"Voy a contar la historia de cien años de mi vida"
María Pilar Oral cumple un siglo de soledad indignada con la política española y entusiasmada con las lecturas que le proporciona la ONCE
El paisaje de su Zaragoza natal nada tiene que ver con la aldea que describió el universo imaginario de García Márquez. Chipiona tampoco es Macondo. Pero los suyos han sido verdaderamente otros 100 años de soledad. Y como el coronel Aureliano Buendía y toda su extensa familia, pareciera como si María Pilar Oral estuviera predestinada a padecer la soledad a lo largo de toda su vida. A los dos años murió su padre, a los nueve su madre, a los 71 su marido y la semana pasada su perrito Domino. Sin hijos ni familia, ciega desde hace 13 años, Pilar afronta el último tramo de su vida con una lucidez impresionante, indignada con la clase política española, horrorizada por el virus y entusiasmada por devorar los libros que le proporciona la ONCE. Es una mujer noble, orgullosa y, aunque no lo quiera reconocer, fuerte y valiente, muy valiente.El otoño acaricia Chipiona con un brillo especial sobre su playa, mientras, el sol se detiene pausado sobre sus calles vacías por culpa del maldito virus, que todo lo trastoca. Sin turistas, el acceso al Santuario de la Virgen de Regla un día entre semana del mes de septiembre se antoja fácil. Y desde allí, bordeando la playa, en apenas tres o cuatro minutos andando, se alcanza la casita de María Pilar Oral (Zaragoza, 1920), una vivienda sin altura, inmersa en medio del clásico urbanismo apretujado de los años 60, con pequeños patios que alcahuetean las pertenencias de cada vecino.
"Le voy a contar la historia de cien años de mi vida", había anunciado. Y no defraudó. Sentada en su mesa de camilla sin dejar de hacer punto, una bufanda roja, María Pilar se muestra entusiasmada con la idea de contar y compartir por fin su relato, una narración que va desglosando, de principio a fin, como si fueran los capítulos de la novela de su vida.
María Pilar Oral nació el 25 de octubre de 1920 en Zaragoza. Al morir su padre con 28 años, de corazón, cuando ella tenía solo dos, su madre y ella marcharon al pueblecito almeriense de Suflí, en el valle del Almanzora, y con apenas nueve años su madre falleció después, también de corazón, cuando tenía 30. Todavía se le quiebra la voz al recordarlo. Ahí empezó a dibujarse la soledad de Pilar, con solo nueve años. A esa edad marchó a Baza (Granada), donde le internaron en un colegio de las monjas mercedarias. A partir de ahí comenzó a trabajar “en casas pudientes de Granada”. Gracias siempre a las monjas, ahora de las Hijas de María Inmaculada, saltó a Sevilla donde siguió trabajando en casas y conoció “a un muchachito que a mí me gustaba y que se llamaba Manolo”. Era un soldado destinado en ese momento en Ceuta. Y con él se casó en Sevilla diez años después. La vida empezaba a sonreir.
“En España hay todavía odio”
La Guerra Civil le cogió en el colegio en la zona roja de Baza en Granada. “¿Sabe lo que era la zona roja?”, pregunta a su interlocutor. “Donde estaban los de izquierdas”, se responde. Allí escuchaba los partes de guerra por la radio. “No me interesaba mucho porque era muy joven. No la sufrí. Sí recuerdo que escaseaba todo, pero como yo estaba con las monjas, aunque fuera el pan duro a mí no me faltaba, era como de maíz, eran comidas menos consistentes, menos nutritivas, menos alimentadoras, había poco, entonces comíamos lo que se podía”, explica.
A su juicio, la herida que provocó la Guerra Civil no ha cicatrizado todavía entre los españoles, más de 80 años después. “Hay todavía odio”, se lamenta. Y lo razona de forma incontestable y con argumentos de máxima actualidad. “Hoy mismo lo estaba oyendo en las noticias. Están todavía los de derechas y los de izquierda a la greña, como riñendo, y a mí me da horror porque todos somos españoles. Y ahora, con esto que tenemos del virus, tenemos que ser más conscientes y mirar los unos por los otros. Vamos a salir de eso #8211sostiene Oral-, y después ya se hablará. Los de izquierda hablan de las derechas y las derechas están poniendo a los de izquierda como ellos quieren. En fin, que todavía hay mucho odio”.
Esta incapacidad de la clase política española por generar consensos aún en tiempos de pandemia le irrita especialmente a Pilar. Se le nota en su gesto, mucho más brusco ahora. Detiene el punto y eleva la voz. Se indigna. Y la indignación acaba en enfado. “Ahora están los socialistas, y los de derechas quieren que el Socialismo se vaya para mandar ellos. ¡Y ellos han mandado 40 años!”. Pilar se reconoce “muy socialista” y explica su por qué en la admiración que le produjo la figura de Willy Brandt en sus 20 años de estancia en Alemania. “No dejó que ningún emigrante se marchara. Españoles, turcos, italianos, yugoslavos, formaron allí un hogar, tuvieron sus hijos, se casaron con quien quisieron, y se pudieron quedar mientras se portaran como es debido”, dice orgullosa. Y resume a modo de conclusión, por si quedara alguna duda sobre su análisis: “Todavía hay añoranza de estos 40 años -me estoy saliendo del tiesto-. Todavía hay odio de los 40 años que tuvimos de Dictadura”. Y enseguida retoma esa sonrisa socarrona. “Con mis cien años, dónde voy yo, dónde voy yo ya...”, se dice.
A los dos años de casada ya asumió que no podría tener hijos. “Yo quería tener muchos, le dije a mi Manolo que quería tener muchos, y cuando me dijeron que no podía fue un valle de lágrimas”, dice de nuevo llorosa.
Manolo y Pilar arriesgaron y se marcharon a Alemania, sin saber una palabra de alemán como tantos españoles de los años 50, en busca de un futuro mejor. Durante cuatro años trabajaron juntos en una fábrica de aluminio que producía elementos accesorios de televisión, pero a los pocos años, tomaron rumbos distintos en fábricas diferentes, aunque del mismo gremio. “Trabajaba con piezas pequeñitas que no veía apenas porque la enfermedad del glaucoma la he tenido toda la vida”, explica.
Fueron 20 años de su vida en Núremberg. De los alemanes le gusta lo serios y ordenados que son. “Son muy rectos y muy cumplidores de su deber”, matiza. Y le gusta menos su frialdad social. “No son nada familiares, no conocen a nadie”, resume gráficamente. Nada que ver con el carácter del chipionero. Y es que, después de casi 40 años viviendo a escasos metros del Santuario de la Virgen de Regla, María se siente ya muy de Chipiona #8211“aquí te sientas y hablas con cualquiera, tienen conversación”-, y, por lo tanto, muy de Rocío Jurado #8211“todavía me emociono cuando escucho ‘Como una ola’-, reconoce orgullosa. Al final, se cansaron de Alemania y volvieron a Sevilla, pero enseguida se compraron una casita en Chipiona, donde vive todavía. “Es que a mí me ha gustado mucho bañarme. A mí se me cae el termo los 50 litros y lo agoto, no lo puedo remediar”, desvela.
“Soy como una gota de agua en el mar”
Pilar se declara devota de tres vírgenes, la del Pilar, la Macarena y la de Regla. “Llevo a la virgen del Pilar en el corazón. La llevo en mi alma”, dice con solemnidad. A la Macarena le tiene en el salón en una fotografía enmarcada enorme, por su marido, y a la de Regla en el azulejo de la entrada a la vivienda con dos farolillos “porque es que soy de Regla”. Al Santuario desde su casa no hay más de tres o cuatro minutos andando, aunque acudir allí a misa se le antoja desde hace años una excursión imposible.
Ella no encuentra ninguna contradicción entre sus ideales socialistas y su firme convicción cristiana. Ni si quiera ha perdido la fe pese a lo duro que se lo ha puesto la vida y a todas las desgracias que el mundo ha venido acumulando a lo largo de este siglo suyo. “Hay veces que digo; ¿Y dónde está Dios?, me pregunto. Y luego digo; ¡Ay perdón si te he ofendido Señor! Pero yo muchas veces pregunto ¿Por qué tanta hambre? #8211rompe a llorar como una niña-. ¡Tantos niños que no comen, ¡Por favor! ¡Por qué este odio, estas guerras y esta hambre de personas que no tienen nada que comer! ¡Eso es muy triste! ¡Eso es muy triste! #8211se repite-. Y lo pienso, pero yo... pobre de mí, ¿qué puedo hacer yo?, Yo soy como una gota de agua en el mar. Nada. Nada #8211dice a una velocidad cada vez más pausada y más lenta-. Entonces aquí estamos con mis cien añitos que voy a cumplir”.
Se levanta “tardecito”, se ducha, se arregla, desayuna, y se sienta en ese sofá desde el que pasa prácticamente el resto del día. Enganchada a la radio y haciendo punto cuando está acompañada o leyendo los libros que le facilita la ONCE cuando se queda sola. Entre los últimos que ha leído ‘El amor de los tiempos del cólera’ (otra vez García Márquez), ‘La reina descalza’, de Ildefonso Falcones, y ‘Los pilares de la tierra’, de Ken Follet, que le han gustado con locura, dice con la inocencia de una chiquilla. Pilar cuenta con una interna y con dos personas de Servicios Sociales que se turnan entre semana y fines de semana. Salvo esa presencia, no hay personajes en su novela desde que quedó viuda en 1991.
Con alegría, lo que es alegría, solo recuerda el día que se casó con su Manolo. Ese día también lloró, pero esta vez de felicidad. “Es que también se llora de alegría”, explica, “porque la emoción sale del alma”. Pero sobre todo recuerda el llanto amargo por la muerte de su madre. “Me dejó solita con nueve años, y aquí me tiene usted, con 100”. María Pilar considera que su vida ha sido triste y le cuesta reconocerse como la mujer fuerte y valiente que demuestra ser a cada palabra. Cuando murió su marido planeó incluso dejarse llevar por el mar para terminar con su vida, pero al final optó por seguir.
“No le tengo miedo a la muerte”
Y ahora, con cien años ya sobre sus espaldas, asegura no tener miedo a la muerte “Lo que tengo miedo es al dolor #8211cuenta con la mayor serenidad-. Que me muera con dolores y esas cosas. Pero a la muerte no le tengo miedo. Sé que tiene que venir, cuanto más tarde mejor, pero ¿miedo a la muerte? Si somos mortales. Yo estoy preparada, la mochila está preparada para llevármela. Mi padre murió con 28 años, mi madre con 30, yo tengo 100, ¿qué puedo esperar más? Doy gracias a Dios de que he vivido hasta aquí, y si mañana me muero que no me lleve al infierno que es todo fuego”.
Su principal preocupación, como la de todos los humanos, pasa ahora por el Coronavirus. “Me preocupa la gente que se está muriendo, que me da mucha pena #8211rompe a llorar de nuevo con la fragilidad de una niña-. Este virus yo no sé de dónde viene, ni a donde va, es internacional, y me preocupa porque no hay por dónde atacarle. ¿No lo ve que España está toda contaminada? Hay que ver la de criaturas que están muriendo, es horrible, horrible, horrible. Sí, me preocupa, y mucho. Morir hay que morir, pero no de esta manera”, concluye.
A su juicio, las personas mayores son las más conscientes de la gravedad de la situación porque son las que más están muriendo. Pero se muestra muy crítica con la actitud de los jóvenes. “La juventud como lo que quiere es divertirse pues no son conscientes de esta pandemia #8211opina-. Si queréis diversión, esperaros un poquito a que esto se vaya y después os divertís, pero ahora estamos en un momento de reflexión, para reflexionar lo que tenemos”.
Pilar tampoco es optimista con el final de este largo túnel que todos estamos atravesando. “Esto ha venido para quedarse un poco de tiempo #8211lamenta-. Y hasta que no hagan la vacuna irá extendiéndose más y más”. A los chicos les recomienda “no hacer botellones, no juntarse tanta gente, no abrazarse y tener cuidado de todo”. Y a los políticos... “A los políticos los mandaría de paseo a todos y pondría políticos nuevos”, afirma contundente. “Les pido que miraran más por el pueblo, lo mismo los de derechas que los de izquierda. Que fueran más del pueblo y quisieran más al pueblo, que no piensen solo en quítate tú para ponerme yo, sino todos a una”.
A María Pilar Oral le gustaría que le recordaran sobre todo como una mujer buena. “Yo tengo un carácter que, si me hablan bien, contesto mejor, pero si me hablan mal, me subo a las nubes porque es mi manera de ser, mi temperamento, aunque después me arrepiento. Pero es lo que quisiera que recordaran mi buen hacer, mi buen sentir, mis buenos pensamientos y mis buenos modales”.
El día de su cumpleaños, Pilar recibió la sorpresa de un ramo de flores de manos del director de la ONCE en Cádiz, Alberto Ríos, un boleto de 'Mi Día' de la ONCE, con la fecha de su cumpleaños, 25 de octubre de 2020, una cinta roja, como había pedido, de la virgen del Pilar, y, lo que más ilusión le hizo, un nuevo lote de libros audiodescritos para seguir con la mente despierta hasta el final de sus días. Entre otros muchos, le aguardan ‘Patria’, de Fernando Aramburu, ‘Hija de la fortuna’, de Isabel Allende, ‘La espía’, de Claudio Coelho, ‘Diario de un cazador’, de Miguel Delibes, o ‘La hermandad de la sábana blanca’, de Julia Navarro.
La vida sigue para María Pilar Olar.
LUIS GRESA
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