EN PRIMERA PERSONA: Isabel Martínez, directora de Universidades de Fundación ONCE

BOLETÍN 201 OCTUBRE 2025

Isabel Martínez, directora de Universidades de Fundación ONCE y alma del VII Congreso 'Universidad y Discapacidad'

Granada acogerá el VII Congreso Internacional Universidad y Discapacidad entre el 19 y 21 de noviembre. Una cumbre mundial de primer nivel en la que participarán 400 expertos para discutir sobre los problemas y desafíos a los que se enfrenta la Universidad para atender las necesidades de los alumnos y alumnas con discapacidad. Alma de ese congreso es Isabel Martínez (Vilches, Jaén, 1969), directora de Universidades y Promoción de Talento de Fundación ONCE desde hace 12 años, una mujer rigurosa, coherente, creativa, detallista, firme defensora de lo público, apasionada de la justicia social y abanderada de la igualdad.

 

  “La polarización frena muchísima política pública”  

 

¿Cuál es el primer recuerdo que le viene de su etapa como universitaria?

Tengo muy buenos recuerdos de mi etapa universitaria. Pero uno de los mejores, ya en los últimos años, fueron las prácticas que me permitieron conectar con la realidad dinámica del Periodismo y de esa profesión tan apasionante que es conocer de primera mano la realidad social e intentar contarla de la mejor manera. 

¿Tuvo alguna profesora o profesor que le marcara?

Tuve más de uno, pero hay un profesor que me gusta especialmente, que fue Vicente Romano, un profesor de Comunicación Social que nos dio bastantes claves de lo importante que es la Comunicación, no solo en la determinación de la personalidad de las personas, sino también en la propia evolución de los contextos sociales.

Y esa etapa ¿la recuerda como una decisiva en su vida? ¿O fue una más?

De estudiar nunca terminamos. Yo terminé mi doctorado hace unos años y nunca he dejado de estar en permanente contacto con la Universidad. He hecho varias carreras, varios másteres, luego me doctoré. El estudio es algo que nos acompaña durante toda la vida. Pero esos primeros años de juventud, la primera etapa universitaria es muy importante para la vida de cualquier persona. Nos ayuda a madurar, a entender el mundo, nos va consolidando los valores que ya traemos de casa. Para mí fue una etapa decisiva que me ayudó a querer Madrid, a entender también desde la capital de España cuál es el dinamismo de la sociedad. Fue una etapa muy bonita. La recuerdo siempre con mucho cariño porque no tuve grandes problemas y sí una enorme oportunidad de crecer como persona.

¿Qué le queda de periodista?

Esa inquietud intelectual permanente por intentar entender el mundo. Y ahora es mucho más importante que antes porque vivimos en un momento de grandes cambios, grandes transformaciones, y esa inquietud intelectual de intentar aprender de los otros, de todo el mundo, y tener las mejores claves para poder interpretar la realidad para comprender lo que pasa. Eso queda ahí y es muy importante para cualquier persona hoy tener inquietud intelectual, vocación de seguir creciendo permanentemente y sobre todo curiosidad por comprender este mundo y a la gente. Si no somos capaces de entender qué está pasando, difícilmente vamos a ser capaces de poder gestionar incluso nuestra propia vida.

¿Usted lo entiende el mundo en el que estamos?

Bueno, hago todo lo posible. Soy una gran lectora y una gran estudiosa, tengo mucha deformación profesional. Como socióloga, que es lo que luego estudié, Ciencias Políticas y Sociología, tengo una gran preocupación por estar bien informada y tener claves que te permitan entender el contexto y poder tomar luego mis decisiones en consecuencia. Lo intento, lo intento. Estamos en un momento bien complicado. Políticamente horrible por la polarización tan tremenda que hay. Yo creo que nos va a faltar todavía al menos una década para poder acabar con tanta manipulación y con estas tendencias de agitación interesada por parte de grupos que les importa todo menos la gente y su bienestar. Confío en  las generaciones que ahora tienen que coger las riendas del poder político, empresarial y social y que ellos y ellas puedan tener más capacidad de liderazgo, con muchísimo más criterio del que se está poniendo en este momento. Yo creo que estamos en un momento de desajustes y de ajustes. Y esos ajustes, lamentablemente, no los veo en el corto plazo. Pero apuesto por la generación Z y y que vuelvan a triunfar los valores de solidaridad y humanidad.

¿Qué opinión le merece el periodismo que se hace hoy?

Creo que es mejorable. Es verdad que en la sociedad de la información tenemos todos los medios a nuestro alcance para estar bien informados. Cuando estaba en la Universidad militaba en una asociación de jóvenes en la Facultad de Ciencias de la Información de la Complutense que se llamaba ‘Periodismo en libertad’ y siempre he entendido que la información es un derecho y una necesidad para poder tener las herramientas necesarias para poder tomar sus decisiones en libertad. Si no tienes toda la información a tu alcance, difícilmente tomas decisiones acertadas. Y creo en la función social de los medios de comunicación, y en ese deber moral de informar de la manera más objetiva y rigurosa posible. Y eso a veces se hace de mejor manera y otras de peor manera, cuando por encima del objetivo de informar de manera veraz y transparente hay otras intencionalidades. En este momento, lamentablemente, esa irrupción de redes sociales hace que se confunda qué es un medio de comunicación y qué una red social. La gente se informa mucho a través de redes sociales y no a través de medios de comunicación. Se confunde el periodismo con los influencers y con esa otra manera de comunicar que existe actualmente gracias a las redes sociales. Esto provoca que la gente esté mal informada en ocasiones y que de pábulo a tanta mentira y tanta manipulación que se vierte en las redes sociales. Por eso creo, más que nunca, que el periodismo es importante, es trascendental, que la gente sepa distinguir entre lo que es una buena información con profesionales serios que hacen todo lo posible por contar la realidad de una manera rigurosa y veraz, y distinguirla de esa otra información que consumimos a través de muchos medios, pero que no siempre es buena información.
Isabel, usted tiene un currículum extraordinario en un tiempo en el que parece que se banaliza mucho el esfuerzo.

¿Se considera ejemplo ahora que parece que el talento se encuentra por la vía fácil, rápida y cómoda?

Nunca me he considerado, ni me considero ejemplo para nadie. Pero sí creo en el rigor y en la coherencia. Una de las cosas que he peleado siempre desde que era bien jovencita ha sido la coherencia. He intentado ser coherente en mi vida y ser coherente no es nada fácil. A veces te obliga a tomar decisiones que no te gustan y que incluso a veces no son las mejores para tu carrera profesional. No todas las decisiones que he tomado han sido pensando en que me vaya mejor, sino en seguir siendo la persona que siempre he querido ser. El rigor también es muy importante a la hora de tomar decisiones. Y siempre me ha gustado ser una persona solvente allá donde he estado y haciendo lo que en cada momento me ha tocado hacer. Creo en la coherencia, la solvencia y el rigor. Creo que hay que ser serios y responder siempre a las expectativas que otros tienen depositadas en ti. Y para eso hace falta un esfuerzo permanente. En la Sociedad de la Información y la Comunicación, donde los cambios son tan profundos y rápidos, hay que hacer también un esfuerzo para entender el contexto y por entender a las personas también. Vivimos en un momento donde lamentablemente las desigualdades van creciendo y hay que hacer también un esfuerzo por entender a las personas y sus contextos. Y eso es un poco lo que intento incorporar a mi vida y a mi trayectoria. Esa necesidad de tener herramientas para poder ser eficaz y útil allí donde estamos.

 

“Tenemos grandes déficits para garantizar una educación inclusiva”

Primer plano de Isabel Martínez en la sede de Fundación ONCE en Madrid

Martínez es partidaria de dar más herramientas y formación al profesorado universitario para atender las necesidades del alumnado con discapacidad 

Hablemos de Universidad. ¿Son buenos, malos tiempos para tener discapacidad y estudiar en una Universidad en España? 

Son mejores tiempos que nunca. Afortunadamente, yo creo que esa es la gran noticia, las personas con discapacidad están llegando a la educación superior. Este es un gran paso. Hemos llegado tarde y seguimos llegando tarde a muchos espacios porque hemos empezado más tarde. No hay otra razón. Nuestro derecho a la educación no fue real hasta mediados y finales del siglo XX. Piense que hasta la Convención de los Derechos Humanos del año 48 las personas con discapacidad no se consideraba ni siquiera dignas de ser educadas. Imagínese el trayecto que hemos hecho desde entonces. Han tenido que hacer un trayecto mucho más rápido en menos años y afortunadamente desde la LISMI en el 82 y las otras normas posteriores como la matrícula gratuita han permitido ese progreso académico de la ciudadanía con discapacidad. Hoy en día hay más personas universitarias que nunca. Tenemos más de 20.000 universitarios con discapacidad en las universidades españolas. Las universidades tienen unidades y oficinas de atención a la discapacidad para ofrecer apoyos a aquellas personas que lo necesitan. El logro y el avance ha sido importante. Eso no significa que estemos todo lo bien que debiéramos, porque no hay que perder de vista que más de la mitad de las personas con discapacidad se quedan en los estudios secundarios, en los estudios obligatorios y una vez que terminan la Secundaria, abandonan sus estudios o el sistema los abandona ellos. Nos queda mucho camino para que todas las personas con discapacidad que lo deseen y tengan capacidad puedan progresar a través de los estudios superiores. Pero el avance hecho en los últimos años es importante y que, igual que en el sistema educativo tenemos grandes déficits para garantizar una educación inclusiva, cuando ya se logra superar esa barrera y llegas a la Universidad, la Universidad es un espacio un poquito más amable para las personas con discapacidad. Y la igualdad de oportunidades creo que está más cerca que en otras etapas educativas.

¿Y qué es lo que cuesta más a la hora de concienciar e implicar a la Universidad como institución en la educación inclusiva?

Ahora nos encontramos también con mucho desconocimiento de discapacidades nuevas y emergentes que están surgiendo. Los propios profesionales tienen falta de herramientas, de formación y de conocimiento, a veces también de sensibilidad, para poder afrontarlas. Y me refiero no solo a las discapacidades sensoriales. En el caso de la ceguera, las personas con discapacidad visual tienen un abandono escolar temprano muy reducido, menos que la población sin discapacidad es como un privilegio dentro del mundo de la discapacidad, pero tenemos otras discapacidades como todas las psicosociales que están surgiendo que implican una complejidad, para las que el profesorado no está preparado. Hay que darles más herramientas para que tengan más sensibilidad y, sobre todo, más formación para poder hacer accesible los currículums, los sistemas de evaluación, las metodologías docentes. Hay que garantizar la inclusión a través no solo de esas rampas físicas, sino que hay que hacer otra rampa para que el conocimiento sea también accesible para todas las personas, independientemente de su característica.

Antes aludía a la mayor tasa de abandono. Respecto a los jóvenes con discapacidad, ¿por qué cree que esto sigue siendo así?

Fundamentalmente porque todavía no tenemos un sistema educativo inclusivo en las etapas preuniversitarias. Es verdad que la ley ha avanzado en la literatura bastante, se ha alineado con los principios de la Convención. Pero la ley hablaba de un plan de inclusión y todavía ni siquiera está hecho. Y han pasado ya más de cinco años de la aprobación de la ley. También hablaba de que en el plazo de 10 años los centros de educación especial tendrían que ir desapareciendo para convertirse en centros de recursos educativos de apoyo a las personas con discapacidad. Y nada se ha hecho para que esto cambie. Tenemos un sistema preuniversitario que no ofrece los recursos de apoyo necesarios, ni ha cambiado la estructura mental, ni la formación del profesorado para que sepan educar en igualdad de oportunidades y para que sepan incorporar e incluir a las personas con discapacidad con todas las garantías en las aulas. Y eso provoca no solo etiquetas, rechazos y bulling por parte de muchos chavales con discapacidad que lo sufren en la escuela, sino también hace que muchas de estas personas se queden por el camino. En España hay más de 1.166.000 alumnado con necesidades educativas especiales, según datos del Ministerio de Educación, la mayoría asociada a la discapacidad, y más de un millón de alumnado con discapacidad se queda por el camino. Yo creo que ese dato debía de ser una alarma para el Ministerio. Porque el aumento que tenemos de alumnado con necesidades educativas especiales nos obliga a tomar medidas porque ya son muchos los alumnos que se quedan atrás y una sociedad no puede permitirse dejar atrás a tanta gente, a tanto alumnado con tantas capacidades de poder progresar si se ponen los medios adecuados para ello.

Fundación ONCE también ha denunciado la situación de los servicios de atención a la discapacidad de las universidades que se encuentran desbordados literalmente. ¿Fallan solo los recursos?

Yo creo que sí. Aquí estamos hablando de recursos. La LOU hablaba de que las comunidades Autónomas deben de destinar el 1% de su PIB a la Universidad y lo que le estamos viendo es que mientras crecen las universidades privadas, no se invierte lo suficiente en las universidades públicas. Que, por cierto, no se ha creado ninguna desde hace más de 30 años. Yo creo que estamos en un momento trascendental también de transformación y de cambio de las universidades. Y esos cambios que la LOU incorpora no están acompañados de los recursos suficientes. Las oficinas están formadas por profesionales estupendos que saben de discapacidad y que quieren hacer bien su trabajo, pero están desbordados. Están aumentando el número de alumnado con discapacidad año tras año y con necesidades especiales y los medios de las unidades no crecen. No dan abasto a atender a tanta gente. Hacen falta más recursos porque sensibilidad yo creo que hay sensibilidad. Sensibilidad no falta, pero faltan recursos.

 

“Falta voluntad política”

Primer plano de Isabel Martínez

"La matrícula gratuita ha sido una de las grandes palancas que ha hecho posible que cada vez más personas con discapacidad puedan llegar a la Universidad", sostiene Martínez

¿Y voluntad política?

Por supuesto. Cuando no se ofrecen los recursos de apoyo necesarios es porque falta voluntad política. Desde Fundación ONCE estamos intentando paliar esta situación para favorecer y ayudar a nuestro alumnado de la manera que podemos. Y estamos dando muchísimas becas. Invertimos varios millones de euros cada año en ayudas, becas, apoyos para alumnado con discapacidad. Y lo vamos a seguir haciendo. Trabajamos también codo a codo con las unidades, ayudando a la formación, herramientas, guías, protocolos, estamos trabajando mano a mano y codo a codo con las universidades para ofrecer dentro de nuestras posibilidades todo el apoyo que podemos brindarles. Pero no es suficiente. Las administraciones tienen que contratar a más personas y ofrecer más recursos para que los recursos no sean un problema que frene la posibilidad de que muchas más personas con discapacidad tengan oportunidad de desarrollar su ciclo formativo de la mejor manera.

Supongo que la polarización en la que estamos inmersos no ayuda en nada a aliviar esa voluntad política.

La polarización no ayuda en nada. Y no ayuda, sobre todo, a la política pública. Las leyes están fenomenales y sin leyes evidentemente no hay avance. Y ahora estamos también inmersos en un momento donde estamos incluso viendo cómo se cuestionan algunas leyes que para las personas con discapacidad han sido claves para progresar, no solo en dignidad como personas, en tener un reconocimiento como el artículo 49 de la Constitución, que nos coloca ya en un reconocimiento de dignidad, incluso eliminando elementos que nos situaban en una situación de clara desventaja. Las leyes son importantes, fundamentales y hay que seguir peleando, que los marcos normativos nos garanticen el derecho a la igualdad y a la dignidad. Pero detrás de las leyes tiene que haber también políticas públicas y en un momento de tanta polarización hay muchísimo freno por parte de estos parlamentos tan polarizados y fragmentados. Y la política pública es lo que no puede parar, porque detrás está la garantía de los derechos de las personas y la única posibilidad de muchas personas de vivir con dignidad y con bienestar. Y de tener acceso a algo tan básico e importante para la vida de cualquier persona que es la educación. Tenemos derecho a vivir con dignidad y con un mínimo de bienestar garantizado. Y para eso son importantes las políticas públicas. Y una de las consecuencias más nefastas que tiene esta polarización que vivimos ahora y esta fragmentación de los parlamentos es que se frena muchísima política pública. Y la política pública tendría que estar por encima de algunos intereses partidistas. Cuando la ley habla de ese 1% necesario para las universidades, las administraciones tendrían que hacer un esfuerzo para llegar a esos fines. 

En términos de discapacidad y de inclusión, ¿hay mucha diferencia entre la Universidad pública y la privada?

Bueno, la ventaja que tienen las personas con discapacidad es que gracias a la ley disfrutamos de esas acciones positivas. Las personas con discapacidad, afortunadamente desde la LISMI, tienen garantizada la matrícula gratuita en todas las etapas educativas, incluida la Universidad. Esa ha sido una de las grandes palancas que han hecho posible que cada vez más personas con discapacidad puedan llegar a la Universidad. Por tanto, hay más alumnado en las universidades públicas obviamente que en las privadas, donde esa matrícula no es gratuita. Aun así, las personas con discapacidad también están llegando a las privadas. Y las privadas, sobre todo las de mayor trayectoria, como puede ser Comillas, tienen también unidades de atención a la discapacidad solventes y ofrecen los recursos de apoyo necesarios para este alumnado. Todas las universidades públicas o privadas están obligadas por la LOSU (Ley Orgánica del Sistema Universitario) a tener esas oficinas de atención a la discapacidad y hacer todas estas acciones de inclusión. No solo es una obligación de las públicas, también de las privadas. Pero es verdad que la mayoría del alumnado están las públicas porque obviamente el poder disfrutar de matrícula gratuita pues es una ventaja y una palanca.

¿Y cómo estamos con respecto a nuestro entorno europeo?

Bastante parecidos. Hay algunos países donde hay algunos porcentajes superiores, como en el norte de Europa, pero estamos en porcentajes bastante parecidos a Alemania o Francia. Es verdad que estamos por debajo de indicadores de Estados Unidos o Canadá. Da envidia a veces ver cómo se ha llegado más lejos. Y han llegado más lejos porque han empezado antes y porque han apostado antes por todas esas medidas de acción positiva que para las personas con discapacidad siguen siendo imprescindibles para poder avanzar. Este tiene que ser nuestro espejo, Estados Unidos y Canadá, cuando nos miramos en las oportunidades que hay para los estudios superiores y para esa garantía de igualdad de oportunidades que las personas con discapacidad requieren. Ese tiene que ser nuestro objetivo. Nosotros estamos en torno a, no llega al 2%, a veces un poquito más, de las personas con discapacidad que llegan a la Universidad. Y, sin embargo, en Estados Unidos los porcentajes suelen ser muy altos, superan el 8, 10%. Están en indicadores mayores porque empezaron antes y porque lo hacen un poquito mejor.

Eso si no lo estropea Trump.

Sí, bueno, eso suponiendo que las medidas de acción positiva que están aplicadas hasta ahora se siguen aplicando. Una de las mayores preocupaciones de la mayoría de las universidades norteamericanas es la reducción de fondos por parte del Estado para estas políticas. Muchas de ellas han dejado de recibirlos o lo han mermado notablemente. Y esa es una gran preocupación que existe en este momento.

 

“Sigue habiendo muchos prejuicios”

Martínez en el exterior de la sede de Fundación ONCE

Isabel Martínez considera que Fundación ONCE es un referente en la promoción e impulso de todo lo que tiene que ver con el concomiento y la investigación en el ámbito de la discapacidad

Es usted uno de los pilares esenciales de este VII Congreso Internacional, ‘Universidad y Discapacidad’ que se va a celebrar en Granada. ¿Qué importancia concede a este congreso y qué cree que puede aportar?

Yo creo que la Fundación ONCE se ha convertido ya -y creo que no es exagerado decirlo-, en un referente a la hora de poder reunir, promover e impulsar todo lo que tiene que ver con el conocimiento, la investigación y la discapacidad. Y este congreso es una oportunidad para que muchísimos investigadores, investigadoras, profesorado, personas expertas del ámbito de la educación y también de otras áreas profesionales puedan seguir discutiendo, reflexionando y aportando sus investigaciones. Hemos tenido aportaciones de más de 200 investigadores que hemos tenido que dejar a la mitad y solo se van a poder presentar algo más de cien comunicaciones. Pero son muchísimas. El Congreso está repleto de gente muy interesante, que lleva muchos años investigando, estudiando, analizando y aportando estrategias para mejorar las políticas de inclusión. Hay muchísimo talento, muchísimas personas interesantes de todo el mundo que nos van a aportar su buen hacer para que aprendamos unos de otros, las buenas prácticas, la inspiración de unos profesionales y unas instituciones que van un poquito más avanzadas. Y va a aportar muchas ideas y estrategias para seguir avanzando. Otra de las grandes aportaciones, es la conexión que hacemos entre instituciones y personas de diferentes países y continentes. Van a participar personas de Estados Unidos, Canadá, Europa, América Latina, y esa capacidad de generar sinergias es muy importante. Y todo eso lo hacemos gracias a ese liderazgo que Fundación ONCE ha logrado tener en este ámbito. Y nos debemos felicitar por eso.

Ese tránsito tan importante que conforma el paso de la Universidad al mercado laboral ¿está bien resuelto? 

Yo creo que ese es uno de los grandes desafíos. El titular del Congreso habla precisamente de eso: ‘Tendencias y desafíos para una Universidad Inclusiva’. Y dentro de esos desafíos, sin duda también está mejorar los tránsitos hacia el empleo. Creo que hemos logrado que las personas se formen y salgan con una formación extraordinaria. Muchas, afortunadamente, logran encontrar empleo en profesiones y áreas de conocimiento relacionadas con sus estudios. Pero hay ahí un techo todavía importante. Primero porque las empresas piensan que las personas con discapacidad no llegan y que no encuentran los perfiles que ellos buscan, cosa que yo creo que estamos demostrando que no es así. Tenemos personas con discapacidad en todas las áreas de conocimiento, médicos, enfermeros, en el área de la salud tenemos personas investigadoras, tenemos personas abogadas, ingenieros de todas las áreas de conocimiento. Y ese es un mito que tenemos que empezar a derribar. Las personas con discapacidad están llegando, somos profesionales. Y luego, una vez que logran meter cabeza en una empresa, también es muy importante la promoción, que se les dé oportunidad para poder promocionar dentro de las compañías, de las instituciones. Y eso es un desafío en el empleo público. Ahí estamos también trabajando con las oposiciones y con diferentes programas para que puedan llegar no a ser solo ordenanzas y auxiliares, sino a esas oposiciones del Grupo A que nos colocan en una situación de liderazgo importante. Y también lo tiene que hacer junto con el sector público y empresarial. Nos queda todavía un gran desafío ahí para que el sector empresarial confíe realmente en el talento de las personas con discapacidad y nos ofrezcan puestos no solo mediana o poco cualificados, sino también puestos de responsabilidad importante dentro de las compañías.

¿Y cuál es la barrera que lo entorpece? ¿La mentalidad del empresario todavía sigue un poco, digamos, anclada en el pasado respecto a su apuesta por la discapacidad? ¿Qué falla?

Por un lado, sigue habiendo muchísimos prejuicios sobre la capacidad de las personas con discapacidad de poder desarrollar su trabajo con normalidad. Existe un miedo a la baja productividad precisamente por ese prejuicio y ese desconocimiento que asocia  personas con discapacidad con baja productividad. Y luego, como no se les da la oportunidad a muchos, lo que existe es un desconocimiento que hace que se cierren las puertas antes de tiempo en muchos casos. Y cuando las personas con discapacidad logran entrar sería necesario un buen plan de inclusión dentro de las empresas. Que se les pongan en los espacios donde más capacidad de aportar tienen, que tengan también apoyos para poder hacer carrera profesional dentro de las empresas. Igual que se ha trabajado con la igualdad de género, que ha costado muchas décadas conseguir en el ámbito laboral que las mujeres lleguen también a puesto de responsabilidad, hay que hacer lo mismo con las personas con discapacidad. Eso requiere estrategia, acciones y mucha voluntad por parte del empresariado. Porque de cara a la galería a veces tienen discursos muy correctos, pero luego la realidad es que no se les ofrecen todas las oportunidades que se requieren para poder progresar. Y la capacidad está sobradamente demostrada con la carrera académica que hacen muchos de ellos.

Permítame para terminar, alguna pregunta de tinte más personal. Si a usted le nombrara ministra de Universidades ¿cuál sería la primera medida que adoptaría?

Yo creo que revisaría los presupuestos para garantizar que ese 1% que la ley dice que hay que garantizar para las universidades públicas se consiguiera. Esa sería la primera medida; garantizar los recursos para que se pueda desarrollar una Universidad de calidad. Y, por supuesto, luego haría un gran esfuerzo de formación y motivación del profesorado. Una Universidad buena la garantizan sus buenos profesores. Y el profesorado requiere motivación, que tiene que ver con los recursos y con una dinamización y motivación de la Universidad. Pero la Universidad es un gran motor de cambio social. Yo sigo creyendo en las universidades, como ese gran motor de cambio social que siempre han sido.

Desde 2015 usted también preside la Fundación HELPAGE-España, que lucha contra el edadismo y la promoción de los derechos de las personas mayores. Esto daría para otra entrevista, pero díganos, de cero a 10, ¿qué nota pondría la sociedad española en esa discriminación social basada en la edad?

Pues yo pondría un 5. Es decir, que aprobaríamos por los pelos. Yo creo que, igual que el resto de las sociedades, la discriminación por razón de edad es la discriminación más invisible que tenemos actualmente en nuestras sociedades.  También porque existen mecanismos que no tenemos, como convenciones internacionales y otros instrumentos que nos permiten poner en la agenda este asunto. Y también porque la longevidad es un fenómeno muy reciente. En la medida en la que afortunadamente somos sociedades más longevas, todos aspiramos a vivir 100 años, y vamos a estar muy cerca de llegar a los 100 años en este siglo 21. Probablemente es la revolución más importante que vamos a disfrutar en este siglo. Pero esa capacidad de poder vivir más años hay que acompañarla también del vivir mejor. Y para eso necesitamos trabajar el problema del edadismo y toda esa discriminación que se produce fruto del desconocimiento y de esa invisibilización. A veces somos edadistas, incluso sin saberlo, no porque queramos tratar de manera desigual o tratar mal a las personas mayores, sino porque no somos conscientes. Incluso en nuestros propios comentarios anecdóticos ya somos edadistas. Tenemos todos que hacer. ese análisis y hay muchas cosas que cambiar en ese sentido.

Como socióloga, ¿cuáles cree que son los principales males que nos acechan como sociedad?

Bueno, sin duda, la creciente desigualdad y acumulación de la riqueza en manos de unos pocos. Nunca habíamos vivido en un momento donde, a pesar de tener tanto, de haber conseguido tanto progreso, tantos avances, tanta investigación que nos ha permitido vivir mucho más y vivir mucho mejor. Y eso, curiosamente, está acompañado de una sociedad en la que unos pocos acumulan muchísima riqueza, tanta que les haría falta muchísimas vidas para poder llegar a consumir esa riqueza que son capaces de acumular. Y luego hay cada vez muchísima más gente, muchísimos más millones de personas que tienen más dificultades de vivir y que sobreviven. Esa desigualdad sin duda hay que abordarla desde la política y desde la política pública, porque si no tendremos una sociedad insostenible. Yo creo que se habla mucho de sostenibilidad medioambiental y es muy importante que luchemos contra todos esos efectos perversos del cambio climático, pero tan importante como eso es también luchar por la sostenibilidad social. Y la sostenibilidad social significa que todo el mundo pueda tener garantizado unos niveles mínimos de vida. Y para eso hace falta que hacer algunos ajustes que tienen que ver con fiscalidad, con otras medidas, pero hay un desajuste enorme entre esa capacidad de acumular riqueza de unos pocos y esa capacidad de generar desigualdad por parte de tantos millones de personas que necesitan un mínimo para poder vivir. Eso es sostenibilidad social y tendremos que trabajarla mucho desde los poderes públicos en los próximos años.

Usted es de Vilches, un pueblecito de la comarca del condado de la provincia de Jaén, el interior más profundo de Andalucía. ¿Eso impregna carácter?

El territorio, también te da identidad. Eso es innegable. Y la cuna y de dónde venimos pues también nos ayuda mucho a ver y a interpretar las cosas. Yo soy de una provincia realmente pobre, pero de gente muy trabajadora. Es decir, de una comarca que ha tenido muchísimas limitaciones a lo largo de la historia y sigue teniéndolas, que ha expulsado a muchísima de su gente por falta de oportunidades, pero luego también una tierra muy rica en valores, entre otros, esa capacidad de trabajo y esfuerzo que tienen los jienenses. Y como jienense sí que heredado esa capacidad de trabajo que tenemos y de intentar con el trabajo suplir las limitaciones que muchas veces en la provincia ha tenido para su gente.

¿Con qué desconecta más? 

Uy, yo con la lectura. Soy una lectora empedernida. Me gusta muchísimo leer. También el cine, pero, sobre todo, leer. Y leo más que veo cine. No tengo tiempo para ver series, ni para ver televisión. Tengo muy poco tiempo para el ocio, la verdad. Es lo que tiene cuando mezclas trabajo con compromiso. Estás todo el día liado con 1000 causas, pero me encanta leer. Leo permanentemente y me gusta mucho leer novela, Leo mucha novela, también ensayo, pero mucha novela porque me ayuda mucho a desconectar.

Pues recomiéndenos un libro para terminar.

A mí me gusta la novela histórica muchísimo. Y te podría decir varias novelas que he leído este verano, pero hay una que me ha marcado de los últimos meses, que me ha hecho ahondar mucho más y leer más libros posteriormente sobre la Segunda Guerra Mundial y sus consecuencias. ‘Victoria’ de Paloma Sánchez Garnica. Creo que es una etapa de la posguerra que conocemos poco y tiene muchas claves para entender por qué Europa es hoy lo que es. 

| LUIS GRESA

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