñarnos a acompañar y ya me lancé. Empecé en septiembre de hace un año y la verdad es que estoy muy contenta.
¿Cómo está resultando esa experiencia?
Es que estoy sorprendida con el mundo de las personas ciegas. Yo creía que eran personas que no podían hacer nada y que había que ayudarles y resulta que no, que hacen de todo y los voluntarios simplemente acompañamos -dice subrayando un tono de sorpresa-. Me encuentro gente que hace deporte, que va al teatro, que hace viajes, que hacen unos mosaicos de colores preciosos en los talleres. También he estado en un partido de goalball que es el fútbol de ellos, que yo no tenía ni idea de lo que era y me sorprendió. ¡Cómo juegan de bien!
¿Quién aporta más a quién?
Recibimos mutuamente porque desde que me que pongo el brazo para la persona y se engancha, empezamos a charlar como si nos conociéramos de toda la vida, me cuenta sus cosas, las escucho, charlamos, nos reímos, nos decimos recetas, lo que van a hacer después, lo que hicieron ayer y la verdad es que vuelvo a mi casa feliz, son gente muy alegre. La vedad es que no esperaba encontrarme esto. Son entusiastas, son emprendedoras. Me siento pequeña a su lado porque son muy grandes. Es un mundo muy bonito que me ha sorprendido muchísimo y me sigue sorprendiendo con todo lo que hago.
Usted afronta esta nueva etapa de su vida, ya jubilada desde hace dos años, con una agenda muy activa, rutas por la naturaleza, deporte, natación, yoga, teatro, lectura, le falta tiempo para abarcar todo. ¿Esa es la fórmula para afrontar una jubilación?
Yo siempre he dicho me iba a apuntar un montón de cursos, de cosas que siempre he querido hacer pero que nunca he hecho y cuando llegué a la jubilación no me acordaba, entonces me dediqué a lo que me apetecía; tener tiempo para leer, que hacía mucho tiempo que no leía, para hacer la comida tranquila por la mañana, pasear, ir al gimnasio tranquila, salir con mis amigas, pero sobre todo para estar conmigo, que tenía mucha necesidad de estar sola conmigo, aparte de también la vida social. Luego me gusta mucho el campo, cuando me apetece me voy a hacer rutas por el campo también.
La soledad es un problema.
Si, es un problema muy grande. La soledad es mala para los ciegos y los videntes es muy mala para para todo el mundo. A mí, por ejemplo, me gusta pasar mucho rato sola, pero no estar siempre sola. Pero si, falta mucho por hacer.
¿A usted ser voluntaria le hace ser mejor persona?
Pues como estoy alucinando tanto y me estoy entregando a lo que estoy haciendo, la verdad es que me siento muy feliz. Yo creo que sí, que está sacando cosas de mí que no sabía que tenía. Aparte de escuchar, acompañar, es que encima me lo paso bien, vuelvo a mi casa más contenta.
Animaría a dar el paso, lo recomienda.
Sí, sí, sí, sí, yo lo recomiendo mucho, sí.
Y cree que este mundo que vivimos, con tantas incertidumbres, necesita más voluntarios que nunca.
Yo creo que sí, porque además ser voluntario te olvidas un poco de todo eso, de todos los problemas que hay. Te centras más. Vendría muy bien que hubiera más gente voluntaria. Hay gente muy mayor que acompaña también, y gente joven, y personas ciegas que dan compañía a otros ciegos.
Estará sorprendida.
Es que me sigo sorprendiendo cada día, es una cosa que no me lo creo. La verdad que es un mundo bonito. El mundo de los ciegos es alucinante, me estoy encontrando cosas muy bonitas.
“Tenemos que confiar en nuestro potencial”
Isabel Vidal cree que faltan muchos recursos para un mundo que observa "deprimido en todos los sentidos"
Cerca de 40 años dedicada al trabajo social. ¿Marca mucho?
Casi, 38 o 39. Si, si, marca mucho, sobre todo lo de escuchar problemas. Llega un momento que tienes que parar. Cuando ya me jubilé me tomé un año de vacaciones, de no hacer nada, pero ya luego sentí la necesidad de ser útil para alguien.
En este tiempo habrá acumulado un tesoro importantísimo de experiencias humanas.
Sí de todo tipo, gente con cantidad de problemas económicos, sociales, psicológicos, familias con problemas con hijos, hijos con problemas con los padres, mucho paro, en fin…
Es un es un buen termómetro para saber cómo está la sociedad y cómo está el mundo.
Sí, sí, la verdad es que hay muchas necesidades, faltan muchos recursos. Nosotras las trabajadoras sociales, sentíamos que, por más que trabajáramos, faltaban muchísimos recursos. Tenemos la palabra, la escucha, las herramientas, pero también hacen falta recursos que pongan el Gobierno, la sociedad, la Junta y no hay. Hay que estar ahí dentro para saber lo que hay. Y ni los políticos, ni los concejales, saben todo lo que hay ahí si no nos escuchan.
Si tuviera que resumir estos 40 años como trabajadora social, ¿qué diría?
Por mi parte ha habido muchísimo entusiasmo, porque me ha gustado muchísimo el trabajo que he realizado, pero también ha habido muchísimo sufrimiento, porque tú te vas a tu casa y te llevas los problemas. Yo no podía leer porque estabas continuamente pensando en cómo soluciono esto o lo otro. Luego, cuando ya terminas de trabajar te das cuenta lo que te enriquece haber conocido tanto de la sociedad, tanto sufrimiento, pero también tantas cosas buenas porque hay gente con la que trabajábamos que salían a flote por ese apoyo nuestro y ese potencial que tienen las personas dentro. Cuando has tratado a diez y dos salen a flote eso te compensa. La satisfacción es que, con tu trabajo, con tu profesión, has ayudado a que esa persona se ayude porque son ellos los que salen a flote con su propio potencial, tú lo que haces es sacarlo fuera para que ellos lo utilicen. Y al final es una satisfacción.
¿Y qué lección cree que he aprendido?
Que todos tenemos todos tenemos un potencial que a veces, si no lo sabemos sacar, necesitamos una pequeña ayuda y eso sale solo fuera. Hay que confiar en uno mismo, al fin y al cabo. Es la confianza en uno mismo lo que hace que tú saltes. Lo importante es confiar en nuestro potencial.
¿Qué piensa de la sociedad que tenemos?
Faltan muchísimos recursos, hay un mundo muy deprimido en todos los sentidos, económico, social, con muchísimos problemas. Bueno, la violencia de género mismo que tampoco están todos los medios puestos, ni siempre se ponen a disposición. Entonces al final no siempre las cosas salen bien. Hay mucha falta de recursos. Por más que las personas denuncien o hagan, falta que falta mucho por hacer.
Cree que el trabajador social está suficientemente reconocido en la sociedad.
No, creo que no. Pero pasa en todas las profesiones porque con los médicos ahora con el COVID se ha visto. En todas las profesiones de ayuda a personas falta reconocimiento. Y la ayuda a personas es un trabajo muy intenso y duro, muy satisfactorio también, pero muy duro. Y si no tiene recursos adecuados todavía más.
Hablando de COVID. ¿Hemos cambiado? ¿Ha servido para cambiarnos como sociedad?
Pues no lo sé si para bueno o para malo, porque ahora hay mucha gente que tiene y sigue teniendo muchísimo miedo.
¿Y cómo se vence ese miedo?
Confiando. Es que es lo único que hay. Dejarlo atrás, ya pasó. Confiar y seguir. Confiar en las personas y también en uno mismo porque si no se puede ayudar.
| LUIS GRESA
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