Al otro lado del Estrecho

El guineano Facinet Dondo cumple su primer año como vendedor de la ONCE en La Línea de la Concepción después de superar un amargo trayecto hasta Marruecos y haber cruzado en patera las aguas del mar de Alborán hasta Málaga
Facinet Dondo Camara huyó de su Guinea natal con 16 años en busca de una vida mejor. Atravesó en coche Senegal, Mauritania, el Sahara Occidental y Marruecos en una travesía inhumana hasta cruzar el Estrecho en patera con otras 103 personas a bordo y una pierna sobre el agua, un 26 de enero, durante las 19 horas que duró aquel trayecto terrible. Sobrevivió. Este mes de octubre cumple su primer año como vendedor de la ONCE en La Línea de la Concepción. La vida ha comenzado de nuevo.
Guinea es uno de los países de la África Occidental más pobres del planeta. Más del 60 por ciento de la población vive bajo los umbrales de la pobreza en un país inseguro, sometido a golpes de Estado continuos y una corrupción intrínseca en el sistema político. Sus habitantes, 14,7 millones el año pasado, están entre los que ocupan peor lugar del ranking de desarrollo humano que elabora Naciones Unidas y su esperanza de vida se sitúa en los 60 años.
En su capital, Conakry, nació en 2003 Facinet Dondo Camara, el quinto de 12 hermanos, siete hombres y cinco mujeres, hijo de un topógrafo del Ministerio de Urbanismo de Guinea y una administrativa en el área de transporte público. Allí estudió Contabilidad, Economía y Biología hasta que, a los 16 años, decidió emprender el viaje de su vida, España. “Quería salir de mi país, buscarme un futuro mejor y ayudar a mi familia”, dice en uno de sus días de descanso en el salón de un piso alquilado en pleno centro de La Línea que comparte con un compañero marroquí.
En casa encontró el apoyo de su madre, mucho más comprensiva que su padre, que hubiera preferido que permaneciera en su país junto a su familia. Pero la decisión estaba tomada. Sería en coche por Senegal, Mauritania, Sahara Occidental y Marruecos hasta cruzar a España al otro lado del Estrecho. Un itinerario que acabaría convirtiéndose en una trampa, en ocasiones mortal, plagada de amenazas y llena miedos.
Un mes de amenazas y miedos
Facinet cruzó Guinea, Senegal, Mauritania, el Sáhara Occidental y Marruecos en coche antes de alcanzar la patera en Nador | Reportaje gráfico: Marcos Moreno
“Salimos varios en un coche y en cada parada ya empezamos a separarnos. En la frontera de Mauritania con Nigeria nos robaron el teléfono y el dinero, nos decían que nos iban a matar -comenta con naturalidad, como si se tratara de una persona que no fuera él-. Prefería perder lo que yo tenía a salvar la vida así que les di mi móvil y el dinero que tenía encima . He visto a gente delante de mía que perdió la vida pero yo pude seguir con mi ropa y mi mochila”. Pudo gracias a un amigo que le prestó dinero y el móvil para mantener el contacto con su familia.
Fue casi un mes de viaje en coches que iban cambiando cada dos/tres días donde malcomían y dormían apretujados en sueños muy cortos hasta llegar a Casablanca donde el relato vuelve a dar un giro de crudeza, amontonados con otras personas en una casa en medio de un bosque sin nombre ni ubicación a la espera de una llamada para dar el salto al Estrecho desde Nador. Fueron -recuerda sin precisión alguna-, dos semanas de espera y maltrato humano en condiciones muy penosas. Hasta que un día llega esa llamada que da la alerta para afrontar el último tramo y subir a la patera que le llevaría a un nuevo mundo.
El miedo se apoderó de él ante la gravedad de la situación. De nuevo, temió morir. No fue fácil. Entre cuchillos de los marroquíes, a empujones, sin explicaciones de por medio, recorrieron montañas anónimas. “Es tu día”, le dijeron. “Yo no tenía esperanza, dije; No, no, no. No voy, estaba desesperado”, explica sin detener un momento su relato. Era la noche cerrada del 26 de enero de 2019, puro invierno. Otro trayecto de terror, el último ya, hasta desembocar en el mar de Nador, esta vez con otro grupo de gente anónima, en otro coche y con la misma tensión e incertidumbre que en las semanas de espera.
En la patera, una simple embarcación de plástico con motor, lograron embarcar 103 personas, tres de ellas mujeres embarazadas y una docena de niños. Desde las 05:00 horas que salieron hasta las 00:00 horas del día siguiente en que fueron interceptados por una patrulla de Salvamento Marítimo de la Guardia Civil, Facinet mantuvo su pierna izquierda sobre las aguas heladas del Estrecho. Así lo cruzó. Y durante esas 18 horas de pánico permaneció inmóvil, sin comer ni beber porque no había nada que comer ni beber a bordo.
Ya a la deriva, en medio de la desesperación más inhumana, la Guardia Civil localizó la patera por las llamadas de socorro que se sucedieron desde la precaria embarcación en el final de su agonía y que provocaron un conato de rebelión a bordo por haber contactado con las Fuerzas de Seguridad del Estado español. A la media hora, un helicóptero sobrevolaba la patera mientras otra nave comenzaba el delicado traspaso del caos a la esperanza. Primero los doce niños, luego las tres embazadas y después el resto. Y de ahí, salvados de una muerte probable, al puerto de Málaga donde fueron atendidos en primer lugar por voluntarios de Cruz Roja.
El viaje de Guinea a Nador le costó cerca de 750 euros y el trayecto en patera en torno a los 3.000 aunque esta “tarifa” fluctúa según el criterio que establecen las mafias a su libre albedrío y que puede alcanzar en algunos casos los 5.000 euros, según comenta.
“La ONCE me ha dado tranquilidad”
"Se ha esforzado mucho, ha padecido bastante y aprovecha las oportunidades. Nunca se queda a medias, se involucra y da el 100%", dice Daniel López, gestor de juego
Cuesta creerlo pero, el mal trago del Estrecho no resultó lo peor de toda su experiencia. Tampoco lo fueron los 4.500 kilómetros que separan su ciudad natal del puerto marroquí de Nador, pese a las muchas amenazas y riesgos que tuvo que sortear. Aún guarda peor recuerdo del camino incierto que le condujo desde Nador a la patera. “Es que no sabía dónde me llevaban porque no veía ni la carretera ni nada, nos guiaban personas con cuchillo en mano, tenía mucho miedo hasta que vi el agua, me vi desamparado”, explica sin llegar a emocionarse en ningún momento.
Facinet, con 16 años entonces, permaneció durante dos años en centros de la Fundación SAMU en Algeciras, la primera semana, Arcos de la Frontera, los primeros cuatro meses, y Las Cabezas de San Juan (Sevilla) donde empezó a estudiar español y le facilitaron el acceso a lo que fueron sus primeras prácticas como camarero en un restaurante en El Pelayo, un núcleo poblacional de Algeciras. A partir de ahí, el joven guineano se abrió camino como camarero y ayudante de cocina en distintos restaurantes de La Línea de la Concepción como ‘No me lames Dolores’, ‘La casa Puri’, o el Club Marítimo Linense.
Desde 2021 el joven guineano dispone de permiso de residencia en España mientras aguarda la tramitación para obtener la nacionalidad española. Pero hay otro documento, su certificado de discapacidad, que le abrirá definitivamente las puertas de una nueva vida en su nuevo país. Tiene deficiencia visual, pérdida de audición y problemas en la pierna con varias operaciones de por medio que acreditan oficialmente un 36% de discapacidad.
Patricia, la directora del centro social ‘Contigo’ de La Línea, donde tramitó buena parte de su expediente de discapacidad, y María Rocío Partida, su novia entonces, fueron las dos personas que le animaron y empujaron a entrar en la ONCE como vendedor. “La ONCE me ha abierto muchas puertas, he tenido un buen trabajo y muchos privilegios que no tenía en la hostelería. Tengo dos días libres a la semana, un sueldo base y luego más ventas, más comisiones tenemos”, explica decidido. “Mi vida ha cambiado -reconoce orgulloso-. La ONCE me ha dado tranquilidad, mucha libertad. En la hostelería echaba muchas horas y ganaba menos, estoy bien en la ONCE”, resume.
Facinet superó el período de formación sin mayor inconveniente. Daniel López su gestor de ventas conoce bien su proceso de adaptación a su puesto de trabajo. “A mí me llama mucho la atención porque es una persona que se ha esforzado mucho, ha padecido bastante para llegar donde está ahora mismo y aprovecha las oportunidades que se le plantean y nunca se queda a medias, el tío se involucra y da el 100 por 100”, opina López. “Es una persona con la que se puede contar y siempre está predispuesto a coberturas, a participar, le encanta el contacto con la gente, desenvolverse de cara al público y la verdad es que estoy supercontento con él. Tengo suerte de contar con él en la plantilla. Además te pone las cosas fáciles y se involucra mucho. Está siempre dándolo todo y le va bastante bien, estoy muy contento de contar con él”, explica.
Facinet le da la razón. Le encanta su trabajo, dice, porque le permite relacionarse con mucha gente y eso le motiva. “Hay que hacer psicología de terapia porque hay gente que viene con mucho respeto, con mucho cariño, que se sienta contigo, que te conoce, que te da con confianza, te cuenta su historia y para mí es un trabajo de terapia”, sostiene. Y le gusta claro, dar premios. “El primero en estar contento soy yo, antes que el cliente, porque para mí el premio más grande es dar el dinero de vuelta porque el cliente tiene la ilusión de invertir en la ONCE y eso para mí es una satisfacción”.
“El racismo existe en todos los lados”
Facinet elude hablar de política. "Hay una palabra que los españoles me han dicho que me puede ayudar: Paciencia"
Sostiene Vinícius, el futbolista brasileño que juega de delantero en el Real Madrid C. F., que España es un país racista. Facinet que es otro apasionado del fútbol español, sobre todo del Madrid y el Betis, discrepa con matices. “Yo no puedo decir exactamente que España sea un país racista -afirma categórico-. El racismo existe en todos lados, no solamente en España; en Francia, en Portugal, en todos lados. Hay gente mala y buena como en todos los lados”, asegura convencido.
En lo que lleva como vendedor de la ONCE, un año cumple este mes de octubre, solo ha tenido una situación incómoda por el color de su piel y su procedencia. “Una persona que acompañaba a otra que me fue a comprar le preguntó como un negro puede entrar en la ONCE para vender si dice que es Organización Nacional de Ciegos Españoles. A mí me molestó, pero no me lo preguntó a mí y me quedé sin fuerza para decirle lo que tenía en la boca y en la barriga. Pero, aparte de eso, la gente es excepcional y buenísima”, confiesa. El vendedor es de los que cantan los números cuando no hay mucho movimiento en la calle “para tirar de la gente por vender”, se justifica. Y hasta se arranca por flamenco y por bachata en un momento dado. “La ONCE es una organización que está ayudando a muchísima gente”, resume orgulloso.
Facinet, que manda una parte de su sueldo a su familia en Guinea todos los meses para ayudarles, practica la religión musulmana y reconoce que la fe le ha ayudado a superar todas las barreras que ha ido encontrando en el camino desde que dejó Conakry hasta que entró a trabajar en La Línea. Pero no solo la fe ha sido su fuente de sustento. “La cosa depende de muchos factores. Primero, la determinación. Hay un dicho español que dice que cuando la voluntad es grande, los obstáculos son pequeños. Entonces, hay que tener voluntad, ganas y motivación. Hay que insistir, aunque no puedas hay que pensar que quieres y puedes. Fracasar es no intentarlo, eso siempre. Con la fe y con las ganas te puede ayudar todo”, dice.
La actualidad la sigue a través de la televisión y las redes sociales sobre todo pero se mantiene políticamente correcto ante polémicas como la decisión del PP y VOX de prohibir los rezos musulmanes en espacios públicos en Jumillas (Murcia), un acuerdo que acaparó buena parte de la atención informativa del pasado verano. “Hay una palabra de los españoles que me han dicho que me puede ayudar mucho: Paciencia. Hay que tener paciencia porque te ayuda mucho”, dice educadamente. “Yo en eso no me meto -responde a la pregunta sobre el escándalo de Jumillas-. Tengo que concentrarme en mi vida, ayudar a lo que pueda a mi familia y seguir adelante”, afirma. “Yo no hablo de política porque cada país tiene su manera de hacer su política. Entre la derecha y la izquierda yo cojo justo en medio, hay una parte que la izquierda tiene razón y otra que la derecha tiene razón, pero yo justo en medio”, aclara.
Una lección de Humanidad
"Lo que hace la ONCE no existe en ningún sitio del mundo", sostiene Hermina Moncayo, directora de la ONCE en La Línea, en la imagen junto a Facinet y Daniel
Para la directora de la ONCE en La Línea de la Concepción, Herminia Moncayo, la oportunidad de vida que ha dado la Organización al joven constituye toda una “lección de humanidad” a su juicio. “La lección de que todo el que tenga ganas de venir a trabajar, cumpliendo los requisitos, tiene hueco y que lo que ha hecho la ONCE con la discapacidad no lo ha hecho nadie en el mundo. Poder dignificarte con un puesto de trabajo como el de agente vendedor de los productos de juego social de la ONCE, hoy en día hay muchísima gente sin discapacidad que daría lo que no tiene por contar con ello. Eso no existe en ningún sitio del mundo, solamente lo puede hacer y lo hace la ONCE”, afirma visiblemente orgullosa.
Facinet es el único vendedor de origen africano entre el largo centenar de vendedores y vendedoras que la ONCE tiene en la ciudad frontera con Gibraltar que cuenta con 65.000 habitantes. “Nunca lo he dudado, sabía que la gente de La Línea le iba a dar la acogida que tiene”, afirma. “Aunque el Facinet de hoy no es el que llegó aquí hace un año. Era una persona muy tímida, muy cortada, le costaba mucho trabajo abrirse -continúa Moncayo-. De hecho, al principio, pues por supuesto, venía acompañado. Pero nunca dudé de la sociedad linnense jamás, ni de la gente que viene a La Línea como turista o del resto de las personas del Campo de Gibraltar. Lo único que me echaba para atrás -reconoce- es si él se iba a saber adaptar y, fíjate, aquí lo tenemos, que va a hacer un año que está con nosotros”, sonríe Herminia como si fuera un éxito íntimo suyo también por el empeño que ha puesto en que esta tragedia tuviera un final feliz.
La directora de la ONCE en La Línea reconoce que la Organización no ha tenido que realizar un esfuerzo adicional para ayudar a Facinet a integrarse en la sociedad linense. “Lo único que había que hacer era creer en él y luego explicarle cómo iba a ser su trabajo, pero él es verdad que es una persona muy educada, que venía conociendo el idioma perfectamente, así que lo único que hemos tenido que hacer es creer en él”, añade.
“Desde el primer minuto tuvo ganas y compromiso -dice ahora el gestor comercial- Las ganas que pone abre muchas puertas, al final se adapta al puesto de trabajo, pero se podría decir que se adapta al entorno en general, conoce bastante gente, es una persona muy abierta, y su empeño y como se desenvuelve con las personas hace que lo difícil sea fácil porque el trabajo es en primera línea de calle que requiere el contacto con las personas y hay que ser abierto y Facinet eso lo trae de serie. Muestra cercanía y atiende de una manera muy amable. Él se integra y hace de la adaptación al trabajo su manera de ser y eso es un acierto porque lo hace de manera natural y ese es su éxito. Yo creo en él como trabajador y como persona”, añade Daniel López.
El color de la piel nunca fue un problema para integrarse en una ciudad tan multicultural como La Línea de la Concepción
El gestor reconoce que la base del trabajo de vendedor de la ONCE reside en la comunicación con el público. “Hay muchas maneras de hacerlo pero siempre cuando te comunicas de manera honesta aunque sea con una sonrisa se llega mucho más lejos que forzándose y me sorprende que eso sea lo que menos le ha costado. Facinet tiene esa facilidad que podría haber sido el obstáculo a superar, ser extrovertido en nuestra cultura, y eso ha sido un éxito. Transmite confianza, es claro, y te tienes que acabar riendo y al final le compras”, dice.
A su juicio el color de su piel pasa desapercibido en una ciudad tan multicultural como La Línea. “No es un tema tabú ni un problema aunque siempre hay alguna excepción que pueda poner alguna traba, pero no es lo general. De hecho Facinet ha podido cubrir a compañeros en distintas barriadas y nunca ha tenido ningún inconveniente. La diferencia no está en la piel, la religión o el idioma, el vendedor está visto ya como un elemento institucional, es algo cotidiano, y Facinet ha sabido identificarse como vendedor y eso genera un día a día en el que no hay espacio para que alguien ponga trabas, hace su trabajo igual que el resto y demuestra lo que vale”.
A Daniel no le extraña que Facinet vaya cumpliendo cada propósito que le plantean en su trabajo diario. “Él ya viene de vuelta de superar verdaderas complicaciones. Ha padecido mucho y aprovecha muy bien las oportunidades que le dan y responde, siempre voluntario con una sonrisa dibujada en la cara. Ese es su éxito, nos da una lección a todos, porque sabe que nadie le ha regalado nada y sabe lidiar con el trabajo. Es una suerte tenerlo en el equipo”, acaba diciendo Daniel López.
En este mundo de radicalidades y extremismos, el mensaje que la ONCE traslada a la sociedad con esta apuesta por Facinet es claro y contundente para Herminia Moncayo. “Debajo de la piel todos tenemos lo mismo -concluye-. Para la ONCE no hay color, lo único que hay es creer en las personas, dar una oportunidad a una persona que tiene una discapacidad que encima viene de fuera y que, probablemente, si se hubiese quedado en su país quizás ni viviría hoy en día. Todo el que quiera venir a trabajar, tenga ganas y cumpla los requisitos, aquí tiene su sitio”, concluye.
“Una excelente persona”
Facinet con clientes habituales del Club Marítimo de La Línea. "Es extraordinario en todos los aspectos", afirma Miguel Alba, cliente suyo
Todos los días, de lunes a viernes, un grupo de 12 amigos jubilados, en su mayoría policías ya retirados, se reúnen en el Club Marítimo Linense para charlar de sus cosas ante una de las vistas más agradables que concede La Línea, un mar repleto de pequeñas embarcaciones de recreo a la sombra del Peñón de Gibraltar.
Allí todos le conocen porque estuvo trabajando como ayudante de cocina durante un par de años antes de entrar en la ONCE y todos le llaman Makélélé como el que fuera centrocampista y entrenador francés nacido en la República Democrática del Congo. Se nota el cariño y el respeto que le tienen. El centro deportivo, referencia de primer nivel en la localidad gaditana, forma parte de su ruta habitual de venta. Miguel Alba, uno de los policías nacionales jubilados, le conoce desde que apareció por ahí el primer día.
“Es un tío extraordinario”, dice erigiéndose como portavoz del grupo mientras recauda el dinero para pagar los 12 Cuponazos que le acaban de pedir. “A ver si nos toca de una vez”, bromea. “Es una excelente persona en todos los sentidos -subraya retomando la conversación-. Alba cree que su forma de ser constituye todo un ejemplo para cómo está el mundo hoy. “Yo lo único que puedo decir es que me gustaría que todos lo que hacen lo que ha hecho él para venir aquí, fueran como él, tan buena persona, tan buen hijo, tan buen hermano, porque es extraordinario en todos los aspectos”, añade levantando la voz con autoridad.
“A mí siempre me han apoyado, me han motivado y me ha aconsejado, entonces yo les considero casi mi familia, porque no tengo familia aquí”, interviene ahora Facinet. “Yo jamás falto al respeto y nunca digo nada sobre racismo”, advierte. “No quito ni una coma -vuelve a intervenir Alba ante la mirada atenta de sus colegas-. Es tremendamente educado y amigo de sus amigos. Ya me gustaría a mí que todos lo que vienen después de lo que han pasado sean una cosita como él. Es respetuoso, sabe hablar y es más, canta por la Pantoja”, vuelve a reír.
A ver si das el premio, le dicen. “Eso son cosas secundarias -responde antes de despedirse-. El premio es otra cosa, lo importante es la gente. Yo no tengo amigos de mi edad aquí, mis amigos son la gente que te ven con respeto y cariño”, concluye.
Después de lo vivido este primer año como vendedor de la ONCE Facinet reconoce que le gustaría volver a Guinea, pero solo de vacaciones, a ver a su familia. Lleva seis años sin verlos y piensa que “más adelante” podrá cumplir su sueño. Le gusta viajar y quiere viajar para conocer mundo, pero con el ancla puesto en La Línea, entre los suyos. Disfruta mucho de la tranquilidad también en casa, de bailar bachata, de cantar por Rocío Jurado o la Pantoja, del fútbol. El Real Madrid porque allí en Guinea es una institución antes de partir y del Betis por su vena más social y comprometida.
Lo único que no soporta es que la gente engañe, humille o ridiculice a alguien. Y le duele ver a personas pidiendo en la calle. Le conmueve el cariño y la amabilidad que recibe de sus vecinos y clientes.
¿Qué le pedirías a la sociedad?
Que tenemos que intentar ser buenas personas y ayudar a la gente con necesidades.
| LUIS GRESA