EN PRIMERA PERSONA: José Manuel Molina, pintor

Secciones: Entrevistas
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“La pintura me ayuda a ver”

Los tonos de sus cuadros, apastelados y suaves, definen una personalidad muy marcada por la sensibilidad. Mercadillos y puertos son constantes en su obra, una trayectoria entre lo figurativo y la fracción que no ha llegado todavía a la abstracción. Pero llegará. Lo sabe. José Manuel Molina Castro (Torre del Mar, Málaga, 1960), afiliado a la ONCE desde 2014 por un glaucoma doble, recibió en Madrid el pasado 13 de diciembre, Día de Santa Lucía, un reconocimiento más a su carrera artística, el primer premio de Promoción Cultural de la ONCE. Es un hombre feliz, un artista que ha cumplido su sueño. 

¿Cómo empezó todo? ¿Cómo comenzó su pasión por la pintura?

Desde chico, yo dibujaba como cualquier niño. Cogía un lápiz y dibujaba. Mi madre me compraba colores y hacía casitas, pero en vez de blancas, las pintaba rojas, amarillas, verdes, de todos los colores. A mi madre aquello le gustaba mucho y los colgaba en el salón. Tendría seis o siete años. Y decía, si todos tienen en el salón cuadros y mi madre pone los míos, eso es que tengo que ser muy bueno. Entonces pensaba que pintaba muy bien -se ríe-. Yo me lo creía. Así que seguía dibujando y mi madre nunca me decía que una casita no era roja, rosa o verde, como me decía alguna gente, decía que era muy bonita y me los colgaba. Ella es la que me estimulaba para que siguiese pintando. Fue a más a más y, cuando me preguntaban de pequeño qué quería ser de mayor, decía que quería ser maestro pintor porque a mí me gustaba la enseñanza y me gustaba pintar.

El color ha definido su estilo desde el inicio de su trayectoria.

Siempre, siempre.

Expresa sensibilidad.

Siempre he sido una persona muy sensible. Por nada lloraba mucho. Y me sigue afectando todo. Y cuando llego al Instituto y veo que tengo un profesor que me da dibujo fui el más feliz del mundo. Hice esmalte sobre metal en la mejor escuela, en Valencia, luego hice Bellas Artes en Sevilla en la especialidad de pintura, aunque he hecho cerámica, diseño de moda, dibujo publicitario y decoración.

¿Cuándo aparece la discapacidad visual en su vida?

Yo creo que la tuve siempre. Desde chiquitito tenía dolores de cabeza muy grandes, muy fuertes, que duraban casi una semana. Mi madre me llevaba a todos los médicos, me miraron por todo, pero nunca los ojos, hasta que dije que cuando veía una luz, veía el arco iris alrededor. Pensaba que era un cáncer, pero lo que tenía era un glaucoma. Me dieron crisis grandísimas, temía por la mañana abrir los ojos, porque si los abría y veía niebla, acababa en el hospital. Me he pasado más de dos años yendo diariamente al hospital. El glaucoma se suele dar en un ojo, pero yo tengo el más raro de todos, que se da en los dos, y me operaron de los dos.

Usted ve enfocado lo que tiene por delante. Mantiene un foco central nítido, pero con un campo visual reducido a poco más del 20%. ¿Cómo ha condicionado esa falta de visión su carrera artística?

Antes me gustaba hacer formatos muy grandes, me encanta. Pero ya con esto tengo que dosificarme. Porque si me quedo mucho tiempo pintando entro en el hospital. Tengo que hacer descansos, ratitos, pasé una depresión muy grande lo he pasado muy mal con la depresión, lo veía todo negro, horrible. No me quería ni lavar, ni afeitar, pero fui levantando con la ayuda de mi hermana y de amigos.

“He cumplido mi sueño”

Molina Castro se muestra orgulloso tras haber recibido el primer premio de Promoción Cultural de la ONCE

Se afilió a la ONCE más tarde, en 2014.

Me dieron la oportunidad de dar clases de modelado a un grupito de niños y mayores de Vélez-Málaga, y eso me dio mucho ánimo. Pensaba que era un desgraciado y me di cuenta de que era un rey comparado con las criaturas que no veían casi nada. Tenía que guiar sus manos para modelar con ellos. ¿Cómo me voy a quejar?

¿Solo ha cambiado el tamaño de sus cuadros?

El formato y luego antes mis tonos eran más oscuros y ahora son más claros. Hay mucha más luz ahora.

Ahora que tiene menos luz en su visión busca usted más luz.

Es así, todo lo contrario.

¿Cómo definiría su trayectoria?

Se ha cumplido mi sueño. Eso es lo que yo quería. Yo no pretendía ser millonario, ni nada, lo que quería era trabajar dando clase de pintura. Fui por mi cuenta y me dediqué a pintar. El primer premio grande fue en Álora, luego me dieron el Premio Caja Rural de Sevilla, que por aquella época eran dos millones de pesetas, el más grande de España. Estuve con Antonio López, él me presentó dos galerías que me vendían mucho. Luego tuve dos años de parón por reposo con los ojos. Pintaba mucho con pincel y espátula. Y pensaba también en las personas que ven poco, quería que mis cuadros los pudieran ver tocándolos. Entonces me he puesto en ese lugar y he querido dibujar un relieve, como un sistema braille pictórico, en cierta manera la persona que toca puede hacerse una idea del dibujo.

¿Y por qué lo hace?

Me asustaron tanto porque me iba a quedar ciego, que he sido valiente, y yo palante, la mente es muy importante. La primera vez que me lo dijeron me harté de llorar, pero luego pensé que no se iban a salir con la suya. Además, siempre que vas a un museo no te puedes acercar a una pintura, entonces, en cierta manera, quería hacer algo por esto, y he querido crear este sistema con la espátula utilizándola de otra manera.

El pasado 13 de diciembre, festividad de Santa Lucía, recibió en Madrid el primer premio de Promoción Cultural de la ONCE. ¿Qué supone este reconocimiento?

Ha sido una alegría grande que me llegue este premio. Estoy muy contento, es una inyección de autoestima, y estoy muy orgulloso de que las personas que ven poco tengan la oportunidad de conocer mi obra.

“Todavía no he llegado a la abstracción”

José Manuel Molina Castro muestra orgulloso su cuadro 'Sonora Soledad', pintado durante la pandemia

¿Su estilo se encuadra en el expresionismo abstracto?

Estoy entre lo figurativo y la abstracción. Voy hacia la abstracción, pero estoy entre una cosa y la otra porque mi obra todavía se define. Yo trabajo mucho los temas de los mercadillos, el puerto. Es verdad que antes ponía más detalles y ahora voy simplificando y simplificando. Y llegaré a la abstracción, pero todavía no he llegado.

Y el mar de Málaga, ¿cómo le influye?

Me llama mucho. A mi Sevilla es una ciudad que me gusta, pero cuando pasaba tiempo sin venir para acá (Torre del Mar), tenía que venir para respirar. Mucho tiempo fuera no puedo estar, tengo que venir a aquí. No sé cómo explicarlo, pero sí me llama.

Y le influye en el color, en la luz...

Pues mira, eso que dicen que el mar... si yo estoy en Suiza, yo voy a ser yo y voy a pintar con esos colores, ni con más oscuros, ni con más claros. El estado de ánimo sí influye, si estoy más triste a lo mejor pinto más oscuro, y si estoy mal no puedo pintar. Ni oscuro, ni claro, es que no puedo. Es la persona. Yo mi casa la tengo decorada en tonos muy suaves. Un rojo no lo pongo nunca en mis cuadros jamás lo verás.

¿Por qué?

No sé, me gusta, pero no soy capaz de ponerlo. Me gusta todo más tonal, más suave.

¿Es más de Picasso que de Goya o Velázquez?

No, todo me gusta.

¿Y más de Van Gogh que de Monet?

También los dos han aportado mucho y me siguen gustando. Dicen que mi obra se parece mucho a Nicolás de Stäel y yo no lo conocía. Incluso fui a París a ver su obra al Centro Pompidou, y me identifico mucho con él, también trabaja con espátula. Es un ruso que vivía en París y se suicidó porque no vendía su obra. Pero me encanta su obra.

No es su caso.

Es verdad, yo me siento un privilegiado en la vida porque mi sueño se ha hecho realidad. Lo que yo quería todo se ha cumplido. He tenido una gran ayuda que ha sido mi madre. Mi padre me tiraba las cajas, pero mi madre siempre me defendía.

¿Se puede vivir de la pintura en la España de 2023?

Yo he vivido. Si te gusta, sea pintura, escritura, si tú persigues el sueño, lo consigues, pero hay que ser constante.

Pero pintor de Corte no es.

No, a mí no me encargan pinturas. Me encargan, pero siempre respetan lo que hago. Ahora me han encargado una de dos metros por dos metros para Bilbao, pero respetan mis temas. A mí el retrato me encanta, pero no me encargan mucho. La gente quiere algo más hiperrealista, al menos la gente de aquí. Yo trabajo mucho el puerto y los mercadillos. Tengo cuadros en Estados Unidos, en Países Bajos, y en otros países.

Usted no vende a través de Internet, ni tiene perfiles en las redes sociales. En el mundo en el que vivimos ¿se puede triunfar al margen de las redes?

Yo ahí no he entrado todavía y todo el mundo me dice que tengo que entrar, pero es que eso me ha pillado un poco tarde. No me manejo muy bien con esto. No sirvo para eso.

Entonces el boca a boca es lo que funciona.

También llevo muchos años

“Hay que poner mucho amor para pintar”

El pintor de Torre del Mar se inspira sobre todo en los mercadillos y el puerto de la ciudad malagueña

¿Cómo es su proceso creativo? ¿Cómo planifica el trabajo? ¿Por dónde empieza?

A lo mejor voy andando por ahí y veo algo. El puerto es algo que me gusta un montón, y cada vez que puedo voy, veo esos reflejos, esas simetrías, y hago fotos y voy simplificando.

Fue usted el autor del cartel de la última Feria de Torre del Mar. ¿Se siente profeta en su tierra?

Más o menos sí. En Vigo también he hecho un mural grande. No se portan mal.

Si pudiera regresar en el tiempo, ¿en qué época histórica le gustaría haber vivido?

En la época del Modernismo, me gusta mucho ese diseño que había, hubiera vivido bien.

Y cuando entra a un museo, ¿qué busca en primer lugar?

Me gusta ver todo, pero hay cosas que a lo mejor no me van a llamar la atención y paso de largo, no tengo por qué verlo todo, voy directamente a las cosas que me dicen más.

¿Qué consejos le daría a alguien que esté empezando ahora mismo?

Que persiga sus sueños, que se cumplen. Si uno es constante, el sueño se cumple, pero trabajando, claro.

¿Y a una persona con discapacidad que tenga dudas de enfrentarse a la pintura?

Seguro que eso le ayudará a ver. No sé por qué -sé que esta enfermedad no va a mejor- pero yo a veces siento que veo más, incluso la última vez que me hicieron una revisión, la doctora me preguntó: “José, ¿todavía ves?”. Y sin embargo siento que veo más. A mí la pintura me ayuda a ver.

Usted concibe del diseño como una fuente de salud. Explíquese.

Pues sí, claro, si uno está bien con su mente, parece que no te duele nada. Cuando he estado depresivo me han venido todas las enfermedades del mundo. He estado muerto dos veces, estaba bajo de moral, hasta quería morirme, y te vienen todas las enfermedades, pero cuando estás bien todo lo bueno te llega.

Su escuela D’Art en Torre del Mar ¿quiere crear escuela?

No es que quiera crear escuela. A mí me gusta la enseñanza, me gustaba enseñar y pintar, en el Instituto no podía, porque de 30 alumnos uno o dos le gustaba, pero lo demás era una guardería, así que pensé que eso no era para mí. Y aquí el que viene es porque le gusta y disfruto enseñando. Soy muy feliz cuando a final de curso hacemos una exposición y veo su obra. He cumplido 21 años. A los 20 años hice una fiesta preciosa, toda la calle con alfombra roja, iluminación, 700 invitados, carrozas diseñadas por mi sobre barcos, se compuso una obra en piano, pase de modas y de tocados.

Como maestro ¿qué valores cree que transmite a sus alumnos?

Para pintar hay que poner mucho amor, mucho amor. Aquí se respira un ambiente estupendo, parece que son elegidos todos los que llegan. Ser tú, y lo que hagas, que lo hagas convencido, que te guste, y ponerle mucho cariño.

¿En qué momento artístico cree que estamos en España? ¿La crisis afecta a todo?

Todo evoluciona. Tengo alumnos que han estado aquí y están ahora en la Facultad de Bellas Artes de Málaga y los veo supermodernos, es que no existe ya el dibujo, y yo no estoy de acuerdo en eso. Ahora el dibujo son tres meses, la pintura son tres meses, y teoría un montón, pero esta carrera debe tener práctica.

Cree que el móvil y las redes sociales han hecho mucho daño a la creatividad.

Yo creo que sí. Ayudan en cierta manera, pero hoy día lo veo todo ya demasiado moderno. Prefiero como se enseñaba antes.

La velocidad a la que vivimos, que es de vértigo siempre, con tantos cambios, sin apenas tiempo para asimilarlos, también influye imagino.

Se nota, claro. Ahora la gente pinta con ordenador. Pero a mí no me llena tanto.

¿La ciudad ideal para pintar?

Yo aquí estoy en el edén.

| LUIS GRESA

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