Toda una declaración de amor a la ONCE
Al día siguiente de la Cabalgata, en la cena de Reyes que, fiel a la tradición, despide todo un año de trabajo del Ateneo de Sevilla para organizar el cortejo real, Cristóbal Martínez, primer rey Baltasar ciego de los 102 años de Cabalgatas en Sevilla, confesó su felicidad por la experiencia vivida el día anterior.
“No sabía que iba a ser capaz de ver tan bien con los ojos del alma”, contó Martínez a los 350 invitados que asistieron al brillante epílogo de la Cabalgata 2019 que organizó el Hotel Alcora Ilunion Sevilla en lo que constituyó su puesta de largo en sociedad. “¡Me imaginaba la carita de los niños, entre gritos de ‘Salta Baltasar! Salta Baltasar! Era una sensación indescriptible, sobrecogedor, impactante”, dijo. “No viviré otro momento igual en mi vida porque no hay nada igual en todo el mundo que transmita tanta ilusión, tanta energía, tanta emoción”. El delegado territorial de la ONCE en Andalucía, Ceuta y Melilla, que recibió el elogio del alcalde de Sevilla, Juan Espadas, agradeció a sus dos familias, la suya y la ONCE, su apoyo en esta hermosa aventura. “No me lo merezco, pero mi gente de la ONCE sí lo merecían. Los afiliados de la ONCE se merecían que el Rey Baltasar fuera ciego”, dijo entre aplausos.
Bajo el lema ‘La ilusión nos une’, Paqui Mateo, que ha sido vendedora de la ONCE en Camas durante 16 años, presidió la carroza del Grupo Social ONCE con su perro guía Musgo, que soportó las seis horas de recorrido del cortejo real por las calles de Sevilla sin inmutarse. “Se portó increíble, mejor imposible, todo el tiempo echado, al principio un poco nervioso, pero lo acaricié, le tranquilicé, y no se levantó en todo el camino”, comenta.
Paqui acudió muy seria a la sede de la Universidad de Sevilla, la antigua fábrica de tabacos, desde donde partió el cortejo. “Sentía el peso de la responsabilidad”, explica. Pero fue ponerse en marcha la carroza, recibir los primeros aplausos, y Paqui se vino arriba. “Inolvidable, sin palabras, no se puede describir #8211reconoce-. Todo el recorrido fueron aplausos, no hubo un momento de respiro. Una experiencia superpositiva, porque te das cuenta de lo que la gente quiere a la ONCE, muchísima, toda la gente de la carroza disfrutó, y el público, lo pasamos todos muy bien. Yo sabía que la gente aprecia a la ONCE, pero todo el mundo nos aplaudía, nos decían ¡Campeones!, ¿Sois los mejores!, eso fue lo mejor, que nos dimos cuenta de que la ONCE es muy querida”.
Para Lourdes Parrondo, profesora del CRE de Sevilla, que salió también en la carroza del Grupo Social ONCE, fue una experiencia maravillosa. “Sentir el calor de la gente al paso de nuestra carroza, el poder de conexión de nuestros chicos con el público, la ilusión dentro y fuera de la carroza, yo sentí claramente lo que la gente quiere a la ONCE y la labor que realizamos… y no me puedo olvidar de las expresiones y las caras cuando veían a Musgo, el perro de Paqui Mateo, creo que es el perro más fotografiado de toda Sevilla”.
María Desiré, una joven sordociega lo pasó muy bien en la carroza de ‘La ilusión nos une’, según cuenta. “Me lo pasé bien, disfruté porque no había salido nunca en la cabalgata y la experiencia fue genial, bastante bonita también”, cuenta.
También fue “una experiencia muy bonita” para Lorena Rivas, 18 años, estudiante en el Centro de Adultos de Lebrija. “Me gustó todo #8211reconoce-. Se me pasó el tiempo volando, la gente se ponía a gritar con nosotros. Nos cantaban ”¡Esa ONCE como mola, se merece una ola!”, era muy bonito, muy emocionante. Sentada a su lado en la carroza durante todo el recorrido permaneció Daniel Bellido, un año menos que Lorena, estudiante de 1º de Bachillerato en un instituto de la localidad sevillana de El Cuervo.
A Daniel lo que más le sorprendió fue el momento en que la carroza pasó por delante de la Delegación Territorial, en el barrio de la Macarena, por el bullicio que se montó y el cariño atronante que recibieron. “La gente estuvo apoyándonos en todo momento, no pensaba que fuera a ser tan entretenido, se nos pasó el tiempo volando”, cuenta. “Es la típica experiencia que hay que vivir para saber como es. Había demasiada gente para el espacio que había, muchísima gente en espacios muy pequeños a veces, pero la gente supercontenta”, añade. En concreto recuerda con entusiasmo cómo Carlos, un joven con síndrome de Down empezó a cantar de contento que estaba “¡Oé, oé, oé!”, y todo el mundo reaccionó cantando con él a la vez. “Fue increíble”, resume.
Efectivamente, Carlos López Sáez recuerda su experiencia con verdadero entusiasmo. Sonríe abiertamente al comentarlo. “Me lo pase muy bien en la Cabalgata y se me hizo muy rápido #8211explica-. Los amigos de la carroza eran estupendos y nos reímos mucho. Creo que se llamaba Integración. Todos íbamos muy guapos disfrazados. Tiré caramelo y muchos besos y aplausos a la gente. Vi a compañeros y amigos míos y también a mis tíos y hermanos. Y esa noche vinieron los reyes a mi casa y a la de todos. Gracias a mis amigos de la ONCE”, concluye encantado.
En la carroza de los pajes del Rey Baltasar, la periodista Nuria del Saz, ciega total, vivió con emoción el clamor de la ciudad. “Sevilla grita y se hace notar en las calles #8211relata-. Oía mi nombre aquí y allí. A muchas personas las reconocía, como a familiares y amigos, pero otras muchas voces se quedarán para siempre en el misterio. Nunca imaginé lo feliz que me sentiría lanzando puñados de caramelos”. Nuria recuerda sonidos y también aromas, como las castañas asadas por la Ronda, la emanaciones de adobo por las calles del centro o el chocolate con churros y buñuelos a la entrada del Puente de Triana. “Una cabalgata para recordar siempre, porque una se sentía parte de la ilusión, del momento, de la historia, que al final es lo que todos deseamos. Una experiencia tan intensa para recordarla siempre. Ni frío, ni calor, ni el cuerpo entumecido por estar casi inmóvil en un espacio reducido por varias horas. La ilusión fluye de forma bidireccional #8211concluye-. Se la entregas a los sevillanos y estos te la devuelven con creces. No hay que olvidar que la Cabalgata es la antesala de la noche más mágica del año y que la magia, si queremos, existe”.
María José Flujas vivió la Cabalgata con la misma pasión que el resto de los integrantes. “Fue mucho más emocionante y mucho menos cansado de lo que pensábamos”, admite. “Jamás pude imaginar tal cantidad de personas por todas las calles. No dábamos abasto para tirar caramelos y no llegábamos hasta las últimas filas de personas o a los balcones por mucho que intentáramos lanzar con fuerza. Pero todo el mundo te agradecía que lo intentaras y te sonreía, te mandaban besos o aplausos. Había sonrisas, canticos y bailes por todos lados. Una complicidad extrema entre pequeños y adultos, grupos de jóvenes, familias”, señala.
Para Mayte Hernández resultó también una experiencia “maravillosa”. Para mí fue tan emocionante que hasta he olvidado momentos a causa de los nervios, la sensación que tuve cuando subí a la carroza, cuando sentí que se movía porque ya íbamos hacia la puerta es de nerviosismo absoluto, una vez en la calle ves muchas caras que te miran, se dirigen a ti, te piden caramelos todos a la vez, quieres contentar a todo el mundo, pero es imposible, no das abasto, tiras los caramelos con todas tus fuerzas para que lleguen lejos pero siempre te quedas corta. La gente te sonríe, te saluda, te habla, te canta, te pide y agradece cuando consigue pillar algún caramelo, interactúa contigo, ves a los niños que te miran impresionados, y se alegran cuando consigues colar algún caramelo en su bolsa, para mí lo mejor ha sido ver esto desde otra perspectiva, te das cuenta que los mayores vuelven a ser niños por un rato, cantando canciones infantiles, bailando al ritmo de la banda, disfrutando en familia o pandilla, estaba todo el mundo feliz. Lo peor que viví fue la poca educación de algunos que prácticamente te insultan porque no llegas a ellos y otros que te devuelven los caramelos lanzándotelos a la carroza…pero eso fueron cuatro casos. Como anécdota decir que pare un segundo para beber un poco de agua y la gente me decía que no bebiera y siguiera tirando caramelos, pero con arte, buen rollo y educación.
Dani Guerra no podía conciliar el sueño dos días antes de la cabalgata. “Los nervios me podían”, cuenta ahora ya relajado. Cuando despertó esa mañana lo primero que hizo fue buscar el cielo para comprobar el tiempo y enseguida vio que le esperaba un día de sol radiante. “La salida es muy emotiva #8211reconoce-, ves a los primero niños con esa cara de admiración y felicidad, además los primero caramelos que tiramos al cielo son por esos familiares, amigos, compañeros que ya no están con nosotros y se te ponen los pelos de punta”. Para Dani ha sido una de las mejores experiencias que ha tenido en su vida. “Ha sido increíble e inolvidable, allá por donde pasábamos en esas magnificas carrozas se respiraba, alegría, felicidad e ilusión, hay algo que se palpa en el ambiente que lo hace muy pero que muy especial”. A su juicio, lo mejor era la carita de felicidad de los niños y niñas, de los padres y abuelos, y lo peor, que las carrozas iban demasiado deprisa y se hace corto, “pero muy intenso”, el camino. “Volvería a repetir la experiencia sin dudarlo”, concluye.
Pilar Caba ha cumplido un sueño que tenía desde chica, ser beduina del Rey Baltasar, y vivió la experiencia acompañada por su hija Daniela. Durante el recorrido le entregaron tres cartas para los Reyes Magos. “Con la primera se me saltaron las lágrimas y le prometí al padre del pequeño que la guardaría toda la vida. Fue muy emotivo cuando al llegar a casa las leímos en familia”, narra Pilar que tiene “miles” de anécdotas por contar. “Una mujer me preguntó si podía hacerse una fotografía con su bebé y conmigo. Tras hacerla, le dije que si quería yo podía coger a su niño en brazos para que tuviera otra distinta; al instante con los ojos llenos de ilusión me dijo que sí. Y de repente varias personas nos estaban fotografiando al mismo tiempo (los abuelos, los padres…). El niño a pesar de no tener ni un año no lloraba, todo lo contrario, me miraba sonriendo. La madre solo sabía darme las gracias una y otra vez. Me encantaría tener una copia de esa fotografía”. También se queda para el recuerdo la cara de sorpresa de unos japoneses a los que saludó en su idioma al mismo tiempo que les daba caramelos. “Me sentí muy orgullosa al pasar por la ONCE y ver a los compañeros en los balcones, como interactuamos los beduinos con ellos y ellos con nosotros. Fue una emoción desbordante”.
Luis Alberto Rodríguez también fue beduino de la carroza del Rey Baltasar y afrontó las seis horas de recorrido con la misma ilusión que guardaba de pequeño para ver a los Reyes. “El mejor momento de todos #8211reconoce- fue cuando pasamos por la sede de la ONCE y vi como todos se volcaban con el rey Baltasar”. Ni sintió cansancio. “Y lo mejor #8211asegura-, la cara de alegría de los niños al vernos pasar”.
Marores Machuca salió por primera vez en la Cabalgata del Ateneo de Sevilla cuando tenía 11 años y unos cuantos años después ha tenido la oportunidad de volver a vivir esos mismos recuerdos desde la carroza de los pajes del Rey Baltasar. Y sí, ha sentido de mayor, las mismas sensaciones que de niña. “Me ha fascinado haber tenido la oportunidad de volver a vivir aquellos recuerdos porque he tenido la gran suerte de saber cómo lo sentí como niña y cómo lo he sentido ahora de mayor; bueno realmente como “niña mayor”, comenta.
Ya los días previos “el gusanillo de la Cabalgata” se adueñó de ella impaciente por esperar la tarde del 5 de enero. Dos horas antes de todo, Marores se impresionó de la belleza artística de las carrozas, diseño de Jesús del Corral, y de las indumentarias que arropaban a sus integrantes. “Estábamos preparados para darlo todo”, recuerda ahora. En su carroza iban 20 niños afiliados. “Les dije que me llamaran Maro (para abreviar y facilitar) y desde el minuto uno fui “Seño”; me emocionaba “Seño, dame agua”, “Seño, no encuentro mi mochila”, “Seño, se me han acabado los caramelos” … Cuánto me han enseñado estos niños. Dos de ellas, eran gemelas, ciegas totales; cuando quedaban dos horas, Alba se envolvió en la mantita y se quedó “frita”, sentada, sin apoyo en la espalda; únicamente con la cabeza hacia abajo, apoyando la barbilla sobre su pecho”; pasada una horita, volvió a tirar caramelos. Me emocionaron mucho también los padres de estos niños, que se fueron acercando a preguntar por sus hijos en muchísimos puntos del recorrido “¿cómo van? ¿necesitan algo? “. “Alegres y preocupados, natural”, comenta. Marores describe su visión desde la carroza como una alfombra de cabezas con las manos levantadas diciendo, “¡¡Aquí, aquí, aquí, aquí!!”.
En definitiva, una experiencia única e irrepetible para todos los que la vivieron una Cabalgata inolvidable y toda una declaración de amor de Sevilla con la ONCE y de la ONCE con Sevilla.
Álbum gráfico de una Cabalgata inolvidable
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